Moondale

Etiqueta: Niall ligando sin entender el idioma

  • GIGANTES

    MIKE SOLO-NOVAK

    Por un puro golpe de suerte tenía a la Daë de ese mundo frente a nosotros. Estaba subida a una especie de altar frente a un un gran grupo de «dioses menores» entre los que nos encontrábamos Niall, yo y nuestra sacerdotisa Sophie. Era una mujer con una tez de color bronce brillante y pelo oscuro como la tinta. Allí, hablando delante de todos los demás, parecía disfrutar de las atenciones de su público. Cuando nos la presentaron parecía una persona agradable, pero hablando de derrocar a la Diosa Hathor frente a aquellas otras personas veía un punto de malicia en su persona. No me extrañó, porque si no recordaba mal el repaso de Noah, Na’amah era la Daë de Libra y sabía equilibrar sus dos personas muy bien.

    Podría decir que habíamos tratado de pasar desapercibidos para no meternos en problemas, pero en nuestra prisa por encontrar a la Daë y el desconocimiento de lo que estaba pasando en ese mundo, nos habíamos metido en una revolución contra nada menos que una demonio pura. Era algo que estaba totalmente fuera de nuestra liga y ni siquiera teníamos otra opción, porque si no salvábamos de esa a la Daë, no habría un hogar al que volver.

    Antes de que empezara el mitin de Na’amah me había puesto en contacto con Nate, al que habían llevado para servir a la diosa junto con Zahra. Era una suerte que no les hubieran encontrado las esferas Daë, porque no habría podido decirme que Hathor estaba enterada de la revolución y planeaba sofocarla de forma tajante.

    Tratamos de trazar un plan en la medida de lo posible, pero la situación estaba en nuestra contra. Encontrando a la Daë habíamos agotado la poca suerte que teníamos disponible. Nate iba a centrarse en encontrarse con Zahra y escapar de ese lugar, así que nosotros teníamos que encargarnos de Na’amah.

    Sophie estaba a mi lado así que me incliné y susurré a su oído evitando que los demás nos escucharan.  – [Mike]Tenemos que intentar hablar con ella a solas.[/Mike] – capté el eco de su agradable perfume con olor a gominola de fresa

    – [Sophie]Lo veo difícil[/Sophie].- replicó ella. Busqué a Niall a nuestro alrededor pero estaba más alejado, sonriendo a las alabanzas de otros «dioses ave» que dudaba que entendiese sin el traductor.

    – [Mike]No tenemos muchas más opciones. Si estalla la guerra no tenemos poder suficiente.[/Mike] – susurré de nuevo. No éramos los más fuertes ni en el ámbito físico ni en el mágico, solo teníamos los poderes de Nate y la magia de Sophie, en la que ella misma no ponía demasiada confianza.

    – [Sophie]Es una líder. Es imposible acercarse a ella[/Sophie]. – tenía razón, estaba rodeada y seguro que barajaban la posibilidad de que alguno de los presentes trabajase para la diosa Hathor. Nosotros teníamos todas las papeletas por ser los recién llegados, así que no nos convenía poner más cosas en nuestra contra, con una demonio pura ya teníamos suficiente.

    Observamos en silencio la escena. Na’amah se mezcló entre los demás y la seguí disimuladamente con la mirada. Después de un largo rato vi que sus ojos se posaban más de una vez en nosotros, en concreto en Sophie. – [Mike]Quizá tú podrías…mejor que yo.[/Mike] – le sugerí. Ella me miró extrañada, pero al cabo de un rato su mirada se cruzó con la de la futura Daë.

    – [Sophie]Me estás pidiendo algo un poco difícil, mi niño.[/Sophie] – reconoció. Tenía toda la razón del mundo, a mi también me habría extrañado que alguien me lo pidiese y todo irradiaba el concepto «objetificación», pero nada más lejos de la realidad, no tenía que conquistarla, solo aprovechar que a ella sí parecía tener ganas de conocerla para revelarle el motivo por el que estábamos allí.

    – [Mike]Lo sé, pero estoy perdido. No se me ocurre nada más.[/Mike] – admití. No tenía madera de líder.

    – [Sophie]¿Crees que yo no?[/Sophie] – replicó con una sonrisa. Me alegro que no se enfadase por la propuesta, una señal clara de que a mí mismo tampoco me había parecido del todo correcta.

    – [Mike]Me transmites más seguridad que la que tengo en mi mismo.[/Mike] – añadí mirándola a los ojos. Su rostro era una absoluta belleza que irradiaba una autoconfianza y una locuacidad que me hacían desear quedarnos hablando hasta tarde en nuestro breve descanso de vuelta en la nave.

    – [Sophie]Suena a excusa para que lo haga yo, pero lo haré.[/Sophie] – respondió alzando una ceja. Le tendí el audífono y ella se dio la vuelta y se deslizó entre la multidud hasta llegar a la Daë.

    Observé su conversación durante un rato que me resultó eterno. Estuve atento cuando la mirada de la Daë se posó en mí y luego en Niall. Sophie hablaba con respeto, alimentando el ego de diosa que tenía aquella demonio que estaba destinada a salvar el mundo.

    Por un momento creí que habíamos llegado a tiempo a avisarla, que saldríamos de allí con ella y evitaríamos esa guerra en ciernes, pero antes de que terminasen de hablar se empezaron a escuchar gritos en la calle. La gente del interior de aquella residencia empezó a salir y los gritos aumentaron. La diosa Hathor ya había lanzado su ataque y allí fuera, entre todos los enemigos, estaría Nate y con suerte, Zahra. Había demasiado puesto sobre los hombros de la suerte.

    – [Sophie]Esto no está saliendo bien.[/Sophie] – dijo ella cuando volvimos a reunirnos.

    – [Mike]¿Ya ha empezado?[/Mike] – pregunté cuando Niall se unió a nosotros. Los demás asintieron y seguimos a la Daë al exterior, donde los gritos se materializaron en una combate abierto entre los dioses menores, la mayoria cambiando a su aspecto teriántropo si es que les daba tiempo, y las fuerzas de la diosa.

    Me quedé paralizado al salir. Había tenido que defenderme en nuestro viaje a Kardas, pero allí había un auténtico derramamiento de sangre. Las fuerzas de la diosa, pese a estar muy entrenadas, caían ante las garras y el poder de los teriántropos y demonios que componían los dioses menores. Pero aun así, su número era mucho mayor y por cada diez que caían, se llevaban a uno de aquellos.

    Na’amah estaba intentando refugiarse del centro del conflicto, usando su magia para defenderse. Durante un instante me pareció que su rostro se tornaba monstruoso, una definición completa y absoluta de la fealdad, pero se desvaneció con un parpadeo.

    Estaban empezando a rodearla, así que nos acercamos a su posición. Era imposible llegar a tiempo de defenderla, teníamos que cruzar el patio sin salir mal parados y ella pese a estar aguantando, se enfrentaba a muchos.

    Entonces ocurrió algo extraño, una alabarda detuvo el golpe de otra arma similar que había estado a punto de golpear a la Daë. Unas manos grandes y fuertes la empuñaban y seguí la trayectoria de unos enormes brazos hasta ver el rostro afable de Nate concentrado en desviar a los guerreros y guerreras.

    En aquél momento tenía demasiadas preocupaciones. Había mucha gente que podía necesitarme allí, pero mi medicina no tenía cabida en ese mundo. Tenía una misión que era muy distinta a la que mi juramento implicaba y me sentía dividido. Traté de ser lógico, no podía cambiar el pasado y tenía que centrar mis esfuerzos a mis compañeros.

    Cruzamos el terreno de combate hasta llegar a Nate y sentí que la suerte estaba de nuestra parte cuando vi a Zahra a su lado, luchando.

    Aun así, la suerte no duraba mucho. El sol, pese a ser mediodía, empezó a oscurecerse. Al principio pensé que sería un eclipse pero al alzar la vista vi que una forma gigantesca orbitaba sobre nosotros cubriendo el sol. Apenas distinguí su aspecto, solo veía una sombra negra como la noche. Parecía una especie de animal alargado con alas de murciélago y cabeza astada, rematada en la parte trasera por tres colas. Supe que era ella, «Hathor», en su aspecto de demonio puro.

    Ahora sí que no teníamos nada que hacer. Algunos dioses habían perdido todo atisbo de valentía al verla sobrevolar la «Ciudad de los Dioses» y ahora corrían despavoridos. La figura emitió un destello que parecía provenir de donde debían estar sus ojos y un templo cercano estalló lanzando una nube de escombro. Sophie consiguió murmurar algo para que un escudo de aire nos protegiera de los trozos de piedra más pequeños, lanzados como balas.

    Sophie se levantó y habló con la Daë. Nos hizo señas para tratar de ir a un lugar seguro y la seguimos, con el infierno desatándose a nuestro alrededor. Traté de no mirar demasiado, ya había visto cosas que me marcarían de por vida, cuantas menos, mejor.

    Recorrimos a toda velocidad el camino principal hasta volver al arco de entrada y nos detuvimos al ver que la refriega había llegado también a la gente de a pie,  una lucha entre los partidarios de los dioses y diosas menores contra los de Hathor. Sus guerreros y guerreras parecían haber recobrado fuerza gracias a su presencia, aunque un brillo fantasmagórico en sus ojos daba a indicar que había algo más.

    Nate iba en la vanguardia tratando de abrir paso pero llegó un punto en el que estábamos rodeados. El ruido de la batalla y los gritos de la gente nos incapacitaban para oír nada más. Y entonces, cuando todo parecía perdido y el desconcierto había superado al miedo, se hizo el silencio a nuestro alrededor.

    Miré hacia arriba y vi el característico verde del fuego que lanzaba la diosa suspendido sobre nosotros, como si se hubiera detenido en el aire. Retrocedió un poco y se disipó con lentitud. Giré la vista a Sophie que me miraba sorprendida, ella no había sido.

    – [Eldric]Hay que ponerse a cubierto.[/Eldric] – indicó aquél hombre de piel blanca como la nieve cubierto con una imponente armadura dorada. Eldric Northwood, los Daë habían llegado. El elfo sostenía en alto una mano al igual que Geraldine, salvo que ésta última tenía un báculo en ella que irradiaba una luz cálida, igual que la del escudo que nos protegía. Entre ambos habían conseguido detener un ataque de la demonio pura, pero no sabía si podrían hacerlo con alguno más.

    Caminamos entre ellos, pero las diferencias entre nosotros cada vez eran más palpables. Al principio eran un grupo unido por una necesidad pero ahora había mucha más confianza entre ellos y también, mucho más poder. Reconocí a Eleanor que caminaba en el centro; a Rlia que había reconocido a Sophie y gracias a eso nos habían rescatado; a Richard al que había conocido en Kardas; el gigante de piedra Ugg’krah iba en la retaguardia; y había uno nuevo, un hombre alto y fuerte, vestido con pieles curtidas y con un llamativo pelo de color azul que era la señal de que los del mundo de Dagrknot ya habían cumplido su misión y estaban seguramente de vuelta. No se me escapó que Na’amah les miraba también con evidente curiosidad.

    Tratamos de no hablar mucho con los Daë, cuanto menos interfiriésemos en su rumbo, mejor. Ellos parecían entender a su manera qué papel jugábamos en su historia, así que cuando llegamos a una enorme roca a las afueras de la ciudad donde guarecernos, nuestros caminos se separaron. Na’amah se quedó con ellos intrigada, y aunque no sabía concretamente cómo iba a seguir su historia, me imaginé que a ese grupo aún le quedaba más tiempo en ese mundo que a nosotros.

    Algo más aliviados, dejamos atrás aquella lucha de titanes sabiendo que en el tiempo en el que estuvieran allí, pasara lo que pasase,  Na’amah decidiría unirse a ellos. Nuestra misión estaba cumplida, ya solo quedaba volver a casa.