[align=center][SIZE=6][b]Cecil Anwalt | Su casa[/b][/SIZE]
Salir del dormitorio supuso dos cosas. La primera de ellas es que no tenía por qué continuar mirando [i]eso[/i] a la cara. La segunda fue el percibir que no estaba solo en la casa, en esa casa que ya había dejado de considerarla como tal.
De forma casi instintiva, decidí moverme para comprobar qué era aquel ruido, procurando que mi presencia pasase lo más desapercibida posible. Cerca de las escaleras, al final del pasillo, surgió una figura oscura que al verme, sonrió.
– [b]¡Cecil! Ya era hora.[/b] – exclamó mientras se acercaba y me daba un abrazo. – [b]Ha sido esa vieja bruja, ¿no? Ven, vamos abajo, te están esperando.[/b]
Una vez que la tuve cerca, una vez que la tuve entre mis brazos y poder oler su habitual perfume, no tuve que mirar su cabellera rubia para saber quién era. Mi vecina, compañera de juegos, de risas y de lamentos, la antigua que fue algo más que una amiga. Aquella chica, ahora mujer, con la que viví mis primeras grandes experiencias. Aquella persona que en el pasado, se marchó sin mirarme a mí sin importar lo que pensase. Aquella que, una vez que volvió, me miró como si nada de lo vivido hubiera sucedido.