NATE ROGERS
MAÑANA – SENATUS
Aquella mañana me despertaron temprano, lo que nunca era buena señal. Fui arrastrado fuera de mi celda, encadenado de manos y pies hasta ser conducido a la zona de lavado, donde tuve que desnudarme frente a los soldados para que me lanzasen cubos de agua fría a los que tendría que llamar baño. Después me arrojaron las ropas que esperaba, un peto de cuero que apenas cubría mi torso y una máscara a juego. Era día de arena.
Caminé, siguiendo la ruta que marcaban los soldados. Ya había intentado liberarme los primeros días y desde entonces dos brujos del imperio iban siempre junto a elos, esperando para anular mis movimientos.
– [b]Presentamos ante todos vosotros, ciudadanos, libertos y esclavos, a la Bestia de la Arena, el Berseker. [/b]- gritó la voz amplificada por la magia del Maestro de Ceremonias, en cuya mano se balanceaba el cetro con el que manipulaba mi esencia, eliminando cualquier filtro que pudiera tener ante las emociones que captaba. – [b]Hoy se enfrentará su mayor combate.[/b] – un arrebato de emoción me sobrecogió mientras el público gritaba con ánimo y en su interior, su sangre hervía pidiendo violencia que tapase sus lamentables vidas.
Los soldados se retiraron tras dejarme un estante con armas al lado. Debía ser el principio, porque les gustaba que me ensuciase las manos hacia el final.
Sin hacerse esperar demasiado, abrieron las fosas para liberar media docena de bestias salvajes. No eran leones, aunque debían ser una especie de felinos con algún antepasado demoníaco. Pasé de largo las armas de filo y cogí una vara. Al Maestro de Ceremonias no le gustó y sentí una avalancha de ira hasta casi cegarme.
Traté de calmarme como pude y luché contra las bestias sin herirlas de gravedad. Recordé los primeros días en la arena, cuando había usado mi empatía para estrechar lazos con las bestias y evitar que nos atacáramos, pero entonces liberaron algo peor, algo que las mató a todas. Era mejor un poco de dolor pero seguir vivas un poco más.
Cuando retiraron las bestias, el público sintió rabia por no haber visto sangre. Sus corazones palpitaban por más y más violencia y yo no dejaba de sentirlo. Entonces una de las fosas se abrió y varios esclavosarrastraron una caja tapada con una lona de la que tiraron cuando llegaron al centro, abriéndola. Dentro estaba Julia, totalmente desarmada.
Me acerqué a ella pero me detuve en seco cuando pensé que el juego podía tratarse de saturarme de rabia y lanzarme contra ella. Julia me había mantenido a salvo todo este tiempo, a salvo de mí mismo, de hundirme en un pozo del que no podría salir. Perderla a mis manos me destrozaría sin remedio.
– [Julia]NATE, he hablado con Laura y tenemos que salir de aquí.[/Julia] – mi mente tardó en organizar la información al principio. Laura parecía tan lejana en el tiempo y sin embargo solo habían pasado…ni siquiera lo sabía.
No pude reaccionar porque todas las fosas se abrieron de pronto, liberando lo que parecían gladiadores, solo que no eran humanos, parecían cruzados aunque tenían más de demonio que otra cosa.
Luché contra ellos, armados con espadas, mazas y martillos. La vara se rompió en uno de los golpes y sentí una ira cegadora tomar control de mí. Golpeé al contrario en el pecho y lo lancé inconsciente contra el público. Lo peor fue que me sentí bien, solo quería acabar con todos y si podía, con el público también. Solo había una persona allí que me importaba.
Julia se acercó a mí y sentí cambiar mis emociones, traté de centrarme en ella, solo en ella. Empecé a recordar lo que estábamos hablando. Había comunicado con alguien de fuera, con …
– [Nate]¿Con Laura?[/Nate] – pregunté. Me coloqué cerca de ella, luchando por alejar a los gladiadores sobrenaturales.
– [Julia]Sí. Laura ahora va de buena y nos está ayudando.[/Julia] – replicó mordaz.
– [Nate]Esos sentimientos no me ayudan mucho. [/Nate]- admití, cayendo brevemente en el hilo del que el Maestro de Ceremonias esperaba tirar. A ratos me dejaba llevar por la ira, pero conseguía volver a centrarme. Seguía muriendo gente a mis manos, teñidas de una sangre que nunca se iría. – [Nate]No voy a poder sacarnos de aquí, me están manipulando, hay demasiado odio, demasiada ansia e ira.[/Nate] – dije mientras ella usaba sus poderes por primera vez arrancando el júbilo del público.
– [Julia]Pero si yo soy todo amor.[/Julia] – replicó.
– [Nate]Pues aférrate a ello porque vas a ser mi ancla. [/Nate]- le pedí, mirándola de reojo. En mi corta vida había sentido las emociones de muchas personas, mis propias emociones, incluso las de otros hacia mí, pero al mirarla no solo sentía el deseo que yo producía en ella, si no también el mío propio.
– [Julia]Puedo ser lo que tú quieras que sea, macizo.[/Julia] – la ropa de esclava le sentaba bien, no podía dejar de pensar en ello igual que ella estaba dejando campar su deseo por mí. Éramos como un ciclo sin fin, la serpiente que se muerde la cola.
En cada ciclo fui tomando más y más energía, empecé a brillar, incapaz de contener el brillo de cada una de mis partículas de polvo estelar hasta que me vi forzado a dirigirla hacia el Coliseo. Por suerte Julia se adelantó y asustó al público con unos fuegos artificiales un poco antes de que la explosión de mi poder abriera un hueco que amenazó con colapsar el edificio entero.
En el caos, Julia me cogió la mano y echamos a correr hacia el agujero. Me sentía agotado, incapaz de captar más emociones, aunque no duraría mucho.
Ella nos guió hacia la más alta de las siete colinas, donde según Laura residía la entidad superior conocida como el Águila, la protectora de los portales de ese mundo.- [Nate]Espero que Laura no se equivoque.[/Nate] – no sabía cómo había llegado a enterarse de tanto y más estando tan lejos, pero según ella Chernobog, el ser maligno que mató a Sarah, había corroído los corazones de esos seres poderosos, incomunicando los mundos. Inspirado por el ánimo de Julia, pensé que Chernobog tenía todas las de perder, había matado a Sarah, sí, pero solo temporalmente y eso había traído a Sasha a su vida.
– [Julia]¿Y qué más da si se equivoca? Te he visto los abdominales.[/Julia] – replicó con una mirada centrada en mi torso, aún poco cubierto por el cuero de la ropa de gladiador. Su deseo avivó el mío.
Por desgracia nos perseguían, habían enviado una centuria tras nosotros después de lo que había pasado, dudaba que para llevarnos sanos y salvos.
– [Nate]Siento su ira desde aquí, podrían convertirme en esa bestia de nuevo.[/Nate] – la advertí. – [Nate]Y tenemos que conseguirlo, juntos.[/Nate]
– [Julia]¿Y qué propones, un maratón de sexo?[/Julia]
Me reí, y le apreté suavemente la mano. Era un momento agradable, pero la sensación desapareció cuando percibí de fondo una oscuridad tan negra que no tenía fin, un abismo insondable. Conseguí escuchar el silbido de la flecha y el ansia del cazador a tiempo para detenerla por el asta antes de que impactara en el pecho de Julia, directa al corazón.- [b]No arruines mi caza, bárbaro.[/b] – dijo una voz entre los árboles. La corrupción emanaba de ella, era el Águila, convertida en poco más que un Buitre por Chernobog.
– [Julia]¿Quieres reventarme las tetas?[/Julia] – le espetó Julia. Me anclé a su esperanza, sus ganas de vivir. Algo había sucedido en su vida que le había hecho coger cada minuto con la fuerza que todos deberíamos tener.
– [b]Solo cazo piezas apetecibles.[/b] – una figura apareció entre los árboles y sonrió antes de desaparecer. Tenía unos ojos tan afilados como la punta de sus flechas. – [b]¿Ya sientes la ira? ¿Cuánto vas a tardar en perder la concentración?[/b] – lanzó varias flechas tan rápido que apenas tuve tiempo a detenerlas todas. El objetivo siempre era el mismo, Julia.
Le pedí que se quedase detrás de mí, pero el Águila se movía por el bosque que nos rodeaba con tanta facilidad como si pudiera teletransportarse de copa a copa.
– [b]No aguantarás eternamente elemental. Y la humana será mía.[/b] – escuché una risa y sentí una avalancha de ira atravesarme de manera sobrecogedora. Solo quería destrozar a ese malnacido. Me vi convertido en una bestia tal y como me llamaban en el Coliseo, un animal salvaje y rabioso incapaz de sentir por sí mismo.
Pero aún quedaba una luz en ese bosque, detrás de mí, lanzando tantos fuegos artificiales que sabrían dónde estábamos hasta desde otro planeta. – [Nate]No voy a ceder a la ira, no lo conseguirás.[/Nate]
– [b]¿Y qué? ¿Me tomas por un Guardián de los Daesdi? Esto no es una Prueba, estás en mi coto de caza en el que llevo milenios haciendo lo que mejor sé hacer.[/b] – lanza una serie de flechas que cubre el cielo y masacra a la centuria.
– [Julia]¿Si tan importante eres por qué te ha comido el coco Chernobog?[/Julia] – espetó Julia, ganándose un arrebato de orgullo en el corazón de ese ser. Eso me hizo pensar en algo, quizá funcionase.
Abrí mi empatía tal y como me había obligado a hacer el Maestro de Ceremonias una y otra vez. Dejé acercarse a mí esa oscuridad, esa corrupción ponzoñosa y cuando estuvo cerca, tiré de ella y volqué un torrente de todo lo bueno que recordaba: las Echolls ayudándome, acabar enterrado bajo Eowyn, Freya y Xena, los New Moondies de pequeños, los grandiosos adultos en los que se habían convertido, Julia haciéndome sonreír cuando pensaba que todo estaba acabado.
Y entonces la oscuridad se fue como una mancha arrastrada por un chorro de agua a presión y solo quedó el Águila, orgullosa, salvaje, pero honrada. Cumplió su pacto y Julia y yo cruzamos hacia la Luna, de vuelta con los demás.