Moondale

Etiqueta: Pobre Jane

  • DOLOR EN EL ALMA

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Me levanté de la cama, incapaz de dormir más. Por mucho tiempo que pasara en aquél camastro, que era mucho teniendo en cuenta que no tenía nada más que hacer que esperar a que Jane se recuperase del todo, no conseguía descansar.

    Los días pasaban con monotonía, uno tras otro, Caitriona se encargaba de la comida, Jane pasaba cada vez más tiempo despierta y descansada, con apenas restos de la herida y el veneno que le habían costado la vida.

    Decidí salir al bosque a caminar un poco. No me sentía con energías para correr y pensé que la naturaleza ayudaría a mi ánimo. Pero nada iba a hacerlo. Pese a que en la Tierra me habrían diagnosticado como alguien con un trastorno depresivo, la realidad era que lo que me ocurría iba más allá, saltándose cualquier control que pudiera creer tener sobre ello.

    Aquél bosque era un lugar pacífico en apariencia, fue una de las sorpresas que me llevé esperando que la oscuridad de los pactos de la bruja se manifestase en más formas. Sin embargo allí había tranquilidad, animales tranquilos que vivían del bosque sin depredadores que les molestaran. Desde que me había dado permiso y su magia me había permitido caminar por el exterior, lo había recorrido cada día, tratando de poner orden a mis pensamientos y la magnitud de mi decisión.

    Al terminar hice el mismo camino que cada día, de vuelta a la cabaña de Jane para ver cómo se encontraba. Después de enfrentarme a mis propios pensamientos a solas durante más de una hora, ver lo que el sacrificio había conseguido me daba un pequeño rayo de esperanza.

    – [Xander]¿Cómo te encuentras?[/Xander] – pregunté, consciente de su mirada sobre mí. Había notado mi cansancio desde el principio y demostrando que era la misma de siempre, se había preocupado desde el minuto cero.

    – [Jane]Cansada.[/Jane]- admitió, pero se veía más enérgica. Cada día que pasaba más fuerte se volvía. Probablemente su cansancio se debía a su propia preocupación, pensaba demasiado sobre lo que había pasado.

    – [Xander]Estabas muy malherida.[/Xander] – repetí. Había decidido ceñirme a la historia más cercana a la realidad posible, evitándole eso sí la crudeza de la verdad. Su muerte, el precio que yo había pagado para traerla de vuelta. Un precio más que merecido, solo con estar en esa misma habitación comenzaba a sentirme con más fuerzas. No sabía si se debía a encontrarme cerca de mi alma o a lo que siempre había sentido por ella.

    – [Jane]No recuerdo nada.[/Jane]- lfrunció el ceño, como si hubiera tratado de volver a ese día una y otra vez. – [Jane]¿Tú cómo estás?[/Jane] – preguntó, alzando la vista hacia mí. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, no pude evitar sonreír.

    – [Xander]Bien.[/Xander] – mentí. Sentí su calidez irradiarme y traté de evitar mirarla fijamente. – [Xander]Tengo buenas noticias.[/Xander] – añadí, intentando desviar la conversación. Pero esa parte era cierta, había tenido un cambio de rutina en mi paseo matinal, una llamada inesperada.

    – [Jane]Qué mal mientes.[/Jane]- me conocía demasiado bien. Arrugó la frente y se incorporó en la cama, quedándose sentada. – [Jane]A ver, cuéntame.[/Jane] – pidió, poniendo una mano en la cama a su lado, invitándome a sentarme.

    En cuanto lo hice y noté el calor de su cuerpo, me sentí directamente atraído. Reconocía la sensación, Jane era todo para mí desde hacía mucho, pero había algo nuevo. Mi alma y mi cuerpo pugnaban por volver a ser uno, notaba esa pulsión.

    – [Xander]Están bien, están perdidos por el Cúmulo, como nosotros, pero a salvo.[/Xander] – suspiré de alivio, contárselo era como admitir que después de todo el horror aún quedaba esperanza. La primera noche aquí, tras aceptar el trato y ver que Jane vivía, la tensión había desaparecido y la realidad de que habíamos perdido contacto con todos los demás me había asaltado. No había dormido, tratando de hablar con cualquiera, preguntándome qué les habría pasado, luchando con cada pensamiento negativo que amenazaba con hacerme creer que lo peor había ocurrido.

    – [Jane]¿Esto es en serio? Porque estás tan decaído que parece que se ha muerto todo el mundo y no me lo quieres decir.[/Jane] – no había dudado ni un momento que ella había debatido también con todos esos pensamientos, en su caso, con más fuerza.

    – [Xander]Es cansancio, estaba preocupado por ti y por los demás.[/Xander] – respondí tratando de animarla. Cansancio y que mi alma estuviera con ella. Caitriona había resumido muy bien los peligros, como si de un cuento se tratase. Si mi amor nunca era correspondido, acabaría convertido en un muerto en vida. Un ser sin alma, sin ilusión, sin ganas de vivir. – [Xander]Esa oscuridad de Dyavol ha salido hacia el resto de mundos, por eso no podemos comunicarnos, pero Laura sí por su trato.[/Xander] – esa oscuridad corruptora tenía un nombre que guardaba un oscuro recuerdo familiar. Un retazo de ella había matado a mi madre en las Pruebas y ahora nos enfrentábamos al ser completo, una entidad superior de la corrupción a la que solo Antailtire con su magia había podido contener dentro de Dyavol. ¿De verdad habíamos hecho bien desterrando al hechicero? Quizá habíamos condenado a todo el Cúmulo ante un poder que había anulado hasta a los Daesdi, haciéndonos incapaz de comunicarnos.

    – [Jane]¿Laura se está redimiendo? Me alegro por ella.[/Jane] – dijo con sinceridad. El trato que había hecho con Caitriona nos estaba resultando útil ahora. A cambio de su posición para Ezequiel la había enviado de vuelta y le había dado una forma de comunicarse con nosotros que aún estaba por encima del control de Chernobog.

    – [Xander]Esta trabajando con nuestros padres y madres.[/Xander] – supuse que recordar que teníamos un hogar al que volver la animaría. A mí sin duda me había reconfortado la idea de volver a verles algún día, después de tanto sufrimiento. – [Xander]En cada mundo queda un portal activo, protegido por un guardián.[/Xander] – cada uno de aquellos mundos estaba en sincronía con dos entidades superiores, seres que luego habían inspirado los zodiacos occidental y asiático. Nuestra vuelta a casa se ponía cada vez más difícil.

    – [Jane]¿Vamos a por el nuestro?[/Jane]- trató de incorporarse con su fuerza habitual, pero pareció sentirse débil y reaccioné por instinto para recogerla, pero no fue necesario. Ella me sonrió y por un instante pareció que nada había cambiado.

    – [Xander]Jane, ya has dado mucho. Podemos pedir a Caitriona un trato como el de Laura.[/Xander] – era una apuesta con pocas esperanzas teniendo en cuenta que ya tenía más de lo que podía sacar de mí, pero quizá quisiera aún nuestros puestos.

    – [Jane]Ni se te ocurra.[/Jane] – sentenció ella. Jane había dejado su postura sobre los tratos desde el principio. Me había escudado en eso para no entrar en detalles de cómo había convencido a Caitriona de curarla. Me juzgaría por hacer un trato con ella simplemente. Y la verdad nunca podría contársela. – [Jane]Soy una Daë y los Daë no dejan su misión a medias.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Jane, has estado al borde de la muerte.[/Xander] – repliqué mirándola frente a frente. Estaba tan cerca que percibía el tenue aroma a fresas que había quedado en su piel tras usar mucho tiempo la misma colonia. Desde el trato mis sentidos cerca de ella estaban mucho más agudos. Me pregunté si era así cómo se sentían los licántropos cerca de las personas que les gustaban. Para mí era una dificultad añadida.

    – [Jane]El que parece que se va a morir eres tú.[/Jane] – replicó, mirándome bajo los ojos, donde probablemente tuviera unas ojeras bastante evidentes.

    – [Xander]No te preocupes, estaré mejor cuando todo esto pase.[/Xander] – fingí que todo se debía al impacto emocional de lo que le había pasado, algo que tampoco estaba muy alejado de la realidad.

    – [Jane]Cuéntame ya lo que ha pasado.[/Jane] – insistió una vez más.

    – [Xander]Un soldado de Antailtire te disparó una bala de veneno mágico.[/Xander] – dije aparentando estar tranquilo. – [Xander]Te traje aquí hay Caitriona te salvó.[/Xander] – resumí. Parte de verdad, parte de mentira. Cada vez que lo hacía temía lo que mi propia boca soltara para evitar que se enfadase, sin embargo cada mentira me hacía sentirme más alejado y consciente de que ella sabía que estaba mintiendo.

    – [Cait]No creo que esto sea lo único que lo tienes que contar.[/Cait]- Caitriona irrumpió en la cabaña sin llamar. Fruncí el ceño, venía a ponerme la situación difícil, seguramente porque mi sufrimiento alimentaba a su benefactor.

    – [Xander]Mi tío ha dicho que el guardián de este mundo es un dragón, así que va a ser difícil.[/Xander] – desvié el tema.

    Jane frunció el ceño, observándome. Ella mejor que nadie sabía que mi infancia había estado marcada por ser un adorador de los dragones, casi tanto como mi primo Noah con los dinosaurios.

    – [Cait]Eres un mentirosillo, Xander.[/Cait]- replicó la bruja, colocando la comida en una mesa de madera que había brotado del suelo. Todos los platos eran apetecibles, pero cada vez que iba a probar bocado me sentía como en Hansel y Gretel, o como si la comida se fuera a convertir en tierra de un segundo a otro. Ayudé a una ceñuda Jane a sentarse. Tocar su piel fue como una corriente eléctrica.

    Jane no dejaba de fulminarme con la mirada, no iba a dejar pasar las implicaciones de lo que Caitriona estaba diciendo. – [Xander]Hice un trato con ella.[/Xander] – admití finalmente. Suspiré, llevaba días evitando confesarlo. – [Xander]A cambio de curarte.[/Xander] – aclaré sin atreverme a mirarla a la cara.

    – [Jane]¿QUÉ?[/Jane] – gritó. Notaba el enfado y la decepción que pronto vendría y sentí un dolor agudo en el corazón.

    – [Xander]No es grave. Me dio parte de tu dolor, por eso he dormido peor y estoy cansado.[/Xander] – mentí. No quería acostumbrarme a hacerlo, especialmente a ella. Habría querido contarle la verdad cada día de nuestras vidas, pero en este caso, no podía.

    Un plato se hizo añicos en el suelo.- [Cait]Perdón.[/Cait] – mintió Caitriona, mirándome de reojo. Contuve mi enfado, lo importante era que Jane no diera demasiadas vueltas a lo que había pasado.

    – [Jane]Eso ya lo hizo Vera con Laura. Invéntate algo mejor.[/Jane]- replicó Jane, dejar de mirarme. Era como si pudiera leerme el pensamiento, quizá el trato había cambiado algo, aunque seguía pudiendo tocarla. Quizá era de Caitriona de quien captaba algo, aunque dudaba que la bruja se lo permitiera.

    – [Xander]No tiene importancia.[/Xander] – respondí, esperando que pudiéramos dejarlo pasar. – [Xander]Será mejor que nos centremos en el dragón.[/Xander] – sugerí. Ninguno estábamos en muy buena forma como para enfrentar eso. – [Xander]¿Sabes algo de eso?[/Xander] – pregunté, esperando que Caitriona nos diera algo de información útil después de hacerme pasar tantos apuros.

    – [Cait]No.[/Cait]- dijo sin pensarlo mucho.- [Cait]¿Qué iba yo a saber de un dragón?[/Cait] añadió. Algo me hizo pensar que sí sabía más de lo que decía, pero entonces señaló la comida.

    Serví a Jane consiguiendo a duras penas que me dirigiera la palabra para decirme qué quería. No podía dejar pasar lo que le ocultaba.

    – [Xander]Eres de este mundo, eres una…¿bruja? ¿hada?… con tu propio plano y alguien que te da poder.[/Xander] – insistí, esperando que obtener respuestas de Caitriona solucionaría algo.

    – [Cait]Yo no estoy aquí para sacaros las castañas del fuego.[/Cait]- comentó despreocupada.- [Cait]Estoy aquí para hacer tratos. Como el que he hecho contigo.[/Cait] – volvió a sacar el tema. Si no fuera por Jane me habría levantado y me habría marchado. Todo mi cuerpo pedía estar solo en ese momento, así no tendría que mentir, no tendría que sentirme mal por no haber conseguido volver con el resto, volver a salvo a casa.

    – [Xander]Uno de ellos era nuestro lugar como Daë, ¿por qué?[/Xander] – algo tenía que sacar de ello.  Laura lo había dejado, pero Ezequiel había entrado, ¿tanto sufrimiento sacaba de ello?

    – [Cait]Porque me apetecía.[/Cait]- probé un poco del estofado de verduras al ver que no ponía intención de responder. Jane nos miraba alternativamente entre bocado y bocado, visiblemente molesta, en especial conmigo.

    – [Xander]Cuando te encuentres bien podemos irnos, no te apresures.[/Xander] – dije tratando de infundirle calma. No quería que se culpara por no haberse recuperado del todo.

    Jane sonrió y empezó a comer, pero no necesitaba telepatía para saber que esa sonrisa era forzada, como la de Eowyn, la perra devoradora de comida de mi tía Cara, cuando tiene ganas de vomitar.- [Jane]Está muy bueno. Gracias por la comida.[/Jane] – aclaró, siempre con las buenas formas en mente.

    Alcé una ceja, estaba a punto de vomitar las palabras con las que ya se estaba atragantando.

    – [Cait]¿Crees que ha valido la pena lo que has dado?[/Cait]- susurró Caitriona. Sentí que enrojecía, por muy bajo que hubiese hablado, aquella sala era muy pequeña.

    Le devolví una mirada furiosa. – [Xander]Si.[/Xander] – sentencié. No iba a darle más detalles, los sufrimientos que tuviera que pasar merecían la pena, pero no iba a darle el gusto a su benefactor o benefactora de alimentarse de ellos.

    – [Cait]Curioso.[/Cait]- comentó. Parecía intrigada por mi decisión desde el principio, como si nunca hubiera llegado a creerse que aceptaría el trato y aún estuviese esperando verme suplicar por anularlo.- [Cait]Está bueno. Come, no te voy a envenenar. Ya tengo lo que quería de ti.[/Cait] – puntualizó. Ésta vez Jane la había escuchado seguro, porque había alzado la vista.

    – [Xander]¿Nunca haces nada que no sea por un trato?[/Xander] – pregunté, observando esos ojos oscuros buscando en ellos la raíz de cómo había llegado a ser quién era. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no le importase. Cuanto más inhumana pretendía ser en sus tratos, más me hacía pensar que todo era una actuación.

    Un súbito golpe en la mesa hizo que mi comida casi cayera del plato. Jane estaba furiosa.

    – [Jane]QUIERO QUE ME DIGÁIS QUÉ ES LO QUE HABÉIS TRAMADO.[/Jane] – exigió, elevando la voz seguramente más de lo que pretendía.

    Tardé unos segundos en recomponerme y ceñirme a la misma historia básica. – [Xander]Jane, te lo he dicho, te dispararon, estabas grave, hice un trato y te curó.[/Xander]

    – [Jane]¿QUÉ-TRATO?[/Jane] – insistió. Aquello no estaba funcionando, Jane me conocía demasiado bien, teníamos una conexión que iba más allá de las palabras, por cursi que sonase. Era consciente de que yo había sacrificado algo, algo que no le estaba contando, así que decidí darle un sacrificio.

    – [Xander]Un mes de vida menos.[/Xander] – dije evitando mirarla a los ojos.

    Jane se levantó de la mesa airada y salió al exterior. Caitriona me miraba, tenía miedo a enfrentarme de nuevo a una Jane enfadada conmigo, una Jane que podía volver a dejar de hablarme durante años, quizá para siempre, mientras yo me marchitaba convirtiéndome en poco más que un zombie.

    – [Cait]Si no fuera un ser maligno incapaz de sentir pena: ahora mismo me la darías.[/Cait] – una vez más supe que mentía. Quizá esa vez más que nunca.

    Me puse en pie y suspiré profundamente antes de salir al exterior. – [Xander]Jane…[/Xander] – la llamé al verla. Ella estaba de espaldas, cruzada de brazos.

    – [Xander]Jane por favor.[/Xander] – le pedí, sintiendo que no tenía energías para eso, solo para irme a la cama y rezar porque mañana fuese mejor y si no, volver a dormir. Al menos en los sueños no pasaban cosas malas.

    – [Jane]Me estás mintiendo.[/Jane] – dijo ahora con la voz calmada. Era peor así, una ira apagada, fría, una decepción.

    – [Xander]Lo importante es que estás a salvo.[/Xander] – busqué su complicidad, que entendiese que lo que había hecho lo había hecho por su bien y no cuestionara lo que a mi me hubiera costado. Pero con Jane eso no iba a funcionar.

    – [Jane]No.[/Jane]- replicó, como si contestase a mis pensamientos.- [Jane]Dime qué has hecho. Caitriona es MALA. Es una bruja que vive en una cabaña en el bosque: ¿nunca te han contado ningún cuento? No te fíes de la bruja que vive en una cabaña en el bosque. JAMÁS.[/Jane] – el origen de sus tratos no era bueno, pero Caitriona se empeñaba tanto en dejar claro que era mala, que cada vez lo dudaba más.

    – [Xander]No había opción. Tu vida corría peligro.[/Xander] – casi todos nosotros habríamos decidido lo mismo. Ella también si hubiera estado en mi lugar.

    – [Jane]La opción era dejarme morir si era eso lo que tenía que pasar.[/Jane] – solo escuchar esas palabras hacía que el vello de mi brazo se erizase, recordando su piel fría, su cuerpo inmóvil y sus ojos perdidos en el infinito.

    – [Xander]Nunca.[/Xander]

    – [Jane]¿Qué le has dado?[/Jane] – pidió, con los ojos llorosos. Estaba viendo la verdad en mí, la tenía delante de sí misma pero aún no podía creerla.

    – [Xander]No puedo decírtelo.[/Xander] – me temblaban las piernas, como si ya no pudieran sostenerme ni a mí ni al peso que llevaba.

    – [Jane]Dímelo. Por favor.[/Jane] – rogó.

    – [Xander]No puedo, no quiero que eso cambie todo.[/Xander] – si abría esa puerta, Jane podría no perdonárselo nunca, o investigar y creer que tenía la obligación de estar conmigo para que no perdiera toda conexión con mi alma.

    – [Jane]Ya lo has cambiado todo.[/Jane] – esas palabras cayeron como una losa.

    – [Xander]No podía arriesgarme a perderte.[/Xander] – dije, a medio camino entre hablando con ella y conmigo mismo.

    – [Jane]Otra vez.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Otra vez.[/Xander] – confirmé. Ya había tenido suficiente vacío de Jane en mi vida.

    – [Jane]Dime qué le has dado. Te lo pido por favor.[/Jane] – insistió. No iba a rendirse.

    – [Xander]Lo que hacía falta para traerte de vuelta.[/Xander] – el miedo a perderla hizo que hablase de más, me di cuenta en el mismo instante en el que las palabras salían de mi boca.

    – [Jane]¿DE VUELTA?[/Jane] – dio un paso hacia atrás, asustada.- [Jane]No…no…[/Jane] – ya no había marcha atrás, no podía esconderle que había muerto.

    – [Xander]El veneno era mortal. Por eso nos traje aquí con ella.[/Xander] – aclaré mientras ella echaba a correr hacia la cabaña y cerraba la puerta tras de sí.

    No me atreví a seguirla, me quedé allí fuera, con un frío que me calaba los huesos cada vez más, hasta que mis dedos estuvieron entumecidos. Incluso entonces, no me moví, no encontraba el deseo, no encontraba las ganas de hacer nada por mí.

    – [Cait]¿Y cuál es la lección que hemos aprendido hoy? No le des tu alma a nadie.[/Cait] – preguntó Caitriona, sacándome de mi trance. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni siquiera me importaba. Me asusté, quizá eso era no tener alma, quizá iría a más hasta que un día no volviese.

    – [Xander]No me arrepiento.[/Xander] – repetí. Incluso si acababa mis días convertido en una mera sombra de mí mismo.

    Al menos Jane estaba viva y los demás también. Reuniría lo que me quedaba de fuerzas para llevarlos a todos de vuelta a casa y lo que tuviera que pasar después lo afrontaría en paz. Hasta entonces, me alimentaría del deseo de volver a verles a todos juntos una vez más, de volver a abrazar a mi hermana, a mis primos y primas, de ver a mis madres y padre, a todos los que me importaban.

    Caitriona me observó mientras me iba a mi cabaña.

  • CONFIANZA

    XANDER ECHOLLS

    MEDIODÍA – LA KVASIR

    Mis pisadas resonaron en el pasillo vacío que conducía a la segunda entrada de la nave, ahora activa gracias a haberla conseguido levantar de la tierra.

    A lo largo de la mañana había visto a varias personas cruzarse y en cuanto supe que sus conversaciones eran privadas, solucionando asuntos entre ellos y ellas, había ido alejándome, sin saber muy bien que hacer salvo no molestar. Hasta que al final había pensado dirigirme hacia el exterior y tomar un poco de aire fresco mientras seguía mis rutinas de tai chi, pero cuando iba a cruzar la puerta vi que alguien entraba por ella.

    — [Xander]No esperaba encontrarte aquí.[/Xander] — dije al ver la silueta de una mujer cuyo rostro no estaba acostumbrado a ver, pero que reconocía perfectamente por el contexto de llegar cargada de bolsas, con una ropa que no estaba hecha para fundirse con el entorno, salvo en Louna quizá.

    — [Lexie]Vengo cargada, así que agradecería menos charla y más ayuda.[/Lexie] — respondió, cambiando en un parpadeo a su aspecto original. La primera vez que la vi regresar de la ciudad me sorprendí, pero ahora yo, al igual que la mayoría, me había acostumbrado a que usara una de sus otras caras para ir allí fuera. Me tendió una bolsa y una mochila, tenía bastante fuerza pese a no alardear de ella.

    — [Xander]No sé cómo consigues todo esto. Yo sólo encontré negativas y miradas raras.[/Xander] — recordé mientras caminábamos hacia la cocina. Teníamos un almacén, pero al final todo lo de «uso rápido» acababa ahora en la cocina. Al principio, cuando Lexie consiguió mantas y otros objetos de necesidad, sí que los llevábamos al almacén, donde se quedaban los que no usábamos, pero ahora ya era casi siempre comida y algún que otro capricho ocasional.

    — [Lexie]No te lo voy a contar.[/Lexie] — replicó ella tendiéndome una bolsa más con cara de picardía.

    Me encogí de hombros, había verdades ocultas en la naturaleza de cada ser y una de las de Lexie es que no conseguirías que te contara algo que no quería. — [Xander]Un misterio más. Pero gracias, no tendríamos casi nada de no ser por ti[/Xander]. — admití. Pese a todo lo malo que sufríamos aquí, trataba de centrarme en los pequeños milagros que conseguíamos estando unidos. Lexie, pese a sus quejas, era un pilar fundamental de nuestro ecosistema.

    — [Lexie]Es que si te lo cuento te va a parecer mal.[/Lexie] — comentó, cruzando el umbral de la puerta la primera.

    — [Xander]Tengo algunas ideas y mejor no me lo cuentes, sí.[/Xander] — sonreí, era un intento de broma.

    — [Lexie]A ver si te crees que me dedico a la extorsión, colega.[/Lexie] — replicó ella alzando una ceja, mientras depositaba las bolsas.

    — [Xander]No, no. Pero tus poderes dan mucho margen.[/Xander] — aclaré. Con sus ilusiones podía conseguir lo que quisiera, solo tenía que plantarse en la ciudad y hacer que vieran cualquier cosa mientras ella cogía lo que necesitara.

    Al ver que ella no se lo había tomado mal, empecé a sacar las cosas de las bolsas. El olor de la fruta fresca me inundó las fosas nasales.

    — [Lexie]Le he hecho creer a la gente del mercado que soy una tía importante.[/Lexie] — dijo mientras sacaba un par de cajas con unos bollos que olían a reciente. La miré, arrepentido de haberle sacado un tema del que no le apetecía hablar y que al final se había visto forzada a aclarar.

    — [Xander]Y te regalan la comida ¿no?[/Xander] — respondí, con una sonrisa calculada que transmitiera mi comprensión. — [Xander]Ah, ésta fruta es como lima, verás cuando Jane sepa que podemos hacer guacamole.[/Xander] — le enseñé una fruta de un vívido color rosa pero que olía como una lima y tenía aspecto cítrico. Quería devolverle su ánimo, demostrar que su trabajo era agradecido y que confiaba en su forma de conseguirlo a pesar de haberme explicado tan mal.

    — [Lexie]La mayoría es de regalo y la otra parte, la compro con mis derechos de imagen.[/Lexie]  — añadió. Me la imaginé como a la Comandante Shepard del Mass Effect haciendo publicidad en todas las tiendas diciendo que eran su favorita, pero no lo expliqué porque sabía que Lexie no era tan fan de la ciencia ficción.

    — [Xander]Había opciones peores.[/Xander] — dije con una sonrisa. Yo no habría tenido las agallas para llevar adelante el engaño, pero su capacidad era sorprendente.

    — [Lexie]La otra opción era robar y me parecía peor.[/Lexie] — admitió. Me pregunté si en cualquier otro orden de acontecimientos habría podido conocer a Lexie como en ese momento, siendo consciente de que, pese a la apariencia que tratase de mostrar, tenía un corazón de lo más noble.

    — [Xander]Has hecho bien. [/Xander]— reconocí. — [Xander]Con ésta comida tenemos para antes de volver a irnos.[/Xander]— le sonreí, era un alivio tener un asunto menos por el que preocuparse cuando había tantos pendientes.

    — [Lexie]Muy pronto piensas que vamos a volver.[/Lexie] — replicó sentándose a comer una aranzana tras lavarla. Sus dientes traspasaron su corteza, similar a una manzana pero de un azul oscuro como la noche, y arrancó un trozo revelando un interior blanco como la nieve. Casi podía sentir su suave sabor a arándanos.

    — [Xander]Decía al resto de la misión. Si todo sale bien nos queda poco[/Xander]—  dije, pensativo. Una parte de mí lidiaba con el temor a que algo saliese mal, junto con una parte que temía que eso no fuera el final, que algo más nos estuviese esperando. Trataba de no pensar demasiado en ello la mayor parte del tiempo, me hacía más sencillo seguir adelante y parecer tranquilo ante el resto, que podían necesitar esa calma.

    Lexie no lo rebatió, pero no parecía confiar en que después de esos dos mundos más llegase la vuelta a casa. Lo cierto era que una parte de mí no era capaz de visualizarlo. Aunque ella parecía pensar que íbamos a estar aún más tiempo en ese lugar. Para pensar de esa manera, lo llevaba con entereza.— [Lexie]¿Sabes? No me quedé solo por Noah. Me quedé porque sin mí estaríais muertos en dos días.[/Lexie]— explicó, orgullosa. Ya conocía esa parte de ella, la que renegaba de ser una heroína desinteresada pero adoraba la sensación de ser útil para el resto y salvar el día.

    Asentí. — [Xander]Puede que seas más altruista de lo que pensabas[/Xander]. — sugerí. Había notado un cambio bastante importante en ella desde el momento en el que se le presentó la decisión de irse o quedarse y ayudarnos y decidió lo último. Era como si esa decisión lo hubiese cambiado todo para ella, como si todo el rechazo hubiese venido del hecho de tener que sufrir con algo impuesto, sin capacidad para elegir.

    Su respuesta fue sacarme la lengua y el gesto me hizo sonreír acordándome de todas las veces que Amy lo hacía de pequeña. Por aquél entonces le resultaba más fácil sonreír. La depresión y las visiones aún no le habían hecho mella.

    Un torbellino de melena castaña oscura atravesó el umbral de la puerta, colocándose un delantal a toda prisa para empezar a cocinar. Sentí una sensación en el pecho, una comodidad propia de estar en casa.

    — [Jane]Lexie, dime que has traído lo que te he puesto en la nota. [/Jane]— fue lo primero que dijo. Era tan entregada que a veces se olvidaba de tomarse un respiro. Tenía que entender que eso no era su obligación, ella ayudaba a todos cocinando, pero no era su responsabilidad. Aun así, hasta que ella misma no quisiera entenderlo, sería como luchar contra el mar.

    — [Lexie] Te he traído el mejor producto de toda la luna para que tú lo destroces con el rancho que nos cocinas.[/Lexie]— un escalofrío me recorrió la columna. Conocía a Jane desde hacía mucho tiempo, más de lo que conocía a muchas personas. Había llegado a desarrollar un sentido arácnido después de nuestra discusión respecto a lo que podía molestarle y lo que acababa de decir Lexie era sin duda una de ellas. Alcé la vista, esperando cualquier cosa. Jane hacía como si no la hubiese oído y Lexie me guiñó un ojo con picardía. Estaba provocándola, pero no sabía muy bien con qué propósito.

    — [Jane]Xander, corta las verduras pequeñitas, por favor.[/Jane]— me pidió, leyendo el menú o con toda probabilidad, haciendo como que lo leía, porque seguramente lo sabía de memoria. — [Jane] Hoy nos toca ensalada y macarrones. Para los vegetarianos van con pisto y el resto con chorizo.[/Jane]— resumió. Hizo una pausa que me extrañó, pero más tarde supe que estaba esperando a que Lexie apuntillara algo.

    — [Lexie]Se viene cagalera.[/Lexie]— replicó ella sin dejar pasar la oportunidad. Se hizo el silencio, roto solo por los crujidos de la aranzana. Cogí el cuchillo que no permitía usar a nadie más y me coloqué en la tabla con las verduras, rompiendo el silencio con el rítmico golpeteo del filo contra la madera.

    — [Jane]Pues no comas si tanto te disgusta mi comida.[/Jane]— dijo Jane tras meditarlo. Me sorprendió gratamente lo mucho que había madurado, parándose todo ese tiempo a pensar antes de replicarle con toda la molestia inicial. Puso una olla a hervir y parecía que en aquél instante habría podido hacerlo con su misma fuerza de voluntad.

    — [Xander]A todo el mundo le gusta. Solo bromeaba. [/Xander]— intervine, cuando ya empecé a tener claro que no iban a entenderse con facilidad. — [Xander]¿verdad Lexie?[/Xander]— comenté, mirándola con un gesto. Nunca era un buen momento para pelearse entre amigas, ni por una tontería como esa ni por ninguna otra, pero más aún si le sumábamos nuestra situación.

    — [Lexie]Por supuesto, ¿quién no querría deleitarse con tus viandas?[/Lexie] — suspiré mientras veía a Lexie parpadear, disfrutando de la reacción que estaba provocando en Jane.

    Negué con la cabeza, era consciente de que Lexie no lo estaba haciendo por hacerle pasar un mal rato, pero Jane no lo iba a entender así, porque Lexie no estaba empatizando con su vida, con el esfuerzo que ponía en todo y las pocas veces que la vida la había recompensado. — [Xander]Te está tomando el pelo[/Xander]— aclaré, mirando a Jane, que evitó cruzar sus ojos con los míos. Para ella, que ponía toda su alma en ello, era un ataque hacia su ánimo.

    — [Jane]Pues que le tome el pelo a otra, porque yo estoy harta ya de hacer el idiota.[/Jane]— en una fracción de segundo se quitó el delantal, lo hizo una bola y lo tiró en la encimera de la isla ante de salir por la puerta.

    — [Xander]Jane, espera…[/Xander] — le pedí, caminando tras ella, pero antes de salir por la puerta lo pensé mejor. De nada servía si yo iba detrás pero la situación con Lexie se enquistaba. — [Xander]¿No deberías hablar con ella?[/Xander]— le sugerí, girándome.

    — [Lexie]Solo le he dicho que su comida no es mi favorita del mundo y en realidad, se lo digo más por molestar que por otra cosa…[/Lexie]— aclaró, pasándose una mano por el pelo. Hacía ver que no le preocupaba, pero percibí una ligera incomodidad, como si la situación hubiera ido más allá de lo que ella pensaba.

    Escuché un sollozo atenuado. Sabía que era Jane, se había alejado de la cocina para no estallar delante de nosotros, pero no se había ido muy lejos para volver a lo que consideraba su deber de hacer la comida. Necesitaba empezar a delegar y disfrutar, pero en ese momento la que tenía que hacer algo no era ella.

    — [Xander]Ya pero ella se lo cree y le afecta.[/Xander] — le expliqué, sabiendo que la había escuchado tan bien como yo. Solo había sido una vez, porque seguramente en ese momento estaba reprimiendo futuros sollozos para que no la escuchásemos. — [Xander]Imagina que te pidiera que le hagas un cambio de look y te dijera que es horrible[/Xander]— le planteé. Lexie tenía que meterse en su piel, entenderla, para evitar hacerle daño sin querer.

    — [Lexie]Eso no podría pasar.[/Lexie]— replicó, encogiéndose de hombros.

    — [Xander]Imagina que sí.[/Xander] —insistí, sabiendo que Lexie se resistía levemente a hacer lo que sabía que era lo correcto.

    — [Lexie]Puede que me molestase un poco.[/Lexie]— admitió.

    — [Xander]Pues ahora que sabes lo que es, queda en tu mano, si crees que es lo correcto deberías hablar con ella.[/Xander]— no podía decirle qué hacer, no era quién para dirigir a nadie, para dictar sus relaciones. Los New Moondies solo llegaríamos a serlo si nuestras relaciones eran verdaderas, no forzadas ni guiadas por nadie que tirase de los hilos.

    — [Lexie]Creo que te odio muchísimo ahora mismo.[/Lexie] — replicó, poniéndose en pie frente a mí. No sé si era su vena lounie o su naturaleza en sí, pero Lexie intimidaba. Por suerte para mí, pesaba más el hecho de ayudarla a hacer lo correcto con Jane.

    — [Xander]¿Sí? Pensé que era de tus favoritos.[/Xander] — comenté sonriendo.

    — [Lexie]En realidad, llevas bebiendo mi pis desde que llegamos aquí.[/Lexie]— entrecerró los ojos, poniendo un gesto tan serio que resultaba creíble. Era bastante tétrico pensar que nada de lo que sintiéramos fuera real. Era una suerte que confiásemos en ella, porque de lo contrario la temería.

    — [Xander]Te he visto beber de la misma botella.[/Xander] — respondí.

    — [Lexie]Eso crees tú.[/Lexie]— sentenció, manteniéndose firme en su farol. Aun así, tras una última mirada desafiante, se dirigió a la puerta y giró en la misma dirección que había tomado Jane.

    No necesitaba la telepatía de mi mejor amiga para saber que iba a hablar con ella y arreglar las cosas, porque ahora que conocía mejor a Lexie, confiaba en ella. Y por sorprendente que pareciera, me daba la impresión de que ella también confiaba en mí.