Jane – Cafetería
Mañana
Tenía tantas ganas de ir a clase de Cálculo como de que me sacaran los ojos con una cucharilla de café, así que cuando me levanté y vi que mi padre había dejado el sofá con las sábanas sin guardar y las persianas bajadas, pensé que tener que recoger la casa era una excusa tan buena como cualquier otra. No tardé mucho en dejarlo todo como los chorros del oro, porque algo bueno tenía que tener vivir los fines de semana en el diminuto apartamento de tu padre, que ahora dedicaba su vida a creer que tenía veinte años y a irse de caza por las noches con Sasha, la tercera rueda de los padres de Ellie. No sería yo la que juzgase aquel despropósito amoroso y sexual que debían tener, porque al menos sus hijos (una de ellos) no eran el maldito desastre emocional que éramos los Williams, pero vamos, que lo de intimar a tres bandas no era lo mío. Ahora que lo pienso, ni a tres bandas ni a ninguna, porque tenía la misma tara que mi madre y como no contratase a alguno que le fuese el sado, la llevaba bien clarita.