Alice Byron | MansiÓn de Z
NOCHE
El coche de Mors apestaba a tabaco y aunque no quería que eso estropease la impresión de mi jefe, podía soportarlo. Esa noche podía soportar cualquier cosa, incluso la presencia de Hal, . Desde que Dylan se había marchado con la esperanza de hacerse famoso después de que Maxilian se estacase a sí mismo con el cabecero de la cama, me sentía sola, ya ni siquiera me divertía jugar con Naga. A estas alturas todo era aburrido y rutinario, porque conocía cada recoveco de su cuerpo como si fuera el mío. Necesitaba un nuevo juguete y estaba claro que no lo iba a encontrar en Mors (demasiado viejo) ni en Hal (demasiado protestón), aunque todo era cuestión de planteárselo según el grado de aburrimiento al que llegase.