Moondale

Etiqueta: Vera MacLeod ‘Sansa’

  • TRUENOS Y GARRAS

    LEO ARKKAN

    SELAS

    La mera visión de la loba de color caoba despertó en mi algo que esperaba, aletargado pero siempre alerta, esa parte de mí que llevaba una vida reprimiendo y que finalmente había sido el desencadenante para empezar a llevar una vida que no esperaba pero me llenaba de una forma que me sorprendía cada día.

    Acompañé sus señas de mis palabras y las de Ezra para que el resto del grupo echase a correr. Mientras Amy lideraba en su forma lupina la comitiva atravesando el bosque, Ezra y yo nos dividimos a los demás para protegerlos. Él se mantuvo cerca de Elliot, Jamie y Vera, mientras que yo me mantuve al lado de Dante, Chloe, Julia y Kaylee. Los tres héroes habían desaparecido antes de convertirse Amy, por suerte, porque mi lado más salvaje recelaba de ellos.

    Me aseguraba de tener en mi campo de visión la melena pelirroja de Kaylee en todo momento, mientras usaba el olfato para seguir el camino que trazaba Amy. Me obligué a ir detrás de todos ellos, porque la sensación de que los lobos se acercaban me invadía como un sudor frío.

    Después de un rato corriendo empecé a ver figuras moviéndose entre las sombras, agitando las hojas en su carrera por alcanzarnos. Cuando el rumor del bosque comenzó a ser ensordecedor y el olor de los licántropos era imposible de ignorar, me entregué a lo inevitable.

    Es difícil describir la sensación, quizá la vez que más cerca había estado había sido con ‘Shattered Bones’, pero lo había intentado varias veces sin conseguir captarlo del todo. El dolor empezaba en mi caso en la columna, haciéndose más pronunciada arañando mi piel, que se expandía y se hacía más densa y resistente. Pero mi atención siempre se iba a lo que más temía, al dolor de mis falanges partiéndose y deformándose. Unas manos que ahora eran garras y no podrían tocar jamás.

    Mantuve el control todo lo que pude y fui capaz de dejar la transformación a medias, porque si me convertía en un hombre lobo completo no era capaz de retenerlo. En esa forma simiesca en la que me encontraba, busqué la melena pelirroja y di con apenas un destello.

    Corrí y mis piernas explotaron de placer al ser presionadas, necesitaba correr, quemar esa energía que atormentaba mi cuerpo a ser contenido. Por el camino un hombre lobo se cruzó, iniciando la persecución de Kaylee. Habrían notado que era la más fuerte, o que más de uno teníamos un lazo vital con ella.

    Sea como fuere, le di alcance y él trató de golpearme al llegar a su altura. Me zafé y usé esas mismas garras que hacían esas manos incapaces de tocar para rasgar su costado. La sangre brotó y sentí que me embargaba un éxtasis salvaje y primitivo. Mi yo humano detestaba esa sensación, pero ahora no era del todo humano y necesitaba esa fuerza.

    Mis garras abrieron camino, entonando un cántico de salvaje destrucción que se contraponía a la fuerza creadora que acarreaban cuando acariciaban las teclas de un piano, las cuerdas de una guitarra o la suave piel de Kaylee.

    Al final, llegué a un claro con el pelaje salpicado de sangre, envuelto en un frenesí que reprimí en cuanto les vi a todos, en especial a ella. Mis huesos se recompusieron y volví a mi ser. Miré mis manos y estiré los dedos para comprobar la movilidad.

    – [Kaylee]¿Y ahora qué?[/Kaylee] – preguntó Kaylee. Parecía ilesa. Salvo Amy, Ezra y yo mismo, los demás no tenían ni una salpicadura de sangre y la nuestra, a excepción de algunas magulladuras, era de los otros.

    Alguien se abrió camino a través de las ramas y entró al claro. No bajé la guardia al ver que eran los dos héroes y la heroína, parecía que también habían luchado, pero ellos tenían más arañazos. Apenas hubo tiempo de hablar cuando más figuras entraron y entraron al claro. Algunas estaban en forma de hombre lobo completa mientras que otras tomaron forma humana. El pudor que pudieran tener los demás era inexistente en ellos, que se presentaban sin ninguna ropa. Era más práctico para cambiar entre formas.

    – [b]Una manada con sólo tres lobos, doncellas, una bruja y un… pájaro.[/b] – dijo uno de ellos con voz burlona y ronca. Tenía una cicatriz en el pecho, la piel curtida por las peleas y el pelo salpicado de canas.

    – [Dante]Mira a ver a quién llamas pájaro, perra.[/Dante] – replicó Dante, dando un paso adelante. Ezra le puso una mano en el pecho para evitar que avanzase y se ganó un coro de gruñidos entre los licántropos.

    – [Kaylee]Casi como en Narnia, pero sin armario.[/Kaylee]- comentó Kaylee, desviando la atención al convocar un viento tan fuerte que les hizo retroceder. Surgieron más lobos de otros puntos del claro, acercándose de forma amenazadora hacia nosotros.

    Amy se dispuso a colocarse frente a los demás y hacer de intermediaria, pero los héroes no la dejaron actuar y se lanzaron a pelear. Cuando el primer lobo cayó al suelo con una herida de espada plateada en el vientre, la situación se escapó de su control.

    Hicimos un círculo dejando a Elliot, Jamie, Vera y Chloe en el interior. No fue necesario defendernos, porque un trueno retumbó como si acabase de caer en el mismo claro. – [Oriax]¿Qué héroe se atreve a cruzar mis dominios?[/Oriax] – preguntó una voz grave, pero serena y respetable a la vez.

    Al otro lado del claro una figura de dos metros de alto y aspecto imponente se dejó ver. Su imagen me transportó a otro tiempo, a una tarde lluviosa, a la vera de la chimenea encendida, con un reluciente disco de metal entre mis manos. Aquella fue la primera vez que vi esa figura, la del Daë Oriax.

    – [b][i]Nosotros, que venimos a librar al mundo de ti.[/i][/b] – dijo el héroe que parecía liderar a los otros dos. No recordaba muy bien sus nombres.

    – [Leo]¿Quién ha dicho nada de eso? [/Leo] – repliqué dejándome oír.

    – [b][i]Aléjate, ya he visto que no sois más que monstruos que pretendían engañarnos. [/i][/b]- levantó su espada apuntando hacia nosotros. El brillo que emitía el filo no dejaba dudas, era plata.

    – [Amy]¿Pero qué…?[/Amy] – intervino Amy, encarándose.

    – [b]Nos engañasteis con la hidra, pero seguro que era una riña entre seres como vosotros.[/b] – dijo la heroína. Aunque poco podía llamárseles así.

    – [Kaylee]Bueno, vamos a ver, yo creo que aquí ha habido un error, porque nosotras somos las buenas.[/Kaylee]- aclaró Kaylee. Teníamos dos frentes abiertos y aquí no había duda de dónde tenía que estar nuestro bando.

    – [Oriax]Basta. Habéis entrado en mis dominios. [/Oriax]- sentenció Oriax, acercándose. – [Oriax]Y os atrevéis a amenazarme.[/Oriax] – abrió las alas y en un parpadeo se colocó frente al héroe. Su espada voló por los aires hasta clavarse en el suelo y cuando alcé la vista, el Daë lo tenía cogido por el cuello.

    – [b]Cantarán mi nombre como el primero en morir hoy, pero alguno de nosotros acabará contigo. [/b] – replicó el héroe con dificultad, señalando unas luces en el exterior del claro. Eran antorchas, decenas. Aquellos tres héroes eran los primeros de un ataque a gran escala. Y nosotros estábamos en medio de todo eso, con la misión de protegerle.

    – [Leo]Tenemos que proteger al Dae. [/Leo] – les recordé, pese a que Oriax no parecía necesitarla en ese momento. Su expresión no cambió cuando vio las antorchas.

    – [Vera]¿Qué deberíamos hacer?[/Vera] – preguntó Vera, sin dejar de mirar con preocupación la tensa garra que sujetaba el cuello del héroe.

    – [Jamie]Va a matarlo. [/Jamie]- dijo Jamie, asustada. Oriax parecía calmado, pero en su interior se percibía una atronadora furia que amenazaba con arrasar todo.

    – [Dante]Eh, ¿y si lo sueltas?[/Dante] – se atrevió a decir Dante. – [Dante]No puede hacer nada contra ti.[/Dante] – añadió.

    Oriax pareció meditarlo, porque poco podían hacer en realidad contra él, pero el héroe y la heroína libres atacaron. Entonces en tres golpes certeros, acabó con todos. – [Oriax]¿Queréis ser los siguientes?[/Oriax] – preguntó, girándose hacia nosotros dejando atrás los cuerpos de los héroes.

    – [Kaylee]Evidentemente, no. Solo queremos que esto acabe con el menor número de muertes y mutilaciones a ser posible.[/Kaylee] – respondió Kaylee. Me sorprendía su valentía, la fuerza que emanaba pese a encontrarse en desventaja contra un ser tan ancestral y poderoso como Oriax.

    El demonio camino despacio hacia ella y se colocó delante. Me tensé. – [Oriax]Cuánto tiempo sin ver a una de las tuyas.[/Oriax] – dijo, como si mirara más allá, a través de su alma.

    – [Kaylee]Explícame eso, por fi.[/Kaylee] – pidió, cargada de inocencia.

    – [Oriax]Una hija del fénix.[/Oriax] – respondió el Daë. Una chispa pareció bailotear en el iris de Kay.

    – [Kaylee]Mi madre es que es una leyenda.[/Kaylee] – replicó. Él entrecerró los ojos, como si no la comprendiera, algo me decía que él debía estar refiriéndose a que Kay era como su madre, capaz de renacer de sus cenizas por el extraordinario poder de su magia.

    – [Oriax]Os daré una oportunidad.[/Oriax]- concedió finalmente, dándonos la espalda. – [Oriax]¿Por qué veníais con ellos?[/Oriax] – preguntó con firmeza.

    – [Dante]Más bien nos los encontramos de camino.[/Dante] – replicó Dante. No solía coincidir con él muy a menudo, pero había dado en el clavo.

    – [Leo]Veníamos buscando a alguien, para protegerlo.[/Leo] – añadí. El Daë se acercó a la manada y les hizo varias señas. Después de un rato, abandonaron el claro.

    – [Oriax]Seguidnos.[/Oriax] – dijo Oriax.

    – [Jamie]Los héroes vienen de camino. [/Jamie]- le respondió Jamie, señalando las antorchas que se acercaban.

    – [Oriax]Encontrarán obstáculos. Tardarán en llegar, si es que lo consiguen.[/Oriax] – replicó, aún sereno.

    Con cautela, manteniendo las distancias, les seguimos. Sería un Daë pronto, un salvador de mundos, pero todavía era un poderoso demonio, muy antiguo, capaz de acabar con quien se interpusiera en su camino. Casi instintivamente le di la mano a Kay para caminar juntos. Mientras avanzábamos, parte de mí parecía sentir ese fuego que emanaba de ella.

  • COMPARTIENDO EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    SELAS – NOCHE

    Según escuchaba las palabras de ese aspirante a héroe llamado Abderus, sentía que mi mente divagaba a otro tiempo mucho más atrás, hasta el salón de la cabaña de mis padres, con el fuego crepitando y el olor a chocolate caliente como le gustaba a mamá, algo que se había convertido en costumbre en aquel periodo en el que no dejaba de pasear para conseguir que un incansable Noah se durmiese.

    Mi padre, mientras tanto, se sentaba junto a mí y sin un libro en las manos, me contaba los cuentos de los Daë, las historias que Noah siempre tendría grabadas en sus genes y que él quiso que yo también tuviera presentes, junto a muchas otras.

    Y ahora estaba allí, escuchando hablar de un demonio draconiano que plantaba cara a los supuestos héroes, dispuestos a aniquilar a los que tenían un aspecto diferente, aquellos que molestaban por su «fealdad». No dudaba que era Oriax el Daë al que buscábamos, pero había que tener cuidado, porque surgió de las sombras y tardaría tiempo en encontrar la luz al lado de los otros Daë.

    Mientras los héroes y heroínas aumentaban el ritmo de beber, parando solo para reírse de alguna broma o intentar que los demás les acompañáramos, me acerqué a Kaylee, que estaba sentada en una hoguera más pequeña que ella misma había hecho arder. Era increíble de lo que era capaz, siempre me había gustado la magia, pero en ella me fascinaba más aún. El fuego bailaba contra su pelo rojo fresa, iluminándolo y mostrando todas sus tonalidades.

    – [Leo]¿Estás bien? Ese fuego ha sido bastante avanzado.[/Leo] – pregunté, sentándome a su lado. Con el resto de New Moondies me esforzaba a diario tratando de mantener conversaciones, pero con ella el esfuerzo era nulo, me resultaba sencillo hablar de lo que fuese.

    – [Kaylee]Me pica todo el cuerpo, pero estoy intentando no rascarme.[/Kaylee]- admitió, sonriendo. Vi una mancha rojiza que se escondía bajo su toga. Le había tocado pagar por los excesos de sus padres, como ella solía decir.- [Kaylee]Gracias por preguntar.[/Kaylee] – añadió. Me acerqué y cuando nuestros hombros se tocaron me eché sobre ella y le di un beso en la sien. El mero hecho de sentir su suave piel contra mis labios hizo que un gruñido animal resonase en los rincones de mi mente.

    – [Leo]Te rascaría yo pero me está costando controlar al lobo.[/Leo] – le enseñé las manos, que en aquel momento no me habrían servido para tocar, por las uñas, duras como dientes, que ya habían asomado hacía unas horas, en cuanto mis sentidos captaron lo que habitaba en el interior del bosque.

    – [Kaylee]Prefiero no acabar con en torso como el de mi padre.[/Kaylee] – comentó, alzando una ceja. Daba igual cómo marcase sus rasgos, con cualquier mueca era preciosa y su mente era afilada como un cuchillo. Podría haber compuesto sobre ella durante semanas y de hecho, lo haría.

    – [Leo]No creo que tu torso se parezca mucho. [/Leo] -. admití, sonriendo. No me consideraba una persona demasiado puritana. Nos habían metido en la cabeza de que las relaciones sexuales eran algo prohibido, tabú, pero eso en mi casa no había sido una norma, cada cual era libre de disfrutar su propia sexualidad siempre que fuese consentido. Sin embargo, en ese momento estaba controlándome, porque el lobo tendía a sacar fuerza de mis impulsos más compartidos.

    – [Kaylee]Deja de pensar en mi torso.[/Kaylee]- replicó, sacándome la lengua.

    – [Leo]La toga y los sentidos agudizados no ayudan.[/Leo] – confesé. Contuve un gruñido cuando ya llegaba al fondo de mi garganta. Captaba cada matiz del olor distintivo de Kaylee y me inundaba los sentidos, pero por debajo, sentía la llamada de ese bosque. Para Amy y Ezra quizá fuera más fácil, no rechazaban esa parte de sí mismos como yo.

    – [Kaylee]¿Estás nervioso?[/Kaylee] – preguntó, apoyando una mano sobre la mía.

    – [Leo]Se supone que esto es territorio de licántropos.[/Leo] – dije, pensativo. Era la tierra de Licaón, una de las primeras leyendas de licántropos y una de las pocas que había llegado hasta los humanos. Quizá estuviera allí, en ese bosque, traído por Antailtire, no podíamos saberlo. – [Leo]Los presiento.[/Leo] – añadí. No eran unos pocos, en aquellos bosques había muchos como Amy.

    – [Kaylee]¿Quieres que te tire una ramita y descargas tensiones?[/Kaylee] – dijo ella con una sonrisa burlona.

    – [Leo]Igual te da por subirte y echar a volar.[/Leo] – le repliqué, sonriendo. En otro tiempo podríamos habernos dicho las mismas palabras pero con una intención diferente. Como pude estar tan ciego como para pensar que Kay estaba feliz fingiendo ser una reina de la clase.

    – [Kaylee]Espera a que te enseñe mi verdadera nariz con verrugas, que no se te va a levantar ni con grúa.[/Kaylee]- sacó su mejor risa de bruja.

    – [Leo]Así que era eso lo que tenías ahí.[/Leo] – bromeé tocándole la nariz con un dedo. Ella enseñó los dientes e hizo como si me fuera a morder. El lobo seguía tirando de mí.

    – [Leo]Ya estamos iguales.[/Leo] – dije enseñándole mis dientes. De por sí ya tenía los colmillos pronunciados, pero ahora lo eran mucho más.

    – [Vera]¿Y si os alquiláis una habitación, heteras?[/Vera] – me sorprendió escuchar la voz de Vera tan cerca. Mis sentidos estaban tan pendientes de Kaylee que se habían aislado del resto. El lobo tenía algún tipo de atracción hacia ella y eso me resultaba preocupante.

    Vi que Vera sonreía y traté de hacerlo yo también, aparcando los miedos por un instante. Jamie iba pegada a ella, como su sombra. Habíamos tenido poco tiempo de calma entre la misión que la llevó hasta nosotros y la de ahora, con luchas, pactos, traumas… Esperaba que cuando todo esto terminase pudiera relacionarse más con el resto.

    – [Jamie]¿Qué es una hetera?[/Jamie] – preguntó, mirando a Vera y Kaylee. Tenía el pelo tan rojo como una MacLeod.

    – [Vera]¿Quién se lo explica?[/Vera] – preguntó la pequeña de los MacLeod, encogiéndose de hombros. Vi a Julia acercarse a nosotros e hice un gesto con la cabeza señalándola. Era la ventaja de su desparpajo, que no tendría problemas en aclarar las dudas de Jamie.

    – [Julia]Las personas heterosexuales sienten atracción hacia gente de distinto sexo. En realidad, «heteras» no existe.[/Julia]- aclaró al llegar frente a nosotros, me eché hacia delante, apoyando los brazos en las rodillas mientras observaba la situación. Miré a Julia sorprendido, no esperaba una respuesta tan…correcta. – [Julia]¿Qué? La vida sexual de la gente no es graciosa. Bueno, la de Henry sí porque no existe.[/Julia] – añadió como si hubiera leído la mente de todos.

    – [Leo]Debe tener las orejas ardiendo.[/Leo] – comenté. Bastante tenía Henry con la marcha de Laura, si hubiera sabido que hablaban de él se habría vuelto rojo por completo. Parecía muy vergonzoso y tímido.

    – [Julia]No será lo único que le arda, pero yo le daba.[/Julia] – entrecerré los ojos. Era increíble que al menos de palabra a Julia le gustasen casi todos los New Moondies.

    Negué con la cabeza levemente y me giré para mirar a Kay, que esbozaba una sonrisa como la mía, contenida. Julia me resultaba divertida por su desparpajo. Era digno de alabanza.

    – [Julia]¿Qué? Venga, que también os daba al resto.[/Julia] – añadió, era una suerte que los héroes estuvieran ya muy bebidos y bebidas para que no quisieran unirse a la invitación.

    – [Dante]No es ningún secreto, Julia.[/Dante] – dijo Dante, que acababa de aparecer.

    – [Julia]Ven, que te arreglo.[/Julia] – ella hizo como que iba a agarrarlo, en broma, claro, pero Dante se apartó.

    – [Dante]Lo pensaré.[/Dante] – respondió, con una sonrisa que debía usar en sus ligues nocturnos. – [Dante]Cuando no estemos en villa lobo. [/Dante] – añadió, como si le diese malas vibraciones el lugar. No podía creerle, Dante no tenía reparos para eso. Pero había desviado la mirada hacia Chloe, que fingía no estar escuchando, así que esa debía ser la razón. – [Dante]Ahora vuelvo.[/Dante] – añadió, acercándose a la menor de los MacLay.

    Vera nos miró y contuvo una risa, después fue a sentarse en una piedra cercana junto a Jaime. Vi que tenían los dedos entrelazados. Incluso de una desgracia salían cosas buenas. Julia se sentó al otro lado de Kay, pero algo más apartada.

    – [Leo]No me gustan estos héroes, he conocido músicos como ellos.[/Leo] – dije después de disfrutar de un rato de silencio junto a la persona que amaba.

    – [Kaylee]Tontos hay en todas partes, Leo.[/Kaylee]- respondió ella, mirándolos de soslayo, cantaban sus andanzas y practicaban para llevarse el mérito de la muerte de la Hidra, a la que habían arrancado varias escamas para demostrarlo.

    – [Leo]El demonio del que hablaba Abderus es nuestro Daë, estoy casi seguro.[/Leo] – confirmé. Del grupo de Selas yo era el que tenía más información de los Daë, así que Kay que era nuestra líder junto a Amy, debía saberlo. Debía decírselo también a Amy, pero estaba más taciturna de lo acostumbrado y no quería poner a prueba el reinicio de nuestra amistad.

    – [Kaylee]Es posible.[/Kaylee] – respondió ella. Había una duda razonable, pero teníamos que confiar en que no sería una casualidad haber acabado tan cerca de ese «asesino de héroes». Ahora el problema estaba en prepararle para unirse a los demás y si era como a los demás, defenderle de los agentes de Antailtire.

    Toqué con la punta de los dedos una rojez de su cuello. – [Leo]Si necesitas ayuda con eso, ya sabes.[/Leo] – dije cuando creía que nadie nos escuchaba, aunque no me habría extrañado que Julia pusiera la oreja. Noté cómo se le erizaba el vello del cuello y contuve el impulso de besarlo. – [Leo]Con la alergia.[/Leo] – puntualicé.

    – [Kaylee]Necesito que me eches crema. Mucha. Sobre todo en las tetas.[/Kaylee] – replicó riéndose. No pude evitar reír. Kay era maravillosa y su carácter era el perfecto contrapunto del mío.

    Hay cosas que te facilitan la vida y sin duda una de ellas es compartir el camino, bueno y malo, con alguien con quien ya compartes tu corazón y tu alma.

  • NUESTRO PODER NO NOS DEFINE

    DIARIO DE JAMES BARNES

    KADINGIR, LUNA VILTIS – TARDE

    Cada día junto a aquellas personas era a partes iguales emocionante, fascinante y terrorífico. La experiencia de cambiar de cuerpos había sido impactante, pero nada comparado con ver a los muertos alzarse y luchar contra nosotros. Había soñado con la magia toda mi vida, estaba dispuesto a trabajar más duro que nadie y a dejar mi vida atrás por ella, pero acababa de comprender que no amaba todos sus aspectos y que el poder no es bueno ni malo, solo depende de la mano en la que esté.

    Mi padre, un ateo de la magia toda su vida, resultó ser parte de una especie de dios de la magia tiránico con muchos aspectos, incluso femeninos. No podía esperar nada bueno de ello, había enviado a aquel grupo a matarnos, pero aun así, en todos los años que había conocido a mi padre jamás había sido un hombre malvado. Estricto en mi educación desde que murió madre sí, preocupado, pero no era una mala persona.

    Pasé los primeros días antes del cambio conociendo bien aquel barco estrellado que antaño surcaba el cielo y más allá. Todo parecía sacado de un sueño y más de una vez pensé si no me habría vuelto loco de tanto leer como decían algunos trabajadores de mi padre. En cuanto volví a mi cuerpo retomé los paseos y las preguntas a las personas que allí vivían, tratando de no molestarles demasiado. La mitad de las veces me sentía como una sombra a la que nadie veía, observándoles como si fueran personajes de una novela. En esos momentos mi miedo a que todo fuera una invención de mi cabeza era más fuerte.

    Otras veces algunos se paraban conmigo y me hablaban, en especial Vera, a la que había cogido mucho cariño después del apoyo que me había prestado en mi mundo. Ella, sus hermanas y Leo serían siempre una clase de amistad diferente para mí porque habían estado en uno de mis peores momentos.

    Así que cuando empezó aquel debate sobre si volvían o no a su lugar de procedencia, esa «Tierra» de la que tanto había oído hablar, y supe que dos de ellos pensaban irse y dos quedarse, me sentí dividido. Por suerte para mí, que siendo nuevo en eso de decidir mi futuro no llevaba muy bien tomar yo las decisiones, la muchacha de pelo oscuro que parecía la madre de todos, Jane, decidió que tanto Vera, como Elliot, como yo, teníamos que irnos porque éramos demasiado jóvenes.

    Los demás le discutieron hasta que tuvieron que ceder, yo me limité a hacer caso a lo que recomendaba. Era una adulta responsable, seguro que sabía lo que decía.

    Noah, el que siempre me respondía todas las preguntas pero a veces lo hacía demasiado rápido, vino a buscarnos por la tarde. Venía ya acompañado del gigante de piel broncínea, Nate, de Vera y de Elliot. Nos explicó que él y Nate solo iban para ayudarnos y volverían con los demás. Al principio pensé que habría una especie de fiesta de despedida pero al parecer se había creado una clase de pacto unánime sobre evitar decir adiós, sin necesidad de hablarse entre ellos para formalizarlo.

    Me coloqué a un lado de Vera y ella me sonrió. Mi estómago se sentía extraño, como si tuviera un remolino de aire en su interior. Volvía a lanzarme a lo desconocido y eso me daba miedo, pero al menos iba con alguien a quien apreciaba. Noah fue llamando a algunas puertas y se nos unieron más personas.

    De una salió Laura, la chica que había despertado en la guarida de los malos conmigo y que había resultado herida, iba acompañada del ingeniero del barco volador, Henry. Pensé que él sería una pieza clave que no podría faltar, pero si su esposa estaba en esas condiciones era normal que se fueran ambos. Luego me di cuenta de que Vera me había explicado que aunque dos personas de distinto sexo durmieran en la misma habitación no tenían por qué estar casados. También dijo que si eran del mismo sexo podían estar casadas también. Aún tenía muchas cosas a las que acostumbrarme, la magia era el menor de mis problemas.

    De otra salieron una chica que me asustaba, que era la que había descubierto que podían viajar a la Tierra, junto a Niall, el chico que también había estado en la guarida de los malos. Esos sí sabía que no estaban casados, Lexie parecía estar cortejando con Noah, aunque no les había visto muy juntos desde que había llegado a aquel barco. Y Niall, por lo que había explicado Vera, prefería la compañía masculina a esos efectos. En mi mundo eso ni siquiera era una opción, pero de inmediato sentí que eso era como debía ser.

    La cara de Noah había cambiado desde que Lexie iba en el grupo. Ella charlaba y parecía contenta del viaje más que ninguno y cuanto más se le notaba, más serio y afectado parecía él. De uno de los cuartos salió solo el chico de pelo rubio que tenía alas de ángel, pero que no se comportaba para nada como uno, Dante se llamaba, como el de la Divina Comedia.

    Por último de otro de los cuartos salió solo Amy, que se limitó a caminar cerca de nosotros con aire pensativo. Parecía que no quería irse realmente, pero algún motivo la instaba a ello. Por ahí había escuchado algo de un amor trágico, al parecer, su licantropía podía matar al chico de fuego gemelo de Jane, Owen. No se me olvidaría ese nombre pese a que eran muchos porque su presencia se hacía ver. Eso y que mi bisabuelo se llamaba Owen.

    Salimos de aquel barco y la maravillosa brisa del exterior me recorrió mientras el sol me bañaba con sus rayos. Aquella sensación era revitalizante, pero duraría poco. Nos pidieron que nos colocáramos en un círculo agarrados de las manos y Henry empezó una cuenta atrás. Al terminar, aparecimos en otro lugar completamente diferente y mi estómago, que ya no estaba muy bien antes, se vació en una esquina antes de saber dónde habíamos ido a parar.

    Vera y Elliot me ayudaron a recomponerme y cuando alcé la vista tuve ante mí una inmensa ciudad de edificios que no se parecían nada entre sí.

    – [Noah]Vendrán a buscarnos a esta plaza.[/Noah] – indicó Noah. Estábamos en una especie de gran plaza central en la que terminaban catorce calles principales, que sí, conté mientras esperábamos más tarde. Cada calle empezaba en un cartel de piedra labrada con un símbolo y conducía a una zona con un aspecto diferente, con mercados y más plazas. Más tarde me enteraría de que cada calle simbolizaba uno de los mundos del Cúmulo, para que los que habían huido de ellos se sintieran cómodos. Solo allí, en la plaza central, se reunían tenderetes y gentes de todo tipo. Vi ropas de gentes del pasado como griegos y vikingos, pero también seres de cuento y otros que nunca había imaginado a los que los demás llamaron «alienígenas».

    – [Lexie]¿Alguien quiere un kebab del espacio? Voy a pillar uno[/Lexie]- propuso Lexie. Parecía que evitaba mirarle y noté una tensión extraña entre ellos. Se suponía que Noah hacía esto por ella, se notaba entre los dos un abismo invisible.

    – [Niall]El mio sin salsa.-[/Niall] comentó Niall agarrándose del brazo de Lexie. Un gesto tan natural nunca lo había podido ver en mi mundo.

    – [Noah]Yo os espero aquí.[/Noah] – puntualizó Noah. Le temblaba un poco la voz. Lexie y Niall se dieron media vuelta y se marcharon hacia uno de los puestos.

    Mientras esperábamos en silencio, observé a las personas que pasaban, conté las calles, miré los carteles y traté de distinguir el horizonte de aquella enorme ciudad en la luna. Entonces, Amy se apoyó en Nate, llevándose una mano a la sien. .- [Amy]Noah, tengo que contarte algo[/Amy]. – dijo tratando de enderezarse.

    – [Noah]¿Has tenido una visión?[/Noah] – preguntó él, acercándose. Amy tenía el rostro más pálido que de costumbre y al acercarnos, su frente estaba perlada de sudor.

    – [Amy]Tenemos que volver[/Amy]. – respondió, después de asentir.

    – [Lexie]NO[/Lexie].-gritó Lexie, que llegaba en ese momento con la comida, que terminó derramada en el suelo.

    – [Noah]Espera, Lexie.[/Noah] – pidió Noah.  – [Noah]Cuéntanos qué has visto.[/Noah] – le dijo a Amy.  Ella empezó a dar detalles muy concretos pero que daban una imagen desdibujada. No me había imaginado las visiones así, pero tal y como ella lo describía, eran un cúmulo de sensaciones, no solo de ver, si no de otros sentidos. Recomponiéndolo todo una vez nos lo contó, en algún lugar de aquella luna, los seguidores de Antailtire que nos habían atacado se habían reagrupado, uniéndose a otros tantos más, y planeaban el ataque antes de que pudiéramos recuperarnos. El ataque sería esa tarde, antes de que oscureciera y los demás irían cayendo mientras nosotros nos íbamos.

    – [Noah]Voy a volver. Podría pasar en cualquier momento.[/Noah] – sentenció Noah. Miró a Nate, que asintió. Los dos iban a irse, inmediatamente.  – [Noah]Vendrán a buscaros aquí, os reconocerán aunque yo no esté.[/Noah] – me di cuenta de que hablaba como si todo el plan de irnos a la Tierra siguiera adelante, pero dejándoles a ellos atrás ante un peligro indeterminado. – [Noah]Estaremos bien.[/Noah] – su última mirada fue para Lexie, pero nadie habló, el silencio cayó sobre todos hasta que Nate lo rompió.

    – [Nate]Tened mucho cuidado.[/Nate] – y de un instante a otro, se desvanecieron. Los demás, los que íbamos a irnos, nos quedamos allí en silencio, mirándonos. Esperaba que alguien dijera que volviéramos, que fuéramos ayudarles aunque no fuéramos los más fuertes. Algo podríamos hacer.

    – [Amy]Yo tengo que volver[/Amy].- dijo Amy al poco. Miró a todos y fue caminando hasta su hermana para estrecharla en sus brazos. Eché de menos haber tenido algún hermano o hermana, pero viendo lo que tenía que asimilar ahora de padre, mejor no desearlo a nadie más.- [Amy]Saluda a todo el mundo de mi parte y ten cuidado[/Amy]. – le pidió.

    – [Vera]No, si yo me voy contigo. He venido por no escuchar a Jane, pero no pienso quedarme cruzada de brazos mientras alguien me necesita[/Vera].- miré a Vera plantada allí, estoica. No pensaba dejar que nadie decidiera por ella. Ojalá yo fuera igual. Pero al menos con su decisión, podía sumarme.

    – [Elliot]No creo que Jane se enfade si volvemos para ayudarles.-[/Elliot] intervino Elliot. Los dos que tenían mi edad volvían.

    – [James]Y-yo voy con vosotros. No tengo…sitio al que ir y no voy a-a dejarles así.[/James] – me temblaba la voz, no quería ofender a nadie después de contar conmigo para irse, pero era lo correcto.

    – [Lexie]¿Os estáis escuchando? Amy se lo puede haber inventado todo, porque no soporta quedarse sin enrollarse con Owen[/Lexie].- soltó Lexie, poniendo un gesto que me daba miedo. Estaba enfadada, mucho.

    – [Amy]Por supuesto. Esa era mi intención. Me has descubierto[/Amy].- replicó Amy, con un tono de voz carente de emoción. Aun así, la vi poner los ojos en blanco un instante.

    – [Dante]No creo que hubiese venido hasta aquí para eso Lexie. Además nada te impide irte igual..[/Dante] – intervino Dante. Él había hablado durante parte del camino y estaba bastante convencido de irse, pero ahora no sabía ya si estaba hablando de que él también se iría o de que Lexie podía hacerlo pero él no.

    – [Laura]Yo no tengo mucho que aportar, así que me iré igualmente[/Laura].- comentó Laura, encogiéndose de hombros. Aún tenía las manos vendadas y estaba débil.

    – [Niall]Pues anda que yo, que solo estoy en esta historia de soporte moral.-[/Niall] reconoció Niall.

    – [Amy]Cualquier ayuda es poca[/Amy].- admitió Amy, más preocupada de lo que dejaba ver. ¿Habría visto en la visión una señal de que teníamos que ir todos? Yo no dudaba de ella, de eso estaba seguro, si decía que había visto algo, era así.

    – [Lexie]¿QUIERES CALLARTE DE UNA VEZ?[/Lexie] – gritó Lexie. Me eché un par de pasos hacia atrás, encogido. Vi que alguna gente se giraba hacia nosotros.

    – [Amy]No me escuches si no quieres. Solo digo lo que he visto[/Amy].- me sorprendía ver a Amy con paciencia, era una loba a la que ya había visto enseñar las garras en mi mundo. Pero allí estaba intentando mediar. Quizá necesitaba que Lexie volviera.

    – [Lexie]Es que no tenía que haberte dejado venir, porque siempre lo jodes todo[/Lexie].- Lexie se llevó una mano al pelo, nerviosa. Quizá más que nerviosa estaba molesta, con un enfado que se le escapaba de las manos.

    Dante caminó hacia Amy. – [Dante]Cuanto antes nos vayamos, mejor. [/Dante] – dijo. Lexie le miró, parecía sorprendida de que él también se fuera. Laura, Niall y Henry estaban todavía al lado de Lexie. – [Dante]Aprovechad para volver a casa. Yo volveré a intentarlo.[/Dante] – añadió. Notaba algo de pena en sus palabras, pero estaba decidido.

    – [Amy]¿Vamos?[/Amy]- preguntó, mirando hacia Dante. Nos esperaba una buena caminata hasta el barco volador, no sabía cómo lo haríamos sin Henry y su don, pero todos se acercaron a Dante como si él también pudiera hacerlo. – [Amy]Ojalá pudiera enseñarte lo que he visto[/Amy].- comentó Amy apartándose de nosotros para ponerse frente a Lexie. Ella seguía fulminándola con la mirada pero Amy le puso una mano en el hombro de una forma extraña, como si no fuera consciente de lo que hacía y Lexie, antes de poder apartarse, cayó de rodillas al suelo. Amy no sabía cómo lo había hecho ni que podía hacerlo, pero había compartido su visión con Lexie, que se quedó de rodillas con los ojos muy abiertos, sorprendida, procesándolo.

    Amy volvió junto a los demás y de pronto mi corazón dio un vuelco cuando la oscuridad nos rodeó por completo.

    – [Henry]Quizás deberíamos volver también. Es decir, si fuéramos nosotros los que estamos en peligro habrían venido…-[/Henry] escuché decir a Henry, casi como un eco lejano.

    – [Laura]Pero yo no puedo hacer nada[/Laura].- respondió Laura. En su estado, tenía razón. Al menos ella tenía un don, yo no tenía nada, no sabía cómo podría serles útil, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

    – [Henry]Eso no es cierto, nuestro poder no nos define. Necesitan nuestra ayuda Laura.-[/Henry] – replicó él.

    – [Laura]Gracias[/Laura].-añadió ella. Noté algo diferente en su voz, como si algo hubiera cambiado, pero antes de poder pensar, sentí el tirón de la vez anterior y aparecimos en mitad de la pradera. Solo que ahora la tranquilidad de antes se había visto reemplazada por un combate encarnizado donde los sirvientes de Antailtire, el ser del que era parte mi padre, trataban ya no de apresar si no de matar al resto de habitantes del barco volador, que asistía a la lucha como un espectador de fondo.

     

  • HERENCIA DE SANGRE

    JAMES BARNES

    MAÑANA, ESFERA ARTISAN

    Cuando el señor Leo dijo aquél nombre, la señorita Amy fue la primera en reaccionar, pero para cuando ella terminó de explicar que acababa de hablar con él gracias a esa «bola mágica», me alegró poder ayudarles en algo diciendo que yo también conocía a ese hombre, y bastante bien de hecho, aunque nuestra historia tenía algunas complicaciones por el camino.

    Después de charlar hasta entrada la noche, propuse ayudarles a llegar hasta a él a la mañana siguiente. Al ver que la hora de llegada de padre estaba cerca, se lo hice ver y ellos prefirieron irse a la cama. Parecían haber notado mi nerviosismo y agradecí estar solo para cuando llegase.

    Toda la euforia acumulada por conocer a aquellas increíbles personas, comprobar que la magia era tan real como había soñado y poder aportar algo a su senda heroica se desvaneció en cuanto vi el semblante serio de padre cruzando la puerta.

    Había hablado con Ernest y Clara, quizá también con la señora Adelaide. Cuando empezó a hablar con una voz atronadora lo primero que pensé fue en que los demás no le escuchasen. No quería que mis nuevos «amigos» viesen primero esa parte de él, como había estado recientemente en lugar de como había sido casi siempre.

    Escuché y les defendí lo que pude, pero su enfado no iba a menos y llegó un punto en el que mencioné que al día siguiente se irían después de acompañarles a ver al Reverendo Rowe en el que su ira se desbocó. Me prohibió ir con ellos, tener ningún tipo de contacto con John Rowe o que siguieran en nuestra casa un día más.

    Al final su enfado fue remitiendo. Me recordó que el Reverendo Rowe hablaba en su contra, decía que si la fábrica de mi padre tenía tan buenas intenciones, por qué seguía muriéndose de hambre media ciudad, y por qué sus máquinas revolucionarias apenas se veían, ¿a dónde iban de verdad?

    Recuerdo preguntarle a mi padre esas cuestiones porque el Reverendo y yo habíamos sido amigos durante bastantes años. Cuando padre trabajaba, solía pasar tiempo con él, hasta que pasó todo aquello y padre se volvió más cerrado. Cada vez pasaba más tiempo en la fábrica.

    En las últimas semanas había sido peor, especialmente los días en los que le visitaban «los extranjeros». Llevaban ropas extrañas y padre dijo que venían de ‘La Gran Planicie’ para comprar sus máquinas. Pero seguía raro.

    Dormí mal esa noche, di vueltas y me desvelé varias veces, pensando en mi cabeza cómo decirles a los demás que no podía acompañarles y que tampoco podían quedarse. Al final caí rendido y para cuando me despertó el grito del gallo, estaba agotado.

    Tras asearme y hacer las primeras tareas de la mañana mientras se despertaban, me reuní con ellos en el desayuno. Padre se había ido antes incluso de que yo me despertase. Solía irse temprano, pero parecía que ese día un poco más, como si no quisiera verles.

    – [James]No puedo ir con vosotros, padre no lo permitiría.[/James] – dije al cabo de un rato, agachando la mirada hacia mi plato.

    – [Vera]Eres el único que nos puede ayudar.[/Vera] – escuché decir a Vera. No me vi capaz de levantar la mirada y encontrarme su rostro de decepción. Ella me entendía de una forma que hacía tiempo que no hacía nadie.

    Negué con calma. – [James]Padre no quiere que me acerque al Reverendo. Dice que sus ideas se me meterían en la cabeza.[/James] – quizá tenía razón. No era la primera vez que sentía que algo raro pasaba en la fábrica. Había demasiados secretos y la fábrica cada vez era más grande y requería más tiempo de su padre. Sí, ayudaba a la gente dándoles un trabajo, pero era cierto que con máquinas como el tren, podría haber vivido mejor la gente.

    – [Amy]¿Quieres vivir tu vida o la de tu padre? [/Amy]- replicó una voz más seria y grave. La señorita Amy me miraba sin apartar la vista. Ella no conocía normas de etiqueta, era tan natural y tan salvaje que no podía si no envidiarla.

    – [James]No lo conocéis, es duro pero es buen padre. Está solo y solo me tiene a mí.[/James] – le defendí sin ponerme en contra de ellos. Solo quería pacificar, que no pensaran tan mal de él porque…bueno, porque era mi padre. – [James]Es que últimamente, ha cambiado. Si me quedo al final volverá a ser el mismo.[/James] – pensé en voz alta, o quizá lo que quería era convencerme.

    – [Amy]La gente no cambia.[/Amy]- dijo Amy. Vi que el señor Leo la miraba de soslayo.

    – [James]Tengo que intentarlo…[/James] – dije sin saber para quién. Después me quedé pensando. Ellos habían sido buenos conmigo, me habían salvado, habían sido agradables y me habían abierto las puertas a la magia. Y luego estaba Vera, que me comprendía. En ese momento apareció una chispa de resolución, no tenía que hacer todo exactamente como decía padre, en especial si no se enteraba. – [James]Pero intentaré acompañaros. Padre se ha marchado a la fábrica, nadie tiene por qué saberlo.[/James]

    – [Amy]Estás en la cárcel y con miedo.[/Amy]- replicó Amy. Fui testigo de cómo Vera la recriminaba con la mirada, pero esas palabras me hicieron pensar.

    Mientras subía a prepararme como creía que debía ir un aventurero, seguí dándole vueltas. Mi padre siempre decía que él no temía el cambio. ¿Por qué yo sí debía hacerlo? Quizá lo que tenía que hacer era unirme a ellos, si me aceptaban claro, y ver lo que había más allá de esa ciudad.

     

    Vera me dirigió una sonrisa al fijarse en la mochila que me había preparado, pero disimulé para no comprometerme, ni siquiera yo tenía claro aún mi camino. Tras un silencioso viaje en el tren en el que parecía que todos los ojos estaban puestos en mí y cualquiera iba a correr a decirle a padre lo que estaba haciendo, por fin llegamos a la ciudad.

    – [James]Si hay suerte estará en el hospicio. Hace mucho que no le veo.[/James] – les expliqué mientras recorríamos las calles, adentrándonos en la zona menos agradable, en la que el olor a salitre cubría por suerte el de la gente que no se aseaba a diario. Hacía unos años me sentaba con el señor Rowe en el hospicio, ayudándole con los niños más pequeños, pero él siempre se había negado a que fuera a ayudarle cuando iba al puerto, allí había cosas que no quería que viera. Ahora era más peligroso si cabía, por el asesino de…»mujeres de vida dudosa» que rondaba por la zona. – [James]Recoge gente de las calles, niños y niñas sobre todo.[/James] – aclaró. A los demás les ayudaba, pero no quería que cualquier adulto pudiera estar cerca de los niños de los que en muchos casos ya habían abusado. – [James]A veces le ayudaba.[/James] – les comenté. No eran malos tiempos, el Reverendo había sido amigo de mi madre y me había dicho que siempre cuidaría de mí ahora que ella no podía.

    – [Vera]Parece un buen hombre.[/Vera]- meditó en voz alta Vera. Caminaba a mi lado y me sentía extraño al mirarla, nervioso.

    Asentí. Cuando padre me prohibió verle no lo dudé, pero quizá debía haberlo hecho, seguro que el Reverendo solo quería ayudarle. Al final, después de otro rato en silencio, llegamos al hospicio.

    – [Kaylee]Si alguien es muy hipocondríaco, lo mejor es que se quede fuera.[/Kaylee]- propuso Kaylee.- [Kaylee]Por ejemplo, yo.[/Kaylee] – añadió, despejando las dudas. La señorita Kaylee parecía de las tres hermanas la más empática y quizá ver lo que habían sufrido algunos niños y niñas que allí vivían le haría bastante mal.

    – [Leo]Me quedaré contigo, vigilando por si aparecen problemas. O ellos.[/Leo] – dijo el señorito Leo. Entendí que por «ellos» se referían a esos «Daë» a los que estaban ayudando.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee]- dijo ella. Se miraron de una forma que envidié y Amy esbozó una cara de asco.

    Los demás bajamos las escaleras. Allí, en aquella gran sala sin decoración de ningún tipo más allá de unas mesas sobrias y desconchadas repletas de niños de todas las clases, sobresalía una figura que se movía de un lado a otro, atendiéndolos, sirviéndoles comida y evitando que se peleasen. Apenas había envejecido un día. – [John]¿James? No puedes ser…[/John] – al verme caminó hacia mí con una sonrisa amplia, entonces se fijó en los demás. – [John]¿Amelia?[/John] – preguntó, mirando a  la señorita Amy.

    – [Amy]Amy.[/Amy] – le corrigió ella, que pese a todo, no parecía incómoda.

    John le sonrió, parecía tan alegre y afable como siempre, como si nada hubiera cambiado. – [John]No sabía que estabas aquí.[/John] – le dijo. – [John]¿James es uno de tus Daë? ¿O de los suyos?[/John] – su mirada se posó sobre mí y me sentí cohibido. Era culpa mía no haber hablado con él desde que padre lo mandó. Si supiera que estaba allí…

    – [James]No, yo…he venido a acompañarles porque le buscaban, pero debo irme, mi padre…[/James] – traté de excusarme, titubeando. Sentí que una mano suave y cálida agarraba la mía y me reconfortó. Era Vera. El corazón se me aceleró y fue como si mi mano de pronto no formase parte de mi cuerpo, pero allí estaba, unida a la suya.

    – [John]No sé qué te habrá contado tu padre, James, pero necesitas ver el mundo con tus propios ojos.[/John] – sus consejos salían de su boca con una voz tan calmada y serena que era difícil sentirse atacado.

    No quería hablar de eso, reconocía mi culpa pero también estaba desobedeciendo directamente a padre. – [John]¿Por qué me buscabais? ¿Necesitais ayuda?[/John] – me miró de reojo, sabía que no estaba cómodo y había cambiado de tema.

    – [Amy]Creemos que eres el Daë que falta.[/Amy] – dijo Amy.

    – [John]¿Yo un Daë? No puede ser. Yo ayudo a la gente que lo necesita, pero…¿salvar el mundo?[/John] – comentó, sorprendido. Me extrañó que supiera lo que era un «Daë», pero si podía hablar con Amy por esa «bola mágica», todo podía ser posible.

    – [Amy]Esa es la definición de Daë.[/Amy] – insistió ella.

    – [John]No soy ningún guerrero ni hechicero.[/John] – replicó el Reverendo. Me resultaba dificil también verlo como un héroe de leyenda. Él era un salvador de la gente de a pie.

    – [Vera]Ni yo.[/Vera]- intervino Vera. Me costó parar a pensar lo «corriente» que era, porque a mis ojos era increíble.

    – [John]¿Han venido con vosotros? Hace unos días que no sé nada de ninguno.[/John] – preguntó, asumí que hablaba de los «Daë» con lo que también debía haber estado comunicándose.

    – [Vera]No, los Daë van por su cuenta.[/Vera]- explicó Vera.- [Vera]Nuestra misión es que se reúnan, pero por lo demás, tienen libre albedrío.[/Vera] – absorbí la información para tratar de colocar todo ese mapa y entenderlo, pero era muy complejo.

    Él se quedó pensativo y nos condujo a través de un pasillo hasta una sala de doble techo en la que el centro estaba despejado y los muebles, cajas con todo tipo de utensilios y camas estaban apartados a los lados. – [John]Si está en mi camino ser un Daë para ayudar a la gente, lo aceptaré de buen grado.[/John] – resumió. Deseé parecerme a él, tener su resolución. Estaba dispuesto a dejar atrás todo lo que conocía, por malo que fuera. – [John]¿Puedo ofreceros algo o tenéis que marchar a continuar vuestra misión?[/John] – preguntó. Me di cuenta de que ya estaba todo hecho, era el final del camino y el momento de que yo mismo decidiera se acercaba. Y no estaba preparado.

    Antes de que nadie pudiera responder las puertas de aquella sala se abrieron de golpe y un hombre al que reconocí al instante se acercó a nosotros como si le rodease una tormenta. – [b]James, vete de aquí ahora mismo. Vuelve a casa.[/b] – dijo mi padre con voz grave.

    Estaba nervioso e incapaz de responder, pero vi a Amy ir hacia un montón de cajas y cuando volvió no era ya una joven de piel pálida si no una loba bípeda que se alzaba en altura sobre cualquiera de los presentes.

    Mi padre la vió y después me miró con los ojos abiertos como platos. – [b]Has llevado monstruos a nuestra casa.[/b] – se acercó a mí sin que pudiera moverme y me agarró del brazo, tirando hacia él.

    – [Vera]Le estás haciendo daño.[/Vera]- Vera había tenido que soltarme la mano del tirón que había dado mi padre y ahora luchaba por separarme de él. Yo me sentía como un muñeco, movido por los hilos que accionaban otros. Amy le enseñó unos dientes afilados como cuchillas.

    Leo y Kaylee atravesaron corriendo las puertas y eso nos dejó a padre y a mí en el centro de mis nuevos amigos. – [Leo]Tened cuidado, no es un humano normal.[/Leo] – vi que Leo tenía una herida en el cuello que ya se estaba cerrando. Kaylee murmuró algo que no alcancé a escuchar y mi padre salió despedido hacia atrás como movido por una ráfaga de viento. Me llevé una mano al brazo, dolorido por su apretón.

    – [b]¡Bruja![/b] – de alguna forma mi padre consiguió pararse en mitad de la sala y a su alrededor el aire pareció crepitar. Escuché un grito cortado y al girarme vi que Kaylee tenía una especie de mordaza hecha con trozos de metal. Leo trató de ayudarla a quitársela pero Amy se lanzó sobre él para atacar.

    No podía ser mi padre el que había hecho eso, no lo concebía. Él que siempre me había hecho desechar la magia, que vivía en un mundo de tecnología y en ese momento estaba reuniendo a su alrededor piezas metálicas. Las piezas ni siquiera eran las mismas, padre tenía la vista fija en ellas y movía los labios haciendo que las piezas tomaran la forma que él quería, hasta engancharse para formar un oso metálico que cargó contra Amy.

     

    Amy empezó a esquivar y luchar contra ese engendro metálico como pudo. Traté de acercarme a padre al ver que se llevaba una mano a la cabeza, como si le doliese o se sintiera desorientado. – [b]No podías haberte quedado tranquilo con tu padre siempre cuidando de ti. Tenías que buscar la magia.[/b] – le había visto enfadado pero nunca tanto. Si me había ocultado esa magia que podía obrar, ¿qué más podía estar ocultando? Me detuve, manteniéndome a distancia. – [b]Mira lo que has hecho.[/b] – rugió.

    – [James]Tú no eres mi padre. ¿Quién eres?[/James] – repliqué, desesperado por una respuesta que me ayudase a gestionar todo eso.

    – [b]Ah sí, soy tu padre, chiquillo. Pero también soy más, muchos y muchas más. Yo soy Legión y estamos en todas partes.[/b] – su voz sonó como si muchas voces se sumaran a la vez. Fragmentos de metal le rodearon formando una especie de armadura.

    – [Vera]¿De quién eres hijo, James? [/Vera]- escuché preguntar a Vera, pero mi mente ya no era capaz de procesarlo.

    Por un momento dejé de oír, solo podía ver a aquél hombre con tanto poder cubierto en su armadura, amenazando a las únicas personas que había podido llamar amigos en mucho tiempo. El Reverendo estaba a sus pies, incapaz de hacer nada mientras mi…mi padre…le apuntaba con una pistola creada con su propia magia.

    Todo parecía ir muy lento, no podía moverme, ni hablar. No escuchaba nada, ni siquiera los gritos de los demás tratando de evitar que matase al Reverendo. Nada hasta que escuché un silbido y vi a mi padre dejando caer el arma. Se agarró la mano con la contraria, mirando atónito una flecha de color brillante clavada en él hasta que se desvaneció. – [Eldric]De la mano que controla todos estos mundos.[/Eldric] – dijo un hombre ataviado con una armadura dorada. Tenía un arco en la mano, un arco precioso, pero sin cuerda. No, no era un hombre, era un…un elfo. Su respuesta parecía ir a Vera. ¿Qué era lo que había preguntado? Ah, sí, de quién era hijo. Ese hombre, ese elfo, parecía saberlo mejor que yo. – [Eldric]Antailtire, el Soberano, el Cardenal, la Reina…una de sus muchas caras.[/Eldric] – sentenció. Vera me miró, sorprendida, los demás también lo estarían cuando tuvieran tiempo para hacerlo, para mi aquellos nombres no significaban nada aún.

    – [b]Somos uno, cosa que vosotros solo podéis soñar.[/b]- padre habló de nuevo, pero ya no con una voz hecha de voces, si no con la voz de una mujer.

    – [Geraldine]¿Sabes lo que más nos gusta a las brujas? El fuego.[/Geraldine]- dijo una mujer de cabello castaño oscuro que blandía un báculo con una gema en la punta. Un círculo de fuego rodeó a mi padre, tan intenso que el metal de su armadura brillaba como si fuera a fundirse.

    – [b]Ya he callado a una bruja antes.[/b] – replicó con la voz con la que siempre le había conocido. Trató de colocar una mordaza a la que acababa de aparecer pero no fue capaz.

    – [Eleanor]Aquí no hay ninguna bruja con mordaza.[/Eleanor]- replicó una joven de cabello rubio. Se la veía muy fuerte físicamente, pero tenía un rostro amable. Había ayudado a Leo a quitarle la mordaza a Kaylee, que ahora se unía a la otra bruja para contraatacar.

    Por primera vez fui consciente de dónde me encontraba. Miré y vi que no solo habían llegado la bruja, el elfo y la guerrera. Había un guerrero sonriente de pelo azul, un caballero de casco astado que blandía una gran espada de aspecto espeluznante, una mujer que en ese momento estaba tomando el aspecto de una leona al igual que Amy tomaba el de una loba, también otra de pelo oscuro y tez broncínea que tenía una mirada maliciosa y por último un gigante hecho de piedra pura. Eran muchos y parecían muy fuertes.

    – [James]Padre, no. Ríndase. Recapacite.[/James] .- le imploré. Él me miró fijamente como si no me conociera.

    – [b]Tu padre ha fallado muchacho, ahora ha sido absorbido y otro cumplirá su función cuando acabemos con vosotros.[/b] – de nuevo esa voz hecha de voces. Sentí la mirada de Vera fija en mí y perdí las fuerzas.

    No sé si sabía cómo iba a acabar aquello, pero dejé de luchar. Sentí el brazo de Vera rodeándome y después un cuerpo más grande colocarse tras nosotros, cubriéndonos. Por encima del hombro vi que era el Reverendo.

    Esperé a que volviese el silencio y cuando lo hizo, me levanté. Corrí hasta mi padre, que estaba tendido en el suelo, sin rastro ya de su armadura más allá de unos trozos de metal aquí y allá.

    – [b]Lo siento hijo…no lo sabía…no…[/b] – sus ojos eran distintos, eran los del padre que había conocido gran parte de mi vida y no últimamente. Parecía confuso y dejaba transmitir la culpa con la que se fustigaba.

    – [James]Padre. Aguante.[/James] – le pedí. Yo mismo sabía que no estaba bien, no tenía ninguna gran herida visible pero toda la fuerza de antes parecía haberle abandonado, como si hubiera sido desconectado del poder que tenía. De hecho, cuanto más tiempo pasaba menos real me parecía su cuerpo. Era como si se estuviera desvaneciendo.

    – [b]Pensé que la…magia sería tu perdición pero…el mal estaba en mí… Ni siquiera sé lo que soy…[/b] – parecía pequeño, nada del hombre serio y fuerte que había conocido. Allí, delante de mí, se enfrentaba a la muerte sin la certeza de qué era.

    – [James]No es culpa suya. Descanse.[/James] – le consolé. Aferré su cuerpo y lloré hasta que se desvaneció en el aire, incluso después. Vera me abrazó no sé durante cuanto tiempo.

    Pasaron las horas mientras trataba de recuperarme. Ninguno de ellos se fue pese a que insistí en que siguieran con su misión sin preocuparse de mí. A fin de cuentas habían guiado al Reverendo con los demás, ya podía irse. Pero no lo hicieron. Esperaron toda la tarde, toda la noche y hasta la mañana siguiente.

    A primera hora el Reverendo vino a hablar conmigo acompañado del elfo llamado Eldric, la bruja llamada Geraldine y la joven guerrera llamada Eleanor. Al parecer mi mundo era uno de muchos que estaban siendo gobernados y controlados por un ser conocido por muchos nombres. Ese ser tenía un poder mágico tan enorme que había moldeado los planetas como había deseado y los controlaba gracias a que podía tomar diferentes formas y podía estar en diferentes lugares a la vez. Pregunté si no sería «Dios», pero ellos negaron con la cabeza incapaces de concebir un dios tan cruel.

    Al final, el Reverendo se despidió de mí y se marchó a cumplir su misión con los demás, a seguir su camino como todos. El resto: Vera, Amy, Leo y Kaylee siguieron esperando, con paciencia, sin presiones. Me acompañaron de vuelta a la granja y esperaron mientras hablaba con Ernest y con Clara, con la señorita Adelaide, con los trabajadores… Y después de eso, esperaron a que enterrase un ataúd vacío pero lleno de mentiras en una ceremonia a la que acudieron muchos de sus trabajadores y conocidos sin saber que ninguno de ellos le conocía de verdad.

    Solo entonces, cuando regresamos a casa, vinieron todos a verme.

    – [Kaylee]Nada de lo que te digamos va a servir de mucho, pero lo siento.[/Kaylee]- escuché decir a Kaylee. No era la primera vez que lo decía y en su voz se notaba que cada una de esas veces, lo sentía.

    – [James]No es culpa vuestra.[/James] – reconocí. Tampoco de los Daë aunque hubieran luchado con él, habían hecho lo que debían. – [James]John y los demás me han hablado de todo. De los mundos. De Antailtire.[/James] – dije sintiendo un escalofrío al pronunciar el nombre por el que se referían a ese ser, a mi padre. – [James]Mi padre era eso, pero a la vez no lo era.[/James] – dije. Ni yo mismo lo entendía, era como si fuera una persona diferente, con su propia mentalidad, pero a la vez formaba parte de aquel…»compendio» como lo habían llamado. Aún tenía que procesarlo y llegar a entenderlo del todo, habían sido un par de días muy largos y notaba la cabeza a punto de estallar.

    – [Vera]¿Qué vas a hacer ahora?[/Vera] – escuché la voz de Vera y deseé que me pudiera reconfortar con la misma facilidad de otras veces, pero aquella herida tardaría más tiempo en sanar, incluso con su ayuda.

    Suspiré profundamente. – [James]No sé quién se hará cargo de la fábrica, pero padre tenía ahorros.[/James] – les expliqué. – [James]Ernest y Clara podrán encargarse de la granja y hacer su vida en ella.[/James] – continué. Era lo mínimo que podía hacer por ellos después de cuidarme toda una vida. – [James]Yo necesito respuestas y aquí no…aquí no las voy a tener.[/James] – admití. Era una resolución a la que me había llevado dos días llegar.

    – [Vera]Puedes…[/Vera]- empezó a decir Vera. La miré y por primera vez tuve ganas de sonreir. Sabía lo que ella quería proponerme pero se preocupaba lo suficiente para no hacerlo.

    – [Kaylee]¿Por qué no te vienes con nosotros?[/Kaylee] – preguntó su hermana Kaylee en su lugar.

    – [James]¿No sería una molestia?[/James] – le respondí. Noté la mirada de Vera fija en mí. – [James]Por lo que sé…mi padre era parte del mal al que os enfrentáis. Y yo…¿y si yo también lo soy?[/James] – era algo que me atribulaba desde que sabía la verdad. ¿Y si me volvía como él o ya lo era? Y de no serlo, ¿qué era?

    – [Kaylee]Lidiaremos con ello en los próximos capítulos.[/Kaylee]- replicó Kaylee con una sonrisa y se giró, como si fuese una actriz mirando al público en el teatro.

    Mi vida tal y como la conocía había llegado a su fin, ahora tenía que descubrir quién iba a ser.

  • CONSEJOS AMOROSOS

    Amy – Artisan

    Noche

    Tumbada en la cama de aquella habitación de decoración escasa, las primeras notas de ‘Sister Golden Hair’ se dibujaron en mi mente. Echaba de menos una canción de dentro de doscientos años y que puede que en este mundo jamás existiese. Me sentía como cuando estaba enamorada de la idea que me había formado de Leo en mi cabeza, mientras que el de verdad estaba más concentrado en ser una estrella que en ser mi amigo.

    Por suerte, el problema había dejado de ser Leo y, aunque el jarrón se había roto y hecho trizas, al menos, habíamos podido pegarlo lo suficiente como para que aguantase. Nunca iba a ser lo mismo, quizás más por mi parte que por la suya, pero habíamos conseguido estar en la misma misión sin discutir.

    También estaba lo otro. El botón rojo que decía «no tocar». El museo en el que no se pueden hacer fotos. El cigarrillo en el patio del instituto. El cliché de enamorarte de quien menos te conviene. En mi caso, no era amor. Por si se os ha pasado por la cabeza. Estaba todavía convaleciente de haber hecho el gilipollas durante demasiado tiempo, pero en cualquier otra circunstancia me habría enrollado con Owen.

    (más…)

  • MAGIA DE MUCHOS TIPOS

    JAMES BARNES

    HACIENDA BARNES – ARTISAN, TARDE

    Aquella mañana fría parecía un día común y corriente en mi vida. Me aseé a primera hora de la mañana, después de dar de comer a los animales y revisar el estado general de la finca.

    Luego le siguieron un par de horas de clases particulares con mi tutora, la Señorita Adelaide. Después de eso, era el momento de preparar el almuerzo de padre y hacérselo llevar. Disfrutaba aquellos viajes en tren porque se podía otear aquellas inmensas praderas en el horizonte, llenas de vida y misterios que por descubrir.

    Por el contrario, cuando el tren se detenía, terminaba en aquella fortaleza de cemento frío y gente perversas, corruptas quizá por el humo empozoñado de las fábricas que iban a traer riquezas a todo el mundo, cuando en realidad no había más que pobreza, prostitución y drogas en gran parte de la ciudad. Excepto en la fábrica de mi padre. Sin ella, aquellos trenes que se movían de manera continua entre la ciudad y hacia las afueras, llevarían esas oscuras nubes con ellas, en lugar de moverse gracias un motor de agua, que ningún mal hacía.

    No era la primera vez que me atacaban. Muchos decían que la fábrica de padre estaba quitando trabajo a otras, haciéndolas cerrar. No eran más que mentiras pues las que lo hacían, ya iban en picado y se sostenían tan solo en tener esclavos y esclavas más que trabajadores. Pero eso no lo entendían y me buscaban a mí, que con mi pelo era tan fácil encontrarme como a un faro en la niebla.

    Y ahí es donde ese día fue diferente. Cuando conocí a aquella chica pelirroja sentí curiosidad, más aún al ver que iba con una dama más, con cabellos parecidos o más rojos si cabe, además de una, que pese a llevar un traje masculino, también era hermana aunque su cabello estuviese más apagado, como unas brasas en lugar de un fuego vivo.

    En cuanto me preguntó por padre, sentí recelo. Ya había recibido demasiados golpes, de hombres sobre todo, pero también de mujeres, así que no podía hacer otra cosa que alejarme. Pasé el resto del tiempo con miedo, mientras me comía mi almuerzo dentro de la fábrica, viendo cómo trabajaban.

    Llegó la hora de irme y el asalto que recibí ya no me resultaba extraño, pero sí lo fue encontrarme de nuevo a aquella joven y sus acompañantes. No, extraño no es la palabra. Eso fue algo más, algo mucho más emocionante. Aquellas gentes se transformaron en animales delante de mí, monstruos enormes con pelo y garras como en la leyenda del hombre lobo. Pero lo que más me impresionó fue que la dama más adulta, la del pelo rojo intenso, obró magia.

    Así pues, además de por el agradecimiento de salvarme, les invité a la casa para saber más que aquello con lo que había fantaseado toda mi vida, pero nunca creí que fuera real.

    Había asistido a trucos callejeros desde que era pequeño, siempre me había encantado y padre solía llevarme porque decía que a madre también le gustaba. El problema era que siempre terminaba desenmascarando los trucos, cada vez con más facilidad. Y eso hacía que me sintiera vacío, observando a la gente disfrutar, riendo a carcajadas mientras el mago hacía sus trucos de manos.

    Esa magia no me interesaba. La que lo hacía era la de mis libros, la magia capaz de conjurar los elementos, de mover cosas con la mente, de crear pócimas y elixires, la magia que te sumerge en una vida llena de aventuras donde tu ingenio es tu mejor arma en lugar de una espada y unos músculos fuertes.

    Con el tiempo, padre dejó de llevarme a los espectáculos. Ya no los disfrutaba, así que no los eché de menos, pero sí que él compartiese mi pasión. Desde que empecé a coleccionar libros y sumergirme en sus historias, embelesado por aquellos poderes y aquella fantasía maravillosa, padre pasó a recordarme a diario que la magia no existía y que el uso que podíamos darle a nuestro ingenio era con ciencia, no con cuentos de hadas.

    En ese momento, con el tomo de  ‘La Bruja de Edmonton‘ en la mano mientras se lo enseñaba con pasión a aquella joven llamada Vera, me asaltó un miedo. Si padre sabía que esa gente sabía hacer magia y por eso les había llevado a casa, me esperaban problemas.

    – [Vera]¿Qué te pasa?[/Vera]- me preguntó aquella joven. Vera se llamaba, un nombre que me inspiraba confianza.

    – [James]Padre no puede saber que hacéis magia ni os…transformáis.[/James] – le expliqué, cohibido. Estaba frente a frente con seres que parecían salidos de cualquiera de mis libros y sin embargo tenía que decirles que «disimulasen» su condición. Era como pedirme a mí que dejase de ser pelirrojo.

    – [Vera]Tranquilo, no es algo que vayamos diciendo por ahí[/Vera].- comentó ella restándole importancia.

    – [James]Es que…no le gustaría que os hubiera traído sabiendo eso. Cree que me afecta, que me aleja del mundo real.[/James] – aseguré. Sentía que a ella podía contárselo. Por lo que sabía, ella era la única que no podía hacer lo que el resto. Era como yo, mientras que los otros tres eran para mí como hadas salidas del mundo faë.

    Vera frunció el ceño pero no dijo nada. Pensé que quizá le había molestado, pero continuó mirando el libro en lugar de irse. La observé mientras lo hacía, parecía una dama muy culta y con un gran control de sus emociones. Tanto, que me costaba leerla, pese a que madre siempre decía que era bueno en eso.

    – [James]Todavía no soy capaz de creerme lo que puede hacer su hermana.[/James] – me miré las manos, recordando lo que había visto hacer a la señorita Kaylee.

    – [Vera]Por el módicoprecio de un mordisco, podrías hacer lo mismo que ella[/Vera].- respondió. En ese momento sentí que el estómago me daba vueltas. Jamás había leído que la magia se transmitiera por un mordisco pero….si eso era cierto. Estaba dispuesto, más que dispuesto.

    – [James]¿La…magia se transmite con un mordisco?[/James] – pregunté, fascinado con la idea de hacer mi propia magia.

    – [Vera]¿De qué hermana hablas?[/Vera]

    – [James]La que es pelirroja.[/James]

    – [Vera]Mis dos hermanas son pelirrojas[/Vera]

    – [James]P-pero la que vestía como un…caballero tiene el cabello más oscuro.[/James] – me había resultado confuso ver que los dos hombres lobo no eran hombres los dos. Uno de ellos era una mujer de complexión delgada, algo que pude comprobar cuando se deshizo de la parte superior del traje para convertirse. En aquél momento estaba en shock y había mirado sin darme cuenta hacia él, solo para ver que tenía dos….dos pechos. No me había fijado en su pelo porque lo llevaba recogido.

    Le di vueltas a la imagen de aquella joven más tarde, cuando entramos en la casa. Era cierto que era pelirroja, pero su color era oscuro, como la ceniza. Mi cara se sonrojó y me quedé sin saber qué decir, me pasaba a menudo cuando cometía un error así.

    – [Vera]Te refieres a Kaylee[/Vera].- respondió con paciencia.

    Asentí y memoricé el nombre. – [James]Lo siento, no recordaba el nombre.[/James]

    – [Vera]La magia se aprende, pero tienes que tener cierta afinidad con ella[/Vera].- aclaró, tomando asiento en mi sillón de lectura. Se colocó, incomoda, el vestido. Quizá en el lugar del que venía se vestía diferente. Se levantó el vestido con rapidez y juraría haberle visto el tobillo desnudo. Tragué saliva. Nunca había estado hablando tanto tiempo con una dama de mi edad, y desde luego no tan inteligente y bella.

    – [James]Quiere decir que…¿podría aprender a usarla?[/James] – pregunté, tratando de concentrarme en la magia. Si algo podía distraerme, era eso.

    – [Vera]Podrías, pero si no tienes talento serías como…[/Vera]- se quedó pensativa un instante.- [Vera]Piensa en que la magia es como la música: cualquiera puede coger una guitarra y rasgar las cuerdas, pero que de ahí salga una melodía agradable es algo que requiere cierta afinidad[/Vera].- notaba la cautela en sus palabras. No quería darme falsas esperanzas, pero yo me conocía bien. Si mi amor por la magia hubiera sido vocación musical, habría tocado cada hora, minuto y segundo de mi vida hasta dominarlo. No habría parado ni un segundo.

    – [James]Pero después de toda mi vida escuchando que era fantasía…[/James] – empecé a decir, ensoñando. Me veía estudiando, practicando magia, realizando maravillosos trucos como hacer levitar un objeto sin cables ni cuerdas, crear fuego a partir de mis propias manos…  Pensativo, mis ojos captaron un cuadro de padre que le había regalado un trabajador hacía unos años. Su rostro serio me sacó de mi ensoñación. Él nunca aprobaría que hiciera magia. Quería que en unos años me convirtiera en su aprendiz para algún día hacerme cargo de la fábrica o quizá de una nueva, expandiendo el negocio.

    – [Vera]También se puede conseguir con práctica, pero el verdadero talento, el…arte de hacer magia…eso es otra cosa[/Vera]. – tenía la sonrisa de una joven de buena familia. Aún contaba con todos sus dientes y olía a perfume.

    – [James]Siento…haber pensado que tenía malas intenciones, señorita Vera.[/James] – me disculpé.

    – [Vera]Es normal que lo pensaras si no nos conocías.[/Vera]- replicó, restándole importancia. Me dirigió una sonrisa y sentí que mi cara volvía a encenderse.

    – [James]Dijiste que erais viajeros. ¿De muy lejos? ¿De la Gran Planicie?[/James] – ella me miró, extrañada. Me acerqué al ventanal y señalé a lo lejos, a un horizonte que se perdía en la distancia, allí donde las tierras sin explorar podían esconder toda clase de secretos. Las ciudades se agolpaban en una parte de nuestro planeta. Excepto los tres océanos documentados, había una enorme zona de tierra deshabitada que aparecía marcada en los mapas simplemente como «Gran Planicie», así que siempre había guardado la esperanza de que en toda aquella extensión a la que no llegaba ningún transporte, escondería magia. Quizá una civilización perdida que controlaba la magia o un pueblo vecino de Atlantis.

    – [Vera]De otra Tierra[/Vera].- respondió con tranquilidad. La miré a los ojos, muy bonitos, por cierto. Y ella dejó salir una sonrisa al ver mi cara.- [Vera]En mi mundo estamos en el siglo XXI[/Vera]. – aquello era de locos. Por un momento pensé que quizá aquellos matones me habían golpeado con demasiada fuerza en la cabeza.

    Se hizo el silencio unos minutos. Ella jugaba con la falda del vestido, tratando de acomodarse.

     – [James]Debe haber tantas cosas diferentes. Tanto por ver.[/James] – comenté en voz alta.

    – [Vera]Vente[/Vera]. – propuso. Abrí los ojos y volví a mirarla.

    – [James]¿Lo dices en serio?[/James] – apenas me conocía, yo había desconfiado de ellos al principio y me ofrecían irme con ellos en sus aventuras. Era lo que siempre había soñado pero… – [James]Pero padre…me necesita.[/James] – padre siempre decía que había que vivir más y soñar menos.

    – [Vera]¿Es tu vida o es la suya?[/Vera] – preguntó.

    La miré a los ojos y ella mantuvo la mirada. Me estaba abriendo la puerta a lo que siempre había soñado. En toda mi vida, era la única persona que me había dicho que siguiera mis sueños. Por un momento mis ojos captaron toda su grandeza, tanto, que capté por el rabillo del ojo cómo se le deslizaba el vestido y dejaba al descubierto un perfecto hombro desnudo. – [James]P-perdona.[/James] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]¿Qué has hecho que no me he enterado?[/Vera] – preguntó, despreocupadamente.

    Le señalé su hombro, evitando mirarlo demasiado. – [James]Me he quedado mirando tus ojos y he visto tu…hombro y tu…cuello.[/James] .- confesé. Era un vergüenza haber tenido el descaro de mirar a una dama de esa forma, pero prefería admitirlo en lugar de ocultarlo.

    – [Vera]No le des vueltas[/Vera].- dijo ella sin preocuparse de colocarlo.

    Asentí y nos sonreímos en silencio, hasta que un grito llegó desde la parte de arriba, de la habitación en la que estaba la señorita Kaylee y el señor.

    – [Vera]Qué vergüenza ajena…[/Vera]- se quejó Vera, pasando una mano por la cara. No sabía qué hacer. La señorita estaba gritando, ¿le estaría haciendo daño? Quizá se había convertido en lobo y…

    – [James]¿Está bien? ¿Le está haciendo algo?[/James] – pregunté, preocupado y nervioso.

    – [Vera]James, no me hagas explicártelo[/Vera].

    – [James]¿Es por la transformación?[/James]

    – [Vera]James, es…sexo[/Vera].

    Me sonrojé tanto que no sabía dónde meterme y di un paso hacia atrás, sin mirar, así que estuve a punto de caer después de enredarme con la alfombra. – [James]P-pero…no sabía que estaban…casados.[/James]

    – [Vera]No lo están[/Vera].

    – [James]N-no serán adoradores del demonio…como en las historias.[/James] – pregunté. Quizá me había precipitado. En algunas historias tachaban a las brujas y como adoradoras del diablo que comen niños. Siempre había pensado que era absurdo pero…

    – [Vera]No. Solo…les apetece y lo hacen[/Vera]. – sentenció. Su mundo era claramente muy distinto al mío. Quizá por eso la señorita Vera no tenía reparos en decirme que siguiera mis sueños, porque en su mundo, era lo que hacía la gente. Ya fueran carnales o espirituales.

    – [James]¿T-todos lo hacéis así en vuestra Tierra?[/James]

    – [Vera]No sé si todo el mundo, pero no es algo que esté mal visto[/Vera]. – de nuevo dejó escapar una sonrisa al ver mi cara de sorpresa.- [Vera]Es mucho que procesar, James. No te agobies[/Vera].- se levantó y me puso una mano sobre el hombro. Su meñique rozó mi cuello desnudo y sentí una descarga. Creo que me sonrojé más que nunca antes. – [Vera]PERDÓN[/Vera].- se disculpó apartándose.

    – [James]No, no…es que nunca había tocado a una…mujer.[/James] – confesé. Lo más cercano que había experimentado era cruzarme con las mujeres de la zona del puerto. Bueno, y también hombres. Cuando pasaba por delante me decían toda clase de cosas y trataba de no escuchar como padre me había enseñado.

    – [Vera]Lo siento.[/Vera] – se disculpó.

    – [James]No. No. Es…agradable.[/James] – confesé. Le dirigí una sonrisa y ella me la devolvió. Me empecé a poner nervioso y mi mente buscó una forma de salir de esa intimidad. – [James]¿Tienes hambre? ¿Preparamos algo?[/James] – pregunté. No sé muy bien por qué, eso fue lo único que se me ocurrió.

    – [Vera]Me muero de hambre.[/Vera] – admitió. Me puse en pie y la acompañé a la cocina donde nos pusimos a preparar algo para nosotros y para el resto.

    Desde allí no volvimos a escuchar a los demás porque estábamos demasiado ocupados hablando por el mero hecho de hablar. No se me olvidará que en aquella cocina, nuestras pieles volvieron a cruzarse cuando fuimos a coger la misma manzana. Solo fue unos segundos, pero aquella descarga volvía a estar ahí. Quizá eso también era magia, pero de otro estilo.

     

  • LOS PELIGROS DE LOS MUNDOS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALANTIS

    NOCHE

     

    Después de dos horas conduciendo, la radio de aquél Cadillac Sedan DeVille de 1962 color turquesa empezó a tener problemas para sintonizar con la emisora.

    Elle trató de arreglarlo, esperando que eso consiguiera mantener despiertos al resto de sus acompañantes, que intentaban sobrellevar el viaje sin destino conocido. Sin apartar los ojos de la carretera trató de mover la rueda, pero viendo que se estaba distrayendo, Idris colocó la mano sobre la suya y se encargó de hacerlo. Elle se sentía culpable, el viaje había empezado bien pero no tardaron en darse cuenta de que aquél mundo era desconocido y apenas tenían referencias de a dónde dirigirse.

    Al cabo de un rato empezó a escucharse ‘I Want to Hold Your Hand’ de los Beatles. Idris dirigió una mirada a Elle y en el asiento trasero Jane confirmó que aquella canción era de 1964, acababan de cambiar de época. Unas cuantas canciones más tarde, entretenidos adivinando de que año eran, supieron que estaban en los años 60.

    La Vanir sonrió y continuó un poco más, en dirección a un motel que se veía más adelante. Idris le devolvió la sonrisa, guardándose para sí mismo a qué altura de los 60 aparecerían. En aquella tumultuosa década se había derogado la segregación pública y las mujeres y los negros tenían algunos derechos más, pero de lo que decía la ley a lo que hiciera la gente, había un gran trecho. Ese mismo año habían muerto también Malcolm X y Martin Luther King y Estados Unidos tenía muchos frentes pendientes tanto en Vietnam, como con los misiles de Cuba. Costaba creer que la misma civilización que tardase tanto en aceptar que una persona negra era como ellos terminase en la Luna ese mismo año.

     

     

     


    KARNAK – GRUPO I

    TARDE

    Tras atravesar la brillante y ostentosa Ciudad de los Dioses, Mike, Niall y Sophie llegaron a la plaza que les había dicho el hombre. Allí había personas de todo tipo reunidas, observando frutas frescas de un poblado mercado, bebiendo cerveza y charlando entre sí.

    Quizá era aventurado decir que eran todo personas, humanoides habría sido el término correcto, pero sin duda, sobrenaturales les habría englobado. Entre gentes de aspecto normal de la época había lo que parecían todo tipo de teriántropos. Personas felinas como Mike, personas pájaro como Niall, personas lobo, personas cocodrilo, personas chacal, personas carnero, incluso personas hipopótamo. Se veían también enanos, unos espeluznantes seres escarabajo y personas con parte del cuerpo cubierto de plantas o minerales.

    Sorprendidos, trataron de mezclarse entre ellos, forzándose a no hablar solo con los de aspecto más humano. Tras un rato, los recibió una mujer vestida con lino transparente que dejaba adivinar toda su anatomía. No les extrañó demasiado, entre aquellos «dioses» teriántropos, se veían cambios de forma y al parecer habían optado por prescindir de gran parte de la ropa antes de romperla.

    – [b]Bienvenidos mis señores. [/b] – les recibió haciendo una gran reverencia. Después se giró hacia Sophie. – [b]Sacerdotisa.[/b] – saludó, dejando ver que sabían acerca de ellos. Su reverencia no la puso a menor altura que Sophie, aquella mujer debía ser también sacerdotisa de alguien.

    Después de una introducción rápida, ellos solo querían librarse y preguntar por la Daë al resto de dioses, pero la sacerdotisa les condujo a una especie de templo vacío. Allí una oleada de hombres y mujeres les engalanaron y agasajaron, dando a cada uno sus propios aposentos.


    KARNAK – GRUPO II

    TARDE

    Nate y Zahra esperaron cerca de la entrada de la Ciudad de los Dioses, confiando en que los demás no tardarían demasiado. Cansados, dieron una breve vuelta por los alrededores, sin perder de vista el arco, pero observando en busca de otro tipo de pistas que les pudieran conducir a la Daë.

    No se dieron cuenta hasta después de un poco de que les estaban siguiendo. Trataron de perder de vista a los guerreros, pero pronto vieron que no serían capaces. Un grupo de cuatro mujeres armadas con lanzas les cortó el paso. Llevaban el pelo completamente rapado y todas tenían la misma marca dorada rodeando el ojo izquierdo. Nate no necesitó darse la vuelta para saber que tenían más detrás de ellos.

    – [b]Acompañadnos. La gran diosa Hathor os busca.[/b] – Nate y Zahra se sorprendieron de que hablasen en su lengua y meditaron brevemente sus opciones, aunque por desgracia, no tenían ninguna.

    Caminaron tras ellas. Pensaban que les conducirían por el arco de entrada a la Ciudad de los Dioses, pero en su lugar se dirigieron hacia un enorme palacio de mármol que parecía una ciudad en miniatura, situado entre dos de las mayores pirámides y coronado por una enorme estatua dorada.

    Pese a que las guerreras no hablaban demasiado, consiguieron que les sacaran de su error. No iban a ver a una de las diosas, iban a ver a la diosa regente, la que ostentaba la soberanía de todas aquellas tierras y, según contaba la historia de Na’amah, una demonio pura.


    DAGRKNOT

    MAÑANA

    Tras horas remando, con los brazos entumecidos por el esfuerzo físico y el frío, llegaron a la costa. Los vikingos con los que habían viajado todo ese tiempo les pidieron que les acompañaran para presentar sus respetos a la Jarl Vigdis, dar las malas noticias de los que habían muerto y las bendiciones a los que habían matado a sus asesinos.

    Por el camino, aún muertos de frío por la humedad de sus ropas, cruzaron varias granjas llenas de trabajadores. Aquel asentamiento parecía tranquilo, los niños corrían mientras sus madres les llamaban, pero cuando se acercaron más a la ciudad empezaron a ver a hombres y mujeres adultos luchando entre si con ferocidad, armados de hachas y espadas. El marinero les explicó que los poblados rara vez crecían demasiado en aquellos tiempos, los monstruos marinos atacaban sin cesar saliendo de las profundidades de aquellos insondables océanos.

    Estaban entrenando, quien sabe si para su próximo asalto o para defenderse. Continuaron hasta la cabaña más imponente, ubicada en el centro mismo del poblado. Dentro les esperaba la Jarl Vigdis. A su lado, un hombre les observaba fijamente. Era el consejero de la Jarl, un sabio profeta conocido por sus brebajes que había llegado a ellos cuando más lo necesitaban, para protegerles de los monstruos. Por lo que dijeron, esas serpientes marinas monstruosas habían acabado ya con muchos barcos ‘Neidr’ les llamaban, los asesinos de los ‘Seidr’.

    El grupo no quiso desvelar que ellos también eran ‘Seidr’ en su mayoría. El hombre, ‘Orm Nystrom’  les observó y sus ojos emitieron un destello rojizo. Sus pupilas eran alargadas, como las de una serpiente y Owen sintió un escalofrío recordando a aquellas criaturas de debajo del agua.


    ARTISAN

    NOCHE

    El equipo de Artisan esperó, alejada de la parada de aquél extraño tren que parecía moverse más rápido de lo que se suponía para la época. El joven no salió hasta el ocaso y para entonces el grupo ya había contado todas las piedras de la fuente en la que se habían sentado y había observado todos los detalles de aquél tren adelantado a su época, por no mencionar improperios y guarrerías de todo tipo.

    Cuando le vieron salir se pusieron en pie y le siguieron desde lejos, pensando cómo acercarse a él sin asustarse. Después de un rato caminando vieron que el chico atajaba por un callejón y cinco figuras con mal aspecto le seguían.

    Apuraron el paso y no tardaron en escuchar los quejidos del chico. Vieron que estaba tirado en el suelo y uno de los hombres le golpeaba.

    Amy MacLeod dirigió una mirada a Leo Arkkan, lista para transformarse y dejar salir toda su justicia animal.

    – [Kaylee]Largo de aquí.[/Kaylee]- dijo Kaylee, revelando su presencia. El matón que estaba golpeando al muchacho se giró hacia ellos y se acercó. Ya estaban tan cerca que se podían contar los dientes podridos que tenía.

    – [b]Vaya, el viejo Barnes usó más la polla de lo que nos dijeron.[/b] – dijo aquél tipo, dirigiendo una mirada a Kaylee que le revolvió el estómago.  – [b]Con vosotras nos vamos a divertir más. Tengo ganas de ver si el pelo de abajo también es naranja.[/b]

    – [Amy]Encima de ladrón, violador.[/Amy]- espetó Amy, que no estaba dispuesta a aguantarlo más. Se quitó la chaqueta del traje y al ver su camisa holgada los matones rieron dándose cuenta de que era una mujer. Lo que no esperaban es que se transformase a una forma intermedia, mostrando unos dientes y garras afilados.-[Amy] Te voy a sacar los intestinos por la boca, escoria.[/Amy]- su voz gutural resonó en el callejón y alguno de los matones hubiera huido de haber tenido tiempo.

    Amy se balanzó como una bestia sobre ellos, rasgando carne y sembrando el pánico. No iba a matar a aquellos tipos por horribles que fueran, pero contaba a su favor con el hecho de que ellos no lo sabían.

    Leo se acercó a ella y dejó que el lobo saliese, también en una forma intermedia.  – [Leo]Me has dado ganas de hacer lo mismo.[/Leo] – sentenció. Se unió a Amy y ambos acabaron rápidamente con casi todos sin ningún esfuerzo. Resultaba extraño ver a aquellos dos licántropos enfundados en traje salvando la vida a aquél muchacho.

    – [Kaylee]Eh, no seáis avariciosos.[/Kaylee]- se quejó Kaylee. Murmuró unas palabras y a su lado unas esferas de luz pura rodearon a uno de ellos y empezaron a picarle, como avispas. Su tío Ed habría estado orgulloso.

    Finalmente los matones se levantaron como pudieron y echaron a correr, dejándose atrás unos a otros. James se incorporó usando las manos para alzarse. Su mirada se había quedado fija en Kaylee después de verla conjurar aquellos seres. Amy y Leo se acercaron a ellos, ya en su aspecto humano. Amy volvió a colocarse con cuidado la chaqueta.

    Vera se agachó al lado de James y le puso una mano en el rostro. – [Vera]¿Te han hecho daño?[/Vera] – le preguntó al joven. La muchacha se sorprendió de que sus dientes parecieran sanos y oliese a jabón.

    El joven pelirrojo tenía un corte sangrante en la mejilla y se aferraba el torso allí donde le habían pateado, pero no notaba nada grave. – [James]Me pondré bien.[/James] – dijo, colocándose a gatas para recoger un par de libros y una libreta cuyas hojas se habían esparcido por el suelo. Kaylee, esperando ayudar, pronunció unas palabras e hizo que los papeles se volviesen a colocar en la libreta, que James contempló, atónito.  – [James]Eso…¿eso que has hecho es?[/James] – preguntó.

    – [Kaylee]Magia.[/Kaylee]- respondió ella, sonriendo.

    James la observaba como si no hubiese visto nada igual en la vida. Amy carraspeó, impaciente. – [James]¿Qué…qué queréis?[/James] – añadió al cabo de un rato, preocupado. Miró a Vera, que horas antes de que le atacasen, buscando dañar a su padre, le había preguntado por él.

    – [Amy]Encontrar a Barnes.[/Amy]- confirmó la mujer loba. Se apartó un poco, valorando sus opciones. No tenía nada que hacer.

    – [James]¿Estáis con…ellos?[/James] – su boca parecía ir por delante de sí mismo, preguntando obviedades. Aquellas personas parecían de alta cuna, sus ropas, sus dientes y su aspecto no eran de trabajadores ni de gente pobre, pero tampoco parecían de por allí, hablaban inglés pero sonaba muy distinto al que él hablaba. No parecía que estuvieran con los otros por cómo les habían atacado, pero de la misma forma, buscaban a su padre.


    TERRA – GRUPO I

    MAÑANA

    El grupo de Terra salió del portal de teletransporte a gran velocidad. Se llevaron un buen golpe contra la tierra, pero todos parecían estar bien. Cuando consiguió ponerse en pie, Henry comprobó que no se hubiera hecho ningún rasguño, por lo general para él habría sido un problema, pero en aquél lugar, más. Era una suerte que los trajes les hubieran protegido.

    Ayudó a levantarse a Julia y vieron que Lekwaa estaba inconsciente pero vivo. Henry recordó lo que había pasado. La bomba había caído sobre ellos mientras se teletransportaban y parte de la energía liberada en la explosión se había colado a través del portal, golpeando a Ezra y sacándolo de la corriente espacial.

    Mientras caminaban, alejándose de aquella zona yerma, Henry sacó su InfiniBand modificada para comprobar la radiación de los tres. Le alivió ver que no tenían valores fuera de lo común, eso significaba que la bomba no era nuclear y que Ezra, por su condición de licántropo, habría sobrevivido, aunque no supiera dónde habría acabado. Si hubiera tenido tiempo habría tratado de extrapolar el tiempo de viaje para saber más o menos su posición, pero lo mejor que tenía por el momento era la idea de que tenía que estar en algún lugar entre la ciudad de antes y donde sea que estuviesen ahora.

    Continuaron caminando y llegaron a una pradera con zonas yermas donde la tierra y el barro eran prácticamente lo único visible. Había humo y restos de metal. A medida que se acercaron vieron que también había cuerpos humanos, vestidos como soldados, aún con el arma cerca.

    No habían visto las trincheras y para cuando lo hicieron, varios soldado les estaban rodeando y apuntando con sus armas. Se fijaron en sus trajes, la bandera cosida en ellos no se parecía en nada a la que habían visto en los uniformes de la ciudad anterior. Estaban en el bando opuesto de la guerra.


    TERRA – GRUPO II

    NOCHE

    A Ezra le costó abrir los ojos. Estaba cansado y dolorido. Parecía que le hubiera caído una bomba encima, pero estaba vivo.

    Cuando por fin pudo ver lo que había a su alrededor, vio una enfermería con camas de metal, sábanas blancas y aparatos médicos que le sonaron a otra época.

    – [b]¿Ya estás despierto?[/b]- la voz provenía de una mujer de mediana edad y rasgos afilados, que iba ataviada con un uniforme de enfermera que le pareció bastante antiguo.

    El chico asintió y echó un vistazo rápido para ver qué día era, pero no encontró ninguna referencia.- [Ezra]¿Qué…día es hoy?[/Ezra]- preguntó con dificultad.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando[/b].- la enfermera descorrió las cortinas y el mayor de los Maclay pudo ver cómo caían los copos de nieve en los alrededores del palacio.


    NARA

    MAÑANA

    Noah estaba inconsciente apoyado en el árbol, aún en su forma Rakkthathor. No se había dado cuenta antes de perder el conocimiento, pero su cuerpo había chocado violentamente contra varios árboles, arrancándolos de cuajo, hasta caer allí tendido.

    Cole, Lexie, Bowie y Laura se pusieron en pie, magullados pero a salvo, el velocista se había llevado toda la fuerza del golpe. No tenían forma rápida de salir de allí sin Noah y además, en esa forma, pesaba demasiado como para arrastrarlo.

    El ser que se había colocado delante de él, haciendo que chocasen miró al grupo de cuatro y sus ojos se iluminaron. Una pérfida sonrisa de dientes afilados se instaló en su boca inhumana.

    Retrocedieron hasta formar un semicírculo alrededor de Noah, sin saber qué hacer. Podían intentar luchar contra aquél ser, pero aunque la Kvasir estaba muy equipada, carecía de armamento y eso les dejaba con pocas opciones de lucha.

    De entre la niebla empezaron a surgir otros espectros, tan espeluznantes como los anteriores, con caras alargadas y bocas en las que cabía casi una persona, con brazos largos y ojos negros como el azabache, espectros y demonios salidos de la pura oscuridad.

    Lexie se preparó, pero sus visiones no conseguirían sacarlos de allí. Como tanuki podría intentar escapar, pero eso la haría dejar a los otros atrás. Laura valoró usar su poder, pero no sabía controlarlo y aunque supiera, ¿cómo haces daño a un fantasma?. Cole por su parte trató de conseguir fuerzas del sol, pero aquél bosque era demasiado frondoso y la niebla, que no parecía natural, absorbía el calor antes de que llegase a él. Ni siquiera las habilidades de Bowie estaban a punto como para enfrentarse a ellos.

    Los seres del bosque se acercaron más a ellos. Veían cada uno de sus horrendos rasgos. Uno de ellos chilló de forma inhumana, listo para atacar. Se prepararon pero entonces no pasó nada, el ser no se movió. Cayó al suelo y se desvaneció en una neblina.

    Una figura estaba de pie tras el cuerpo, enfundada en una armadura de samurai completa, incluso el rostro. Su espada cortó a través de los espectros y seres que les rodeaban, pero a ese filo se unieron ocho más.

    Los espectros caían presas de sus armas y muchos se reagrupaban, dirigiendo una mirada de odio antes de marcharse al cobijo de aquél enorme bosque. Aun así eran muchos para todos aquellos samurai. El combate era desigual, así que uno de ellos hizo sonar varias veces una campana y cuando se detuvo, ya no quedaba rastro de los seres, todos habían huido.

  • NADA IBA A SER COMO ANTES

     Vera Sansa – Artisan (s.XIX)

    Mañana

    Cuando atravesamos el portal me vino un olor desagradable, que no era ni más ni menos que el de la falta de higiene. Aparecimos en una calle empedrada, con edificios de poca altura y gente vistiendo con los harapos más mugrientos que pudiera imaginar. A lo lejos, en lo que parecían las afueras, una fábrica ennegrecía el aire y enfermaba nuestros pulmones.- [Vera]Me siento como en Los Miserables[/Vera].- me quejé.

    – [Leo]O en alguna adaptación de Jack el Destripador.[/Leo] – Leo, que arrugaba la nariz por el humo, señaló con la cabeza un cartel colgado de un muro en el que se veían los retratos de unas mujeres desaparecidas.

    Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. En el futuro, después de que casi acabáramos con el mundo, nos habíamos convertido en una sociedad consciente y procurábamos, en la medida de lo posible, contribuir para que todo no se fuera al carajo, pero viendo los excesos de épocas pasadas de primera mano, lo raro es que la extinción no hubiera llegado cincuenta años antes.

    (más…)

  • EL PUNTO DE NO RETORNO

    4×08 – POINT OF NO RETURN

    VALANTIS

    TARDE

    Tras cruzar el portal atardeciendo, el equipo liderado por Elle se alejó unos pasos de la estatua bajo un sol cegador. Antes de poder ubicarse, escucharon el pitido de un coche y se acercaron para ver como pasaba a toda velocidad por donde ellos habían aparecido.

    Dante lo habría reconocido al instante, pero para ellos lo que acababa de estar a punto de atropellarles era un coche clásico que bien podría haber estado en ‘Grease’. En la calle que había frente a ellos, decenas de coches brillantes estaban aparcados a la entrada de una cafetería.

    Las ropas de la gente y la música que se escuchaba en los altavoces de un coche aparcado no dejaban lugar a dudas, aquello eran los años cincuenta. Por la calle circulaba un grupo de hombres con chaquetas de cuero a juego. Cada uno llevaba detrás una pálida muchacha. Sin necesidad de acercarse, Elle supo que no estaban vivas.

    Noah había dado una serie de pistas para intentar identificar a los Daë. Al ver eso, humanos controlando a los muertos, todos supieron de inmediato que se encontraban en el mundo de Géminis. Ahora tenían que localizar a los dos Daë entre todas las ciudades-época que había.

     


    KARNAK

    MAÑANA

    Lo primero que sintió el grupo de Libra al dejar atrás el obelisco fue el calor abrasador. Estaban en un templo semiderruido en mitad del desierto. Ante sus ojos, no había más que arena en todas partes, con un horizonte distorsionado por el calor.

    Los trajes que llevaban bajo las ropas del desierto parecían aliviar un poco la angustia del clima del desierto. A lo lejos, casi confundidas con montañas de arena, se veían las brillantes cumbres de las pirámides en todo su esplendor, con su nívea superficie reflejando el sol y sus cumbres doradas centelleando como un faro.

    Buscaron sombra entre los pilares del viejo templo, pero antes de que pudieran siquiera hablar se vieron sorprendidos por un grupo de asaltantes. En el caos, Michael dejó salir a su bestia interior, prácticamente a la vez que Niall buscaba una escapatoria convirtiéndose en un ser mitad ave. Sophie dejó paso a su magia, pero para entonces una parte de los atacantes ya se había arrodillado ante Niall y Mike.


    DAGRKNOT

    NOCHE

    Cuando tocaron el viejo drakkar, barnizando y mantenido por los habitantes de Viltis, sabían que les conduciría a Dagrknot, pero el equipo Acuario no esperaba lo que se encontró.

    Sus cuerpos siguieron el patrón de respiración que llevaban de manera insconsciente. No había nada que se lo impidiera, salvo que de una inspiración a otra, en lugar de aire, lo que entró en sus bocas era agua. Al sentirlo, contemplaron aterrados que el portal les había llevado debajo del agua.

    Frente a ellos, hundido desde lo que parecían décadas, estaba el drakkar. Era uno de los mares de Dagrknot, por suerte, no demasiado lejos de la orilla. Con pánico trataron de ascender a la superficie, donde las nubes se arremolinaban anunciando tormenta. Bajo el agua, ocultas en la oscuridad, unas criaturas abominables les observaban, atentas, calculando fríamente.


    ARTISAN

    TARDE

    Amy tocó la fría superficie de aquella vieja locomotora, que curiosamente aún mantenía el lustre pese al paso del tiempo. Kaylee, Vera y Leo colocaron la mano tras ella y todos juntos dejaron atrás el silencio de la Luna Viltis para sumirse en el bullicio de una ciudad.

    Dejaron atrás la oxidada locomotora, abandonada en la estación como los huesos del cadáver de tiempos mejores. El suelo y las paredes de ladrillo estaban ennegrecidas y sucias por el humo de las fábricas, que se alzaban como monstruos de acero y piedra.

    La gente no tenía mucho mejor aspecto. En aquella zona, la más humilde, cerca del puerto, pasaron con cuidado por delante de adictos desplomados en las esquinas, de prostitutas ofreciendo sus favores a plena luz del día, cruzándose con trabajadores con las caras ennegrecidas y trabajadoras con las manos encallecidas.

    En los muros, entre los carteles apiñados unos sobre otros, se veía un periódico : «Barnes salva a las trabajadoras de la Textil Atkins de la pobreza.» En la foto, un hombre pelirrojo se veía evitando posar para la foto mientras caminaba junto a un gran grupo de mujeres. Unos metros más allá varios carteles anunciaban un nuevo ataque del ‘El Descuartizador de la Bahía Negra‘.


    TERRA

    NOCHE

    Inmediatamente después de tocar la estatua del soldado a caballo con las dos patas alzadas en el aire, el equipo del mundo Terra apareció en mitad de una plaza de lo que en su día había debido ser una bella y gran ciudad y ahora era poco más que un montón de escombros.

    En la plaza aún se veían puntos que no habían sido alcanzados por la devastación, pero en las calles cercanas, lo poco que permitía ver la escasa luz de las farolas que quedaban encendidas eran un montón de edificios derruidos, como cicatrices sobre el terreno.

    En ese momento escucharon el sonido de las alarmas extenderse por toda la ciudad a través de los megáfonos. Los pocos soldados que se veían cerca trataban de llevarse a algunas personas con las caras cubiertas por máscaras de gas.

    No tardaron mucho en escuchar los aviones sobrevolar la zona, cargando muerte que pronto liberarían sobre ellos.


    NARA

    MAÑANA

    Tras tocar la estatua del Komainu, los miembros del equipo de Nara aparecieron frente a un templo en la montaña. Al fondo se veía un enorme monte que se asemejaba al Monte Fuji. Para ellos, era difícil diferenciar aquél lugar de la tierra.

    En el exterior del templo, algunos habitantes observaban confunsos las llamativas ropas de Xie, mezclada con aquellos tres occidentales que no auguraban nada bueno.

    Desde aquél lugar elevado vieron una ciudad por la que podían empezar. Cualquier lugar sería mejor que ése, donde cada vez les observaban más personas. Así que comenzaron a descender por las escaleras del piedra, adentrándose en el camino que se perdía a través del bosque, uno donde moraban criaturas de toda clase.

    Los lugareños sabían exactamente qué tenían que llevar para protegerse y qué camino exacto tomar, así que las criaturas solían evitarlos. Pero los extranjeros no lo sabían y los demás preferían no decírselo, porque con suerte, las criaturas se los llevarían y eso acabaría con sus problemas.