Moondale

Etiqueta: MacLeod es un perro preocupado

  • DESPEDIDAS Y REENCUENTROS

    CHRISTOPHER MACLEOD

    ESCUELA LEGADO – NOCHE

    Aquél edificio que en su día había sido una mera nave industrial vacía, se había convertido en el edificio de administración de la Escuela Legado y en una suerte de escuela de la vida para los Moondies. Era su corazón latiente, rebosante de vida y energía incluso cuando las amenazas eran constantes. Sin embargo, aquella noche, ese corazón adolecía. En el edificio reinaba el silencio, solo roto por los llantos contenidos y las voces cansadas.

    Cuando Daniel entró a la sala de descanso de la segunda planta, nos encontró a Sasha y a mí sentados en silencio, pensativos, esperando.

    – [MacLeod]¿Café?[/MacLeod]  – les pregunté. Había perdido la cuenta de los que había tomado, pero necesitaba una distracción aunque solo me fuera a mantener ocupado unos minutos.

    – [Daniel]Sí.[/Daniel] – respondió Daniel, sentándose al lado de Sasha. Empecé a prepararle un latte aderezado con las cosas que iba dejando Daakka por allí de los cafés que iba experimentando. Envidié su especial relación en ese momento, él tendría un apoyo constante para ayudar a Sarah mientras que yo, volvería a una casa silente, sin mis niñas, solo para tratar de ayudar a sobrellevar la pena al amor de mi vida, que estaba derrotada.

    – [Sasha]Cargado.[/Sasha] – pidió Sasha. Observé el líquido oscuro mientras se vertía sin fin en una taza grande, sin leche, sin azúcar, solo café, a veces se notaba que Daniel y yo no habíamos nacido en este país.

    Al terminar coloqué los cafés en los posavasos de la mesa en la que estábamos sentados y miré fijamente la madera, sin atreverme a preguntarle a Daniel por el asunto por el que llevaba un rato ausente.

    – [Daniel]Acabo de hablar con Xander.[/Daniel] – le escuché decir. Al alzar la vista le vi mirando a Sasha, que debía haber pedido con sus ojos lo que yo no me atrevía a preguntar. Después me miró a mí. Apartó sus ojos de los míos al cabo de unos segundos, consciente seguro de que conociéndole como lo hacía, había reconocido el dolor que se ocultaba tras ellos. Por su historia personal, para Daniel esto estaba resultando muy duro, pero había aguantado cuando recibieron la llamada, en el funeral y ahora, reunidos todos en la Escuela, porque sabía que Sarah estaba sufriendo lo indecible.- [Daniel]Han tenido complicaciones y se les ha presentado una mujer que les ha ofrecido tratos, pero están bien.[/Daniel] – confesó. Sentí una sensación de agobio volver de las sombras en las que se había metido los últimos días. Mis hijas estaban en otra parte del universo, en otro tiempo, enfrentándose a la clase de peligros de las que siempre intentamos protegerlas. Habíamos creído que podíamos protegerles de todo esto, pero al final nunca tuvimos esa opción, quizá lo más sensato habría sido enseñarles. – [Daniel]Parece que Laura Petrov ha vuelto a la isla, habría que buscar la forma de hablar con ella.[/Daniel] – asentí, meditabundo, nuestros contactos en la isla existían, los OWLS e incluso la madre de Laura, pero dada la relación con Z, que aún tenía un peso importante en el gobierno de la misma, no era muy entusiasta utilizándolos, porque sabía que él estaría observando y quien sabe si podría esperar nuestro peor momento para volver a intentar quedarse con Ripper.

    – [Sasha]¿Le has dicho lo que ha pasado?[/Sasha] – preguntó Sasha, directa como solo ella podía serlo sin resultar ofensivo.

    – [Daniel]Sí, y he querido decírselo a Elle también directamente.[/Daniel] – Daniel se pasó una mano por el pelo, más largo de lo que lo que lo había llevado en los últimos años, abatido. – [Daniel]Siento que no puedas hablar con ellos.[/Daniel] – le dijo a su otra mujer. Colocó una mano en su espalda para darle apoyo. Para Sasha, que siempre se había hecho a un lado cuando era necesario disimular, debía ser difícil ser la única que no podía hablar con los niños por no ser una Daë.

    – [Sasha]Ya tendré tiempo. Ahora lo importante es ayudar a Sarah y estar cuando ellos lo necesiten.[/Sasha] – respondió. Era una mujer estoica, con mucha confianza, pero por mucha que tuviera, me alegró enormemente saber que su relación ya no sería un secreto con nadie.

    – [MacLeod]Hablaré con Amy y Vera en cuanto Diana se encuentre con fuerzas para hablar con Kaylee.[/MacLeod] – les expliqué. Estaba deseando escuchar y ver de nuevo a mis niñas. Desde los viejos tiempos no llevaba tan a menudo encima el disco Daë como ahora, que me acompañaba a todas partes. Pero a ese deseo de hablar con ellas se le sumaba el miedo a decirles lo que había pasado, a llevarles ese dolor a un lugar desde el que no podían hacer nada, ni yo tampoco para reconfortarlas por la pérdida. – [MacLeod]Ese dolor se quedará siempre, pero seguirán adelante. Ayudar a los niños las mantendrá ocupadas.[/MacLeod] – les dije. Sarah, Diana, Lucy y Cara eran las que más fuerte habían recibido el golpe. Junto a la desaparición de nuestros hijos e hijas, era demasiado, pero confiaba en que hablando con ellos, ayudándoles, las madres protectoras que había en ellas sirvieran para protegerlas a sí mismas de las hijas dolientes.

    – [Daniel]Tengo miedo de ver a Sarah destrozada como cuando lo de Kaylee.[/Daniel] – confesó Daniel. Se notaba que aquél suceso habría protagonizado su mundo del miedo en caso de haber vuelto. Deseé no hacerlo nunca, porque el mío sería mucho más peligroso ahora que tenía muchísimo más que perder.

    – [Sasha]Se repondrá, pelirrojo, es fuerte.[/Sasha] – le animó Sasha. La última vez las cosas habían sido diferentes, Kaylee se sacrificó y eso nos destrozó, Sarah se culpó, Ed no lo pudo soportar y se fue. Todo se vino abajo en cuestión de días. Pero salimos de ello y no se pasa un suceso así sin volverse más fuerte.

    Daniel asintió pero el silencio imperó en la sala de igual modo. Temí por un instante escuchar los llantos de la sala de descanso contigua, donde estaban ellas. Todos entrábamos a menudo para estar junto a ellas, pero al final, si alguien entendía su dolor eran ellas mismas, las cuatro habían perdido a una madre, aunque en diferente modo.

    – [MacLeod]Rebecca y Dom llegaron hace un rato, están con Jaime, creo que se irá con ellos una temporada para no volver solo a esa casa.[/MacLeod] – les expliqué. Habían llegado mientras Daniel hablaba y Sasha estaba con Sarah. – [MacLeod]Mi madre le ha ofrecido un cuarto si lo necesita.[/MacLeod] – comenté. Sería duro para Jaime, toda una vida solo para volver una vez más a ella. Quizá a Dom y Rebecca les vendría bien cuidar de alguien después de volver a vivir juntos tras marcharse sus hijos.

    – [Daniel]Cara también está sufriendo, durante un tiempo hizo de madre para ella.[/Daniel] – meditó, pensativo. Daakka se había ido hacía un rato con ellas, entraba y salía de la sala, listo por si le llamaban. El pomo de la puerta giró y pensé que sería él.

    – [Vincent]Hola.[/Vincent] – saludó Vincent al entrar. – [Vincent]¿Os importa si me quedo? Mara está con las hermanas y con Cara y no sabía ya qué hacer.[/Vincent] -aseguró con su habitual sinceridad. Todos estábamos así, pasándolo mal mientras las veíamos sufrir ante un mal al que no podíamos enfrentarnos como estábamos acostumbrados.

    – [MacLeod]No, pasa, siéntate y tómate un café o lo que necesites.[/MacLeod] – le ofrecí señalando la cafetera italiana, aún cargada.

    – [Vincent]Les está resultando muy duro, así tan de pronto, sin saber lo que le pasaba.[/Vincent] – dijo mientras se sentaba en uno de los sofás. En aquel momento más que nunca temía la «maldición» de Vincent. A veces necesitamos engañarnos, escuchar que no va a ser tan difícil, que pasará. Pero lo cierto es que llevaría tiempo y muchas cosas de las que preocuparse, como la relación de mi mujer y la magia.

    – [MacLeod]Las despedidas siempre son duras, en realidad nadie está nunca preparado aunque diga lo contrario.[/MacLeod] – confesé, recordando a mi hermano Zack. – [MacLeod]Elizabeth siempre aguantó el tipo por sus hijas, hasta el final.[/MacLeod] – sonaba a que me estaba repitiendo tras el funeral, pero la verdad es lo que es. Elizabeth siempre había tragado sus preocupaciones cuando sus hijas salían a salvar el mundo y ahora, cuando el mal la acechaba a ella, les había ahorrado las preocupaciones y se había enfrentado a ello sola.

    – [Daniel]Debimos ver algo raro. Venía mucho hace una temporada y en los últimos meses se excusó para no hacerlo.[/Daniel] – comentó Daniel, haciendo un gesto con la mano. Era cierto que Elizabeth había empezado a venir hacía cosa de un año con la excusa de aburrirse, ver a los niños y estar con la familia, pero hacia el final ya debía notarse el deterioro y no quería venir.

    – [Sasha]Teníamos muchas cosas encima.[/Sasha] – le tranquilizó Sasha. Siempre era así, teníamos el mundo tan encima de los hombros que no podíamos girar la cabeza para ver algunas cosas de las que pasaban en él. Eso había hecho también que no viéramos venir lo de Omega y lo de Infinity para evitar que nuestros niños y niñas se lanzaran a esa locura.

    – [MacLeod]Y sigue siendo así.[/MacLeod] – respondí. – [MacLeod]Estarán deseando ayudar a nuestros hijos e hijas, pero tenemos que ocuparnos de las patrullas, de Infinity y de Omega nosotros mismos, es lo único en lo que podemos ayudarlas.[/MacLeod] – aliviar en parte esa carga, mantener la rutina, estar ocupadas pero sin excesivas preocupaciones. Iba a ser una temporada dura.

    – [Daniel]¿Ed está con ellas?[/Daniel] – preguntó Daniel.

    – [Vincent]Sí, solo se ha movido de allí para hablar con Ezra.[/Vincent] – explicó Vincent, que había sido el último en salir. – [Vincent]Con lo felices que estaban con el embarazo.[/Vincent] – de nuevo esa sinceridad que venía en el peor momento. Lucy y Ed por fin se habían librado de la maldición que le había echado la Reina Negra y ahora ella estaba embarazada, de una niña llamada Chloe según le había dicho Kaylee a Diana, aunque eso nos lo habíamos reservado.

    – [MacLeod]Lucy aprovechó el tiempo con su madre en los últimos años. Sufrirá, es normal, pero su carácter es distinto al de Sarah y Diana.[/MacLeod] – o al menos eso pensaba. – [MacLeod]Ellas se culparán, pensarán que habrían podido hacer algo más.[/MacLeod] – aclaré. Eso las acompañaría a todas siempre, pero el carácter de Sarah y Diana haría que fuera peor. Y Diana, por si fuera poco, llevaría encima también el sufrimiento de su hermana. Eso me hacía recordar una de las cosas por las que tanto la quería, pero también lo mal que lo iba a pasar.

    – [Sasha]Me llevaré a Sarah a patrullar, sin los niños en casa pensará demasiado.[/Sasha] – comentó Sasha apurando el café.

    – [Daniel]Iré con vosotras. [/Daniel] – añadió Daniel asintiendo. Durante los próximos días no tendría mucho tiempo, estar con Diana iba a ser mi prioridad, pero en los momentos en los que ella descansara y yo no pudiera pegar ojo, empezaría a trazar algunas líneas de acción para ayudar a los nuevos Daë y para defender Moondale y la Tierra como siempre hacíamos.

    Se escuchó una alarma resonando en el despacho principal, que estaba conectado a la sala en la que estábamos por un arco. Daniel se levantó, ese despacho era de Sarah, de Dom y suyo, así que fue derecho hacia donde tenían el sistema de vigilancia. Los demás pasábamos mucho tiempo allí, yo en especial, pero estaba acostumbrado a que ese timbre pasara primero por Nate.  – [Daniel]Qué raro, tan tarde y ya estamos todos.[/Daniel] – pulsó un par de botones y en una televisión pequeña de la esquina se encendió la imagen de la entrada. Todos nos quedamos igual de asombrados y nos levantamos para verlo mejor. – [Daniel]No puede ser.[/Daniel] – dijo Daniel.

    Allí, en la entrada, estaba Mia Browning, con una sonrisa de oreja a oreja, saludando a la cámara.

     

  • DESTINOS ENTRELAZADOS

    INTERLUDIO

    CHRISTOPHER MACLEOD

    MADRUGADA – BIBLIOTECA SECRETA DE LA ESCUELA LEGADO

    Me estiré durante unos segundos en la silla y escuché mi espalda crugir. Dejé las gafas a un lado en la mesa y me froté los ojos, cansado. Era mi segunda noche sin dormir, exceptuando dos cabezadas que había dado mientras repasaba todo lo que sabíamos sobre los Daë, las Pruebas y los discos.

    Por una parte,  la visión de Diana había resultado tranquilizadora. Al menos sabíamos dónde estaban nuestros niños y podíamos descartar una fatalidad que no quería ni siquiera imaginar cómo habríamos llevado.

    Pero eso no evitaba que estuvieran en peligro y que no pudiéramos quedarnos sentados de brazos cruzados mientras ellos cargaban el peso del mundo a sus espaldas.

    La primera noche apenas sabía qué hacer, así que empecé a rememorar todo lo que nos había ocurrido a nosotros y creé un mapa de los sucesos relacionados con Verónica Preston, que de acuerdo a lo que decía mi hija, llevaba con nosotros desde la noche en la que escapamos de la Iniciativa por primera vez, hace más de veinticinco años.

    Cuando llegó la mañana me detuve para avisar en la Universidad de que tenía que tomarme el día. Y fue entonces, después de darme una ducha para despejarme, cuando encontré mi disco. Estaba allí, donde siempre lo había guardado, en una caja de metal labrada encima de una cajonera de nuestra habitación. Había acudido a ella por mero instinto, como una especie de corazonada. Y allí estaba.

    Lo cogí entre las manos y lo primero que hice fue llamar a los demás para ver si ellos también tenían los suyos. Contuve el miedo mientras lo hacía. Ser padre te cambia completamente. No es algo que pase de la noche a la mañana, pero para cuando te vas a dar cuenta, eres consciente de que hay seres nuevos en el mundo que dependen de ti y a los que quieres más de lo que podrías haber imaginado.

    El mero pensamiento de que a una de mis niñas le hubiese pasado algo hacía que cada uno de los tonos del teléfono me golpease como un martillo. Apenas me mantenía entero. Diana descolgó el teléfono y se marchó corriendo a comprobarlo en su bolso. El disco estaba allí. Uno a uno los fui llamando a todos y la respuesta fue la misma. Todos los discos habían vuelto.

    La visión de Diana era tranquilizadora, así que hice a un lado la idea de que les hubiera pasado algo a todos. Tenía que dejar a un lado los miedos y ser lógico. No fue fácil, como os digo, tener hijos te cambia. Hacía más de veinte años que había sobrevivido al Demonio del Miedo y era consciente de que en ese momento no sería capaz de repetirlo. Tenía demasiadas cosas que perder, empezando por Diana y las niñas. Finalmente, me aferré a la respuesta lógica, que era que los Daesdi habían devueltos los discos a su lugar después de que los niños fueran al Axis Mundi.

    Desde ese momento había estado casi sin descanso estudiando el disco en la biblioteca privada de los Moondies, casi todo el tiempo acompañado por alguno de los demás. Hacía ya tres horas que había mandado a Diana a descansar. Había ido poco después a la sala común y la había encontrado dormida, así que la arropé. Me quedé unos minutos con ella, sin ganas de quedarme solo de nuevo con mis pensamientos.

    Poco después de volver había dado dos cabezadas sobre el libro que tenía delante y eso me llevaba al presente, donde llevaba diez minutos dándole vueltas al disco, buscando detalles que nunca había encontrado.

    Dicen que la fé está ahí para cuando estamos desesperados. Para no perder la esperanza cuando no hay nada más a lo que aferrarse. Nunca había estado demasiado implicado en la fé. Era un hombre práctico, que había visto demasiadas cosas: demonios, magia, espectros, muertos que se alzan en vida, entidades de la misma naturaleza. Todo eso era tangible. Incluso habíamos visto a los Daesdi, que no eran más que tres entidades con poderes muy superiores a los nuestros, pero no dioses. Ante todo eso, ponía la fé en mí mismo y en los demás. Pero en ese momento no sabía qué hacer, así que con el disco en la mano, recé y pensé en mis niñas.

    Recordé su inocencia cuando eran pequeñas. Recorrer la casa a caballito con Vera a la espalda. Las risas de Amy, que conseguían arrancarte una sin que pudieras evitarlo. Las primeras palabras de Kaylee después de ‘Mami’, ‘Mima’ y ‘Papa’ diciendo ‘Eyaa’ para referirse a Freya.

    – [MacLeod]Por favor, que mis niñas estén bien. Por favor, no dejes que les pase nada…[/MacLeod] – rogaba mentalmente, esperando que mi mera fuerza de voluntad sirviese para cambiar las cosas.

    – [Leo]¿Quién es? ¿A quién estoy escuchando?[/Leo] – dijo una voz que resonaba en mi mente. Abrí los ojos sobresaltado. Sinceramente, un escalofrío recorrió mi espalda y en ese momento me planteé mi falta de fé.

    – [MacLeod]Christopher MacLeod. ¿Y tú?[/MacLeod] – busqué la entereza de la que carecía en ese momento para parecer calmado

    – [Leo]¿Christopher? Soy Leo, Leo Arkkan.[/Leo] – dijo la voz. Me había resultado conocida, pero no esperaba escuchar a Leo hablando en mi mente.

    – [MacLeod]¿Leo? ¿Cómo es posible? ¿Dónde estáis? ¿Estáis todos bien?[/MacLeod] – pregunté. Demasiadas preguntas. Tenía que ordenar mis pensamientos. Fuese lo que fuese la conexión que estaba teniendo con Leo, podía agotarse.

    – [Leo]Estaba tratando de dormir. Me desperté con un impulso de coger el disco, pero ya no estaba. En su lugar encontré un orbe como de cristal y al tocarlo te escuché.[/Leo] – explicó. – [Leo]Los Daesdi nos han enviado a otro lugar del universo, a un grupo de planetas que llaman Cúmulo Nexus, para guiar a los Daë de aquí. Estamos bien, pero estamos separados.[/Leo] – continuó. Era mucha información que procesar, así que tomé nota de lo que me estaba diciendo con mucho cuidado de no perder la concentración ni soltar el disco.

    – [MacLeod]No sé cuando tiempo tenemos, así que necesito que seas conciso. ¿Estás solo? ¿Cómo es el lugar en el que estás? ¿Qué más han dicho los Daesdi?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Leo]Estoy con Amy y Ezra. Estamos en un mundo que parece la vieja Escocia.[/Leo] – comentó. Contuve a duras penas el impulso de pedirle que me pasara con mi niña. Sabía que tenía que conseguir más información y podía perder el contacto antes de conseguir saber más. – [Leo]Fuimos a impedir que los demás entrasen a las Pruebas, pero Omega apareció con la apariencia de Tina. Es igual que Jane, parece igual de joven.[/Leo] – añadió. Hizo una pausa muy breve y siguió. – [Leo]Huimos y aparecimos con los Daesdi. Nos dijeron que antes de pasar nuestras Pruebas debemos reunir a los Daë del Cúmulo. Son los que conocéis: el demonio Oriax, el elfo…no recuerdo como se llama, el de mi madre.[/Leo] – trató de aclarar.

    – [MacLeod]¿Os han enviado al pasado?[/MacLeod] – pregunté, más para mí que para él, que emitió un sonido que significaba que no lo tenía claro. – [MacLeod]Dime como es el orbe.[/MacLeod] – tenía muchas más preguntas que me apetecía hacer en ese momento, pero lo principal era mantener la comunicación con ellos. Era cosa de mi disco y su orbe, así que necesitaba saber cómo funcionaba, por qué había conectado con Leo y no con otro.

    – [Leo]Parece una gema, pero de dos colores que se mezclan entre sí, moviendose continuamente. Es del tamaño de la palma de mi mano.[/Leo] – describió.

    – [MacLeod]Dime los colores.[/MacLeod] – pedí.

    – [Leo]Azul celeste, frío. Y el otro es verde agua. [/Leo] – dijo él, finalmente.

    – [MacLeod]Son los colores de mi disco. Gelus Terram. Puede que sean tus elementos de daë.[/MacLeod] – teoricé. – [MacLeod]Llama a Amy, dile que coja su orbe. Voy a intentar comunicar con ella. No pierdas la tuya de vista por si no lo consigo.[/MacLeod] – pedí, temiendo cortar aquella frágil conexión que me unía a ellos. – [MacLeod]Espera, ¿en qué pensabas cuando cogiste la orbe?[/MacLeod] – la duda me asaltó, no solo debía haberse puesto a la escucha, tenía que haber algo más.

    – [Leo]En Kaylee.[/Leo] – dijo, sin más detalles.

    – [MacLeod]Oh. De acuerdo. Dile a Amy que piense en mí. Y Leo, si no volvemos a hablar, cuida de ellas, por favor.[/MacLeod] – de pronto su imagen se manifestó delante de mí, más clara, como si nuestra conexión fuera más intensa en ese momento. Asintió, mirándome. Él también podía verme.

    Cortamos la conexión y me aferré al disco. Él me escuchó después de que pensara en las niñas, en mi pequeña Kay, cuando él también pensaba en ella. Su alegría cuando era pequeña, su fuerza, que pareció apagarse cuando Leo se marchó. Todos aquellos años sufriendo, perdiendo una parte de nosotros mismos viendo a nuestra hija pasarlo mal.

    Entonces la sentí. – [MacLeod]¿Amy? Por favor dime que estás ahí.[/MacLeod] – pedí. Mi corazón iba a toda velocidad y estaba a punto de llorar, pero siempre había sido un hombre muy práctico. Dejaría las lágrimas para cuando no tuviera que ayudar a mi pequeña a estar a salvo.

    – [Amy]¿Qué quieres, brasas?[/Amy] -replicó mi hija mayor. La habría reconocido en cualquier condición, aunque tengo que reconocer que no era exactamente la respuesta que esperaba.

    – [MacLeod]¿Me estás diciendo que llevo dos noches sin dormir porque habéis desaparecido y cuando por fin hablamos me llamas brasas?[/MacLeod] – le repliqué. Estaba convirtiendo mi preocupación en una reprimenda, así que traté de concentrarme.

    – [Amy]Sep.[/Amy]- sentenció. Su imagen empezó a aparecer delante de mí y vi que se reía. Hacía mucho que no la veía reirse. Solo con verla me sentí mejor.

    – [MacLeod]A veces eres igual que tu madre.[/MacLeod] – respondí, suspirando. – [MacLeod]Amy, necesito que me digas de qué colores es tu orbe.[/MacLeod] – pregunté, odiándome por tener que ser práctico y conciso. No era un momento para la lógica, era un momento para alegrarme de ver a mi niña sana y salva. Pero ni eso podía disfrutar con normalidad.

    – [Amy]Azul y verde.[/Amy]- resumió. Dicen que los niños se parecen a sus padrinos y sin duda Amy había salido tan parca en palabras como el suyo.- [Amy]¿Cómo estáis?[/Amy] – añadió. Poder mirarla a los ojos sabiendo que ella también me veía era un milagro. Con Leo había costado más tiempo verle directamente, quizá porque no teníamos un vínculo tan intenso.

    – [MacLeod]Ahora mejor, estábamos muy preocupados. Tu madre tuvo una visión.[/MacLeod] – resumir en pocas palabras el desasosiego de los últimos días era imposible y Amy no necesitaba saber lo mal que lo habíamos pasado. – [MacLeod]¿Estás a salvo, tesoro?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Amy]Estoy con Leo.[/Amy]- se quejó. Que Leo se fuera había sido el catalizador de la depresión de Amy, pero como buen padre, sabía que había algo más, algo que no estaba contando, pero aprendí a tener paciencia y a esperar que algún día lo contase todo, por muy difícil que fuese.

    – [MacLeod]Lo sé. Pero sé que estarás bien. [/MacLeod] – dije tratando de darle confianza, pese a que yo mismo careciera de ella. – [MacLeod]No sé si preocuparme de haber conectado primero con él porque estaba pensando en tu hermana.[/MacLeod] – comenté cuando el pensamiento se me pasó por la cabeza.

    – [Amy]Lo que nos faltaba…[/Amy]- se quejó de nuevo. Me asaltó el miedo de no saber cuánto tiempo más podríamos estar hablando.

    – [MacLeod]Escucha, cariño. Sé poco de esto, pero te explico mi teoría, por si se corta la conexión.[/MacLeod] – dije, gesticulando ahora que sabía que me veía. – [MacLeod]Leo dice que el orbe estaba donde desapareció el disco, que ahora volvemos a tener nosotros. El de Leo tiene los mismos colores que el mío, y el tuyo tiene el azul, que seguramente será claro.[/MacLeod] – expliqué, aprovechando para ordenar mis ideas. – [MacLeod]Voy a hacer pruebas para comprobarlo, pero creo que solo puedo comunicarme con los que tengan alguno de mis elementos de Daë, porque no respondió nadie hasta que di con Leo.[/MacLeod] – era una teoría, quizá podía hablar con cualquiera, pero era demasiada coincidencia.

    – [Amy]Tiene sentido[/Amy] – replicó mi hija. La vi tan decidida y tan sabia allí delante de mí, enfrentándose a lo desconocido de forma tan estoica. Habían crecido mucho. Quizá no nos necesitaban tanto ya como nosotros a ellas.

    – [MacLeod]No vamos a apartarnos de los discos.[/MacLeod] – le prometí, sin saber quién necesitaba más esa promesa. – [MacLeod]Cuando nos necesitéis, estaremos aquí. Y si no nos necesitáis…llamadnos igual.[/MacLeod] – le pedí. No eran unas vacaciones así que estaba justificado pedirles que nos llamaran a diario sin parecer un padre loco.

    – [Amy]Por favor, papá. Qué cursi eres[/Amy].- replicó llevándose una mano a la cara, avergonzada, pero la vi sonreír. Hacía tanto que no podíamos hablar en condiciones. Me pregunté si no les habríamos dado por sentado demasiado pronto. Había hecho falta todo esto para poder estar más unidos.

    – [MacLeod]No soy cursi. Me preocupo por vosotras.[/MacLeod] – me quejé. Había intentado siempre ser un padre a la altura de las circunstancias y conectar siempre con ellas, pero tres hijas son muchas hijas y me había pasado diez años cansado. – [MacLeod]Eso no es ser cursi. Simplemente os quiero mucho.[/MacLeod] – añadí. No está mal decir que quieres a tus hijos, había sido una herencia de masculinidad tóxica durante años. Quería a mi padre y sabía que él también a mí, pero nunca nos lo habíamos dicho. Y eso era un error que debía continuar. – [MacLeod]Pero no soy cursi. Soy…guay. ¿Soy cursi?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Diana]No eres guay desde 2015.[/Diana]- escuché decir a otra voz, una que siempre conseguía dar calidez a mi corazón. Me giré y vi a Diana en el umbral de la puerta, con cara de cansada.

    – [MacLeod]Voy a intentar pasarte con tu madre, a ver si funciona. Si se corta, volveré a llamarte mañana.[/MacLeod] .- dije mirando una vez más a mi pequeña. Diana se puso donde la dije mirándome extrañada. No había visto a Amy.

    Le tendí mi disco y le dije que pensara en Amy, pero no llegó a contactar con ella.

    – [MacLeod]Cariño, era Amy, podemos hablar con ellos, con los discos.[/MacLeod] – le cogí las manos, conteniendo a duras penas las lágrimas. Había pasado mucho miedo por ellas.

    – [Diana]¿Estás perdiendo la cabeza?[/Diana]- me preguntó, mirándome fijamente.

    Negué con la cabeza, dándome cuenta de que quizá había sonado un poco loco con el disco en la mano mirando hacia un punto en el que solo yo veía a Amy.

    – [MacLeod]Podemos comunicarnos a través de los discos, con los que tengan un elemento en común con nosotros. Hablé con Leo, que es Terram Gelus, y luego con Amy que es Gelus. Tú no pudiste hablar con ella porque no tenéis elemento en común.[/MacLeod] – le señalé las anotaciones de lo que había ido diciendo Leo.

    – [Diana]Pues vaya mierda de sistema.[/Diana] – espetó, creyéndome.

    Me encogí de hombros, no podía decirle mucho más porque tenía poca información. Iba a ser imposible saber de base qué elementos tenía cada uno de los niños, así que tocaría hacer prueba y error. – [MacLeod]Tiene que ver con la conexión entre elementos. En teoría Lucy conecta con todos nosotros, así que quizá ella podría hablar con todos los niños.[/MacLeod] – teoricé, recordando aquella vez en la que Lucy nos hizo ver los recuerdos de las personas cercanas. Al cabo de unos segundos me di cuenta de que me había perdido en mis pensamientos. Vi a Diana sentada a mi lado, con cara de cansada. Siempre parecía fuerte, pero era frágil, todos lo éramos. Me percaté de que apenas la había visto los últimos días, aunque estuviese a mi lado. Así que la abracé y le di un largo beso en los labios.

    – [Diana]Habrá que dormir, ¿no?[/Diana] – dijo ella, mirando el reloj que tenía sobre la mesa. Era tarde, sí.

    – [MacLeod]Primero tengo que avisar a los demás. No podemos perder los discos de vista.[/MacLeod] – me puse en pie, con renovadas fuerzas.

    – [Diana]Son las cinco de la mañana.[/Diana]- se quejó Diana, con un gesto igual que el que había hecho Amy hacía unos minutos.- [Diana]He tenido tres hijas y merezco dormir.[/Diana] – sentenció.

    Le sonreí, había estado despierta hasta muy tarde ayudándome. – [MacLeod]Tú ve a descansar, cariño.[/MacLeod] – la acompañé a la sala común y la tapé con un par de mantas.

    – [Diana]Van a estar bien.[/Diana]- dijo cubriéndose hasta la cabeza con la manta.- [Diana]Son mis hijas.[/Diana] – añadió.

    – [MacLeod]Lo sé. Te quiero cariño.[/MacLeod] – le di un beso en la mínima parte que tenía descubierta y me fui hacia la biblioteca, dispuesto a llamar a los demás. La primera sería Sarah, sabía que estaría despierta.

    Por fin tenía buenas noticias. Por poco que pudiéramos hacer, teníamos contacto con los niños y eso significaba que podíamos aferrarnos a resultarles útiles, a ayudarles con lo que necesitaran. No era mucho, pero era suficiente.

     

     

    Os dejo un enlace a los diferentes «cluster» de comunicación. http://biblioteca.moondale.es/2019/01/18/clusters/

  • LOS QUE QUEDAN ATRÁS

    CHRISTOPHER MACLEOD

    CASA DE «LAS ECHOLLS» – MADRUGADA

    Esperé frente a la puerta de la casa de las Echolls. Me resultaba siempre extraño referirme a esa casa así, porque la que ahora era de Diana y mía alguna vez había sido conocida también por ese nombre.

    Sarah tardó poco en abrirme la puerta. Venía sola, así que no debía haber querido despertar a Sasha y a Daniel. Podía entenderla perfectamente, yo no había despertado a Diana, necesitaba hablarlo primero con ella.

    – [MacLeod]Sarah, siento despertarte tan tarde.[/MacLeod] – me disculpé, entrando al salón. No sabía por dónde empezar. Veía a Sarah mirarme tan preocupada y asustada que detestaba llevarle las malas noticias.

    – [Sarah]Se han ido, ¿verdad?[/Sarah] – preguntó, cruzando los brazos sobre la bata. No hacía mucho frío en la casa pero el miedo parecía haber calado en ella. Después de todo lo que habíamos pasado, teníamos miedos mucho mayores que cuando éramos jóvenes. Siempre hay más que perder cuando las cosas van bien. No habría puesto la mano en el fuego por ser capaz de superar de nuevo mis pruebas del miedo.

    – [MacLeod]¿Has notado algo?[/MacLeod] – le pregunté. Sarah tenía un don natural para percibir grandes alteraciones del mundo sobrenatural. Los Moondies nos habíamos reunido hacía ya un par de semanas para discutir las implicaciones de la luna de sangre, pero lo que había pasado en realidad se nos había pasado por alto. Por no mencionar la presencia de enemigos mucho mayores de lo que pensábamos.

    – [Sarah]No sé si es la intuición de madre o de Kvasir, pero se han ido.[/Sarah]- respondió finalmente. Cuando se sentó en el sofá la vi más derrotada de lo que nunca la había visto, más incluso que en el año de la Guerra de Ripper, más incluso que cuando Kaylee murió.

    Sí, se habían ido. Sin que nos diésemos cuenta. Ni de Infinity, ni de Omega, ni de sus propios problemas. Estábamos tan convencidos de haber llegado a un periodo de paz y tan obcecados en obtenerlos que habíamos pasado por alto lo que nuestros hijos e hijas pensasen de nuestra lucha.

    – [MacLeod]Mi disco ha desaparecido, el de Diana tampoco está donde debería. Y encontré esto.[/MacLeod] – saqué la carta cuidadosamente doblada en el bolsillo de mi chaqueta de cuero marrón. No sé qué me había llevado aquella noche a comprobar el disco, pero cuando vi que faltaba mi instinto me llevó al de Diana, que tampoco estaba, pero sí la nota de Kaylee.

    Así me enteré del plan de Xander, de que mi hija y mi ahijado habían encabezado un grupo para evitar que lo llevasen a cabo y de todo lo que les había pasado, con Infinity, con Omega, que era la asesina de Mia. Kaylee había sido tan inteligente como para preveer que podrían acabar todos lejos y dejar una salvaguarda. Estaba orgulloso de mi pequeña, pero también aterrorizado porque sabía que mis tres niñas se habían ido. A Vera no la nombraba en ninguna parte, pero cuando fui a verla y encontré su cama vacía, supe donde estaba.

    – [Sarah]Si nos lo hubieran dicho, les habríamos ayudado.[/Sarah] – comentó Sarah. La conocía lo suficiente como para saber que se sentía culpable. Me costaba llevarle la contraria, porque yo mismo me sentía así. Xander siempre se había sentido a cargo del mundo y sabíamos que quería defenderlo igual que nosotros, pero Daniel se negaba a que su hijo perdiera su vida como él había hecho en su día. Si no lo hubiéramos pasado por alto, quizá habría confiado en nosotros y nos lo habría contado como a iguales.

    No dejaba de pensar en Amy. Estaba mejor aunque seguía teniendo preocupaciones que no compartía con nosotros. Deseé haber conseguido conectar con ella antes de que todo esto ocurriese. Ahora que Kaylee estaba mejorando. Y Vera, tan pequeña y sin las armas de sus hermanas para defenderse.

    – [MacLeod]Les hemos enseñado demasiado bien.[/MacLeod] – comenté, agotado. Me sentía más cansado que en toda mi vida. – [MacLeod]Conoces a tus hijos, querrían arreglarlo para que no tuviérais que hacerlo vosotras.[/MacLeod] – añadí, intentando quitar un peso a Sarah que también recaía en los míos. Conocía a Xander bastante bien y mi hija también. Pensaba que Omega era su responsabilidad y que nosotros debíamos descansar después de una vida luchando.

    – [Sarah]Me siento culpable, Christopher.[/Sarah]- reconoció, poniéndose en pie para servirme un café.

    – [MacLeod]Lo sé, te conozco desde hace mucho.[/MacLeod] – dije cuando volvió a sentarse. Habíamos pasado muchas cosas juntos. Con Sarah tuve que sobreponerme al miedo a entrenar a alguien para arriesgar su vida. Asumí en aquél momento que por su misma naturaleza, tenía que saber defenderse al menos. Con nuestros niños sin embargo, la decisión había sido protegerles a toda costa de una carga tan pesada como la que había vivido Sarah. – [MacLeod]Yo aprovecharé que no voy a poder dormir para investigar, a ver si existe algún modo de comunicar con ellos.[/MacLeod] – le expliqué. Hacía años que pensaba que mis noches sin dormir habían pasado, pero me equivocaba. Necesitaba encontrar una forma de comunicarnos con ellos, aunque estuvieran en el Axis Mundi. Estaba empezando a sufrir la agonía de los que quedan atrás mientras el resto se enfrenta al peligro.

    – [Diana]Se han ido al cúmulo a follar.[/Diana]- escuché decir a una voz familiar. Me habría sobresaltado, pero desde que Diana había aprendido a proyectarse astralmente ya me había asustado demasiadas veces como para que años después siguiera haciendo efecto.

    Estaba en pijama y sus zapatillas de conejo mostraban una proyección astral que nunca me habría imaginado.

    – [MacLeod]Cariño, no sabía cómo decírtelo…¿has visto algo?[/MacLeod] – primero me disculpé, por si acaso. Diana y yo habíamos tenido unos años malos cuando Amy era pequeña y no me apetecía volver a pasar por eso. Si de algo estaba seguro en la vida es de que siempre la querría más que a nada y no iba a dejar que un malentendido nos separase. Por el lenguaje corporal de Diana, no parecía preocupada, así que sí debía haber visto algo.

    – [Diana]No he podido forzar las visiones para ver El Cúmulo.[/Diana]- empezó a decir. No la creí, eran muchos años juntos y además, no tenía ni la más remota idea de que era «El Cúmulo» y dudaba de que se hubiera inventado algo así.- [Diana]Es mentira.[/Diana]- replicó echándose a reír. Fue como si la tensión abandonase mi cuerpo. Las visiones de Diana siempre habían sido una fuente de esperanza en algunos casos. Incluso en los peores futuros, sabíamos que seguíamos luchando y que nuestros hijos estaban ahí. – [Diana]Hay un embarazo y todo. Va a molar esta parte de la temporada.[/Diana] – añadió. A veces Diana hablaba así, como si fuese un personaje que rompía la cuarta pared. Llevaba haciéndolo desde que el Soberano nos hizo creer que éramos personajes de una historia escrita por los Daesdi.

    Abrí los ojos como platos, la verdad. De no haber sido licántropo quizá me hubiera dado un ataque al corazón en ese mismo momento. Un embarazo y yo tenía tres hijas, las posibilidades corrían en mi contra. – [MacLeod]Por favor dime que no es Vera…por favor dime que no es ninguna nuestra.[/MacLeod] – rectifiqué. Vera era la menor, pero sinceramente, todavía eran todas «mis pequeñas».

    – [Diana]No puedo decir nada.[/Diana]- se excusó. Le encantaba vivir «spoileada». Pero su forma de reaccionar me tranquilizaba. – [Diana]Lo que vaya a pasar, ya ha pasado en según qué línea temporal.[/Diana] – añadió, críptica. Fruncí el ceño, no tenía claro de qué estaba hablando. Nuestros hijos e hijas estaban en ‘El Cúmulo’. No sabía qué era, pero fuera lo que fuese, les permitiría tener «relaciones normales» hasta el punto de que alguna estuviese embarazada.

    – [Sarah]Dime que al menos van a volver.[/Sarah]- pidió Sarah, que necesitaba oírlo. Diana parecía muy tranquila y es cierto que eso hacía pensar que todo iría bien, pero que ellos estuviesen bien no garantizaba que volviesen a nuestro mundo.

    – [Diana]Sarah, si te digo eso, dejan de ver la serie.[/Diana]- se quejó. – [Diana]Te lo digo al oído.[/Diana] – replicó más tarde. Menos mal que me lo dijo a mi también porque si no, habría sido la última noche que habría dormido.

  • FLOWERS IN THE WINDOW

    FLOWERS IN THE WINDOW

    Christopher MacLeod | Hotel White Candle

    TARDE | 18 DE ABRIL

    macleodcuero

    Parecía mentira que hubieran pasado cuatro meses desde aquella tarde en la que nos aventuramos en el subconsciente de Mara y ella regresó a nosotros, tres días después, despertando con el llanto del pequeño Idris, convertida ahora en una licántropa como yo. Bueno, no exactamente como yo, Mara era ligeramente diferente, la especie que debían haber usado en los experimentos con King no era un ‘Lupus Exterus‘, sino probablemente, un ‘Lupus Garou‘.

    Pensándolo fríamente, apenas habían pasado también poco más de ocho meses desde que habíamos pasado las ‘Pruebas’, Kaylee había muerto y el grupo se había ido haciendo pedazos, que no se habían vuelto a ensamblar hasta hacía algo menos de seis meses, con algunas piezas adicionales más.

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  • LA LABOR DE UN VIGILANTE

    LA LABOR DE UN VIGILANTE

    Christopher MacLeod | Subconsciente de Sarah, Aleion

    ALBA ETERNO

    macleodcuero

    Resultaba curioso como llegábamos a cambiar las personas. No importaba cuánto tiempo hubieses estado solo hasta el momento en el que conoces al amor de tu vida, una vez lo haces, estás destinado a echarla de menos y a no concebir una vida sin ella, aunque ya la hayas conocido.

    Diana acababa de irse y ya estaba lamentando mi decisión de quedarme, pero tenía una tarea que hacer en el subconsciente de Sarah, empezando por las maletas que no estaban todavía en la sección de objetos perdidos.

    Recordaba perfectamente el colapso que había tenido en el Palacio por culpa de la acumulación de recuerdos y saber que seguían en su mente me hacía preocuparme porque volviera a suceder. Además, necesitábamos la información que contenían y entrar a la mente de alguien no es algo que se haga todos los días.

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  • HACIENDO AMIGOS E INFLUENCIANDO GENTE

    HACIENDO AMIGOS E INFLUENCIANDO GENTE

    LOGAN VILLIERS | BARRIO RESIDENCIAL SUR

    TARDE

    logancuadros

    Mientras el bramido del motor de Cassandra se detenía, observé a través de las gafas de sol el edificio que tenía frente a mí. No tenía tan mal aspecto como el de mi apartamento, pero seguía siendo un edificio del barrio sur. Feo como un demonio si lo ponías en cualquiera de los otros barrios de la ciudad.

    Guardé el casco y sopesé coger una de las latas de cerveza que llevaba en el portaequipajes, pero después pensé que no era la mejor presentación, especialmente con los antecedentes.

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  • OTRA CLASE DE MAGIA

    OTRA CLASE DE MAGIA

    CHRISTOPHER MACLEOD | LA NAVE

    MAÑANA

    macleodvaquera

    Aproveché el tiempo que tardaba el portón del garaje de la nave en elevarse para comprobar el móvil de forma casi compulsiva. No había nada importante, ningún aviso de Diana ni Ed y eso podía ser bueno o malo, no sabía exactamente qué pensar. Dejé el teléfono en el asiento del copiloto y aparqué el coche.

    Mi cerebro y mi corazón confiaban en Diana completamente, la conocía bien y sabía que los problemas entre Ed y ella se solucionarían, pero no siempre era fácil pensar fríamente. A veces entraban en juego inseguridades más difíciles de controlar, el miedo a una consecuencia que queremos evitar con tanto ahínco que nos hace dudar constantemente incluso de lo que más seguros estamos.

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  • LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    April | Bosque de los Lobos

    TARDE

    aprilhalpertpost

    A April le gustaba notar el sonido de las hojas secas que se partían bajo sus pies y ver cómo sus zapatillas Converse de color fucsia se ensuciaban. La hacían sentir parte de algo importante. Por primera vez en su vida era algo más que «la tarada que oía voces», aunque no tenía ni idea de lucha, ni de expediciones y mucho menos, de incursiones secretas, pero eso no iba a suponer un problema, porque su misión, como bien había recalcado Ted, era la encargada de leer mentes y eso, lo dominaba a la perfección.

    Era una tarde fría de cielo plomizo que amenazaba lluvia, pero sonrisa de April podía verse a kilómetros de distancia, mientras se aferraba con fuerza al asa derecha de su mochila. A su lado, caminaba Ted, con sus pintas de jardinero de incógnito, que estaba muy concentrado en no morirse de miedo involuntariamente y que todo el plan se fuera al garete <<Si me muero, el bibliotecario me matará>>. No muy lejos, estaba la chica embarazada, Diana, cuyo cabello rojizo y ojos de color miel hacían que la telépata pensara en lo mucho que le recordaba a una elfa del bosque, además, ese día llevaba un peto vaquero que evidenciaba todavía más que se encontraba al final del segundo trimestre de embarazo. Sus pensamientos eran mucho más divertidos, porque se estaba entreteniendo en imaginarse quién se comería a quién en caso de quedar atrapados en la Iniciativa.

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  • UN LOBO EN EL BOSQUE

    UN LOBO EN EL BOSQUE

    Christopher MacLeod | Bosque de los Lobos

    TARDE

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    Las hojas secas crujieron bajo el peso de mis botas con un sonido que inundaba mis oídos y me ponía alerta. Para los demás no debía ser así, apenas un sonido molesto que quizá podría alertar a alguien si estuviese lo suficientemente pendiente, pero que en la mayor parte de los casos terminaría tapado por el fuerte viento de esa tarde.

    Tampoco para mí debería resultar tan ensordecedor, pero mis sentidos estaban mucho más alerta de lo habitual. Era como si una parte de mí, la parte animal, salvaje y violenta, reconociese el bosque al que los de su especie habían dado nombre con sus aullidos a la luz de la luna llena.

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