Moondale

DILEMAS MORALES

Daniel Arkkan | Subterraneo tres

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– [b]No tenéis ninguna opción, si yo muero ella me seguirá.[/b]- Movió la mano con la que sujetaba el cuello de la chica y mostró una granada.- [b]Y alguno más también.[/b]

Las cosas se habían puesto difíciles. Ese bastardo de Preston parecía haberse convertido en el obstáculo que siempre impediría nuestra libertad. Estaba seguro de que necesitábamos librarnos de él para vivir sin ser perseguidos, pero por otra parte estaba el dilema moral, por mucho que hubiese hecho, seguía siendo un humano y no podía asesinarlo a sangre fría así como así.

En el fondo no era nada nuevo, sería lo mismo que cada vez que mataba a un demonio, al fin y al cabo la única diferencia era la raza y en realidad, eso no era tanta diferencia. Por mucho que lo intentase, el debate dentro de mi cabeza seguía equilibrado, por una parte exculparlo por ser humano cuando había acabado con tantos demonios no era justo, pero por la otra no podía dejar de pensar que era un asesinato y cruzar esa barrera lo cambiaría todo. Decidí posponer mi decisión para más adelante y prestar atención a la situación actual, justo cuando Preston habló de nuevo.

– [b]Doctora… [/b] – dijo el malnacido en voz alta. La doctora de las cicatrices en la cara levantó la cabeza hacia él, pero Preston miraba hacia otra parte, hacia una doctora rubia. – [b]Sí, usted. A su derecha tiene una pistola de dardos tranquilizantes. [/b] – en cuanto vi la pistola de dardos imaginé como seguirá la conversación, utilizaría la carta del rehén para que la doctora nos fuese tumbando uno a uno. Tenía que hacer algo, pero si me movía hacia ella era capaz de disparar a la chica o incluso lanzar la granada, no podía arriesgar a ninguno de los de esa sala, así que decidí esperar mientras buscaba una oportunidad. – [b]Cójala y dispáreles a todos. [/b] – acababa de confirmármelo, además de al resto de los que estábamos allí. Se percibía la tensión en el ambiente, parecía que yo no era el único que pensaba en lanzarse a por la pistola. – [b]Si alguien va hacia ella tiro de la anilla.[/b] – con el odio que había mostrado hacia nosotros le creí perfectamente capaz de matarse para acabar con nosotros.

Miré hacia la doctora rubia, que se estaba acercando a la pistola cuando Sarah habló.

– [b][i] ¿No crees que hemos sufrido ya bastante?[/i][/b] – se me hizo un nudo en el estómago al escucharla pronunciar esas palabras. No había podido impedir ni siquiera que la torturasen, no había podido impedir que nos capturasen…seguía siendo incapaz de proteger lo que amaba.

– [b][i]Aunque sigas sus órdenes, no serán las últimas. Estarás así constantemente. ¿Acaso vas a dejar que él siga controlando tu vida? ¿Acaso no valoras la tuya propia?[/b][/i] – fue la voz de Cecil al que interrumpió mis pensamientos en ese momento. Después se hizo el silencio durante unos segundos, hasta que alguien más habló.

– [b][i] Es un monstruo… [/b][/i] – esta vez fue January la que habló. Tenía razón, Preston era un monstruo y si hacia lo que él le decía se convertiría en algo como él, no había excusa posible.

Pensé sumarme a ellos y hablar, pero ya habían dicho todo lo que debía decirse. Ahora la le tocaba a la doctora, así que la observé fijamente mientras parecía debatir su decisión. Me preparé para actuar como fuese necesario fuese cual fuese su decisión. Había dos opciones principalmente: si le escuchaba, nos dispararía a nosotros así que no quedaría más remedio que tumbar a Preston y después a ella; y la segunda, si ella se volvía contra Preston, si le disparaba, estaba seguro de que no dudaría en disparar a la chica antes de caer y seguramente soltar la granada. Eché un rápido vistazo a mí alrededor y vi unos instrumentos de medicina detrás. Di un par de pasos hacia atrás y palpé hasta dar con un escalpelo, al menos ya tenía un ligera ayuda.

En el tiempo que tardé la doctora pareció decidirse, tomó la pistola y disparó. Casi no me dio tiempo de mirar hacia donde había disparado con la confusión, pero por suerte Preston estaba algo separado del resto y se podía adivinar por la posición de la doctora. El dardo había dado justo en el cuello, no tuve tiempo de pensar, sólo podía actuar ya que sabía que lo próximo que haría Preston sería disparar mientras estuviese consciente, así que lancé el escalpelo. El escalpelo se clavó entre dos tendones de la mano de Preston, haciéndole soltar la pistola. Segundos después los efectos del dardo actuaron en él, haciendo que cayese hacia el suelo. Delante de él se encontraba la granada, y la anilla, en su dedo.

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Bueno, post enlace con el punto de vista de Daniel.
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