[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Diana Echolls| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de la Tormenta
[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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Siempre me han hecho mucha gracia todos esos libros o películas en los que la protagonista no se da cuenta de que está embarazada hasta que, prácticamente, el bebé asoma la cabeza entre sus piernas. Como si tener un cuerpo extraño dentro de tu útero no se notase, ni tuvieras náuseas que duran todo el día, las tetas como si te las estuvieran aspirando para que crezcan a marchas forzadas, la boca llena de saliva por lo que acabas pareciendo un perro delante de un filete, ganas de orinar constantes aunque hayas decidido no beber agua desde hace cinco minutos y esa sensación de que te vas a quedar dormida en cualquier esquina. Pero vamos, que por si fuera poco, no se suele olvidar el día en el que jugaste a “ponerle la colita al burro” sin utilizar nada. Eso solo puede pasar a) si eres tonta de remate o b ) si padeces amnesia. Pero esto no lo digo porque McLeod hubiese acertado en “la Diana”, porque un día no fue capaz de contenerse (sí, ya sé que es cosa de dos) y una corriente hubiese estado a punto de ahogarme dos veces, ni mucho menos. Es que me gusta quejarme.
Así que cuando por fin el agua dejó de vapulearme y me llegó a la altura de las rodillas, estuve cagándome en la madre que la parió (qué apropiado) hasta que apareció Cara, que huía de la misma como si fuera ácido. Todavía nos costaba que se duchase a diario, pero lo hacía a cambio de palmeras de chocolate, así que cada vez que mi madre agitaba una palmera delante de sus narices, se quitaba la ropa y se metía en la ducha, como una versión porno del perro de Pavlov. Me había dado cuenta de que Daakka la observaba atentamente, pensando en que si él agitaba una palmera de chocolate obtendría el mismo resultado. A ver si os creéis que el verde es porque nació así.
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