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Etiqueta: otp: Julia y los New Moondies

  • COMPARTIENDO EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    SELAS – NOCHE

    Según escuchaba las palabras de ese aspirante a héroe llamado Abderus, sentía que mi mente divagaba a otro tiempo mucho más atrás, hasta el salón de la cabaña de mis padres, con el fuego crepitando y el olor a chocolate caliente como le gustaba a mamá, algo que se había convertido en costumbre en aquel periodo en el que no dejaba de pasear para conseguir que un incansable Noah se durmiese.

    Mi padre, mientras tanto, se sentaba junto a mí y sin un libro en las manos, me contaba los cuentos de los Daë, las historias que Noah siempre tendría grabadas en sus genes y que él quiso que yo también tuviera presentes, junto a muchas otras.

    Y ahora estaba allí, escuchando hablar de un demonio draconiano que plantaba cara a los supuestos héroes, dispuestos a aniquilar a los que tenían un aspecto diferente, aquellos que molestaban por su «fealdad». No dudaba que era Oriax el Daë al que buscábamos, pero había que tener cuidado, porque surgió de las sombras y tardaría tiempo en encontrar la luz al lado de los otros Daë.

    Mientras los héroes y heroínas aumentaban el ritmo de beber, parando solo para reírse de alguna broma o intentar que los demás les acompañáramos, me acerqué a Kaylee, que estaba sentada en una hoguera más pequeña que ella misma había hecho arder. Era increíble de lo que era capaz, siempre me había gustado la magia, pero en ella me fascinaba más aún. El fuego bailaba contra su pelo rojo fresa, iluminándolo y mostrando todas sus tonalidades.

    – [Leo]¿Estás bien? Ese fuego ha sido bastante avanzado.[/Leo] – pregunté, sentándome a su lado. Con el resto de New Moondies me esforzaba a diario tratando de mantener conversaciones, pero con ella el esfuerzo era nulo, me resultaba sencillo hablar de lo que fuese.

    – [Kaylee]Me pica todo el cuerpo, pero estoy intentando no rascarme.[/Kaylee]- admitió, sonriendo. Vi una mancha rojiza que se escondía bajo su toga. Le había tocado pagar por los excesos de sus padres, como ella solía decir.- [Kaylee]Gracias por preguntar.[/Kaylee] – añadió. Me acerqué y cuando nuestros hombros se tocaron me eché sobre ella y le di un beso en la sien. El mero hecho de sentir su suave piel contra mis labios hizo que un gruñido animal resonase en los rincones de mi mente.

    – [Leo]Te rascaría yo pero me está costando controlar al lobo.[/Leo] – le enseñé las manos, que en aquel momento no me habrían servido para tocar, por las uñas, duras como dientes, que ya habían asomado hacía unas horas, en cuanto mis sentidos captaron lo que habitaba en el interior del bosque.

    – [Kaylee]Prefiero no acabar con en torso como el de mi padre.[/Kaylee] – comentó, alzando una ceja. Daba igual cómo marcase sus rasgos, con cualquier mueca era preciosa y su mente era afilada como un cuchillo. Podría haber compuesto sobre ella durante semanas y de hecho, lo haría.

    – [Leo]No creo que tu torso se parezca mucho. [/Leo] -. admití, sonriendo. No me consideraba una persona demasiado puritana. Nos habían metido en la cabeza de que las relaciones sexuales eran algo prohibido, tabú, pero eso en mi casa no había sido una norma, cada cual era libre de disfrutar su propia sexualidad siempre que fuese consentido. Sin embargo, en ese momento estaba controlándome, porque el lobo tendía a sacar fuerza de mis impulsos más compartidos.

    – [Kaylee]Deja de pensar en mi torso.[/Kaylee]- replicó, sacándome la lengua.

    – [Leo]La toga y los sentidos agudizados no ayudan.[/Leo] – confesé. Contuve un gruñido cuando ya llegaba al fondo de mi garganta. Captaba cada matiz del olor distintivo de Kaylee y me inundaba los sentidos, pero por debajo, sentía la llamada de ese bosque. Para Amy y Ezra quizá fuera más fácil, no rechazaban esa parte de sí mismos como yo.

    – [Kaylee]¿Estás nervioso?[/Kaylee] – preguntó, apoyando una mano sobre la mía.

    – [Leo]Se supone que esto es territorio de licántropos.[/Leo] – dije, pensativo. Era la tierra de Licaón, una de las primeras leyendas de licántropos y una de las pocas que había llegado hasta los humanos. Quizá estuviera allí, en ese bosque, traído por Antailtire, no podíamos saberlo. – [Leo]Los presiento.[/Leo] – añadí. No eran unos pocos, en aquellos bosques había muchos como Amy.

    – [Kaylee]¿Quieres que te tire una ramita y descargas tensiones?[/Kaylee] – dijo ella con una sonrisa burlona.

    – [Leo]Igual te da por subirte y echar a volar.[/Leo] – le repliqué, sonriendo. En otro tiempo podríamos habernos dicho las mismas palabras pero con una intención diferente. Como pude estar tan ciego como para pensar que Kay estaba feliz fingiendo ser una reina de la clase.

    – [Kaylee]Espera a que te enseñe mi verdadera nariz con verrugas, que no se te va a levantar ni con grúa.[/Kaylee]- sacó su mejor risa de bruja.

    – [Leo]Así que era eso lo que tenías ahí.[/Leo] – bromeé tocándole la nariz con un dedo. Ella enseñó los dientes e hizo como si me fuera a morder. El lobo seguía tirando de mí.

    – [Leo]Ya estamos iguales.[/Leo] – dije enseñándole mis dientes. De por sí ya tenía los colmillos pronunciados, pero ahora lo eran mucho más.

    – [Vera]¿Y si os alquiláis una habitación, heteras?[/Vera] – me sorprendió escuchar la voz de Vera tan cerca. Mis sentidos estaban tan pendientes de Kaylee que se habían aislado del resto. El lobo tenía algún tipo de atracción hacia ella y eso me resultaba preocupante.

    Vi que Vera sonreía y traté de hacerlo yo también, aparcando los miedos por un instante. Jamie iba pegada a ella, como su sombra. Habíamos tenido poco tiempo de calma entre la misión que la llevó hasta nosotros y la de ahora, con luchas, pactos, traumas… Esperaba que cuando todo esto terminase pudiera relacionarse más con el resto.

    – [Jamie]¿Qué es una hetera?[/Jamie] – preguntó, mirando a Vera y Kaylee. Tenía el pelo tan rojo como una MacLeod.

    – [Vera]¿Quién se lo explica?[/Vera] – preguntó la pequeña de los MacLeod, encogiéndose de hombros. Vi a Julia acercarse a nosotros e hice un gesto con la cabeza señalándola. Era la ventaja de su desparpajo, que no tendría problemas en aclarar las dudas de Jamie.

    – [Julia]Las personas heterosexuales sienten atracción hacia gente de distinto sexo. En realidad, «heteras» no existe.[/Julia]- aclaró al llegar frente a nosotros, me eché hacia delante, apoyando los brazos en las rodillas mientras observaba la situación. Miré a Julia sorprendido, no esperaba una respuesta tan…correcta. – [Julia]¿Qué? La vida sexual de la gente no es graciosa. Bueno, la de Henry sí porque no existe.[/Julia] – añadió como si hubiera leído la mente de todos.

    – [Leo]Debe tener las orejas ardiendo.[/Leo] – comenté. Bastante tenía Henry con la marcha de Laura, si hubiera sabido que hablaban de él se habría vuelto rojo por completo. Parecía muy vergonzoso y tímido.

    – [Julia]No será lo único que le arda, pero yo le daba.[/Julia] – entrecerré los ojos. Era increíble que al menos de palabra a Julia le gustasen casi todos los New Moondies.

    Negué con la cabeza levemente y me giré para mirar a Kay, que esbozaba una sonrisa como la mía, contenida. Julia me resultaba divertida por su desparpajo. Era digno de alabanza.

    – [Julia]¿Qué? Venga, que también os daba al resto.[/Julia] – añadió, era una suerte que los héroes estuvieran ya muy bebidos y bebidas para que no quisieran unirse a la invitación.

    – [Dante]No es ningún secreto, Julia.[/Dante] – dijo Dante, que acababa de aparecer.

    – [Julia]Ven, que te arreglo.[/Julia] – ella hizo como que iba a agarrarlo, en broma, claro, pero Dante se apartó.

    – [Dante]Lo pensaré.[/Dante] – respondió, con una sonrisa que debía usar en sus ligues nocturnos. – [Dante]Cuando no estemos en villa lobo. [/Dante] – añadió, como si le diese malas vibraciones el lugar. No podía creerle, Dante no tenía reparos para eso. Pero había desviado la mirada hacia Chloe, que fingía no estar escuchando, así que esa debía ser la razón. – [Dante]Ahora vuelvo.[/Dante] – añadió, acercándose a la menor de los MacLay.

    Vera nos miró y contuvo una risa, después fue a sentarse en una piedra cercana junto a Jaime. Vi que tenían los dedos entrelazados. Incluso de una desgracia salían cosas buenas. Julia se sentó al otro lado de Kay, pero algo más apartada.

    – [Leo]No me gustan estos héroes, he conocido músicos como ellos.[/Leo] – dije después de disfrutar de un rato de silencio junto a la persona que amaba.

    – [Kaylee]Tontos hay en todas partes, Leo.[/Kaylee]- respondió ella, mirándolos de soslayo, cantaban sus andanzas y practicaban para llevarse el mérito de la muerte de la Hidra, a la que habían arrancado varias escamas para demostrarlo.

    – [Leo]El demonio del que hablaba Abderus es nuestro Daë, estoy casi seguro.[/Leo] – confirmé. Del grupo de Selas yo era el que tenía más información de los Daë, así que Kay que era nuestra líder junto a Amy, debía saberlo. Debía decírselo también a Amy, pero estaba más taciturna de lo acostumbrado y no quería poner a prueba el reinicio de nuestra amistad.

    – [Kaylee]Es posible.[/Kaylee] – respondió ella. Había una duda razonable, pero teníamos que confiar en que no sería una casualidad haber acabado tan cerca de ese «asesino de héroes». Ahora el problema estaba en prepararle para unirse a los demás y si era como a los demás, defenderle de los agentes de Antailtire.

    Toqué con la punta de los dedos una rojez de su cuello. – [Leo]Si necesitas ayuda con eso, ya sabes.[/Leo] – dije cuando creía que nadie nos escuchaba, aunque no me habría extrañado que Julia pusiera la oreja. Noté cómo se le erizaba el vello del cuello y contuve el impulso de besarlo. – [Leo]Con la alergia.[/Leo] – puntualicé.

    – [Kaylee]Necesito que me eches crema. Mucha. Sobre todo en las tetas.[/Kaylee] – replicó riéndose. No pude evitar reír. Kay era maravillosa y su carácter era el perfecto contrapunto del mío.

    Hay cosas que te facilitan la vida y sin duda una de ellas es compartir el camino, bueno y malo, con alguien con quien ya compartes tu corazón y tu alma.