HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDI
MAÑANA – TERRA, NACIÓN ARMILO
Los párpados me pesaban como si unos dedos invisibles me obligasen a mantenerlos cerrados. Entré y salí del sueño varias veces, escuchando la voz de Henry y de Julia pero sin recordar nada de lo que decían.
Al final conseguí abrirlos y mantenerme despierto. Parecía que mi cuerpo se había recuperado del trauma físico y espiritual, pero mi mente todavía se estaba adaptando en aquellos momentos. Me sentí desorientado y perdido. Inicialmente busqué algún punto en la orografía del terreno de los que conocía en Kouras y eso agravó la desorientación, pero al cabo de unos minutos me di cuenta de dónde estaba y de la misión que nos había llevado allí.
Tan desorientado me había levantado que hasta ese preciso momento no me había dado cuenta de que mi cuerpo se movía, apoyado en un Henry Crowe apenas capaz de sostenerse ya a sí mismo.
– [Lekwaa]¿Q-Qué ha pasado[/Lekwaa] – pregunté. Vi los grandes ojos de Julia centrarse en mí. En aquél momento no bromeó, debía estar cansada como para ocultar su preocupación.
– [Henry]Una bomba casi cae encima de nosotros.-[/Henry] explicó. Su voz salía por mera fuerza de voluntad, pero se le notaba ya no cansado, si no exausto. Después del primer teletransporte fuera de la sala de los espíritus, ya se le veía afectado por cargar con todos y justo en ese momento había tenido que volver a hacerlo de emergencia. Y a eso había que sumarle que hubiese cargado conmigo quién sabe cuanto camino. Busqué a Ezra con la mirada, extrañado de que el líder del equipo no hubiera sido el que me hubiera llevado.
– [Lekwaa]¿Dónde está Ezra?[/Lekwaa]
– [Henry]No lo sé…-[/Henry]
Miré a Julia, que seguía en silencio. Empezaba a temerme lo peor. – [Henry]La onda expansiva nos golpeo y Ezra se soltó. Pudo quedarse atrás… o caído en alguna parte de esta zona.[/Henry] – aclaró. No sonaba muy convencido, estaba preocupado y se dejaba ver.
– [Lekwaa]Deja que intente caminar yo. Ya he sido bastante lastre y ahora es Ezra el que está en peligro.[/Lekwaa] – desde que había puesto un pie en ese mundo no había hecho más que ser un problema. Aquella fuerza espiritual trastocó por completo todo en lo que me había convertido. Cada espíritu dentro de mí quería seguir la espiral hacia la que conducían a los muertos, con sus almas usadas como armas.
– [Julia]Yo creo que la coja y el inconsciente estábamos mejor en un sitio seguro en el que no fuéramos un incordio[/Julia]. – sentenció finalmente Julia. La forma de dirigirse a sí misma dejaba claro que se sentía como yo.
– [Lekwaa]Tienes razón. No debí venir con vosotros, pero no esperaba…eso.[/Lekwaa] – expliqué. Mi experiencia con el mundo espiritual no era muy extensa. Conocía las costumbres de mi pueblo porque me había criado con ellos y mi madre era la que era, pero mi vida me había llevado por un camino distinto. Si me hubiese convertido en alguien con poder para hacer reformas, habría sabido de inmediato cómo aplicarlo. Pero esto…no.
– [Henry]Ahora mismo estamos en una zona sin gente y espiritus, estamos a salvo.-[/Henry] Henry trataba de tranquilizarnos. Quedaba claro que sin Ezra por allí, él era el siguiente en la lista para liderar, al fin y al cabo ni Julia ni yo éramos del grupo original ni teníamos dotes de liderazgo. Miré a nuestro alrededor, parecía un páramo de tierra seca y montañas en la gran distancia. Había restos de hierba en algunos puntos, pero era como si algo se la hubiera llevado.
Me agaché y toqué la tierra, estaba perturbada, dañada. Algo había alterado su orden natural. Julia se detuvo también, pero se sentó en un montículo de tierra con mal aspecto.
– [Julia]Yo no he venido aquí a ver cómo se muere mi Culito Prieto[/Julia].- se quejó. Parecía desanimada y por primera vez pensé que podía hacer algo por ayudarla.
Mientras Henry se sentaba cerca de ella, pensando qué decirle, yo me senté al otro extremo y cerré los ojos. Llegué a una zona con montañas cubiertas de nieve, con tiendas desperdigadas por la pradera virgen enmarcada en la Bahía de los Glaciares. Todo mi clan y mis antepasados salieron de sus cabañas, rodeándome. Sus miradas estaban fijas en mí, juzgándome. Me miré, ya no era Lekwaa, ni siquiera Hotah, era Hunter Travis, una deshonra. Pero aun así, tenía una pregunta para ellos.
– [Lekwaa]Necesito saber si Ezra está vivo.[/Lekwaa] – pregunté. No necesitaba darles más detalles, sus espíritus convivían con el mío, así que conocían a Ezra, conocían mi misión.
Sus miradas me valoraban, atravesaban mi alma a la que ya conocían bien. Pero no cedí, no podía hacerlo. Estaba a punto de volver a preguntarlo cuando una mujer de mediana edad salió de entre el grupo y se acercó a mí. Su mano, cálida tal y como había sido en vida, se apoyó en mi rostro. Mi madre siempre había tenido fé en mí.
– [b]Tu amigo está en el mundo de los vivos.[/b] – susurró, antes depositarme un beso en la mejilla.
Al abrir los ojos ninguno estaba ya allí, en aquél páramo desolado.
– [Lekwaa]No sé cómo es de fiable, pero si Ezra sigue en esta esfera…no creo que esté muerto.[/Lekwaa] – les dije, entrelazando los dedos de las manos como solía hacer de pequeño.
– [Henry]¿Como lo sabes?-[/Henry] preguntó Henry.
– [Julia]¿Crees que puede estar vivo? Nuestro amor es tan grande que lo sobrevive todo[/Julia].- añadió Julia, visiblemente más animada.
– [Lekwaa]Os lo enseñaré.[/Lekwaa] – dije después de pensarlo unos minutos. Poco sentido tenía ya guardar demasiados secretos sobre mi pasado. Si yo tenía que confiar en ellos, que no me habían ocultado nada y me habían acogido sin desconfiar en su refugio, para poder luchar codo con codo, ellos tenían que tener también una idea de cuáles eran mis capacidades.
Me coloqué delante de ellos y dejé manifestarse a través de mí los espíritus de la tribu. Para ellos debió ser un espectáculo ver aquellos espiritus sobreponerse a mí. Decenas. – [Lekwaa]Los espíritus de todo mi pueblo están conmigo y eso me conecta con el más allá de alguna forma que desconozco.[/Lekwaa] – expliqué. Los espíritus sí lo sabían, yo no. – [Lekwaa]En aquél lugar había tantos espíritus que perdí el control[/Lekwaa]
– [Henry]¿Y no sientes el espiritu de Ezra?[/Henry]
– [Julia]Entre tanta gente como para encontrar algo[/Julia].- murmuró Julia.
Negué con la cabeza. – [Lekwaa]Lo conozco, así que debería ser más fácil. Y no encuentro nada.[/Lekwaa] – aseguré. Confiaba en las capacidades de los espíritus para saberlo.
– [Julia]¿Entonces dejamos a Culo Prieto por ahí y seguimos con la misión?[/Julia]- preguntó Julia. Miré a Henry. Yo no sabía cómo seguir, qué hacer.
– [Henry]Ezra ha pasado por mucho y sabe cuidar de si mismo.-[/Henry] explicó. En mi tiempo en la nave había visto que era un tipo reservado. Tenía relación familiar con algunos de los demás, pero sin embargo estaba distante, incluso con su propia hermana. Seguramente ahí había más de lo que sabía. – [Henry]Él nos encontrara a nosostros, mientras tanto continuaremos con la mision.[/Henry]
Asentí y nos levantamos para seguir caminando. Tras casi una hora, vimos humo en la distancia. – [Lekwaa]Hay muerte más adelante.[/Lekwaa]
Apuramos el paso, esta vez preparados. Para encajar con esta gente, no me había traído mi arco y estaba empezando a echarlo en falta. La nave tenía mecanismos para imprimir toda clase de ropa y artículos de primera necesidad, pero en aquél momento un arma también lo habría sido, y de eso no había impresora. Henry iba desarmado, Julia también y yo solo llevaba un viejo cuchillo oculto en una bota.
Tras otro buen rato caminando nos encontramos con cuerpos en el suelo. Tenían agujeros de disparos en la ropa y sus rostros estaban sucios por la tierra. Cerré los ojos a los que pude y me fijé en que todos sus uniformes llevaban el mismo distintivo, que no era el del «bando de los espíritus». No se veía ningún cuerpo de con quien estuviesen luchando. Quizá aquello era obra de los fantasmas.
Allí, agachado sobre uno de los cuerpos fue cuando empecé a ver las líneas irregulares en el terreno. Eran trincheras, pero para entonces fue tarde. Un grupo de soldados vestidos con los mismos uniformes que los que yacían en el suelo nos rodearon, apuntándonos con armas de fuego.
– [b]Identificaos de inmediato o abriremos fuego.[/b] – dijo uno de ellos. Por los distintivos, diferentes a los de mi Tierra, pensé que sería el de mayor rango. Rondaba los cuarenta años y tenía el pelo color arena salpicado de canas. La mano con la que sujetaba el arma no temblaba. Me fijé en ésta, parecía un arma común de las que se veían en ‘Comando’, pero era como más avanzada. Apenas se percibían diferencias en el metal que la componía y a juzgar por como la sujetaba, era más ligera de lo que hacía ver. No deseé comprobar cómo disparaba.
– [Henry]Tifa, Lekwaa y Tesla.-[/Henry] nos presentó Henry. Estaba acostumbrado a mi nuevo nombre, pero sus apodos me resultaban extraños aún. No sabía qué significaba Tifa y me imaginé que Tesla sería por el inventor. – [Henry]No estamos armados ni venimos a atacaros.-[/Henry] trató de mantener la calma, pero se acercó más a nosotros en caso de que tuviera que hacer un salto de emergencia.
– [Julia]Así, bien pegaditos…[/Julia]- susurró Julia.
– [b]¿Sois pentrales?[/b] – preguntó sin dejar de apuntar con el arma. Julia estuvo a punto de decir algo, pero imaginándome el juego de palabras le hice un gesto para que lo evitara. Entonces un soldado se acercó a nosotros y nos pasó una especie de escáner de mano por delante.
– [b][i]Señor, no son armilanos.[/i][/b] – respondió después de comprobar los resultados. Las armas amartillaron de una forma mecánica, automática. Me imaginé que ellos serían esos armilanos.
– [Lekwaa]No somos enemigos.[/Lekwaa] – respondí al ver que se acercaban.
Entonces se detuvieron. Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaban escuchando algo. Agudicé el oído y capté una especie de silbido inhumano, pero no supe lo que era hasta que los espíritus empezaron a chillar dentro de mí y me tuve que llevar una mano al rostro, sumido en un dolor profundo, inmaterial, «dolor de alma».
– [b][i]¡Ataque pentral![/i][/b] – gritó un soldado.
Unas manos firmes tiraron de mí y nos arrastraron a los tres mientras un torbellino de espíritus se chocaba contra la tierra que teníamos delante. Durante unos segundos hubo silencio, después los cuerpos de los soldados caídos se empezaron a levantar y buscaron armas para atacar.
Las armas de fuego dispararon a una velocidad endiablada, atravesando los cuerpos de los muertos que avanzaban sin cesar hasta que un aluvión de balas les ponía de nuevo en la tierra.
Eran muchos y aunque los soldados disparaban sin pausa, los cuerpos poseídos aguantaban mucho. Demasiado. Aquello era totalmente perverso. Mi unión con los espíritus de mi pueblo había sido aceptada. Sí, no sabía aquél entonces que no sería solo a mi madre a la que daría cobijo, pero aun así, lo acepté. En aquél caso, aquellos espíritus de los muertos que nosotros mismos habíamos visto suicidarse para convertirse en kamikazes, estaban tomando el control de los muertos, mancillando su recuerdo y lo que habían dejado atrás.
Julia se agachó aprovechando que los soldados estaban defendiéndose y rebuscó al lado de un soldado que acababa de morir de un disparo de un reanimado. Se cubrió en la trinchera y empezó a disparar a los muertos. Parecía que no hacía nada, pero al final uno de ellos cayó. Así que siguió disparando.
Henry la imitó, cogió un arma de al lado y empezó a disparar. Debió sorprenderle el uso de aquél arma porque al principio sus tiros daban al aire, hasta que alguno alcanzó a los cuerpos.
Al final se hizo el silencio. El último de los reanimados cayó y los espíritus abandonaron la tierra, exhaustos, desintegrándose finalmente en el éter o quizá al néter, después de cómo había sido su muerte.
– [Lekwaa]¿Qué ha sido eso?[/Lekwaa] – pregunté. El líder estaba ocupado ordenando quemar los cuerpos de los otros soldados junto con los que acababan de morir en aquél momento.
– [b][i]Soldados reanimados por los pentrales. ¿De dónde venís?[/i][/b] – respondió un soldado joven, incrédulo. Por mucho que nuestras ropas intentasen encajar, estaba claro que no sabíamos nada de aquellos mundos.
– [b]Lleváoslos de aquí.[/b] – replicó el hombre al mando. Hizo una señal y varios soldados nos aferraron con fuerza y nos llevaron andando hasta un aparato con un aspecto a medio camino entre un coche y un avión. Henry lo llamó aerodeslizador. Una vez nos subieron, aquél aparato se elevó del suelo y surcó el páramo a gran velocidad.
Esposado, sin poder hablar con los demás, miré por la ventana cómo quedaban atrás las trincheras y en el horizonte nos acercábamos a una gran urbe. Parecía la ciudad de Nueva York de mi tiempo, antes del desastre, pero muchísimo mayor. La rodeaba un muro altísimo que se perdía en la distancia.
Ezra podía estar en cualquier parte y ahora nosotros, sin nada que nos vinculase a ese mundo, estábamos en manos de uno de los bandos de esa temible guerra.