Moondale

Etiqueta: Robin de Grevolia

  • POR TU CULPA

    Robin – Grevolia

    Mañana

    Me llevé la mano a la sien e intenté aguantar la compostura. El dolor era punzante e iba acompañado de náuseas. Era similar al de una resaca. Por suerte, cesó pronto y miré a mi alrededor: estaba a las puertas de mi hogar. Me había acostumbrado a ignorar la devastación de Terra, porque una vez la atravesabas, llegabas a mi amada Grevolia. Reconocía a la perfección los bosques que lindaban con ella y la vasta pradera que predecía los muros del reino. Lo que para mucha gente no eran más que un puñado de ladrillos, para mí eran historia, familia y dedicación.

    Tomé aire y avancé con paso decidido. Reparé en mi ropa, tan poco apropiada, tan…mundana. Llevaba una blusa de cuello bebé, un pantalón negro y una gabardina azul. ¿Era el atuendo apropiado para un miembro de la realeza? Desde luego que no, pero si algo había aprendido de mis parientes era que el cetro no hace a la reina.

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  • WHEN FEAR ARRIVES I

    DIARIOS DE DESTINO

    “We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
    Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

    RUBY

    Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

    Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

    De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


    COLE ROMAN

    No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

    Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

    Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


    NIALL

    Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

    No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

    Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


    ROBIN

    Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

    Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

    Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


    NOAH ARKKAN

    Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

    Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


    LEXIE FENRIS

    Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

    A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

    Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.

  • EL REY DE LOS HUESOS Y LA REINA DE LOS ESCOMBROS

    Robin – Terra

    Tarde

    Estar en Terra debería haberme supuesto un alivio, porque no en vano era mi hogar. Pero este hecho, más que como consuelo, me servía de preocupación. Me hacía sentirme como un pez fuera del agua. Mi casa estaba entre los muros del palacio y fuera de ellos, la devastación y la guerra me aterraban. En el fondo, era todo por mi culpa.

    Ser la soberana de un país, más allá de toda la parafernalia de vestidos pomposos y recepciones, era lo más parecido a una maternidad que se me ocurría sin ser madre. Mi país, mi niño mimado, estaba de pelea constante con otro y yo, en lugar de intervenir, me había dedicado a esconderme.

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  • FRIO POR FUERA Y CALIENTE POR DENTRO

    IDRIS SOLO-NOVAK

    NEXUS

    Corrimos y corrimos atravesando callejones, solo recuperando el aliento cuando nos cruzábamos con gente y teníamos que disimular caminando más despacio. Tenía una sensación bestial de deja vu, solo que en aquél sitio, lo que destacaba no era el color de mi piel, si no mi aspecto de elfo, que por suerte y por desgracia, mantenía oculto.

    El único alivio que tenía era que por suerte, me había tocado con Elle al escapar de los policías. No era por desmerecer a Henry o a Zahra, pero había salido ganando con el reparto. Aunque se hubiera tenido que pasar casi una hora hablando por la esfera con los demás, usando a otros de los que estaban en otros mundos de puente para comunicar con los que no tenía línea directa porque no eran coleguitas elementales.

    – [Elle]Te noto cansado de correr.[/Elle] – me dijo cuando volvimos a estar en un callejón oscuro. Era curioso que hubiera tantas calles por las que no pasaba nadie, supongo que para darles la falsa sensación de peligro que algunos necesitarían.

    – [Idris]No es físico. Estoy cansado de correr de la policía.[/Idris] – confesé. Por mucho que fuera hijo de gente que vivía bien, en cuanto abría la boca cuando no debía, me miraban por mi color de piel y poco más, salvo que alguno conociera a mi padre.

    – [Elle]¿Qué se te ocurre?[/Elle] – preguntó. Se quitó la capucha y dejó al descubierto esa melena rubia. Nunca había sido muy de oro, pero el suyo sacaba mi urraca interior.

    – [Idris]Poco, esta gente odia a los sobrenaturales, la mitad nos delatara si nos ve.[/Idris] – razoné. Como asomara mis orejas puntiagudas o mi piel negra como la noche, hasta la persona más amable de allí llamaría a la policía. No los culpaba, tenían todo lo que necesitaban y la única amenaza a la vista eran los seres como yo, contra los que les habían aleccionado toda su vida. – [Idris]Tenemos que llegar a esa catedral y rezar porque el resto lleguen con los otros Daë.[/Idris] – el plan parecía mejor cuando era…eso, un plan.

    – [Elle]Un sitio muy apropiado para rezar.[/Elle]- comentó ella sonriendo. Me habría quedado allí, mirándola todo el día, pero luego habríamos muerto todos o no nacido, así que tenía motivos para seguir moviéndome.

    Le devolví la sonrisa. – [Idris]Con lo bien que habríamos estado en Grecia con nuestras togas.[/Idris] – repliqué, con mi imaginación volando como era habitual. Le quedaría muy bien esa prenda, no podía negarse.

    – [Elle]O sin ellas.[/Elle] – respondió con una sonrisa pícara. Cómo podía estar tan tentadora cuando era mala. Para qué nos vamos a engañar, también me volvía loco cuando era buena.

    – [Idris]Siempre me ha gustado como piensas.[/Idris] – admití, soltando una risa que reverberó en el callejón. Por suerte no había nadie escondido que nos acorralase. Ni ratas, no sabéis lo que agradecía que no hubiera ratas.

    – [Elle]Siempre te he gustado. Punto.[/Elle]- bromeó ella. No le faltaba razón.

    – [Idris]Vas a conseguir que me olvide de la misión y me de cuenta de que estamos en un callejón oscuro.[/Idris] – repliqué. A los dos nos gustaba nuestro tira y afloja constante. Ella tenía miedo de que teniendo algo más formal lo perdiésemos, pero yo lo dudaba.

    – [Elle]No, primero la misión.[/Elle]

    Resoplé. – [Idris]Sin Coquito y sin fiesta Idris pierde no sé qué y no sé cuanto.[/Idris] – imité. Una pena tener que salvar el mundo siempre. – [Idris]La plaza está ahí, pero está llena de polis ya.[/Idris] – dije cuando nos asomamos al final del callejón. Aquella plaza era enorme y junto a la gente de a pie, caminaban sin disimulo policías y guardias armados.

    – [Elle]¿Y si haces un Elsa?[/Elle] – preguntó mi confirmada alma gemela.

    – [Idris]Llevo toda la vida esperando que alguien me pida eso.[/Idris] – sonreí, frotándome las manos. Quitando algún apaño aquí y allá de la nave y un par de refriegas, la misión había sido más de infiltración que de acción y sentía que me estaba oxidando. – [Idris]¿Esperamos al resto?[/Idris] – pregunté, antes de lanzarme. También es cierto que tenía un poco de miedo a toda la atención que podíamos desatar, pero era un bocazas y me costaba echarme atrás a lo que decía.

    Elle se puso a mi lado y miró. Noté su olor y vi su cuello tan cerca que con solo moverme un poco podría besarlo, pero quizá no era el mejor momento.

    – [Elle]Lo mejor es empezar y que se vayan uniendo.[/Elle]- comentó. Su voz, todo en ella era maravilloso. Releyendo, sueno un poco enamorado, pero que le voy a hacer, lo estaba.- [Elle]Un poco de caos.[/Elle] – añadió, con una sonrisa cargada de picardía.

    – [Idris]Creo que me estoy enamorando de ti…más.[/Idris] – admití. Lo que os decía, no suele haber mucho filtro entre lo que pienso y lo que digo. Me dejé llevar por el calor de su cuerpo cerca del mío y no me di cuenta de lo que estaban viendo mis ojos. – [Idris]¿Eso es un unicornio?[/Idris] – pregunté. En mitad de la plaza había un unicornio de colores menta y rosa que atacaba a los policías con golpes y magia. Una imagen muy bizarra que parecía sacada de una serie de Netflix, de no ser porque un gigante de ébano luchaba a su lado, solo faltaba la banda sonora del Príncipe para rematarlo todo.

    – [Elle]Lo siento, Dris, pero sea quien sea la persona que se puede transformar en unicornio, debería ser mi pareja.[/Elle] – bromeó, con una sonrisa amplia. Estúpido y sensual unicornio.

    Alcé una ceja, era un tipo con miedos, pero si me tocaban el orgullo o a Coquito, los miedos se quedaban en segundo plano. – [Idris]Me siento atacado.[/Idris] – entrecerré los ojos y le di un beso en los labios antes de lanzarme a la pista. De forma literal, porque en cuanto entré la temperatura de la plaza se puso a la altura de la Plaza Roja de Moscú.

    No me paré a mirar a los policías que resbalaban con el hielo, solo hacia atrás, para ver como Elle emergía del callejón iluminando todo a su alrededor, cegando enemigos y lanzando haces de luz que los mandaban varios metros atrás.

    Creé hielo bajo mis pies y empecé a deslizarme como si todo fuera una pista, solo que lanzando bolas de hielo que derribaban a gente a mi paso. Cuando llegué al lado de Nate y Robin, frené con una pose que me habría dado al menos una plata y seguí dando helada a la policía, abriendo camino, sin que lo necesitara, para que Coquito se uniera a nosotros.

    Con un chasquido que me habría puesto el pelo de punta si lo tuviera, Henry apareció a nuestro lado trayendo consigo a Zahra y Ezequiel. Éste último se metió en mitad de un grupo de policías armados y empezó a lanzar tajos a diestro y siniestro con su espada, sin preocuparse mucho de sus propias heridas, que tampoco eran demasiadas.

    Viendo todos los que venían a atacarnos, empezaba a cuadrarme por qué el Antailtire este se dedicaba a llevarse los mejores guerreros y guerreras de cada mundo, y es que salían de cada esquina, ya no solo polis, si no también soldados vestidos como gladiadores, samurais, pistoleros….

    Después de un rato de preocupación, en la otra punta de la plaza empezó a sonar una música que no dejaba lugar a dudas, Lexie acababa de llegar, acompañada de Noah como dios lo trajo al mundo pero en versión escamosa y de Bowie, que había encontrado un palo y estaba repartiendo golpes como una máquina, sin dobles sentidos.

    Les ayudamos a llegar hasta nosotros y cuando estuvimos todos reunidos, Elle pidió que nos fuéramos retirando hacia las puertas de la catedral porque los enemigos seguían llegando. Nate las abrió de par en par a pesar de que eran gigantescas y antes de que volviera a cerrarlas con ayuda de Elle, levanté un muro de hielo delante, para que resistieran un poco más.

    – [Idris]Ahora tenemos que aguantar hasta que venga el resto.[/Idris] – comenté. No es que fuera a ser fácil, pero al menos teníamos un objetivo claro y se me daba mejor trabajar con malas situaciones que con cosas abstractas.

    Lo peor era que no sabíamos cuánto tendríamos que esperar y mirando a Coquito no se me podía quitar una idea de la cabeza, pero no sabía si esa Catedral del Arquitecto contaría para que me excomulgaran.

  • TRES TRATOS

    Chloe – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    – [Chloe]No sé si sabes que he venido del futuro con lo puesto[/Chloe].- farfullé evitando el colchón mohoso y sacudiéndome el polvo de la falda.- [Chloe]Poco puedo darte[/Chloe].

    – [Caitriona]Precisamente[/Caitriona].- se acomodó en la silla aquella que había materializado y me miró durante un largo rato.

    – [Chloe]Te escucho, porque sé que no me vas a dejar salir si no lo hago[/Chloe].- me miré las uñas, cuyo esmalte empezaba a cuartearse.

    – [Caitriona]Te ofrezco pertenecer a esta línea temporal con efecto inmediato[/Caitriona].

    Shit. Me quedé callada y me rasqué el esmalte del dedo índice de la mano derecha.- [Chloe]¿Qué quieres a cambio?[/Chloe]

    Era tentadora la idea de quedarme en esta línea temporal y compartir mi vida con les New Moondies, pero el precio seguro que era muy alto. Difícilmente podía no serlo cuando esta tía podía tener una cabaña en medio de la nada en la que ofrecía tratos.

    Caitriona sonrió y habló.- [Caitriona]El poder que tienes por ser quien eres[/Caitriona].

    Me eché a reír. Era tan absurdo lo que me pedía, que solo podía hacer eso.

    – [Chloe]No way[/Chloe].- moví las manos.- [Chloe]Puedes irte cuando quieras. Es un «no» definitivo[/Chloe].

    – [Caitriona]¿Es definitivo?[/Caitriona]

    Asentí.- [Chloe]Dante está bueno, pero no pienso dar nada por un tío[/Chloe].- carraspeé. Todo sería más fácil si fuéramos de la misma línea temporal, incluso la relación con mi familia, porque mi padre y mi madre no peinarían canas cuando yo naciera, pero mi poder me permitía muchas cosas.- [Chloe]Si tiene que ser, será y si no, pues estoy muy bien así[/Chloe].

    Tras eso, la silla desapareció y ella comentó que volveríamos a vernos. Cuando la puerta se cerró, le hice un corte de mangas.

    Sophie – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Chiquito el asco que daba la cabaña. Menos mal que Caitriona apareció y me dio una silla, porque estuve a punto de entrar en pánico.- [Sophie]¿Qué me ofreces?[/Sophie]- le pregunté sin dar muchas vueltas, porque aquella mujer bellísima tenía una agenda muy apretada a juzgar por los restos de magia que había.

    – [Caitriona]Revelar lo que eres en realidad[/Caitriona].

    Inhalé y exhalé varias veces intentando calmarme. Ella sabía que yo era adoptada y lo estaba utilizando. No tenía ningún problema con mi desconocido origen y adoraba a mi madre, pero siempre quedada la duda de saber si mi afinidad mágica era heredada o producto de haberme criado con una bruja.- [Sophie]¿Qué quieres a cambio, cariño?[/Sophie]

    – [Caitriona]Tu poder[/Caitriona].- sonreí. De todo lo que podía pedirme, aquella cosa que me hacía flotar era lo que menos me importaba.

    – [Sophie]Acepto[/Sophie].- esbocé una sonrisa.- [Sophie]Quédatelo todito[/Sophie].

    – [Caitriona]¿Aceptas entonces dar tu poder a cambio de saber quién eres en realidad?[/Caitriona]- las sillas desaparecieron cuando nos levantamos y me agarró por el antebrazo.

    – [Sophie]Sí[/Sophie].- tomé aire.- [Sophie]Muéstrame la verdad[/Sophie].- noté cómo la levitación me abandonaba dejando un pequeño vacío y después, fue como si me despertara de un letargo. Algo había cambiado, pero no sabría decir qué.- [Sophie]¿Soy diferente?[/Sophie]

    – [Caitriona]Tendrás que descubrirlo tú misma[/Caitriona].- anunció y se fue en dirección a la puerta.- [Caitriona]Volveremos a vernos[/Caitriona]

    Cuando se fue, me fijé en que mi pelo tenía ahora unos mechones rosas que antes no estaban. Y ese fue solo el principio.

    Robin – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Aquella cabaña olía a magia oscura y putrefacta. Pasé los dedos por las paredes intentando entender qué llevaba a alguien a sentirse tentado por algo tan turbio, pero hasta que no la tuve frente a mí, no pude entenderlo del todo. – [Caitriona]Hola, Robin, soy Caitriona[/Caitriona].

    – [Robin]Hola[/Robin].- la saludé de forma cordial, pero seca y mantuve las distancias. Aquella mujer de rasgos asiáticos estaba acompañada por algo que me ponía en tensión.  Por eso, y  a pesar de que mi magia estaba diluida, como los restos de pintura en un pincel cuando lo pones en el agua, no dudaría en usarla.

    – [Caitriona]Tu magia…[/Caitriona]- me miró con dureza.- [Caitriona]Somos incompatibles. No puedo ofrecerte nada[/Caitriona].

    – [Robin]Tampoco lo necesito[/Robin].- atajé la conversación y le dediqué una sonrisa forzada.- [Robin]Puedes irte cuando quieras y así esta pantomima para alimentar a tu carcelero acabará cuanto antes[/Robin].

    – [Caitriona]Te crees muy buena, princesita[/Caitriona].- dijo cada palabra con lentitud, como si quisiera sacarme de quicio.

    – [Robin]Lo soy[/Robin].- la miré.- [Robin]De ti no se puede decir lo mismo[/Robin].

    – [Caitriona]Volveremos a vernos[/Caitriona].- y se fue cerrando la puerta tras de sí.

     

  • ¿PERO TÚ NO ESTABAS MUERTO?

    Robin – Terra

    Mañana

    Mi nombre es Robin Jasmine de Grevolia. Soy la reina de un pequeño país de Terra llamado Grevolia y este es mi diario…

    Ezra se desplomó en la nieve poco después de que yo espoleara a mi corcel para reanudar la marcha. Mi escapada de aquel día terminó de forma abrupta, conmigo cargando con un chico que aún estaba convaleciente.

    Habían pasado dos semanas desde que atravesé las puertas del palacio con él sobre el caballo y, ahora que ya estaba recuperado de sus heridas, podía decirse que nos conocíamos un poco más. Seguía siendo un tipo silente, poco acostumbrado a los lujos y con un dudoso talento para la guitarra, pero su compañía me resultaba agradable, aunque suponía que su visita no podía alargarse más de lo debido, pues ya estaban empezando a escucharse murmullos a nuestras espaldas.

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