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Etiqueta: otp: Leo x Kaylee

  • EL PUTO FÉNIX

    Kaylee – Gwyddon

    Noche

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

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  • DEJANDO ATRÁS LA CALMA

    LEO ARKKAN

    GWIDDON – NOCHE

    La luna brillaba con intensidad en el cielo nocturno. Su efecto caía sobre mí haciéndome más impulsivo, más esclavo de mi lado animal. Por eso no había acompañado a Kaylee mientras trataba de realizar un conjuro aprovechando la energía mística de esa misma luna que a mi me nublaba el juicio.

    Los susurros habituales del bosque estaban rotos por una inquietud que cada vez era más palpable. Algo se acercaba, algo que había roto leyes de la naturaleza, una corrupción que hacía que el lobo en mí quisiera salir corriendo.

    Respiré profundamente y mantuve el control. Tenía que ir en busca de Kaylee y tendríamos que abandonar ese lugar, sin despedidas, sin saber a dónde dirigirnos. Pero cualquier sitio era mejor que esa corrupción que se acercaba, lo sentía en los huesos.

    La encontré sentada a unos metros de la casa. La familia que nos había acogido no estaba ese fin de semana así que no iban a extrañarse de encontrársela sentada frente a un fuego de llamas blancas, casi sumida en un trance total.

    – [Leo]Kaylee, Kaylee.[/Leo] – la llamé, temiendo sacarla de conjuro en un mal momento. La magia era preciosa, sobrecogedora, pero también lo era el fuego y si te acercabas demasiado podías quemarte.

    – [Kaylee]No estoy.[/Kaylee] – replicó aún con los ojos cerrados, pero una sonrisa dibujada en los labios. Este sitio le había entregado un poco de paz entre todo lo que iba mal en nuestras vidas y mucho me temía que esa paz iba a terminarse.

    Al fondo, en la linde del bosque, apenas visibles por la tenue luz de la luna, surgieron una serie de figuras oscuras, con un caminar errático.

    Corrí hacia ella, liberando poco a poco el nimio control que tenía sobre mi parte lobuna. Cuando llegué a su altura, le puse una mano en el hombro cubierta de garras. Al verla la aparté, no quería convertirla por un error.

    – [Leo]Se acerca algo.[/Leo] – noté que mis incisivos se afilaban, presionando contra mis labios al hablar.

    – [Kaylee]No tengo miedo. Bueno, un poco sí.[/Kaylee] – dijo girándose hacia donde le señalaba. Eran varias las figuras que venían hacia nosotros lentamente. Ahora que no estaban tan lejos me pareció distinguir a algunas caras conocidas, uno de ellos iba vestido igual que Callum esa misma mañana, cuando le vendí la madera.

    La luz lunar les iluminó y vi que el familiar rostro de Callum estaba surcado de venas negras y azules y que su piel se había vuelto grisácea. Parecían zombies, solo que en lugar de estar muertos, estaban como poseídos.

    – [Kaylee]¿Qué hacemos?[/Kaylee] – preguntó Kaylee, tratando de mantener la calma aunque notaba su cuerpo temblar ligeramente a mi lado.

    – [Leo]Vienen a por nosotros. O a por ti. [/Leo] – la miré, y vi su rostro tal y como llevaba viéndola desde que habíamos llegado a Gwiddon y había profundizado más y más en el uso de su magia. Resplandecía, era como si se alimentara de ella. Quizá esos seres habían sentido su poder.

    – [Kaylee]Adicción a la magia.[/Kaylee]- murmuró en voz alta.- [Kaylee]Mira.[/Kaylee] – señaló algunas de las personas, cuya piel se había vuelto completamente negra.

    – [Leo]Es la corrupción que noto. Incluso el lobo pide salir corriendo.[/Leo] – admití. Todo en mi gritaba que echáramos a correr.

    – [Kaylee]Lo único que podemos hacer es resistir el impulso, aunque no sé muy bien cómo.[/Kaylee] – la pulsión que yo sentía debía ser diferente a lo que ella estaba empezando a notar. Quizá el origen de esa corrupción tenía que ver con la magia, o algo tan antiguo como ella misma.

    – [Leo]Creo que ésta vez lo más sensato es correr. [/Leo] – dije retrocediendo al ver que nos superaban por mucho y no sabíamos qué poder podían tener. Kaylee asintió y retrocedimos hasta la casa, recogiendo nuestras escasas pertenencias rápidamente. Casi todo lo no esencial seguía en aquella misma luna que tan lejana se veía, guardadas en una nave estrellada. – [Leo]¿Ha llegado a funcionar el conjuro? ¿Sabes cómo podemos salir?[/Leo]

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- admitió con pesar. A Kaylee no le gustaba fallar y respecto a la magia, menos aún.

    – [Leo]Entonces tendremos que ir a ciegas.[/Leo] – empezar de cero en otro lugar lejos de todo aquello hasta que consiguiéramos salir de allí. Era una esperanza remota, pero debíamos aferrarnos a ella. Se empezaron a escuchar golpes en la puerta delantera, a juzgar por el ruido, conseguirían entrar pronto.

    – [Kaylee]Si quieres que corramos, vas a tener que llevarme.[/Kaylee] – dijo acercándose a la puerta trasera.

    – [Leo]Déjame que me prepare.[/Leo] – suspiré y accedí a algo a lo que no habría estado dispuesto antes de viajar al Cúmulo, dejé entrar a una parte de mí que no quería asumir como propia. Mis dientes crecieron hasta rasgar mis encías y el pelo brotó con un picor infernal. Aquella era solo la forma intermedia, pero no quería ceder y entregarme a una conversión donde solo permaneciese una mitad de mí. Kaylee se subió a mi espalda y la sujeté con facilidad gracias a mis nuevas fuerzas.

    La puerta de entrada cayó con un estrépito justo cuando atravesábamos la puerta trasera y me convertía en titanio para lo que pudiéramos encontrar.

    – [Kaylee]Sé que odias esto.[/Kaylee]- susurró en mi oreja mientras corría, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi propio cuerpo.

    – [Leo]Tiene sus ventajas, pero con esa corte de … nichevoya persiguiendo no te las puedo decir. [/Leo] – le dirigí una sonrisa para que evitásemos pensar en que esos seres corruptos corrían detrás de nosotros, incansables.

    Kaylee empezó a conjurar pequeñas orbes de luz que lanzó contra ellos, tratando de ralentizarlos. No sé durante cuanto tiempo aguantamos así, yo corriendo y ella manteniéndonos a salvo, sincronizados, unidos pese a la presión que teníamos encima.

    Al final, cuando ya no se veían en la lejanía, Kaylee me dijo que podíamos parar a descansar. Elegimos una colina desde la que podríamos escapar si les veíamos llegar.

    – [Kaylee]Tenemos que salir de aquí. La luna de miel ha llegado a su fin.[/Kaylee] – dijo mientras comíamos unas manzanas de las provisiones. No había para mucho tiempo, necesitábamos un milagro.

    – [Leo]No podemos ir sin rumbo. [/Leo] – admití, de pronto muy cansado. Tenía una canción danzando por mi cabeza, se llamaba «Miedo a perder» y trataba sobre el miedo sobrecogedor que te asaltaba con más fuerza cuanto más feliz eras. Es más fácil decir que no tienes miedo cuando no tienes nada que perder. Veía a Kaylee delante de mí y temía que algo le ocurriese.

    – [Kaylee]Tiene que haber una forma de salir de aquí más sencilla de lo que pensamos.[/Kaylee] – sugirió ella. Vi un brillo en sus ojos, el de un enigma que estaba tratando de resolver y seguro que era capaz de hacerlo.

    – [Leo]Sin que los portales funcionen ..[/Leo] – pensé en voz alta. Ni portales, ni orbes Daë, estábamos solos e incomunicados.

    – [Kaylee]Si es nuestro mundo, tiene que ser por algo.[/Kaylee] – comentó, caminando alrededor de la hoguera improvisada. En Gwiddon el frío era un problema, era una tierra fría y húmeda donde el calor se escapaba con facilidad.

    – [Leo]Tienes que hacer el conjuro, sé que puedes. [/Leo] – la animé.

    – [Kaylee]No soy tan buena como para eso.[/Kaylee] – respondió, hurgando en un bolso de cuero que había comprado en un mercado y en el que había ido acumulando ingredientes para sus conjuros.

    Se sentó frente al fuego y repitió el ritual, concentrada, al menos en apariencia. – [Kaylee]¿Ves? No me sale.[/Kaylee] – se quejó.

    – [Leo]Me sentaré contigo, y descansaré mientras lo consigues.[/Leo] – dije colocándome junto a ella, el frío y el cansancio pesaban sobre mis párpados, pero no podía descansar todavía, ni siquiera sabía si ese era un lujo que podíamos permitirnos.

    – [Kaylee]Vamos a morir aquí. Ya lo verás.[/Kaylee] – se quejó de nuevo, aunque volvió a intentarlo. Esta vez pasó más tiempo hasta que volvió a hablar, mucho más. Su frente estaba perlada de sudor y la magia bullía a su alrededor. – [Kaylee]Eh… creo que estamos al lado del portal.[/Kaylee] – dijo finalmente, abriendo los ojos.

    – [Leo]Tenemos que arriesgarnos a cruzar.[/Leo] – dije poniéndome en pie para recoger. Kaylee miró a su alrededor y señaló una piedra que parecía marcar un camino.

    – [Kaylee]¿Y si nos descomponemos?[/Kaylee] – preguntó, algo nerviosa. Empezamos a caminar, yo no sentía nada cerca del portal pero a su magia parecía afectarle.

    – [Leo]Confío en tus habilidades. [/Leo] – la animé. Siempre estaría ahí para apoyarla, necesitaba que lo supiera, mi historial como amigo no era intachable y no quería que ella pensara que la historia iba a repetirse, solo que esta vez peor.

    Kaylee me guiñó un ojo.- [Kaylee]Me caes bien.[/Kaylee]

    – [Leo]Cruza los dedos por un sitio agradable. [/Leo] – repliqué. Nos estábamos arriesgando, no sabíamos dónde podríamos terminar con ese salto, pero solo podíamos confiar. No había ningún portal activo en ningún lugar que hubiéramos estado desde que los Daë expulsaron a Antailtire, así que tenía que ser el bueno. Antes de cruzar, me agaché y le di un beso en sus suaves labios.

    – [Kaylee]Si es contigo, lo será.[/Kaylee] – respondió. Mirándonos a los ojos, llenos de esperanza, cruzamos.

    La sensación era diferente a la de otras veces, parecía más cerca, más rápido. Al momento me sobrecogió un frío glaciar, húmedo. El viento hacía que la lluvia me azotara la cara. Busqué casi a ciegas a Kaylee y mi mano se cerró entorno a la suya después de un destello de pelo rojizo.

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

  • SE PARECÍA MUCHO A LA FELICIDAD

    Kaylee – Gwiddon

    Tarde

    Se llamaba Midhope Castle y, aunque su nombre os haga creer lo contrario, no era un castillo. En realidad, era un enorme caserón construido en piedra, de cuatro plantas y situado a las afueras de lo que vendría a ser la capital de Gwiddon. Era el hogar de unos ancianos nobles venidos a menos, de esos a los que ya solo les queda el título. Eran un matrimonio muy serio que no había tenido hijos y nos acogieron sin reparos cuando aparecimos en su puerta más perdidos que el barco del arroz.

    George y Arabella vivían en la planta de abajo, dejándonos a nosotros la de arriba y, como agradecimiento, Leo hacía de cocinero y limpiador y yo de jardinera y asistente de las gallinas. Se me daba fatal, pero los ajetes por fin estaban brotando y las gallinas daban huevos con regularidad.

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  • COMPARTIENDO EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    SELAS – NOCHE

    Según escuchaba las palabras de ese aspirante a héroe llamado Abderus, sentía que mi mente divagaba a otro tiempo mucho más atrás, hasta el salón de la cabaña de mis padres, con el fuego crepitando y el olor a chocolate caliente como le gustaba a mamá, algo que se había convertido en costumbre en aquel periodo en el que no dejaba de pasear para conseguir que un incansable Noah se durmiese.

    Mi padre, mientras tanto, se sentaba junto a mí y sin un libro en las manos, me contaba los cuentos de los Daë, las historias que Noah siempre tendría grabadas en sus genes y que él quiso que yo también tuviera presentes, junto a muchas otras.

    Y ahora estaba allí, escuchando hablar de un demonio draconiano que plantaba cara a los supuestos héroes, dispuestos a aniquilar a los que tenían un aspecto diferente, aquellos que molestaban por su «fealdad». No dudaba que era Oriax el Daë al que buscábamos, pero había que tener cuidado, porque surgió de las sombras y tardaría tiempo en encontrar la luz al lado de los otros Daë.

    Mientras los héroes y heroínas aumentaban el ritmo de beber, parando solo para reírse de alguna broma o intentar que los demás les acompañáramos, me acerqué a Kaylee, que estaba sentada en una hoguera más pequeña que ella misma había hecho arder. Era increíble de lo que era capaz, siempre me había gustado la magia, pero en ella me fascinaba más aún. El fuego bailaba contra su pelo rojo fresa, iluminándolo y mostrando todas sus tonalidades.

    – [Leo]¿Estás bien? Ese fuego ha sido bastante avanzado.[/Leo] – pregunté, sentándome a su lado. Con el resto de New Moondies me esforzaba a diario tratando de mantener conversaciones, pero con ella el esfuerzo era nulo, me resultaba sencillo hablar de lo que fuese.

    – [Kaylee]Me pica todo el cuerpo, pero estoy intentando no rascarme.[/Kaylee]- admitió, sonriendo. Vi una mancha rojiza que se escondía bajo su toga. Le había tocado pagar por los excesos de sus padres, como ella solía decir.- [Kaylee]Gracias por preguntar.[/Kaylee] – añadió. Me acerqué y cuando nuestros hombros se tocaron me eché sobre ella y le di un beso en la sien. El mero hecho de sentir su suave piel contra mis labios hizo que un gruñido animal resonase en los rincones de mi mente.

    – [Leo]Te rascaría yo pero me está costando controlar al lobo.[/Leo] – le enseñé las manos, que en aquel momento no me habrían servido para tocar, por las uñas, duras como dientes, que ya habían asomado hacía unas horas, en cuanto mis sentidos captaron lo que habitaba en el interior del bosque.

    – [Kaylee]Prefiero no acabar con en torso como el de mi padre.[/Kaylee] – comentó, alzando una ceja. Daba igual cómo marcase sus rasgos, con cualquier mueca era preciosa y su mente era afilada como un cuchillo. Podría haber compuesto sobre ella durante semanas y de hecho, lo haría.

    – [Leo]No creo que tu torso se parezca mucho. [/Leo] -. admití, sonriendo. No me consideraba una persona demasiado puritana. Nos habían metido en la cabeza de que las relaciones sexuales eran algo prohibido, tabú, pero eso en mi casa no había sido una norma, cada cual era libre de disfrutar su propia sexualidad siempre que fuese consentido. Sin embargo, en ese momento estaba controlándome, porque el lobo tendía a sacar fuerza de mis impulsos más compartidos.

    – [Kaylee]Deja de pensar en mi torso.[/Kaylee]- replicó, sacándome la lengua.

    – [Leo]La toga y los sentidos agudizados no ayudan.[/Leo] – confesé. Contuve un gruñido cuando ya llegaba al fondo de mi garganta. Captaba cada matiz del olor distintivo de Kaylee y me inundaba los sentidos, pero por debajo, sentía la llamada de ese bosque. Para Amy y Ezra quizá fuera más fácil, no rechazaban esa parte de sí mismos como yo.

    – [Kaylee]¿Estás nervioso?[/Kaylee] – preguntó, apoyando una mano sobre la mía.

    – [Leo]Se supone que esto es territorio de licántropos.[/Leo] – dije, pensativo. Era la tierra de Licaón, una de las primeras leyendas de licántropos y una de las pocas que había llegado hasta los humanos. Quizá estuviera allí, en ese bosque, traído por Antailtire, no podíamos saberlo. – [Leo]Los presiento.[/Leo] – añadí. No eran unos pocos, en aquellos bosques había muchos como Amy.

    – [Kaylee]¿Quieres que te tire una ramita y descargas tensiones?[/Kaylee] – dijo ella con una sonrisa burlona.

    – [Leo]Igual te da por subirte y echar a volar.[/Leo] – le repliqué, sonriendo. En otro tiempo podríamos habernos dicho las mismas palabras pero con una intención diferente. Como pude estar tan ciego como para pensar que Kay estaba feliz fingiendo ser una reina de la clase.

    – [Kaylee]Espera a que te enseñe mi verdadera nariz con verrugas, que no se te va a levantar ni con grúa.[/Kaylee]- sacó su mejor risa de bruja.

    – [Leo]Así que era eso lo que tenías ahí.[/Leo] – bromeé tocándole la nariz con un dedo. Ella enseñó los dientes e hizo como si me fuera a morder. El lobo seguía tirando de mí.

    – [Leo]Ya estamos iguales.[/Leo] – dije enseñándole mis dientes. De por sí ya tenía los colmillos pronunciados, pero ahora lo eran mucho más.

    – [Vera]¿Y si os alquiláis una habitación, heteras?[/Vera] – me sorprendió escuchar la voz de Vera tan cerca. Mis sentidos estaban tan pendientes de Kaylee que se habían aislado del resto. El lobo tenía algún tipo de atracción hacia ella y eso me resultaba preocupante.

    Vi que Vera sonreía y traté de hacerlo yo también, aparcando los miedos por un instante. Jamie iba pegada a ella, como su sombra. Habíamos tenido poco tiempo de calma entre la misión que la llevó hasta nosotros y la de ahora, con luchas, pactos, traumas… Esperaba que cuando todo esto terminase pudiera relacionarse más con el resto.

    – [Jamie]¿Qué es una hetera?[/Jamie] – preguntó, mirando a Vera y Kaylee. Tenía el pelo tan rojo como una MacLeod.

    – [Vera]¿Quién se lo explica?[/Vera] – preguntó la pequeña de los MacLeod, encogiéndose de hombros. Vi a Julia acercarse a nosotros e hice un gesto con la cabeza señalándola. Era la ventaja de su desparpajo, que no tendría problemas en aclarar las dudas de Jamie.

    – [Julia]Las personas heterosexuales sienten atracción hacia gente de distinto sexo. En realidad, «heteras» no existe.[/Julia]- aclaró al llegar frente a nosotros, me eché hacia delante, apoyando los brazos en las rodillas mientras observaba la situación. Miré a Julia sorprendido, no esperaba una respuesta tan…correcta. – [Julia]¿Qué? La vida sexual de la gente no es graciosa. Bueno, la de Henry sí porque no existe.[/Julia] – añadió como si hubiera leído la mente de todos.

    – [Leo]Debe tener las orejas ardiendo.[/Leo] – comenté. Bastante tenía Henry con la marcha de Laura, si hubiera sabido que hablaban de él se habría vuelto rojo por completo. Parecía muy vergonzoso y tímido.

    – [Julia]No será lo único que le arda, pero yo le daba.[/Julia] – entrecerré los ojos. Era increíble que al menos de palabra a Julia le gustasen casi todos los New Moondies.

    Negué con la cabeza levemente y me giré para mirar a Kay, que esbozaba una sonrisa como la mía, contenida. Julia me resultaba divertida por su desparpajo. Era digno de alabanza.

    – [Julia]¿Qué? Venga, que también os daba al resto.[/Julia] – añadió, era una suerte que los héroes estuvieran ya muy bebidos y bebidas para que no quisieran unirse a la invitación.

    – [Dante]No es ningún secreto, Julia.[/Dante] – dijo Dante, que acababa de aparecer.

    – [Julia]Ven, que te arreglo.[/Julia] – ella hizo como que iba a agarrarlo, en broma, claro, pero Dante se apartó.

    – [Dante]Lo pensaré.[/Dante] – respondió, con una sonrisa que debía usar en sus ligues nocturnos. – [Dante]Cuando no estemos en villa lobo. [/Dante] – añadió, como si le diese malas vibraciones el lugar. No podía creerle, Dante no tenía reparos para eso. Pero había desviado la mirada hacia Chloe, que fingía no estar escuchando, así que esa debía ser la razón. – [Dante]Ahora vuelvo.[/Dante] – añadió, acercándose a la menor de los MacLay.

    Vera nos miró y contuvo una risa, después fue a sentarse en una piedra cercana junto a Jaime. Vi que tenían los dedos entrelazados. Incluso de una desgracia salían cosas buenas. Julia se sentó al otro lado de Kay, pero algo más apartada.

    – [Leo]No me gustan estos héroes, he conocido músicos como ellos.[/Leo] – dije después de disfrutar de un rato de silencio junto a la persona que amaba.

    – [Kaylee]Tontos hay en todas partes, Leo.[/Kaylee]- respondió ella, mirándolos de soslayo, cantaban sus andanzas y practicaban para llevarse el mérito de la muerte de la Hidra, a la que habían arrancado varias escamas para demostrarlo.

    – [Leo]El demonio del que hablaba Abderus es nuestro Daë, estoy casi seguro.[/Leo] – confirmé. Del grupo de Selas yo era el que tenía más información de los Daë, así que Kay que era nuestra líder junto a Amy, debía saberlo. Debía decírselo también a Amy, pero estaba más taciturna de lo acostumbrado y no quería poner a prueba el reinicio de nuestra amistad.

    – [Kaylee]Es posible.[/Kaylee] – respondió ella. Había una duda razonable, pero teníamos que confiar en que no sería una casualidad haber acabado tan cerca de ese «asesino de héroes». Ahora el problema estaba en prepararle para unirse a los demás y si era como a los demás, defenderle de los agentes de Antailtire.

    Toqué con la punta de los dedos una rojez de su cuello. – [Leo]Si necesitas ayuda con eso, ya sabes.[/Leo] – dije cuando creía que nadie nos escuchaba, aunque no me habría extrañado que Julia pusiera la oreja. Noté cómo se le erizaba el vello del cuello y contuve el impulso de besarlo. – [Leo]Con la alergia.[/Leo] – puntualicé.

    – [Kaylee]Necesito que me eches crema. Mucha. Sobre todo en las tetas.[/Kaylee] – replicó riéndose. No pude evitar reír. Kay era maravillosa y su carácter era el perfecto contrapunto del mío.

    Hay cosas que te facilitan la vida y sin duda una de ellas es compartir el camino, bueno y malo, con alguien con quien ya compartes tu corazón y tu alma.

  • COMO SI QUISIERA HACERLO

    Kaylee – Kvasir

    Mañana

    No estaba pasando mi mejor etapa. Me había despertado más tarde que la mayoría y después de un desayuno muy poco sano, me había tumbado en el sofá a ver One Tree Hill en InfiniTV en una tablet de la nave. Estaba llevando bastante mal que el maldito Lucas hiciera sufrir a Brooke cuando Leo apareció y me quité los auriculares.- [Leo]¿Te apetece que hagamos algo?[/Leo] – me preguntó con el pelo mojado por la ducha reciente tras el ejercicio. Ojalá yo hubiera tenido su fuerza de voluntad de hacer ejercicio al amanecer sin vomitar el desayuno.7

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  • A CAPELA

    LEO ARKKAN

    LA KVASIR – MEDIODÍA

    En la Kvasir había demasiadas personas a las que apenas conocía, así que el instinto, mi verdadera naturaleza, pugnaba por alejarme de la vista para poder pensar y descansar. Un piano habría sido lo que necesitase en ese momento, o una guitarra, algo en lo que poder volcar mis dedos y mi corazón y dejarme llevar por el ritmo de la música, algo con lo que dejar de pensar.

    Pese a todo lo que habíamos sufrido desde el inicio de nuestro viaje, y también todo lo que de otra manera  no habríamos vivido, los últimos días habían resultado devastadores. Una parte del grupo, entre los que estaba Kaylee, estaba pasando como podía el dolor de perder a una abuela, mientras que otra sufría los efectos de los pactos con Caitriona. Y en medio de todo ello, seguíamos rodeados de desconocidos, especialmente ese tal Ezequiel del que no me podía fiar habiendo tantas cosas importantes para mí en aquél hogar improvisado.

    En ese tiempo, sin dejar a un lado al resto, los que más me preocupaban eran Kaylee y Noah. No iba a esconder la realidad, eran los más cercanos a mí, sí, eso lo hacía casi todo, pero también sentía que los demás tenían otras personas que cuidasen de ellos y ellas. Vera pasaba el tiempo con James y Elliot, tratando de no pensar en ninguna de sus pérdidas, era madura y parecía ser la que mejor lo estaba gestionando. Amy era infranqueable y desde luego no podía ser yo el que tratara de ayudarla, eso solo empeoraría las cosas. Xander y Elle estaban rodeados de un montón de gente, Jane, Idris, ellos mismos… Y al resto de los que habían afectado los pactos no los conocía tanto. Con respecto a eso, ser tan aislado me había ayudado.

    Pero sin embargo, aunque me preocupasen, no sabía cómo aportar algo para facilitarles el proceso por el que estaban pasando. Quizá por eso ansiaba tanto un instrumento, para poder volcar al menos lo que sentía, lo que creía que ellos sentían, y que pudieran sentir que alguien les entendía.

    Salí al exterior. El sol brillaba en la lejanía iluminando el cielo como un atardecer. En aquél lugar la noche ganaba la partida al día con facilidad, así que todo el verdor de sus campos y el azul de sus aguas debía sustentarse en magia o en maquinaria de la que abundaba en la ciudad.

    Caminé hasta unos cuantos árboles que apenas podían llamarse bosque y apoyé la espalda en ellos mientras respiraba el fresco aire no contaminado. A lo lejos, separado de la Kvasir mucho más que lo que yo estaba, distinguí la silueta de Noah. Mi hermano estaba agachado junto al lago, tenía algo entre las manos, parecía esa cámara réflex que se había traído a la misión y apenas había sacado hasta entonces.

    Lo voy a decir porque sé que aunque lo leyese, mi hermano comprendería lo que estoy diciendo. Noah era demasiado rápido para su propio bien. Todo pasaba de forma tan veloz y a la vez tan lenta ante sus ojos, que ni siquiera se paraba a sacar una foto pese a lo mucho que le gustaba, porque siempre tenía algo más que hacer, más prisa, menos tiempo que perder y más largo era para él un instante de realización como era ese. Parecía que ahora, por muy útil que fuera su poder, perderlo le estaba haciendo abrir un poco los ojos respecto a toda la vida que estaba dejando atrás. Le estaba haciendo valorar lo que tenía, día a día.

    Estaba bastante lejos como para verlo ni siquiera con mis sentidos agudizados, pero sentía que al menos en ese mismo segundo, estaba feliz, realizado. A veces necesitamos esforzarnos, poner toda la carne en el asador, toda el alma en esa canción que se te resiste desde el mismo momento en el que aparece en tu vida. Eso es lo que permite crear obras maestras, la voluntad, la tenacidad y el hecho de sobreponerse a los obstáculos.

    Noah estaría bien y seguiríamos adelante sin que nos facilitase el trabajo con sus habilidades. Así que mi mayor preocupación era Kaylee. Siempre había estado muy unida a todos sus abuelos. En realidad, ahora que la conocía de verdad en lugar de darme de bruces con su fachada externa como un ciego, Kaylee había resultado ser una persona increíblemente empática y sensible. Cada golpe que recibiese alguien lo sentía como propio, así que por aquél entonces estaría luchando tanto con su duelo como con el que sufrían los demás. Pero hay cosas que la magia no puede solucionar y una de ellas es la mente de las personas.

    – [Nate]¿Tomando el aire?[/Nate] – preguntó una voz que me devolvió a la infancia, a los ratos en aquella enorme sala de la Escuela Legado llena de juguetes, mientras eran otros los que tenían la carga del mundo sobre sus hombros.

    – [Leo]Hola Nate. Sí.[/Leo] – respondí. La voz de Kaylee resonó en mi cabeza como si fuera mi conciencia. «Eres demasiado serio. Te alejas de la gente para protegerte.» Tenía razón, conocía a aquel hombre desde que tenía memoria, siempre nos había cuidado y probablemente siempre lo hiciera, como una especie de tío eterno de todos nosotros.  – [Leo]Necesitaba pensar.[/Leo] – añadí. No era mucho, pero yo tampoco lo era sin mi música. Como un puzzle al que le falta una pieza.

    – [Nate]No hay que avergonzarse. Yo también he venido aquí para dejar de sentir un rato lo que estaban pasando los demás.[/Nate] – se sinceró. De pequeños recuerdo que Nate sabía todo el tiempo lo que necesitábamos. Era extraño seguir viéndole con el mismo aspecto.

    – [Leo]La soledad me viene bien para relajarme y ordenar mis pensamientos.[/Leo] – vi que avanzaba y sus ojos observaban a Noah, que seguía capturando en su objetivo lo que quiera que le estuviese llamando la atención.

    – [Nate]Hay mucho dolor en esa nave ahora mismo, pero también mucho amor. Tenemos que tratar de prestarle más atención a eso.[/Nate] – aseguró. Vi la sabiduría de sus palabras, la pena que sentía Kaylee solo podía contrarrestarla con el amor que sentía yo por ella, apoyándola, estando ahí. Pero con la música habría sabido llegar mejor a ella, mejor de lo que podía ahora mismo.

    – [Leo]Supongo que será así un tiempo. Han sido muchos golpes.[/Leo] – y al final por duro que sea el saco, si lo golpeas de continuo un día se romperá.  No creía que nadie se hubiera roto aún. Laura había estado a punto, por eso había elegido apartarse y evitar el golpe final.

    – [Nate]Podéis con ello. Ahora puede parecer que no, pero podéis.[/Nate] – su presencia y sus palabras eran reconfortantes, en mi mente se empezó a formar una canción sobre él, «canguro inmortal, el eterno amigo«.

    – [Leo]¿Sabes dónde está Kaylee?[/Leo] – él era el más indicado para esa pregunta porque podía diferenciarnos y localizarnos de una forma que nadie más podía. Cada persona tiene una serie de cosas que la hacen única y el conjunto de nuestros sentimientos y sensaciones es una firma que Nate sabía reconocer. Por eso nos encontró muchas veces.

    Nate sonrió, el gesto era cálido, tranquilizador «…sonrisa de estrellas serena mi alma…«. Sabía que era buena idea buscarla porque lo notaba en el corazón, pero cualquier duda que hubiese tenido la habría despejado el hecho de que a Nate también se lo pareciera. Es indescriptible la sensación de saber que hay alguien que se preocupaba por nosotros más allá de cualquier otra cosa, incluso él mismo. Nosotros éramos la familia que nunca había tenido «…padre de todos, hijo de nadie…» – [Nate]Va de camino a la piscina.[/Nate] – dijo. Y se quedó allí, observando mientras me ponía en pie y me alejaba de él, dispuesto a demostrar mi amor a Kaylee incluso «a cappella«.

  • EL CABALLERO Y LA BRUJA

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Desde el momento en el que me desperté en aquella cabaña supe que algo no iba bien. Tras la ventana se apreciaba un bosque que se perdía en el horizonte, pero tanto mis sentidos agudizados como el hecho de haber vivido toda mi vida en un bosque, me hacían sentir que aquél no era uno normal. Guardaba secretos y olía a magia en todas partes, pero no una magia melódica y apasionada como la que surgía de Kaylee, si no una más profunda y ancestral, la clase de magia que puede cambiar el mundo.

    – [Leo]¿Donde está Kaylee? ¿Y Noah?¿Donde están los demás?[/Leo] – pregunté cuando vi a esa mujer cruzar la puerta de entrada. Imaginé lo que me habrían dicho los otros, que tenía delante a alguien que no conocía y mi mejor oportunidad era ser cauto y agradable para jugar mejor mis cartas. Pero a mi nunca me había gustado el póker o los juegos de mesa basados en engaños, prefería ser directo.

    – [Caitriona]Hola, Leo.[/Caitriona]- me saludó como si me conociera de toda la vida y eso me escamó, la misma magia que había en el bosque se apreciaba sobre ella, compartían algo, pero también había marcadas diferencias.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- explicó. Preferí que fuera al grano, pero toda aquella situación no tenía sentido. El ataque, el laberinto y ahora esto, separados.- [Caitriona]El resto del grupo está bien y podrás verles cuando me hayáis escuchado.[/Caitriona] – aclaró. Era obvio que no podía fiarme del todo de sus palabras, pero con el tiempo había sacado partido a las capacidades como licántropo para diferenciar cuando mentía la gente. Ella no lo hacía, aunque tenía una duda razonable, también podía ser una muy buena mentirosa.

    – [Leo]No necesito nada.[/Leo] – respondí, siendo sincero. Y por mucho que lo necesitara, no iba a aceptar un trato viniendo de alguien que retiene a los demás contra su voluntad.

    Ella, Caitriona había dicho que se llamaba, rió y se sentó en una silla que materializó del mismo suelo. Las raíces nudosas que la formaban parecían estar hechas del mismo bosque. Esperé, pensando, valorando las opciones. Contra la magia no tenía nada que hacer, prácticamente ninguno de nosotros tenía opción salvo Kaylee, Robin y según lo que se decía, mi prima Elle.

    – [Caitriona]Puedo cambiar tu pasado.[/Caitriona]- comentó, casi en un susurro. Reconocí al instante la persuasión por la facilidad con la que lo dejó caer. Conocía de sobra el peso de sus palabras y lo dejó ir como si no tuviera importancia. Aquella mujer sabía mucho sobre mí y seguro que también sobre el resto y tenía maestría a la hora de manipular esa información.

    – [Leo]¿De qué estás hablando? [/Leo]

    – [Caitriona]Si aceptas mi propuesta, tu amiga Amy nunca te habrá mordido.[/Caitriona]- respondió. Ahí estaba, un deseo oculto que me ofrecía en bandeja.- [Caitriona]Habrás nacido Rakkthathor, como tu hermano y tu padre.[/Caitriona] – todo perfecto, todo tal y como lo soñaba cuando era más pequeño. Era fácil manipular a alguien usando su sensación de pertenencia, pero mi desarraigo había empezado a sanar hacía poco, cuando las circunstancias de mi vida me hicieron darme cuenta de quién era yo y cuál era mi sitio.

    – [Leo]No creo que cambiar todo mi pasado tenga buenas consecuencias. [/Leo]- razoné. El efecto mariposa de una decisión como esa podría hacer que todo ahora fuera diferente.

    – [Caitriona]Te lo mostraré entonces.[/Caitriona]- insistió. No le había servido con mi primer no, estaba segura de que su oferta tenía valor y podía llegar a conseguir un trato. Manifestó ante nosotros una enorme esfera que se volvió como un espejo y después, como un nítido vídeo de mi vida, salvo que no era la mía, en la imagen había otro Leo muy distinto a quien era yo en realidad. Parecía feliz, pero nunca se puede fiar uno de las apariencias, la mayor parte de la gente me tomaba por alguien triste, taciturno, pero ahora mismo estaba en mi mejor momento, incluso dadas las circunstancias.

    – [Leo]¿Y el precio?[/Leo] – pregunté. Era la pieza que faltaba, algo tenía que ganar, salvo que fuera una consecuencia de ese mismo cambio. – [Leo]Estas cosas tienen un coste.[/Leo]

    – [Caitriona]Ella.[/Caitriona]- dijo simplemente, sin adornos, sin detalles y aun así, se me heló la sangre. No es que me viese tentado a aceptar si no que el mismo hecho de que la quisiera a ella me atemorizaba.

    – [Leo]No.[/Leo] – dije, con el semblante serio. No solo era un no a la oferta, si no a que no la tendría para sus oscuros planes y haría todo lo que fuera posible para evitarlo. Los padres de Kaylee habían sido transparentes con nosotros desde siempre para que lo que ellos habían sufrido no lo tuviéramos que padecer también. Sus adicciones, tanto la de Christopher como la de Diana, eran bien sabidas, al igual que el hecho de que Diana Echolls era ‘El Fénix’. Había sido elegida por aquella entidad primordial que le otorgaba más poder, hasta que cuando nació Kaylee, esa chispa disminuyó un poco. Ahora las dos lo eran y seguro que era una de las razones por las que la buscaba, quizá pretendía desequilibrar su balanza y hacer que Kaylee se decantase por el lado oscuro.

    – [Caitriona]Dejarías de ser diferente.[/Caitriona]- insistió ella, sabía de qué debilidad tirar, pero había aprendido a sacar mis fuerzas de ello.

    – [Leo]No importa.[/Leo]- respondí, poniéndome en pie en mitad de aquella cabaña. – [Leo]Ya he encontrado mi sitio, me da igual ser diferente[/Leo]. – en otro tiempo su oferta quizá habría tenido más peso, pero a ese tiempo pertenecía un Leo que no era capaz de admitir lo que sentía por Kaylee porque estaba tan cegado por las apariencias que no sabía ver la realidad de qué clase de persona era, un Leo que no había tenido miedo de hacer tanto daño a su mejor amiga dejándola atrás, al igual que a toda su familia, para una vida de fama superflua.

    – [Caitriona]¿Estás seguro?[/Caitriona] – preguntó de nuevo. Su mirada demostraba saber más de mí de lo que me gustaría, pero la mantuve.- [Caitriona]A Kaylee le he ofrecido poder ilimitado.[/Caitriona] – explicó. Su cara formó una mueca burlona. Sin duda estaba tratando de hacerme pensar que ella ya lo había aceptado, pero entonces no habría tenido necesidad de hacerme esa oferta, habría pedido otra cosa. Incluso dejando eso de lado, solo tenía que escuchar mi corazón para saber que Kaylee jamás aceptaría esa oferta, ella era buena y muy lista, sabía defenderse perfectamente y no la iban a engañar.

    – [Leo]Y no ha aceptado.[/Leo] – aseguré. Su máscara de seguridad no tembló. – [Leo]La conozco bien.[/Leo] – añadí. Por suerte, era lo único que quizá tuviera que agradecer a esa enfermiza compañía llamada Infinity, haber podido conocer de verdad a Kaylee cada uno sin nuestras máscaras, no como Leo el serio, Leo la estrella ni Leo el solitario, si no como Leo a secas. La quería con tanta intensidad que tenía miedo de esos mismos sentimientos, de que ella pudiera terminar cansándose de mí, de que le sucediera algo. Siempre había protegido mucho a mi familia y Kaylee era…parte de mí, así que eso hacía que tuviese más miedos que nunca.

    Caitriona se rió.- [Caitriona]Espero que tengas razón.[/Caitriona] – replicó, disimulando todavía.

    Me di la vuelta y me acerqué a la ventana. Ya había ido a visitar a algunos, al menos a ella, así que esperaría hasta que estuvieran todos y nos iríamos de aquél lugar.

    – [Caitriona]¿Tu respuesta definitiva es «no»? [/Caitriona]- preguntó ella alejándose.

    Asentí, girándome brevemente para mirarla. – [Leo]Nada de lo que pudieras darme haría que te entregara lo que siento por ella.[/Leo] – afirmé rotundamente. Me pareció percibir algo en sus ojos, pero fue tan rápido y tenue que no me dio tiempo a identificarlo.

    – [Caitriona]Los humanos a veces sois muy literales.[/Caitriona]- respondió ella. Así que no era humana, era algo más. Por lo que sabía, tanto las brujas como las hechiceras se consideraban humanas, aunque las segundas nacieran ya con poder y fueran diferentes a todos los efectos.- [Caitriona]No te he pedido lo que sientes por ella. Te he pedido que me la entregues.[/Caitriona] – puntualizó. De nuevo se me heló la sangre, solo que la furia ardiente que me consumía y trataba de mantener a raya para no despertar al lobo, hizo que me mantuviese alerta y pendiente de estar calmado.

    – [Leo]La respuesta es la misma. Y si intentáis llevárosla, me enfrentaré sin descanso.[/Leo] – repetí, enfatizando cada palabra.

    Desde la puerta hizo que aquella silla suya volviera a la tierra y abrió la puerta, a través de la que solo vi bosque. – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]

    La observé y esperé que no fuera así, porque eso solo significaría peligro para Kaylee y pondría toda mi alma en evitar que nadie la forzase a atravesar un camino donde su propia magia tomase el control. Sabía que ella jamás querría verse así porque en las últimas noches que pasamos juntos, hablando hasta que salía el sol, me había confesado ese temor nacido de la historia de su propia madre. Ella sabía protegerse a sí misma mejor que nadie, pero yo me encargaría de ayudarla. Aquél día, en la cabaña, más que nunca hasta el momento, tuve claro que estaba enamorado de Kaylee MacLeod.

  • LA MALDICIÓN ECHOLLS

    Kaylee – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Ezra y yo habíamos hablado poco. No era un tío de palabra fácil y su pasado traumático, tan cercano que era casi su presente, le hacían un interlocutor difícil. Con estas líneas parece que me caía mal, pero no hay nada más lejano a la realidad. Me caía bien. El problema es que tenía tantos muros construidos a su alrededor, que no tenía tiempo ni ganas de derribarlos todos.

    Bastante esfuerzo me costaba ya mantener la boca cerrada para no comerme todo lo que había en la nevera de la nave. «La maldición MacLeod» le llamaba yo a eso. Los nervios me daban hambre y con el poco movimiento que teníamos, me estaba poniendo más curvilínea de lo que me habría gustado. Leo decía estaba estupenda, pero mis vaqueros de antes de la nave no opinaban lo mismo.

    Repasé la habitación cochambrosa una vez más: una cama maltrecha, paredes de piedra mal pintadas, una palangana para hacer mis necesidades (SOCORRO) y unos grilletes en la pared. Apostaba la casa de mi familia a que llevaba sin limpiar desde hacía una buena temporada. Por eso evitaba sentarme sobre la cama, pero es que el suelo tampoco era muy buena opción. Si hubiera tenido agua, me habría puesto a limpiar, pero no podía conjurar nada. Mi magia estaba desconectada. Allí dentro era poco menos que una chica cualquiera y eso me incomodaba, pero preferí desterrar ese pensamiento para no entrar en un bucle que me perjudicase.

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  • POCAS COSAS SE LE RESISTEN A UNA MACLEOD

    Kaylee – Nave

    Mañana

    Creía que lo estaba disimulando mejor, pero aún me duraba el cabreo con Dante. Me parecía una postura tan egoísta la de decidir marcharse cuando no habíamos conseguido nada, que si hubiera podido, le habría montado un buen pollo. El problema era, que a pesar de tener la vena impulsiva de mi madre, seguía siendo una MacLeod y la mayor parte de las veces me callaba por no liarla o al menos, lo intentaba.

    – [Leo]¿Qué te ha pasado?[/Leo] – Leo estaba sentado en lo que denominábamos «el salón» rasgueando las cuerdas de una guitarra que le había conseguido Lexie. El sonido aún no era una canción, sino unos acordes que parecían ir encajando, pero si Leo te cantaba la sintonía del Partido Popular, te acababa pareciendo un temazo.

    – [Kaylee]Dante, que es idiota[/Kaylee].- resumí sentándome a su lado. El maldito Leo, que hasta con una camiseta de Coca Cola Espacial y unos vaqueros desgastados parecía un maldito A(b)donis .- [Kaylee]Pero bueno, después he estado hablando con Amy y me ha ido mejor[/Kaylee].

    – [Leo]¿Qué ha hecho ahora?[/Leo]- hizo ademán de dejar la guitarra a un lado, pero le invité a seguir tocándola. Había algo muy sexy en la forma en la que rasgueaba las cuerdas. Si podía sacar algo agradable de unas tiras de bronce, imaginad lo que podía hacer con mi…kiwi.

    – [Kaylee]Dante quiere volver a la Tierra y ha encontrado a un tío que puede conseguirlo[/Kaylee].- resumí.

    – [Leo]Ah, sí, Noah me lo ha contado antes. Va a ayudar a Lexie a irse.[/Leo] – le vi tachar algo en una libreta de pentagramas, rectificarlo y volver a tocar. – [Leo]Déjalo, él sabrá. Conociéndolo cuanto más le digas más lo empujarás a esa dirección.[/Leo]

    – [Kaylee]No me parece justo[/Kaylee].- quise ver qué canción tenía a medias en aquella libreta, pero la cerró con misterio y ahora sí, dejó la guitarra de lado.

    – [Leo]Ya.[/Leo] – me miró y me abrazó. Fue una de esas cosas en las que se notaba que era un Arkkan: lo mismo se paseaba en pelotas que te plantaba un abrazo que te dejaba sin aliento.

    – [Kaylee]¿Tú vas a volver?[/Kaylee]- pregunté pasando la nariz por su cuello y subiendo hasta el lóbulo de su oreja.

    – [Leo]No, yo ya he cumplido mi cupo de huidas.[/Leo]- susurró a mi oído y noté una descarga de electricidad que me recorrió de pies a cabeza.

    – [Kaylee]Tendremos que ver cuántos se van y ver si podemos con todo[/Kaylee].- suspiré cuando nos separamos y vi cómo sus manos iban en dirección a mi cara.- [Leo]Ya verás cómo podemos.[/Leo] – tras eso, me besó. Fue un beso rápido y (tristemente) sin lengua.

    – [Kaylee]Dante no te cae muy bien, ¿no?[/Kaylee]-  sonreí recordando el día en el que casi nos liamos, pero apareció él y nos jorobó el invento.

    – [Leo]No podemos ser todos los mejores amigos. Dante y yo podemos coexistir pero no creo que lleguemos a ser muy cercanos nunca.[/Leo] -en el fondo, tenía la sensación de que se caían mal porque eran bastante parecidos. Los dos lidiaban con la oscuridad y los sentimientos de la misma forma: haciendo como si no existieran, pero no quería decírselo.

    – [Kaylee]Desde luego, eres sincero[/Kaylee].

    – [Leo]Algo bueno tenía que tener.[/Leo] – Leo rio y me reí con él.

    – [Kaylee]Es verdad, tienes solo una virtud en la vida y encima eres tan feo…[/Kaylee]- fingí un bostezo.

    – [Leo]Si te aburres, acepto sugerencias.[/Leo] – se acercó mucho y me besó en el cuello.

    – [Kaylee]Se me ha ocurrido una idea, pero tienes que parar porque estoy empezando a pensar con la chocha en vez con la cabeza[/Kaylee].

    – [Leo]Soy todo oídos.[/Leo]- se apartó.

    – [Kaylee]Podíamos cambiar a la gente de habitación[/Kaylee]

    – [Leo]¿Con palabras o con magia?[/Leo]

    – [Kaylee]Magia[/Kaylee].- chasqueé la lengua.

    – [Leo]Una parte de mi te diría que no podemos decidir por los demás, pero me encanta verte cuando haces magia.[/Leo] -admitió.

    – [Kaylee]Ayúdame a emparejar a la gente[/Kaylee].- le robé la libreta de pentagramas y empecé a escribir en una de las tapas de cartón blando.

    – [Leo]Tú y yo. Eso está claro.[/Leo] – enumeró. – [Leo]Noah y Lexie, aunque si se va esta tarde no sé como funcionará.[/Leo]

    – [Kaylee]Hay que hacerlo ya[/Kaylee].-  me llevé el lápiz a los labios y vi cómo él esbozaba una sonrisa que decía «sexo» sin palabras.- [Kaylee]Que se queden inconscientes y se despierten en parejas[/Kaylee].

    – [Leo]Venga, con tanta tensión seguro que se agradece un cambio.[/Leo] – me animó y le envié un mensaje a Sophie por los altavoces de la nave para que se reuniera conmigo.

    Teníamos mucho que hacer y poco tiempo antes de que se fueran, pero pocas cosas se le resisten a una MacLeod. Y si no, que se lo digan a Leo 😉