Vincent Solo | Calles de Louna
MAÑANA
Hacía tan solo un día que Mara se había marchado y mi apartamento ya se había convertido en un lugar vacío al que tenía pocas ganas de regresar. Parecía increíble que hace poco ese lugar hubiese estado ocupado por tantas personas y ahora tan terriblemente desolado y silencioso, como si algo acechase tras cada sombra.
Por eso mismo quizá, esa mañana me había levantado aún más temprano de lo habitual, esperando ocupar el tiempo en el caso del Casino. Es curioso como, de forma inesperada, la vida a veces te sorprende. No lo negaré, hay bastantes veces que las sorpresas son malas, desastres, pero ese día a mí me tocó un brote de buena suerte.
Mi teléfono había sonado y lo descolgué automáticamente pensando que sería Bill, Karen, Los Búhos o los Moondies, poca gente más contactaría conmigo. Y lo que me encontré fue, la sorpresa, el golpe de buena suerte. La que llamaba no era otra que Mara, que acababa de bajarse del autobús y aprovechaba mientras los demás se presentaban para hablar conmigo y decirme que todo había ido bien.
Tengo que reconocer que guardaba pocas esperanzas de que Mara pudiese albergar algún sentimiento hacia mí. Yo era el raro, el que venía de un mundo extraño, el que era viudo, el que no podía mentir. Pero pese a todo, Mara había llamado, y eso por lo que había observado en ella, significaba mucho.
Mentiría si dijese que me apetecía colgar, pero no puedo mentir. Quedamos en hablar más tarde, después de cenar, cuando todos estuviesen lidiando y recuperándose del shock de Lucy. Eso no hizo más que afianzar mis ganas de enfocarme en el trabajo para que la hora de la cena llegase y pasase rápidamente.
Estaba terminando el té verde y el desayuno en una cafetería cerca de la costa cuando vi a Karen aparecer y quedarse plantada delante de mí. Llevaba gafas de sol, pamela, tacones altos y una gabardina bajo la que se podía ver un vestido fino con flores estampadas que le habría quedado estupendamente a Mara. ¿Estaría mal si le compraba un vestido? Quizá la asustaría.
Le hice una seña mientras terminaba de tragar y pensé que debía haber venido a buscarme a propósito. Estaba lejos de la zona en la que vivía, de la zona en la que trabajaba y de la zona en la que compraba, y sabía que me gustaba esa pequeña cafetería regentada por el bromista de Jim y su esposa, la maravillosa en la cocina, Pam.
– [Karen]Veo que te gusta mi vestido, pero deberías cerrar la boca[/Karen].- se bajó un poco las gafas de sol y me guiñó un ojo. Karen y su habitual desparpajo, por suerte no era un hombre extremadamente tímido. Ventajas de no haber podido mentir durante toda tu adolescencia.
– [Vincent]Estaba pensando si sería raro que le comprase un vestido a Mara.[/Vincent] – le respondí, obviamente, con sinceridad.
Ella llevó su mano derecha a mi barbilla y me miró.- [Karen]Se me ocurren unas cuantas cosas que hablan de intenciones más carnales, pero tú no eres de esos[/Karen]. – replicó, poniéndome algo nervioso incluso después de conocerla desde hacía algo más de tres meses. Tenía ese efecto en el sexo masculino, siempre que le gustasen las mujeres, bueno, y en el femenino también.
Me limpié las comisuras con una servilleta y dejé la propina en el plato antes de despedirme del camarero, Dwight o algo así. – [Vincent]Me conoces bien.[/Vincent] – le respondí con una sonrisa. Mis intenciones con Mara iban más allá de que evidentemente, también me atraía físicamente. – [Vincent]¿Qué haces por aquí?[/Vincent] – pregunté intrigado por sus motivaciones.
– [Karen]Echaba de menos tu compañía[/Karen].- respondió ella con una sonrisa que mostraba sus blancos dientes. Pegó su hombro al mío y continuamos caminando por las calles, internándonos en la ciudad.- [Karen]Estaba pensando en el tío que nos ayudó[/Karen]. – aclaró finalmente. La noche del Casino parecía lejana con todo lo que había pasado después, pero no olvidaría la cara de Ed cuando se dio cuenta de que Kento le observaba igual que él les observaba a ellos. Si no llega a ser por ese tipo, no sabía cómo les habría encontrado.
– [Vincent]¿Phoenix?[/Vincent] – pregunté, aunque sabía que se refería a él. Kento tenía mucho poder, todo el que el dinero y los negocios turbios te pueden dar, y hasta ahora el misterioso tipo del pelo largo era nuestra única opción. – [Vincent]Sigo sin encontrar nada de él, pero no hay mucho por lo que empezar a buscar.[/Vincent] – admití. La única descripción que teníamos del tipo era la que tenía en mi propia cabeza. Había mandado hacer un retrato robot al especialista de la comisaría, pero no podíamos llenar la ciudad de copias para que Kento se enterase y acabase con nuestra única pista.
– [Karen]Tengo a los espíritus en su busca. De algo me tenía que servir estar como una puta cabra[/Karen].- comentó alegremente mientras se llevaba un dedo en la sien. Siempre me resultaba extraño la concepción en ese mundo de que alguien que hablaba con los muertos era un loco o una loca. Al parecer se debía a los muchos farsantes a los que les gustaba aprovecharse de la gente y también a muchos locos sí, pero como solía pasar, lo malo cubría con sus sombras a lo bueno. El caso era que debía considerarse un honor y una enorme carga ser un enlace entre dos mundos tan diferentes.
– [Vincent]A ver si ellos tienen más suerte.[/Vincent] – respondí intentando buscar alguna conexión que se me estuviese pasando, aunque no dejaba de pensar en el maldito vestido y lo bien que le quedaría. – [Vincent]¿Entonces sería raro?[/Vincent] – pregunté mirándola. Vi como se dibujaba una sonrisa en su rostro.
– [Karen]¿Y si le compras un conjunto de lencería en Victoria’s y la esperas con la chorra fuera? Eso sí que hablaría de tus intenciones…[/Karen]- replicó con su habitual desparpajo. Entendía mejor la vida que había tenido Karen después de haber visto uno de sus recuerdos, y sabía no había sido fácil aunque ella le restase importancia.
– [Vincent]Karen, hablo en serio. Eres una de las pocas amigas que tengo. Necesito tu consejo, no quiero equivocarme.[/Vincent] – le pedí. Exceptuando a las maravillosas chicas Moondies que tenía bastante lejos en ese momento, inaccesibles en algunos casos, y a Olivia, Karen era mi única amiga, y cada vez lo era más.
Se acercó más a mí y se colgó de mi brazo con una amplia sonrisa, debía haberle gustado lo que le había dicho. A veces el estar acostumbrado a mi «habilidad» me hacía preguntarme por qué la gente no decía lo que sentía.- [Karen]Un vestido podría darle a entender algo que no es. Pídele una cita y que ella decida lo que quiere ponerse[/Karen].- concedió al final. Una cita, sí, eso podía hacerlo, solo necesitaba encontrar el momento para ir a Moondale. Mara tenía mucho encima ahora mismo con todo lo que estaba pasando, así que tendría que esperar un poco, pero la espera sería dura.
– [Vincent]No sé que haría sin tus sabios consejos.[/Vincent] – reconocí sonriendo.
– [Karen]Puedo ofrecer mucho más que consejos[/Karen].- bromeó, o al menos eso creía, nunca conseguía estar seguro. Una constante entre nuestros mundos es que las mujeres seguían siendo difíciles de leer.
Así que, como no sabía que hacer, sonreí. Me puse a pensar en que ojalá hubiese una forma de ir más rápido de Louna a Moondale, una especie de portal como el que me había traído aquí o nos había llevado al Axis Mundi. Metí una mano en el bolsillo de la chaqueta y saqué la ‘Brújula Planar’ que había obtenido tras mis pruebas. Supuestamente me ayudaría a encontrar portales así, pero no sabía como se utilizaba. – [Vincent]Ya podía esto encontrarme un camino rápido hacia Moondale. Si supiera como funciona…[/Vincent] – lamenté en voz alta.
– [Karen]¿Qué?[/Karen]- preguntó ella.
Alcé la mirada para verla. – [Vincent]Decía que…espera, ¿no hablas conmigo no?[/Vincent] – dije al darme cuenta de hacia dónde miraba, un punto en el frente donde no había nadie, nadie que yo viese claro.
– [Karen]Acaba de asaltarme un fantasma[/Karen].- respondió, esta vez mirándome a mí.
– [Vincent]¿Qué quería?[/Vincent] – pregunté intrigado. Los mensajes de los muertos nunca deben tomarse a la ligera.
– [Karen]Dice que el dueño de esa tienda de antigüedades puede ayudarnos[/Karen].- explicó señalando una tienda que acabábamos de pasar hacía poco. Tenía un exterior de madera con algunos motivos asiáticos y un gran escaparate que mostraba la gran cantidad de cosas que se acumulaban en su interior.
Ella se dirigió hacia allí sin esperar y la seguí. Al abrir la puerta sonó la típica campanilla.
– [Phoenix]Ahora mismo estoy con ustedes.[/Phoenix] – se escuchó decir a una voz que parecía provenir del piso de arriba. Al fondo, tras el mostrador, se veían unas escaleras de madera.
Karen empezó a dar vueltas por la tienda observando la enorme cantidad de cosas que se agolpaban allí, todas con pinta de antiguas, aunque algunas parecían serlo mucho. Empecé a mirar algunas cosas, deteniéndome en un espejo octogonal que parecía muy viejo.
Volví a mirar a Karen y vi que se dirigía hacia mí con algo en la mano. A medida que se acercaba vi que era una pulsera de plata, muy fina pero a la vez preciosa.
– [Karen]Ya sé lo que le vas a regalar a Mara[/Karen].- explicó tendiéndomela con una sonrisa. Le di unas vueltas en mi mano y recorrí el grabado con mis dedos. Era sencilla y en su sencillez era preciosa, me recordaba a Mara.
– [Vincent]Es perfecto.[/Vincent] – sonreí mirándola a los ojos.
– [Phoenix]Tan tan tanuki ta…[/Phoenix] – canturreó la voz que habíamos escuchando antes mientras sus pasos sonaban sobre las escaleras de madera a medida que bajaba.
Es difícil de explicar, porque todo sucedió demasiado rápido, pero a la vez como si fuese en cámara lenta. El hombre terminó de bajar las escaleras y nos miró sonriendo. Cuando sus ojos se cruzaron con los nuestros supe que él también nos había reconocido. Era Phoenix, le habíamos encontrado al fin.
Karen ya no llevaba la pamela ni las gafas, pero ahora se estaba quitando la gabardina y me la había lanzado encima. La cogí y la miré contrariado.- [Karen]Déjamelo a mí[/Karen]. – dijo antes de acercarse más a él.
Las coincidencias son poderosas, y nunca se sabe lo que puede salir de ellas. Una coincidencia consiguió que conociese a Mara mejor y sintiese lo que estaba empezando a sentir por ella, y una coincidencia nos había llevado de nuevo a Phoenix, aunque todavía no sabía cómo saldría todo, y eso era lo que más miedo me daba.
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