Cara Elle | La Nave
MEDIODÍA

Ya me habían quitado los putos de la muela y después de asegurarme de que los obreros que quedaban estaban haciendo su trabajo por poco dinero, me fui al despacho para seguir con el plan de llamar a la gente para que se creyeran que teníamos la agencia de investigación sin nombre y sin investigadores de Daniel, Sarah y Dom, porque eran novios y querían investigarse los unos a los otros jugando «a los detectives», que era como los médicos pero con gabardina en lugar de con bata. No es que yo tuviera mucha experiencia con eso, pero en Internet podías ver a toda la gente desnuda que quisieras y gratis (yo no lo hacía, ¿eh?).
La estrategia de maletín consistía en llamar por teléfono y decirle a la gente que les habían tocado mil millones de dólares en monedas de un dólar, para después decirle que no, pero que podría ser posible si contrataran los servicios de la agencia de detectives sin detectives y sin nombre. La mayoría de las veces me habían colgado el teléfono, pero una señora muy maja me había dejado cantarle el ‘Balando’ de Enrique Iglesias que me salía muy bien. La conversación fue más o menos así:
– [Cara]Vieja, ¿quieres que Cara Elle te cante una canción?[/Cara]- le pregunté dando golpecitos con el lápiz en la mesa.
– [b]Vale[/b].- parecía emocionada, aunque aquí no se note.
– [Cara]»Yo quero estar contigo, vivir contigo, balar contigo…Balaandoooooo[/Cara]- grité a pleno pulmón y la señora acabó diciéndome que un día fuera a su casa a tomar café, pero de la agencia de detectives nada de nada.
Cuando me cansé de cantar, puse la música alta y empecé
a bailar, hasta que escuché a Daakka bajar las escaleras y me senté en mi sitio limpiándome el sudor de la frente y haciendo como que trabajaba mucho. No quería hablar con él, ni tampoco mirarle, porque sabía que si le miraba, se me iba a pasar el enfado y yo no me
desenfadaba de los mentirosos. Pero Daakka no bajó y estuve un rato aburrida hasta que una nube de color morado y naranja se metió en mi nariz. Intenté librarme de ella tosiendo con fuerza y bebiendo agua, pero ahora tenía que aguantar ese humo en mi cuerpo después de que ya les hubiese regañado a los obreros por fumar cosas raras en el trabajo. Por suerte, MacLeod me llamó y me explicó que ese humo había afectado a todos los Campeones, convirtiéndolos en miradores pasivos.
Entonces sí que Daakka bajó las escaleras y me encontró sentada en mi escritorio sin trabajar ni hacer nada. Sé que dijo mi nombre, pero no le estaba escuchando, porque no quería hablar con él. Se quedó paralizado y estuvo un rato como Éowyn y Freya cuando tienen delante una chuche de perro (que no saben tan bien como parece) e incluso se le pusieron las manos eléctricas, pero volvió en sí. Me daba pena, porque tenía los ojos rojos y me apetecía acariciarle las escamas, pero fruncí el ceño un poco más y se fue.
Cada vez tenía más sueño y no sabía por qué. A lo mejor era ese humo y eso significaba que iba a ver algo, así que simplemente dejé de resistirme y mi cabeza empezó a moverse sin moverse, como si se fuera a otro lugar dejándose a mi cuerpo sentado en el escritorio. Daba un poco de miedo, pero si las cosas se ponían raras, recubriría mi cuerpo de piedra y me liaría a repartir mamporros.
***
El primer recuerdo fue de Daakka en una sala de piedra que me sonaba, porque eran todas iguales. El suelo empezó a temblar y surgieron tres pedestales del mismo material en los que había un objeto sobre cada uno. Había llegado el momento de que escogiera uno, porque no te dejaban llevarte los tres y el demonio feo que tenía frente a él le miraba esperante. – ¿Es parte de prueba, elegir uno? – preguntó Daakka mirándolos, especialmente a uno que parecía hecho de electricidad o eso me parecía a mí.
Mientras hablaban de cosas raras, di vueltas por la sala y pensé en que todavía no sabía usar el arco, que estaba colgado en las paredes de mi habitación cogiendo polvo. A lo mejor si Daniel dejaba de ser tonto y volvía, le dejaba que me explicase cómo funcionaba.
– Ah…”La Pócima de la Humanidad”– exclamó el demonio y un escalofrío recorrió mi cuerpo, haciendo que volviese hasta ellos.
– ¿Me haría…humano? – había un brillo extraño en los ojos de Daakka.
– [Cara]Duke Rivera es feo[/Cara].- murmuré, a pesar de que no podían oírme.
– ¿Para siempre? – Daakka miró al demonio que tenía tres pares de ojos en la cara y, suponía, otros tres en el culo.
– Efectivamente.- la voz del Guardián retumbó en la sala de piedra.
– [Cara]Daakka no puede elegir eso, Duke Rivera es feo y lleva chanclas en invierno[/Cara].- me puse frente a él para decírselo.
Daakka se quedó en silencio unos minutos. No estaba segura de si había elegido la humanidad y poco a poco acabaría convertido en ese tío surfero y feo.- Elijo conocimiento. – el dolor se reflejaba en su rostro (a lo mejor tenía el ciclo mensual), pero di saltos de alegría.
***
El recuerdo se acabó de forma abrusca y la sala cambió para convertirse en un laboratorio. No lo conocía, pero al ver a una mujer que era guapa, pero tenía una cicatriz que le partía la cara en dos y llevaba una bata, supe que era la Iniciativa. Encima de una mesa de metal estaba el cuerpo de Duke Rivera y parecía…muerto, como si se hubiera electrocutado. Si siempre me había gustado poco, al verlo tieso en la mesa, me gustó menos. Parecía un recuerdo más antiguo que el anterior, como si quisieran mostrármerlos desordenados.
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