LEO ARKKAN
GWIDDON – NOCHE

La luna brillaba con intensidad en el cielo nocturno. Su efecto caía sobre mí haciéndome más impulsivo, más esclavo de mi lado animal. Por eso no había acompañado a Kaylee mientras trataba de realizar un conjuro aprovechando la energía mística de esa misma luna que a mi me nublaba el juicio.
Los susurros habituales del bosque estaban rotos por una inquietud que cada vez era más palpable. Algo se acercaba, algo que había roto leyes de la naturaleza, una corrupción que hacía que el lobo en mí quisiera salir corriendo.
Respiré profundamente y mantuve el control. Tenía que ir en busca de Kaylee y tendríamos que abandonar ese lugar, sin despedidas, sin saber a dónde dirigirnos. Pero cualquier sitio era mejor que esa corrupción que se acercaba, lo sentía en los huesos.
La encontré sentada a unos metros de la casa. La familia que nos había acogido no estaba ese fin de semana así que no iban a extrañarse de encontrársela sentada frente a un fuego de llamas blancas, casi sumida en un trance total.
– [Leo]Kaylee, Kaylee.[/Leo] – la llamé, temiendo sacarla de conjuro en un mal momento. La magia era preciosa, sobrecogedora, pero también lo era el fuego y si te acercabas demasiado podías quemarte.
– [Kaylee]No estoy.[/Kaylee] – replicó aún con los ojos cerrados, pero una sonrisa dibujada en los labios. Este sitio le había entregado un poco de paz entre todo lo que iba mal en nuestras vidas y mucho me temía que esa paz iba a terminarse.
Al fondo, en la linde del bosque, apenas visibles por la tenue luz de la luna, surgieron una serie de figuras oscuras, con un caminar errático.
Corrí hacia ella, liberando poco a poco el nimio control que tenía sobre mi parte lobuna. Cuando llegué a su altura, le puse una mano en el hombro cubierta de garras. Al verla la aparté, no quería convertirla por un error.
– [Leo]Se acerca algo.[/Leo] – noté que mis incisivos se afilaban, presionando contra mis labios al hablar.
– [Kaylee]No tengo miedo. Bueno, un poco sí.[/Kaylee] – dijo girándose hacia donde le señalaba. Eran varias las figuras que venían hacia nosotros lentamente. Ahora que no estaban tan lejos me pareció distinguir a algunas caras conocidas, uno de ellos iba vestido igual que Callum esa misma mañana, cuando le vendí la madera.
La luz lunar les iluminó y vi que el familiar rostro de Callum estaba surcado de venas negras y azules y que su piel se había vuelto grisácea. Parecían zombies, solo que en lugar de estar muertos, estaban como poseídos.
– [Kaylee]¿Qué hacemos?[/Kaylee] – preguntó Kaylee, tratando de mantener la calma aunque notaba su cuerpo temblar ligeramente a mi lado.
– [Leo]Vienen a por nosotros. O a por ti. [/Leo] – la miré, y vi su rostro tal y como llevaba viéndola desde que habíamos llegado a Gwiddon y había profundizado más y más en el uso de su magia. Resplandecía, era como si se alimentara de ella. Quizá esos seres habían sentido su poder.
– [Kaylee]Adicción a la magia.[/Kaylee]- murmuró en voz alta.- [Kaylee]Mira.[/Kaylee] – señaló algunas de las personas, cuya piel se había vuelto completamente negra.
– [Leo]Es la corrupción que noto. Incluso el lobo pide salir corriendo.[/Leo] – admití. Todo en mi gritaba que echáramos a correr.
– [Kaylee]Lo único que podemos hacer es resistir el impulso, aunque no sé muy bien cómo.[/Kaylee] – la pulsión que yo sentía debía ser diferente a lo que ella estaba empezando a notar. Quizá el origen de esa corrupción tenía que ver con la magia, o algo tan antiguo como ella misma.
– [Leo]Creo que ésta vez lo más sensato es correr. [/Leo] – dije retrocediendo al ver que nos superaban por mucho y no sabíamos qué poder podían tener. Kaylee asintió y retrocedimos hasta la casa, recogiendo nuestras escasas pertenencias rápidamente. Casi todo lo no esencial seguía en aquella misma luna que tan lejana se veía, guardadas en una nave estrellada. – [Leo]¿Ha llegado a funcionar el conjuro? ¿Sabes cómo podemos salir?[/Leo]
– [Kaylee]No.[/Kaylee]- admitió con pesar. A Kaylee no le gustaba fallar y respecto a la magia, menos aún.
– [Leo]Entonces tendremos que ir a ciegas.[/Leo] – empezar de cero en otro lugar lejos de todo aquello hasta que consiguiéramos salir de allí. Era una esperanza remota, pero debíamos aferrarnos a ella. Se empezaron a escuchar golpes en la puerta delantera, a juzgar por el ruido, conseguirían entrar pronto.
– [Kaylee]Si quieres que corramos, vas a tener que llevarme.[/Kaylee] – dijo acercándose a la puerta trasera.
– [Leo]Déjame que me prepare.[/Leo] – suspiré y accedí a algo a lo que no habría estado dispuesto antes de viajar al Cúmulo, dejé entrar a una parte de mí que no quería asumir como propia. Mis dientes crecieron hasta rasgar mis encías y el pelo brotó con un picor infernal. Aquella era solo la forma intermedia, pero no quería ceder y entregarme a una conversión donde solo permaneciese una mitad de mí. Kaylee se subió a mi espalda y la sujeté con facilidad gracias a mis nuevas fuerzas.
La puerta de entrada cayó con un estrépito justo cuando atravesábamos la puerta trasera y me convertía en titanio para lo que pudiéramos encontrar.
– [Kaylee]Sé que odias esto.[/Kaylee]- susurró en mi oreja mientras corría, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi propio cuerpo.
– [Leo]Tiene sus ventajas, pero con esa corte de … nichevoya persiguiendo no te las puedo decir. [/Leo] – le dirigí una sonrisa para que evitásemos pensar en que esos seres corruptos corrían detrás de nosotros, incansables.
Kaylee empezó a conjurar pequeñas orbes de luz que lanzó contra ellos, tratando de ralentizarlos. No sé durante cuanto tiempo aguantamos así, yo corriendo y ella manteniéndonos a salvo, sincronizados, unidos pese a la presión que teníamos encima.
Al final, cuando ya no se veían en la lejanía, Kaylee me dijo que podíamos parar a descansar. Elegimos una colina desde la que podríamos escapar si les veíamos llegar.
– [Kaylee]Tenemos que salir de aquí. La luna de miel ha llegado a su fin.[/Kaylee] – dijo mientras comíamos unas manzanas de las provisiones. No había para mucho tiempo, necesitábamos un milagro.
– [Leo]No podemos ir sin rumbo. [/Leo] – admití, de pronto muy cansado. Tenía una canción danzando por mi cabeza, se llamaba «Miedo a perder» y trataba sobre el miedo sobrecogedor que te asaltaba con más fuerza cuanto más feliz eras. Es más fácil decir que no tienes miedo cuando no tienes nada que perder. Veía a Kaylee delante de mí y temía que algo le ocurriese.
– [Kaylee]Tiene que haber una forma de salir de aquí más sencilla de lo que pensamos.[/Kaylee] – sugirió ella. Vi un brillo en sus ojos, el de un enigma que estaba tratando de resolver y seguro que era capaz de hacerlo.
– [Leo]Sin que los portales funcionen ..[/Leo] – pensé en voz alta. Ni portales, ni orbes Daë, estábamos solos e incomunicados.
– [Kaylee]Si es nuestro mundo, tiene que ser por algo.[/Kaylee] – comentó, caminando alrededor de la hoguera improvisada. En Gwiddon el frío era un problema, era una tierra fría y húmeda donde el calor se escapaba con facilidad.
– [Leo]Tienes que hacer el conjuro, sé que puedes. [/Leo] – la animé.
– [Kaylee]No soy tan buena como para eso.[/Kaylee] – respondió, hurgando en un bolso de cuero que había comprado en un mercado y en el que había ido acumulando ingredientes para sus conjuros.
Se sentó frente al fuego y repitió el ritual, concentrada, al menos en apariencia. – [Kaylee]¿Ves? No me sale.[/Kaylee] – se quejó.
– [Leo]Me sentaré contigo, y descansaré mientras lo consigues.[/Leo] – dije colocándome junto a ella, el frío y el cansancio pesaban sobre mis párpados, pero no podía descansar todavía, ni siquiera sabía si ese era un lujo que podíamos permitirnos.
– [Kaylee]Vamos a morir aquí. Ya lo verás.[/Kaylee] – se quejó de nuevo, aunque volvió a intentarlo. Esta vez pasó más tiempo hasta que volvió a hablar, mucho más. Su frente estaba perlada de sudor y la magia bullía a su alrededor. – [Kaylee]Eh… creo que estamos al lado del portal.[/Kaylee] – dijo finalmente, abriendo los ojos.
– [Leo]Tenemos que arriesgarnos a cruzar.[/Leo] – dije poniéndome en pie para recoger. Kaylee miró a su alrededor y señaló una piedra que parecía marcar un camino.
– [Kaylee]¿Y si nos descomponemos?[/Kaylee] – preguntó, algo nerviosa. Empezamos a caminar, yo no sentía nada cerca del portal pero a su magia parecía afectarle.
– [Leo]Confío en tus habilidades. [/Leo] – la animé. Siempre estaría ahí para apoyarla, necesitaba que lo supiera, mi historial como amigo no era intachable y no quería que ella pensara que la historia iba a repetirse, solo que esta vez peor.
Kaylee me guiñó un ojo.- [Kaylee]Me caes bien.[/Kaylee]
– [Leo]Cruza los dedos por un sitio agradable. [/Leo] – repliqué. Nos estábamos arriesgando, no sabíamos dónde podríamos terminar con ese salto, pero solo podíamos confiar. No había ningún portal activo en ningún lugar que hubiéramos estado desde que los Daë expulsaron a Antailtire, así que tenía que ser el bueno. Antes de cruzar, me agaché y le di un beso en sus suaves labios.
– [Kaylee]Si es contigo, lo será.[/Kaylee] – respondió. Mirándonos a los ojos, llenos de esperanza, cruzamos.
La sensación era diferente a la de otras veces, parecía más cerca, más rápido. Al momento me sobrecogió un frío glaciar, húmedo. El viento hacía que la lluvia me azotara la cara. Busqué casi a ciegas a Kaylee y mi mano se cerró entorno a la suya después de un destello de pelo rojizo.
Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.
Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».