Moondale

Etiqueta: Valentine Chiwetel Solo

  • EL ORIGEN DE LOS MENDIGOS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Vincent C. Solo| Calles de Moondale.

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]

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    Cerré los ojos un instante, y cuando volví a la consciencia, antes de abrirlos, fue como si todo hubiese sido un mal sueño, casi podía escuchar las voces conocidas de ‘El Consejo’, es decir, mis amigos los Moondies, debía acostumbrarme a esa distinción para no alterar su destino si estaba fijado de una forma similar para este mundo.

    Me imaginé que alguno habría pasado por el centro comercial y me había visto allí desplomado, o quizá eso también había sido un sueño, el caso es que estaba a punto de descubrirlo, o eso pensaba. Cuando abrí los ojos, estaba en un callejón oscuro, aparentemente en Moondale a juzgar por las losas del suelo. Miré mis ropas y vi que eran trapos harapientos, las ropas de un mendigo. Rebusqué por todas partes y no había rastro de placa ni de pistola, me habían despojado de ellas, no había sido un sueño.

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  • UNOS SE VAN Y OTROS ENTRAN

    [align=center][b][SIZE=3]Diarios de Destino | Realidad alternativa[/SIZE][/b]

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    [i]Bienvenidos a Aihalia, tierra de la reina Ilhiana[/i] – rezaba el cartel.

    Alrededor del grupo se extendía un campo de un verde irreal cuyos límites se dibujaban perfectamente, como si alguien los hubiese trazado con su lápiz y con una escasa imaginación.

    Al este de su posición el liso prado daba paso a una enorme montaña escarpada y cubierta de blanquísima nieve cuyos picos no se conseguían divisar. Al oeste, haciendo el paraje más irreal aún si era posible, otra montaña se elevaba de pronto, pero esta era más baja y sin picos, era un volcán lleno de magma que caía continuamente formando charcos ardientes, rodeado por completo por un desierto sin fin. Por si lo anterior fuese poco, detrás de ellos había un enorme bosque que limitaba por un lado con el volcán y por otro con la montaña helada pero sin que sus árboles se quemasen o se helasen, como si hubiese una pared invisible. Por último, lejos, al norte, se distinguía un páramo oscuro cubierto de nubarrones negros que hacían que la lluvía fuese continua, al igual que los relámpagos.

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