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Etiqueta: Neil Patrick Harris

  • PASTELES DE MELOCOTÓN

    PASTELES DE MELOCOTÓN

    Diana | Su despacho

    MAÑANAMEDIODÍA

    dianapelazo

    Volví a mi despacho no sin antes parar a hacer pis, porque ya no aguantaba más. Cuando pasé por al lado de la mesa de Janice, ésta me hizo un corte de mangas y yo le respondí con otro. Me fijé en que un chico de ascendencia nativa americana me estaba esperando en la sala de espera, así que le hice una seña para que pasase y le saqué la lengua a Janice, que ahora ya no me estaba mirando.

    – [Diana]¿Tú no salías en la última de «Crepúsculo»?[/Diana]- bromeé mientras introducía la llave para abrir la puerta.

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  • LA MUERTE DE UN ANGEL

    LA MUERTE DE UN ANGEL

    DIARIOS DE DESTINO | PALACIO KVINNEBY

    MADRUGADA

    palaciokvinneby

    El Palacio Kvinneby se iluminó poco a poco con la luz del amanecer, señal de que era hora de despertar y volver a poblar los pasillos sumidos en un silencio sepulcral. Un silencio, que no tardó en ser roto con un agudo grito cuando la protegida más madrugadora llegó a una de las grandes salas comunes de camino a las cocinas, dispuesta a prepararlo todo para los demás, como había decidido que era su cometido, y en lugar del vacío habitual lo que encontró fue un cuerpo con grises alas de ave y ojos vacíos y sin vida, clavado sobre la chimenea por sus alas, con una punta de metal firmemente clavada en cada una de ellas.

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  • LA COSA SE PONE PELUDA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Diana Echolls | Su despacho, despues Manicomio abandonado

    [color=orange]Tarde[/color] – [color=black]Noche[/color][/font][/b]

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    [SIZE=2]
    No sé en qué momento mi despacho, aquel en el colgaba de la puerta un letrero que rezaba “Diana Echolls, orientadora escolar” se había convertido en un consultorio sentimental. Ni tampoco por qué demonios lo había permitido, pero ahí estábamos, aquel alumno cuyas iniciales eran N.P.H (por temas de confidencialidad no puedo ponerlo ni en mi propio diario, hay que joderse) contándome que una tal Karen no quería saber nada de él y me daban ganas de decirle que con lo feo que era y lo mal que estaba de la cabeza, no me extrañaba, pero lo único que me faltaba aquel día era tener que subirle autoestima a uno de los tres tíos más feos del universo (los otros dos eran amigos suyos).

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