Moondale

CAPÍTULO XI: DIANA ECHOLLS

hechicera

RESIDENCIA DE LA UCM, MOONDALE

MAÑANA

 

 

 

[dropcap]C[/dropcap]ansada de recorrer los pasillos buscando a Sarah y a Ed sin encontrarles, saqué el teléfono y marqué el número de mi hermana. Mientras escuchaba los tonos miré alrededor, esperando no encontrarme otra vez con esa chica de antes.

Lo nuestro había sido desagrado a primera vista. No sabía exactamente por qué, pero no me gustaba. Podía imaginarme que lo mucho que se quería a sí misma tenía algo que ver, me daba vibraciones de ‘Queen B’.

Al quinto tono Sarah cogió el teléfono. — ¿Dónde te has metido? — preguntó al instante. Conociéndola ya estaría en clase, con todo preparado y colocado encima de la mesa.

Voy de camino a ‘Escritura Creativa’. — respondió ella. Casi había acertado, mis dotes precognitivas se oxidaban. — No podía esperar a que despertaras. — aclaró su hermana.

Eres un culo inquieto. — sentencié. Sarah siempre tenía muchas cosas en la cabeza y siempre intentaba hacerlo todo bien, demasiado bien. El problema de eso era que últimamente había empezado a tener preocupaciones más trascendentales. — ¿Has visto a Ed? — pregunté imaginándome al pobre y tímido Ed metido en mitad del gentío que recorría los pasillos a primera hora.

Acabo de dejarle en la puerta de su primera clase. — explicó. Me la imaginaba llevando a un diminuto Ed de la mano hasta su clase, como cuando éramos pequeños y cuidábamos de él. Algunas cosas no cambian demasiado con el tiempo. — He quedado con él más tarde para ir a Demonología. ¿Vienes con nosotros? — preguntó ella.

¿Acompañar a dos novatos en su primer día en la Universidad? — pregunté fingiendo que lo pensaba. —  ¡Eso no me lo pierdo! Ed protagonizando su fantasía adolescente: el ‘mano pelada’ ataca de nuevo. — sé que mi hermana sonrió, aunque no la veía.

Tengo que entrar a clase, ahora te envío dónde hemos quedado. — añadió ella, acelerada por la emoción de las clases.

Hasta luego hermanita. — bromeé. Sarah ya no era tan pequeña, pero siempre sería “la pequeña”.

Cuando colgué el teléfono me detuve a mirar el calendario. Mi primera clase empezaba en ese momento, ‘Gestión de Eventos’, sonaba verdaderamente aburrida, al menos en Merelia había sido aburrida, apenas había pisado la clase después de las primeras semanas. Estaba demasiado preocupada por aquél entonces como para perder el tiempo en tonterías.

Pero tampoco iba a excusarme, había decidido no ir por voluntad propia, nadie me había obligado a volver a vivir en el apartamento de la abuela para estar más cerca de Sarah e intentar apoyarla con sus problemas.

Tomé la dirección contraria y giré a la derecha, hacia unas grandes puertas de cristal que desembocaban al terreno del campus universitario. Una vez fuera, disfrutando de la fría brisa de Moondale esa mañana, me senté en un banco de piedra al lado de un tejo, ojeando las novedades de las redes durante un rato.

Guardé el móvil en el bolso y encontré un solitario cigarrillo. Lo saqué y empecé a darle vueltas en los dedos. Había prometido que no volvería a hacerlo, pero todo mi cuerpo pedía un desahogo.

Si sigues aguantando lo agradecerás. — dijo una voz a mi izquierda, bajo la sombra de otro tejo. Era un hombre de algo más de treinta años, no mucho más, pero ya se veían algunas canas sueltas en su pelo castaño claro. Iba vestido con una chaqueta de tweed, camisa de cuadros verde que realzaba sus ojos de color castaño claro, ocultos tras las gafas de metal. El conjunto lo remataban unos chinos que parecían hacerle buen culo, pero tenía que esperar a que se marchase para comprobarlo. Me fijé en su barba de varios días, que le daba un aspecto salvaje, en contraste con esa forma de vestir tan seria.

Ya, pero perdería el efecto de tía dura, ¿sabes? — le respondí con una sonrisa, mirando directamente a esos ojos pendientes de mí. Desde hacía una temporada era una mujer de romances de verano, no me veía con tiempo que poder dedicar a alguien, y una relación seria implicaba muchas explicaciones, algunas difíciles de creer para alguna gente. No pensaba acabar con alguien como mi padre.

Seguro que no. Y podrías lucirlo mucho más tiempo. — comentó con voz de orador. Distinguí en su acento un toque de Moondale, pero también algún deje de Merelia. ¿Sería un profesor, un adjunto quizás, por la edad? ¿O un estudiante?

Es una mierda de vicio, pero empecé demasiado joven y ahora me persigue. — respondí guardándome las preguntas por el momento. La verdad es que no había sido muy lista cuando empecé, me había dejado llevar por la moda y unas amigas que no aconsejaban muy bien. Tendría que haber hecho como Sarah y Amber.

Nunca es tarde y no pareces una chica que tome el camino fácil. — me aseguró sentándose en un banco cercano, agradecí no tener que mirar hacia arriba para seguir hablando con él. De nuevo crucé la mirada con esos ojos castaños que parecían observarlo y analizarlo todo de mí.

En realidad, no lo sabes. Podría serlo. — repliqué sin querer darle la razón ni dejar que pensara que me conocía tan bien con solo unos minutos. Guardé el cigarrillo otra vez en el bolso. — Podría ser una chica que intenta camelarse a un profesor de la Universidad. O quizás, no. — añadí  deseando ponerle nervioso. Lo cierto era que también echaba de menos el contacto humano, no estaba con nadie desde que lo había dejado con Beth al dejar la residencia de la Universidad de Merelia en Julio.

Él se rió. No había negado que fuese profesor. — Lo que está claro es que no eres predecible. — concedió, aun sonriendo.

Lo predecible es aburrido. — respondí sacando el móvil. El tiempo había pasado volando y había quedado con Sarah y con Ed. Era una pena no poder seguir hablando con el profesor macizo, pero el deber me llamaba. — Te dejo. Tengo que reírme de mi hermana y de mi mejor amigo. — sinteticé.

Suerte. — me deseó. Le sonreí mientras me levantaba. Al final iba a ser él quien me viese marchar, una pena. Desde luego iba a disfrutar de unas buenas vistas de mi trasero enmarcado en los vaqueros. — Y si te dan ganas de fumar, piensa que en cualquier esquina puede aparecer un viejo bibliotecario que te sermonee. — añadió sonriente. Así que bibliotecario, todavía no había visitado la famosa biblioteca de la Universidad de Moondale, pero parecía que ahora tenía un motivo.

Hablas como si tuvieras ochenta años. — respondí riendo. Estaba claro por como vestía que se tenía por alguien mayor de lo que era en realidad.

¿Quién ha dicho que no los tenga? — replicó siguiéndome la broma, aunque por un momento dudé si tendría más años de los que aparentaba.

Comprobé que llevaba todo en el bolso y me giré, alejándome de él con unos pasos que enfatizaban lo bien que estaba mi culo. A mitad de camino no pude resistir la tentación y me giré para comprobar si me estaba mirando. Efectivamente, así era. Le guiñé un ojo y volví a los pasillos, de camino a la asignatura de ‘Demonología’. El día había empezado algo mejor de lo que esperaba.