Moondale

Etiqueta: otp: Mike x Sophie

  • EL LEOPARDO

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – NOCHE

    – [Mike]¡Corre![/Mike] – conseguí gritar a Sophie. El leopardo estaba oculto entre la nieve, agazapado, esperando su oportunidad. Lo sabía, conocía su forma de pensar porque habíamos sido uno hasta que el Perro le había hecho salir.

    Vi a Sophie alejarse con el corazón en un puño, recordando lo tranquilos que vivíamos hasta tener que volver a meter la cabeza de lleno en los problemas.

    Tras la visión de la muchacha, hablé con Sophie y decidimos que no podíamos irnos de allí de forma apresurada, dejando todo un pueblo desprotegido a merced de los «dioses». Así que nos pusimos a trabajar, reunimos una clase de refugiadas y refugiados y comenzamos a enseñarles todo lo que necesitaban para sobrevivir y aprender unos remedios básicos, más avanzados de los que tenían.

    Solo cuando vimos que eran capaces de valerse, partimos en un pequeño barco hacia el desierto, donde el Perro, conocido allí por Anubis, tenía su morada.

    Sobrevivimos gracias a las provisiones. Cada vez me preocupaba más la escasez de agua, no tanto por mí y la que necesitase beber si no por mantener a Sophie tanto tiempo lejos del agua salada. Empezaba a verla alicaída y me preocupaba enormemente no ser capaces de volver si no lográbamos dar con él.

    Una noche, finalmente, cuando las dudas no me dejaban dormir, una sombra apareció durante un instante. Pensé que era una alucinación por la deshidratación o la falta de sueño, pero no, era el Perro.

    Un aullido despertó a Sophie antes de que yo pudiera hacerlo y empezó a hacer cada vez más frío. Sophie y yo nos acercamos, intentando mantener el calor, pero la temperatura bajó tanto que la arena parecía nieve.

    – [b]Veo vuestra oscuridad.[/b] – dijo una voz lejana. La sombra volvió a aparecer. Recordaba que Anubis tradicionalmente era una figura masculina con cabeza de perro, pero ésta sombra tenía rasgos femeninos.

    Busqué la mano de Sophie pero ella no reaccionó, parecía estar enfrentándose a algo en su propia mente. Algo que no tardó en sucederme a mí también. Caí de rodillas y noté que arrancaban una parte de mí. Pronto, tuve los ojos del leopardo mirándome frente a frente, con su piel nívea casi resplandeciendo bajo la luna.

    Me aparté y el leopardo me observó. Sophie se abrazó a sí misma, sumida en su visión, ajena al peligro real que la rodeaba. Traté de acercarme a la bestia y recibí un zarpazo de advertencia.

    Tenía que girarme, desviar su atención de Sophie. Justo en ese momento, ella abrió los ojos y sentí que el poder al que nos enfrentábamos retrocedía un poco.  Pero el leopardo seguía allí, así que le pedí a Sophie que echara a correr.

    Un error, movido por el miedo, el leopardo fue tras ella, mucho más rápido. Maldije, no tenía tiempo de pensar en ninguna solución lógica, solo podía moverme por instinto, así que me interpuse entre ellos y enfrenté al leopardo. Fuera o dentro, éramos uno solo, con eso en mente conseguí que se detuviera y volviera a mí.

    – [b]Todos tenemos oscuridad dentro. Lo importante es equilibrarla.[/b] – dijo de nuevo la voz. Ahora parecía diferente, más serena, menos acechante.

    Frente a nosotros se abrió un portal y, cogidos de la mano, lo cruzamos.

    El frío dio paso a una húmeda y fresca brisa, que por el contraste, resultaba incluso cálida, agradable. Al fondo, como el recuerdo de otros tiempos, estaba la nave estrellada.

  • CATALIZADOR

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

     

    Mi madre siempre contaba que ella toda la vida se había tenido por una mujer de ciencia criada en un entorno en el que la fe era un pilar fundamental. Sin embargo, su forma de pensar cambió cuando fue convertida en vampiresa y vio toda serie de cosas inexplicables hasta el momento, incluso siéndole concedida una cura. Desde ese momento, nos decía, había vuelto a colgarse la cruz al cuello y aceptado ambas facetas de su vida.

    Mi hermano Idris llevaba al cuello una cadena de plata que le habían regalado los abuelos, pero tenía más fe en sí mismo que en otras cosas. Mi padre tenía su propia fe, una cuyos símbolos estaban perdidos en su mundo, más cercana a la parte que mucha gente desconoce del islam, la que no es raíz de fundamentalismos ni guerras absurdas.

    Y yo por mi parte, había salido a mi madre, aunque mi fe era un poco menos esperanzadora. No contaba con milagros ni cambios radicales distintos a los que yo mismo hiciera. Creía en algo que nos protegía y nos permitía seguir siendo relativamente libres. Y quizá ahora, viendo la oscuridad que crecía en todas partes, creía aún más.

    Pero mis esperanzas siempre habían sido un punto débil, me consideraba realista aunque quizá con perspectiva habrían podido llamarme pesimista. Cuando llegamos de nuevo a Karnak, solos Sophie y yo, buscamos formas de regresar con el resto. Tras semanas sin conseguir contactar con nadie, con las esferas como piedras inertes y sin ningún portal funcionando, me conformé, arrastrando a Sophie conmigo.

    Era cierto que una parte de la vida que llevábamos allí era agradable, teníamos tiempo para estar a solas, la gente que nos había acogido en aquella pequeña ciudad a orillas del Nilo nos trataba como dioses y hacíamos una labor curando a personas día tras día. Estaba claro que echaba de menos otras comodidades de la Tierra o incluso de la Nave, y también a los demás, a mis padres, a mi hermano…

    Aún así, hasta aquella mañana, nos conformamos.

    Amaneció como cualquier otro día. Me levanté de la cama con Sophie aún durmiendo al lado y preparé un desayuno para los dos con algunas frutas que nos había traído un paciente. Después de desayunar Sophie fue a darse un baño en un pequeño estanque artificial que habíamos formado cerca del río. Estaba protegido de las miradas en cierto modo, pero los habitantes nos tenían tanto respeto que no se acercaban por allí. Habíamos pasado muchas tardes divertidas en ese estanque.

    Tenía una visita temprano, así que no pude acompañarla para empezar el día con energía. En la visita había una mujer, tenía constitución delgada y la piel blanquecina por el dolor o la fiebre.

    – [Mike]Buenos días, soy Michael.[/Mike] – empecé a decir, gracias al traductor que me había llevado a la última misión. Lo había guardado cuando los demás la habían dado por finalizada. Una desgracia con suerte.

    La muchacha me miró, parecía un pajarillo asustado, salvo en los ojos, sus ojos irradiaban algo. Me acerqué despacio para no asustarla, pero de pronto ella se abalanzó sobre mí y me puso la mano en la frente.

    Una sucesión de imágenes se precipitó como una cascada en mi mente. No era capaz de procesar lo que estaba viendo, pero era como si ya lo hubiera visto. Antailtire enviado al Vacío tras el sacrificio de los Daë, una oscuridad saliendo de su cárcel en Dyavol y alcanzando todos los mundos, esferas que se apagaban, debilitadas como el poder de los Daesdi contra esa oscuridad y separados, repartidos por el Cúmulo, nosotros. Y los mundos aún tenían una luz, un viejo portal del que surgían todos los demás, protegidos por criaturas míticas.

    Me llevé una mano a la frente y me aparté de la joven, que ya parecía más tranquila, recuperando su tono cobrizo natural. Parecía confusa, o cohibida ahora que se había liberado de esa carga. Tras un rápido vistazo la mandé marchar y me senté, abatido. Estaban vivos, todo este tiempo lo habían estado.

    Me esforcé en recuperarme y salí en busca de Sophie, dándole vueltas a cómo decirle lo que había descubierto y pensando en cómo enfrentarnos al Perro.

  • Y SI NOS QUEDAMOS AQUI PARA SIEMPRE

    Sophie – Karnak

    Mañana

    Tres meses habían pasado desde que el vórtice nos escupió a Mike y a mí en esta suerte de Antiguo Egipto. Podría haber sido mucho peor, me decía cada día al despertarme con el alba. Al menos, tenía lo tenía a mi lado y estábamos bien valorados en los estamentos arcaicos de esta sociedad. Él era lo más parecido a un médico de la época, que además era venerado como un pseudo Dios por su forma de pantera y yo me las ingenié para hacerle creer a todo el mundo que dominaba las aguas. En una época sin Infinity era fácil organizar una farsa lo bastante creíble como para tirar adelante una temporada.

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  • MAGIA DEL AGUA

    Sophie – Dyavol

    Noche

    De pronto, el caos. Montones de refugiados corrían en dirección al barco. Era, con toda probabilidad, su única esperanza. Estaba cansada. Sin ser la mayor fan de mi islita, empezaba a echarla de menos. Su ritmo pausado, la ausencia de enfermedades y ¿por qué no?, el saber que no podía pasarnos nada porque no existíamos de manera oficial.

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  • PULSIÓN

    MIKE SOLO-NOVAK

    DYAVOL – NOCHE

    Divisé las gaviotas en el horizonte después de que alguien en el barco gritase «Tierra a la vista». Ni mi visión agudizada gracias al felino que convivía conmigo me habían permitido adelantarme a alguien con la experiencia de decenas de travesías como aquellas.

    Tras el ataque del barco fantasma, Francis y su tripulación habían limpiado la cubierta de cuerpos, casi todos de los «corruptos» como les llamaban, pero también tenían que entregar al mar a dos de los suyos.

    Sophie entonó una preciosa canción mientras les devolvían al mar. La observé mientras lo hacía, con una voz que parecía pertenecer al mar por cómo reverberaba contra sus olas y una melodía que surgía de lo más profundo de su corazón. Caitriona había despertado su herencia de sirena y aunque para ella fuese algo nuevo, era parte de sí misma desde que había nacido, reprimida por alguna magia. Quién sabía lo que eso podría haberle hecho, sentir toda tu vida que te falta algo que ni siquiera recuerdas. Era una suerte que Sophie fuera tan resiliente.

    Mientras el rostro de la mujer pirata se unía al hombre que habían sumergido antes, sentí una pulsión que apenas recordaba ya. Mi madre y yo nos habíamos realizado varias pruebas para comprobar si nuestra resistencia a los «simbiontes» eran algo físico o se movían en el plano espiritual. No habíamos obtenido nada concluyente, pero también era cierto que la medicina en ese ámbito no era nada avanzada, no teníamos forma aún de diferenciar con ninguna prueba no visual si alguien tenía poderes o no. En ocasiones, los poderes eran un vestigio de un pasado de sangre híbrida con otros sobrenaturales y ahí sí que había genes patentes, pero en otros era una pura mutación familiar de la que todavía no teníamos una teoría firme para establecer patrones.

    Sea como fuere, algo en mi, que había heredado de mi madre, me hacía resistir la tentación del felino de salir con libertad y arrasar con todo a su paso cada noche. Pero en aquél mundo tenebroso, bajo la luz de la Luna, la llamada era más potente. Percibía esa oscuridad de la que nos habían hablado y que devoraba ese mundo llamándome, instándome a desatar todos mis impulsos.

    Apreté la baranda de madera entre mis manos y fijé la vista en el agua para calmarme. Al llegar a tierra podríamos descansar y con algo de suerte, al estar reducido este mundo a poco más que una isla de supervivientes, encontraríamos rápido al último Daë del Cúmulo y nos alejaríamos de la influencia de ese diablo corruptor.

    Una mano pequeña pero firme, de dedos largos, presionó contra mi hombro. Me giré para ver a Sophie con una sonrisa que esperaba antes de girarme. Si lo que solían decir de que los opuestos se atraen era cierto, eso explicaba la electricidad que resonaba entre ella y yo. Ella siempre sonreía y yo casi siempre estaba serio.

    Fui consciente en exceso de cada uno de sus movimientos al ponerse a mi lado y apoyarse en la barandilla. El felino en mí estaba haciendo que mi visión fuera más animal que humana. Ellos percibían menos el color y a cambio, eso les permitía centrarse en el movimiento, tal y como me estaba ocurriendo.

    Como si ella lo supiera, posó su mano sobre la mía. Fui consciente de pronto de lo frías que se habían quedado las mías al haberlas mantenido aferrando la madera. Las suyas sin embargo eran cálidas y me hicieron recordar la calidez de su cuerpo bajo el tenue sol en la playa de Viltis.

    Intenté pensar en otra cosa, había demasiados problemas como para dejarse llevar por el hedonismo. Owen había resultado herido y su cura era algo que escapaba a mis conocimientos, aunque no habría sido así si hubiera aceptado el faustiano trato de Caitriona. Claro que para poder ayudar a Owen aún habiendo aceptado eso, habría tenido que matar antes a otro aesir, quizá incluso a un aesir ya infectado con la licantropía.

    No había tiempo de lamentarse, tenía que hacer todo lo que estuviera en mi mano para ayudarle y evitar su desenlace, pero la ausencia de información era una lacra. Solo sabíamos lo que los Moondies habían visto en un Daniel Arkkan aquejado por la misma enfermedad, en una realidad alternativa que no llegó a ser la nuestra. Eso y retazos perdidos en el folklore.

    – [Sophie]Pareces más serio que de costumbre, mi niño.[/Sophie] – Sophie cambió el silencio que había entre nosotros por el inicio de una conversación que carecía de presión. Resultaba natural hablar con ella, apetecible.

    – [Mike]Es este mundo, la noche. Lo de Owen…[/Mike] – comenté. Muchas cosas malas y poco control sobre ellas.

    – [Sophie]¿Lo superará?[/Sophie] – preguntó. La miré a los ojos, sopesando las opciones. Estaba acostumbrado a la idea preconcebida de que tendría que decir la fría verdad a mis pacientes y sus familias, pero había algo en los ojos de Sophie que me hacía rechazar esa dura realidad. Y a la vez, también rechazaba mentirle.

    – [Mike]Se curará de la herida pronto, pero después empezará a afectarle, a debilitarle.[/Mike] – expliqué. A efectos prácticos se comportaba como una enfermedad autoinmune, la genética aesir luchaba contra el virus de la licantropía y el cuerpo sufría siendo ese campo de guerra.

    – [Sophie]Ya, pero para eso somos Daë.[/Sophie] – me recordó. Aquella palabra, Daë, para nosotros sinónimo de héroes y heroínas de leyenda, de nuestros padres y madres. Yo quería cambiar el mundo, salvar a las personas, pero no me había imaginado haciéndolo así.

    Saqué el crucifijo de plata que llevaba en una cadena, pegado contra el cuerpo. El vial vacío del brebaje que había curado el vampirismo de mi madre tintineó colgado a su lado. – [Mike]Soy hijo de una vampiresa, supongo que tenemos que ser positivos.[/Mike] – pensé, tratando de ser positivo, aunque solo fuese por ella. Se había curado de vampirismo como consecuencia de ser una Daë, pero luego había sido convertida en licántropa y de eso no había encontrado cura.

    Ella asintió. Miré su mano sobre la barandilla. – [Sophie]Saldremos de esta.[/Sophie] – dijo. Alcé la vista hacia sus labios cuando los movía para dejar pasar su melodiosa voz. Un mechón rosado ondeaba con el viento acariciando su labio inferior.

    Coloqué mi mano sobre la suya y sonreí. Ante lo inevitable, solo podemos confiar en nuestra voluntad para sobreponernos a las dificultades.

  • DOCTOR AMOR

    Sophie – Kvasir

    Mañana

    Era por la mañana tempranito cuando me encontré con Mike en la cocina. Yo estaba apoyada en la isla de la cocina desayunando unas tostadas con crema de cacahuete, fresas, plátanos y arándanos, además de un zumo de naranja. Aún no me había arreglado y llevaba un pijama de pantalón corto y camiseta de tirantes con flores.- [Sophie]Mike, mi niño, me gusta cómo llevas el pelo.[/Sophie]- dije a modo de saludo y pedí permiso para tocarle el cabello. Me gustaban sus rizos y la forma en que se lo peinaba. Aquel día, además, estaba especialmente guapo con un sencillo pantalón de deporte en color claro y una camiseta de un tono similar.

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