
CLUB SILVER, MOONDALE
NOCHE
[dropcap]E[/dropcap]l Club Silver bullía de vida para tratarse de un jueves pasada ya la media noche. Situado en el centro de la ciudad, en la vieja estación de bomberos ahora remodelada, el Silver era el local de moda entre los jóvenes de la ciudad, especialmente los universitarios.
A decir verdad, al Silver acudía también gente algo más mayor, a veces incluso con cientos de años, aunque el tiempo no parecía pasar para ellos. Pese a la diferencia de edad, buscaban cosas parecidas a algunos de los jóvenes más repletos de hormonas: salir de allí con alguien al que poder echar el diente. La diferencia estaba en que los jóvenes no lo hacían literalmente, salvo que fueran grandes seguidores de la literatura inspirada por E. L. James, mientras que los primeros, sí. Donde unos besaban cuellos, los otros clavaban sus afilados colmillos para hacer brotar la sangre caliente de la que se alimentaban.
En ese momento, la puerta del local se abrió y salieron un chico y una chica jóvenes. Él era alto y robusto, llevaba el pelo castaño claro corto y la barba recién afeitada, acentuando aún más sus carnosos labios. Su camiseta de manga corta dejaba al descubierto sus grandes brazos surcados de tatuajes, como reflejos de las cicatrices ocultas en su interior.
La joven era más bajita, aunque con sus altos tacones lo disimulaba bastante bien. Llevaba un vestido rojo que marcaba al detalle su voluptuoso cuerpo, dejando claramente visibles algunas partes de él por su extenso escote. Su melena larga, oscura y lisa llegaba hasta la mitad de su espalda, sin alcanzar la mano del joven, en ese momento depositada donde aquella perdía el nombre. El carmín rojo de sus labios dejó una marca en su cigarrillo recién encendido cuando presionó sus labios contra la boquilla.
La miró con sus ojos de color azul verdoso y ella le devolvió una sonrisa mientras apretaba sus labios contra el cigarrillo en una ansiada calada. Se alejaron caminando del club y rodearon el edificio internándose en unas callejuelas cada vez más oscuras, hasta llegar a una calle sin salida, únicamente iluminada por la tenue luz de una farola. Corría un viento frío y el joven se puso su chaqueta de cuero azul oscuro con calma mientras ella terminaba su cigarrillo, mirándole.
Cuando terminó, colocó a la muchacha entre él y la pared mientras sus manos recorrían el vestido sobre su cuerpo. Ella dejó salir el humo una vez más, levantando la cabeza mientras él besaba su cuello. El callejón estaba completamente vacío, tanto que nadie les oiría gritar allí con el estridente sonido de la música del club.
Subió las manos por sus caderas, trazando la forma de su cuerpo hasta llegar a sus brazos, que recorrió también hasta las muñecas, sintiendo el suave y frío tacto de su piel. Entonces se las sujetó contra la pared, inmovilizándola. La chica sonrió con el juego, pero el joven tenía un brillo sombrío en sus ojos claros.
Cuando vio que sus besos y sus caricias se detenían, la joven empezó a extrañarse. Trató de liberarse, pero la sostenía con fuerza. Se revolvió, molesta con el extraño giro de los acontecimientos, pero fue incapaz. El callejón seguía completamente vacío.
El joven juntó las manos de la muchacha para poder sujetarlas con una sola de las suyas y ella pudo ver cómo sacaba un objeto afilado. Supo que iba a matarla.
Eso lo cambió todo, el rostro de la joven se transformó mostrando un ceño más prominente, unos ojos amarillos inhumanos y unos colmillos grandes y largos. Liberó sus manos y golpeó la mano con la que el joven sujetaba la afilada estaca de madera, tirándola al suelo. Asió con agilidad las dos muñecas del joven y la situación cambió completamente, ahora era él quien estaba contra la pared.
La vampiresa sonrió mostrando sus colmillos y se pasó la lengua por ellos mientras observaba divertida al cazador convertido en presa. La jugosa vena de la yugular del muchacho palpitaba. Repitiendo sus movimientos, sujetó sus muñecas con una de sus manos mientras se encendía un cigarrillo.
— ¿Qué hace pensar a un simple humano como tú que puede acabar conmigo? —preguntó en voz alta, divertida. Se llevó el cigarrillo a la boca y dio una larga calada. Estaba segura de que su fuerza sobrenatural no tendría problemas en mantener a raya a un humano, por grande que fuese.
Segundos más tarde descubrió que se equivocaba, aunque no del todo. El joven sonrió y se liberó. Con un ágil movimiento de su mano activó el mecanismo oculto en la chaqueta que deslizó la estaca oculta hacia delante.
La vampiresa no tuvo tiempo a reaccionar antes de que la madera atravesase su corazón y su cuerpo de generosas curvas se transformase completamente en cenizas. Incluso su ceñido vestido rojo fue incinerado por la elevada temperatura de su cuerpo al convertirse en polvo. Todo excepto el cigarrillo, que cayó de sus manos.
El muchacho lo cogió al vuelo y dio una calada. — Porque no soy un humano. —respondió al silencioso callejón mientras exhalaba el humo. Tiró el resto del cigarro sobre la pila de cenizas que pronto se llevaría el viento, o los barrenderos de madrugada. Cenizas a las cenizas. — Siempre las más guapas. —meditó en voz alta antes de volver al club.
Con un poco de suerte encontraría una guapa muchacha que estuviese viva. Una a la que le diese tiempo a decirle su nombre: Dominic Williams. Una chica que llenase su hueco hasta la mañana siguiente.