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Etiqueta: No hay nada que una más que estar en la misma friendzone

  • UNA SENSACIÓN QUE ME HABÍA CALADO HASTA LOS HUESOS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Vincent Solo | Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Sala de los Campeones | Parte I

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Cuando crucé la puerta que la Guardiana había abierto para mí, llegué a una enorme sala circular en la que no había nadie, pero que me hacía imaginar que pronto habría muchos más, porque había otros trece huecos similares a puertas a lo largo de toda la pared, iguales que el que yo había cruzado. La pared esta vez estaba formada por una roca lisa, sin más bordes ni juntas que la enorme cantidad de grabados que la surcaban de principio a fin, con formas y lenguajes que no alcanzaba ni alcanzaría nunca a comprender.

    Las paredes se alzaban hasta donde debía estar el techo, lugar que estaba ocupado por una abertura hacia…bueno, algo que no sabría definir mejor que «infinito», un universo en continuo cambio sobre mi cabeza. Esa sensación de amplitud me hacía sentir abrumadoramente pequeño, así que agaché la cabeza y me di cuenta de que el suelo continuaba la pared, de nuevo sin juntas visibles, como si hubieran construido esa sala a partir de un único bloque del mineral del que estuviese hecha la pared.

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  • EL LABERINTO PARECIA MAS FACIL EN LA TEORIA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Vincent Solo| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de la Naturaleza.

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    De nuevo fui separado de mi compañero, el silencioso pero intuitivo Hiroshi. Si no hubiese sido por él, las pústulas del veneno de ese bicho seguirían rezumando pus y ardiendo como si fuesen a reventar, pero por suerte de ellas ya solo quedaba el desagradable recuerdo.

    Caminé durante unos instantes a oscuras, hasta que volvió la luz. La parte de caminar por los pasillos era una de las que menos me gustaba, la soledad y el pasillo estrecho me traían viejos y amargos recuerdos que se habían avivado no hacía mucho cuando quedé atrapado en el mundo de las pesadillas.

    En cuanto volvieron a encenderse las antorchas, vi el pasillo llegar a su fin y abrirse a una pequeña sala de paredes igual de rocosas pero suelo enlosetado, con una puerta con grabados en la que, como siempre, había dos ranuras para introducir los colgantes, y un compañero de verdosa y broncínea piel acorazada me esperaba.

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