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Etiqueta: Se palpa la tensión en el ambiente

  • UNA NOCHE FUERA DE LO COMÚN

    LEO ARKKAN

    CABAÑA, BOSQUE DE LOS SUSURROS – NOCHE

    Llevaba algo más de un mes refugiado en mi cabaña del Bosque de los Susurros, oculto completamente de los medios, que se preguntaban si Leo Rivera, el guitarrista de Wolf’s Bane, se había desvanecido en el aire.

    Al principio había resistido la tentación de buscar información sobre mi viejo grupo y lo que se decía de mí. Había de todo, desde conspiraciones muy elaboradas hasta especulaciones sobre los excesos que se cometían dentro del grupo. Wolf’s Bane se había desbandado al poco de irme, supuestamente por tensiones de Rod Chan con el resto, pero no había comentarios de Freddie, ni positivos ni negativos.

    El mundo de la fama no era para mí, lo había tenido claro desde hacía mucho tiempo. Lamentaba haber tenido que esperar a que sucediera el desastre para darme cuenta de ello. Ya era tarde, de todas formas.

    Las primeras semanas había disfrutado de la soledad. Los ligeros sonidos del Bosque volvían a mí, revitalizándome, como si hubiera sido un animal que había estado en un zoológico durante años y por fin volviese a su hábitat.

    Solo había tenido contacto con mis padres, con Noah y bueno, con ‘Freya‘. Con ella hablaba todas las tardes y seguía sintiendo que conectábamos. Era uno de los momentos que más esperaba al cabo del día, la notificación de que ella estaba en el servidor del ‘Mundo Mágico’.

    Mi localización era un secreto, especialmente después de que la gente que estaba detrás de Wolf’s Bane apareciera allí para buscarme y la prensa intentase hablar con mis padres. Quizá por eso me sorprendió tanto cuando olfateé un olor conocido en el exterior que no pertenecía a nadie de mi familia a esas horas de la noche y resultó ser nada menos que Kaylee MacLeod.

    Estar cerca de ella me ponía en tensión de una forma inconsciente y el hecho de que acabase de mencionar que Noah estaba en peligro no contribuía a convertirme en una persona de lo más accesible. Pese a todo, forzado a esperar a que apareciese Dante con el resto, descubrí que su compañía era más agradable de lo que recordaba en nuestros años de instituto. Quizá Noah tenía razón y la vida la había cambiado, pero aún tenía mis reservas, era bastante más cínico que mi hermano.

    No podía dejar de pensar en Noah. No sabía los detalles de cómo había llegado a cometer la imprudencia de entrar a un sitio como ese, sabiendo él mejor que nadie la historia que tenían los Moondies con el lugar. Miré la InfiniBand, no sabía cuando llegaría Dante y esperar sin saber hasta cuando no era uno de mis fuertes.

    – [Leo]¿Va a tardar mucho en venir?[/Leo] – pregunté, inquieto. Kaylee me miró y paró la lista que tenía reproduciendo en su InfiniBand.

    – [Kaylee]No lo sé[/Kaylee].- respondió, algo seca. Me sorprendió su gusto, nunca había tenido tiempo de hablar con ella en el pasado de música y no me esperaba ese estilo, si no más bien algo tipo…electro latino.- [Kaylee]Si te molesto, me voy a la cabaña de Noah[/Kaylee]. – añadió. Me di cuenta de que quizá la había ofendido, pero ambos teníamos gente importante en peligro y no había tiempo para sutilezas

    – [Leo]No hace falta. Pero no me gusta esperar.[/Leo] – expliqué. La paciencia no era una de mis virtudes y era de las pocas cosas que el lobo y yo compartíamos. Me levanté, nervioso, y recurrí a lo que siempre me calmaba. Como Kaylee había parado la música, me senté en el piano y dejé que mis dedos arrancaran los primeros acordes de una melodía.

    – [Kaylee]Al menos, estamos de acuerdo en algo.[/Kaylee] – sentenció ella.

    – [Leo]No es lo habitual.[/Leo] – afirmé, el tacto de las teclas siempre me anclaba, me recordaba que tenía el control.

    – [Kaylee]¿Te caigo mal, Leo?[/Kaylee] – preguntó. Mis dedos se separaron de las teclas lentamente, mientras pensaba una respuesta.

    – [Leo]¿Qué te hace pensar eso?[/Leo] – tenía curiosidad por saber cómo se le había pasado por la cabeza.

    – [Kaylee]Es lo que parece.[/Kaylee] – dijo simplemente, mirándome. Sentí que sus ojos castaños me atravesaban y desvié la vista al piano. Toqué la primera parte de ‘La chica del pelo rojo‘ en su versión original.

    – [Leo]Me decepcionó un poco tu adolescencia. Eras cruel.[/Leo] – decidí que lo mejor era que lo supiera, de todas formas, hacía mucho tiempo que apenas teníamos trato. No había nada que perder. Reconozco que pequé de sincero, pero en aquél momento, creí que era lo mejor, aunque nada me daba derecho a juzgar cómo se había comportado Kaylee, especialmente teniendo en cuenta mis propios errores. En parte creo que se lo dije porque me habría gustado que alguien me lo hubiese dicho a mí también.

    – [Kaylee]A mí también.[/Kaylee] – aseguró, apartando la mirada.

    Paré de tocar y la miré, parecía que el mundo se le había caído encima. Conocía a Kaylee desde la infancia y pese a los cambios, siempre había tenido mucha vitalidad. Sin embargo ahora parecía simplemente derrotada. No era la respuesta que esperaba de la Kaylee que había asimilado. – [Leo]Noah me había dicho algo. Pero me cuesta creerlo.[/Leo] – confesé. Mi hermano veía casi siempre el lado positivo en todo, éramos un contrapunto el uno del otro, así que me imaginé que estaba creando una excusa para perdonarla.

    – [Kaylee]Noah perdona rápido y no todo el mundo es así.[/Kaylee] – aseguró ella. Asentí en silencio. Cuando le conté a Noah la verdad de lo que me había hecho volver, trató de restarle importancia, pero no lo consiguió. Había luchado con algo toda la vida y en una milésima de segundo, todo había cambiado.

    – [Leo]No te falta razón. [/Leo] – me levanté del piano y me acerqué a ella para llevarme la taza de café que ya estaba vacía.

    – [Kaylee]No estoy orgullosa de lo que hecho, pero tampoco lo puedo cambiar.[/Kaylee] – sentí su voz muy cerca, embriagado por su olor a vainilla salpicado de su aroma natural a pimienta y uvas frescas. Bajo esos, distinguía el olor de la hierba cubierta del rocío nocturno, un aroma que atraía con locura a mi lobo interno porque gritaba a voces libertad. Su olor siempre me había atraído demasiado, por eso me inquietaba su presencia, porque no había estado acompañado de una personalidad a juego.

    Cuando me quise dar cuenta, aún estaba frente a ella, con la taza vacía en la mano. – [Leo]Eres muy valiente por cambiar.[/Leo] – dije, pugnando por controlar mi olfato.

    – [Kaylee]Me convertí en alguien a quien odiaba.[/Kaylee] – sentenció, dejando salir las palabras con dificultad. Se notaba de todas maneras que quería hablar de ello, pero me temía que quizá demasiado. Parecía que se estaba castigando en exceso y por eso quería que todo el mundo, incluso alguien como yo, supiera que era consciente de sus errores.

    – [Leo]No eres la única persona que lo ha hecho mal. Pero lo fácil habría sido seguir siendo la misma.[/Leo] –  comenté. Conocía de primera mano un caso parecido. ‘Freya‘, fuera cual fuera su nombre real, había pasado una etapa dura porque había hecho cosas en el instituto de las que no estaba orgullosa.

    – [Kaylee]No he hecho nada digno de alabanzas.[/Kaylee]- replicó. Vi un atisbo de su ‘fuerza’ habitual y pensé que se había tomado mal mis palabras, así que me encogí de hombros y fui a llevar la taza.

    La escuché suspirar un par de veces y al girarme vi que fruncía ligeramente el ceño, así que le pregunté. – [Leo]¿Qué?[/Leo]

    – [Kaylee]Parece que te da todo igual.[/Kaylee] – dijo, como si fuese una realidad o supiese algo de mí.

    – [Leo]Si me diera todo igual no estaría inquieto por ir a salvar a mi hermano.[/Leo] – le recordé, molesto y sin ganas de ocultarlo. Que intentase llevar la vida tal y como me viniese no significaba que no me preocupasen las cosas. Con el tiempo había llegado a la conclusión de que no merecía la pena hacerse mala sangre. Mi licantropía, por ejemplo, no podía cambiarla. Y lo que había pasado me había hecho darme cuenta de que tampoco podía vivir como si no existiese.

    – [Kaylee]Pero no lo demuestras.[/Kaylee] – replicó.

    – [Leo]No tengo por qué exhibir lo que siento como todo el mundo espera.[/Leo] – afirmé, caminando hacia el vestidor. La música te permite transmitir cosas que las palabras no son capaces de manifestar. Da igual la rabia que sientas, dar un puñetazo a una pared no lo va a cambiar, solo vas a parecer fuera de control. Pero en la música puedes plasmar toda tu alma, al desnudo y quien sepa y quiera escuchar, lo entenderá. – [Leo]Voy a cambiarme para salir. Si te molesta puedes esperar fuera.[/Leo] – mi cabaña era distinta a la de mi hermano y más parecida a la de mis padres. Espacios abiertos y grandes ventanales, quería sentirme parte del Bosque, no en una pequeña jaula dentro de él.

    – [Kaylee]¿Pretendes que me vaya a la calle, con el frío que hace porque no te dio la gana poner paredes?[/Kaylee] – preguntó, mirándome fijamente. Me encogí de hombros y empecé a cambiarme, no me importaba demasiado si me veía o no, siendo hijo de mis padres y licántropo, resulta difícil ser tan pudoroso.

     

    Pese a todo, me giré para ver que ella no estaba mirando, me había picado la curiosidad.

    – [Leo]Siento si he sido brusco antes.[/Leo] – me disculpé, subiéndome los vaqueros negros.

    – [Kaylee]No pasa nada. Yo tampoco soy Miss Simpatía.[/Kaylee] – aseguró ella, aunque lo cierto es que empezaba a caerme mejor ahora que su descaro tendía hacia la sinceridad en lugar de a encumbrarse como reina del instituto.

    – [Leo]De pequeña eras mi favorita.[/Leo] – comenté, cogiendo una camiseta gris con el logotipo de Queen. Había sido un regalo de Noah, era su grupo favorito y me parecía lo apropiado para ir a rescatarle.

    – [Kaylee]Y lo sigo siendo. No hace falta que disimules.[/Kaylee]- escuché el ligero sonido del sofá cuando se giró.

    Me giré también mientras me ponía la camiseta. – [Leo]Ya veremos.[/Leo] – dije, conteniendo una sonrisa. Era cierto que de pequeños me había hecho a la idea de que podía encontrar en ella alguien que compartiese mis aficiones. Yo no había nacido licántropo y Amy sí, así que a ella le apasionaba esa parte de sí misma y yo la rechazaba, sin embargo siempre me había llamado la atención la magia y Kaylee era la más interesada en eso. Además, resultaba fácil hablar con ella, era más madura, hasta que todo cambió en el instituto.

    – [Kaylee]¿Puedo lavar mi camiseta en tu barriga?[/Kaylee] – preguntó. Sonreí sin poder evitarlo. No me lo esperaba, de hecho, siempre había pensado que más bien la repelía.

    – [Leo]No hay nada de malo en tener sexo si quieres.[/Leo] – pregunté. Ella abrió los ojos y me miró, sorprendida. No me toméis por alguien que se ha criado en la selva. Mis padres habían tenido que aprender de cero las costumbres sociales y había algunas que no había terminado por adoptar, pero tampoco era su influencia la que me hacía ver el sexo como algo natural, porque entonces Noah también habría sido así y era todo lo contrario. Simplemente me negaba a tener que reprimir un deseo por mero estigma social, cuando no tenía nada de malo. En el fondo sabía que mi forma de ser no era más que mi empeño y cruzada por demostrar que iba a ser quien quisiera ser y no quien la gente esperase que fuera, tanto por la manera de comportarme como por mis deseos.

    – [Kaylee]¿Qué?[/Kaylee] – preguntó.

    Me encogí de hombros. – [Leo]Que no tiene importancia si te apetece. Ayuda a aliviar los nervios.[/Leo] – aclaré. No era mal modo de esperar a que llegase Dante, porque me notaba cada vez más inquieto y tenía miedo de que ni ponerme a tocar lo solventase.

    – [Kaylee]¿En serio?[/Kaylee] – preguntó de nuevo, como si pensara que se trataba de alguna clase de broma. Me imaginé que no estaba interesada.

    – [Leo]No tiene nada de malo. El mundo tiene muchos tabú.[/Leo] – le expliqué. Si no le apetecía, no pasa nada, claro. Un no siempre es y debe ser un no. Si se lo preguntaba era porque la había notado interesada y porque mi olfato lobuno parecía notar algunas hormonas en el ambiente.

    – [Kaylee]¿Me estás diciendo que te quieres acostar conmigo?[/Kaylee] – repitió, incrédula.

    – [Leo]Si no te apetece no le des más vueltas.[/Leo] – dije, restándole importancia. No le apetecía, estaba claro, pero tampoco me iba a avergonzar por preguntarle.

    – [Kaylee]¿Pero quién no va a querer…comerte entero?[/Kaylee] – soltó después de un interminable silencio. La miré fijamente y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Cuando lo hizo, nos quedamos frente a frente. Su aroma me inundaba, después de tanto tiempo molesto por la atracción que me producía esa sensación, la tenía frente a frente.

    – [Kaylee]Esto es un fic porno, ¿verdad?[/Kaylee] – preguntó. Parecía nerviosa.

    Me encogí de hombros y disfruté de la cercanía, pensando. Había conectado a un nivel muy profundo con ‘Freya’, de hecho habíamos llegado a intimar todo lo que se podía a través de algo tan frío como ‘Endless’, pero hacía ya unos días que no sabía nada de ella. Por mucho que había tratado de ponerme en contacto con ella, no había encontrado señal. Quizá se había cansado y había pasado a encontrar algo en el mundo real. No podía culparla. Frente a frente con Kaylee, no podía pensar en otra cosa.

    – [Leo]¿Puedo?[/Leo] – pregunté, tocando la punta de uno de sus mechones.

    – [Kaylee]Nos caemos mal…[/Kaylee] – dijo ella, dudando.

    Nuestros ojos conectaron durante unos instantes. – [Leo]No siempre fue así.[/Leo] – confesé. – [Leo]La chica del pelo rojo.[/Leo] -le recordé.

    – [Kaylee]Amy.[/Kaylee] – sentenció. Me lo imaginaba, todo el mundo daba por hecho que era Amy, pero ella y yo éramos solo hermanos de colmillo, no teníamos nada físico entre nosotros.

    – [Leo]Te equivocas de hermana.[/Leo] – le aclaré.

    – [Kaylee]Pero…[/Kaylee] – respondió, sin saber qué decir. Me di cuenta de que mis canciones eran menos obvias de lo que parecían.

    – [Leo]Quizá sea mejor que lo dejemos para otro momento. Ahora tenemos mucho en lo que pensar.[/Leo] – comenté. Estábamos a punto de meternos en un problema bastante serio y el miedo a lo que pudiera pasarles a cualquiera de ellos estaba en el ambiente. No era el mejor momento para pensar en frío.

    – [Kaylee]Ni de coña.[/Kaylee]- dijo ella. Sus labios se pegaron con fuerza contra los míos en un beso apasionado. Llevé una mano a su espalda para atraerla hacia mí, pero ella se había lanzado tan aprisa que perdió pie y retrocedí hasta dar con la espalda en la chimenea, por suerte, apagada.

    Mis manos sintieron su cuerpo contra el mío y ardí en deseos de quitarnos toda aquella ropa. Kaylee me mordía el labio por el ímpetu y nuestros cuerpos actuaban como si tuviesen vida propia. Nuestras prendas fueron cayendo al suelo, como si estuviésemos en plena metamorfosis. Era algo digno de una canción, hasta que nos interrumpieron.

     

    – [Dante]Joder…¿os dejo unos minutos?[/Dante] – preguntó Dante, girándose tras aparecer en mitad de mi cabaña.

    – [Leo]Primero sal de mi casa. Ahora hablamos.[/Leo] – espeté, molesto. En realidad estaba siendo modesto, me habría apetecido clavarle las garras en ese momento, tanto por entrar sin ser invitado como por llegar en ese preciso momento. Me calmé un poco porque desapareció en una sombra, pero para entonces Kaylee ya se había apartado.

    – [Kaylee]Pues… voy a vestirme. [/Kaylee] – comentó, sonrojada y apresurada.

    Gruñí por lo bajo, el deber nos llamaba. Cuando los dos terminamos de vestirnos en silencio, salimos.

    – [Dante]Vosotros sí que sabéis.[/Dante] – comentó Dante, riéndose. Había venido solo, en un rato nos explicaría que los demás . – [Dante]No os costaba nada haberme invitado.[/Dante] – bromeó. Le miré fijamente, serio.

    – [Leo]Ni una palabra.[/Leo] – aclaré. Kaylee no volvió a mirarme ni a dirigirme la palabra en el resto de la noche, ni en los días siguientes.

    Con ganas de volver a estar solo, esperé que Dante abriese un portal con su poder secreto y lo cruzamos de camino al Bosque de los Lobos. Esa noche iba a ser fuera de lo común.