[b]Suzanne Sommerville | Calles de Moondale | Casa de las Echolls |
{Con Sarah Echolls}[/b][/align]
Las calles de [b]Moondale[/b] parecen tranquilas, como recién pintadas sobre un lienzo, o sacadas de una fotografía antigua. Camino por las aceras, intentando no pisar las líneas que las unen, manía o costumbre que tengo desde pequeña. Llevo el bolso un poquito más cargado que de costumbre, y los tacones de los zapatos que me pondré para la fiesta sobresalen como dos bultos extraños en la anatomía de tela vaquera que cuelga de mi hombro.
Desde que me desperté por la mañana, cerca de las nueve, estuve haciendo ejercicio físico: abdominales, sobre todo. Si estoy cansada desde la mañana, me resulta mucho más fácil afrontar el día sin comerme la cabeza. Es extraño: antes no solía darle demasiadas vueltas a las cosas, me adaptaba al día como venía, y si no era de mi agrado, ya vendrían otros que me gustarían más. Pero ahora lo único que puedo hacer es darle vueltas en un rinconcito de mi mente a todo lo que he leído sobre mi condición. He logrado alejar de mí la paranoia constante, al menos es un paso.
La casa de las [b]Echolls[/b] es increíble. Preciosa. Como una casa de brujas (de las de verdad) y, bueno, teniendo en cuenta que [b]Diana[/b] es… bueno, [b]Diana[/b]; es divertido, en cierta línea de humor negro, que su casa parezca la de una bruja. Hace un pelín de frío, así que mientras subo las escaleras me arrebujo un poco más en la sudadera, colocándome bien el bolso sobre el hombro.
Me paro delante de la puerta, dubitativa durante un instante, antes de llamar al timbre. Durante esos instantes, mientras espero que alguien venga a abrirme, se me pasa por la cabeza que tal vez ha sido demasiado presuntuoso por mi parte ofrecerme a ayudar. Como me decía mi madre, la mayor parte de la gente sólo verá en mí a una rubia demasiado inocente, demasiado insegura para ser animadora y demasiado amable para decir que no. Mi madre, que se cree que soy amable… sólo intento hacer por los demás lo que me gustaría que hicieran por mí.
La puerta se abre delante de mí, y de pronto me encuentro ante la primera persona a la que vi después de que nos recluyesen en esos sótanos. La chica rubia y bajita de aspecto adorable: [b]Sarah Echolls[/b], la hermana de [b]Diana[/b], que parece que lleva la etiqueta ‘abrazable’ tatuada en la frente; vestida con unos vaqueros y una sudadera, me saluda con una manita chiquitina.
—[i]Ann[/i]—dice, enseñándome el pincel desde una distancia prudencial—S[i]iento no acercarme para darte dos besos, pero te mancharía de pintura.[/i]
Me sale la sonrisa de hermana mayor casi por instinto.
—[b][i]¡¡Holaa!![/i][/b]—digo, dando un paso hacia ella y abrazándola con un solo brazo. Soy un poco demasiado efusiva para mi propio bien. Mi madre me lo dice todo el rato—[b][i]No te preocupes[/i][/b]—añado, mostrando mi enorme sudadera que una vez fue de [b]Francis[/b]—[b][i]He venido a currar[/i][/b]—explico, haciendo un gesto con el brazo del que cuelga mi bolso—[b][i]y después me cambio, si te parece[/i][/b]—añado, dejando el bolso en el suelo, al ladito de la puerta. Miro a mi alrededor y veo una pancarta a medio pintar, que cuando termine, a juzgar por lo que ya está hecho, dirá [i]“Felicidades Diana, Daniel & January”[/i]. Coloco los brazos en jarras, volviendo a mirar a Sarah—[b][i]¿Qué quieres que haga?[/i][/b]—pregunto, con suavidad.
—[i]Pasa, no te quedes en la puerta, ¿te apetece tomar algo?[/i]—dice sonriendo, al apartarse un poco—[i]Si quieres, deja el bolso en mi habitación (la distinguirás porque pone Sarah en la puerta) y luego me ayudas con esto[/i]—añade, señalando el cartel en el suelo en el que he reparado hace unos segundos—[i]Muchas gracias por venir.[/i]
—[i]No hay de qué[/i]—le digo con una sonrisa, volviendo a colgarme mi bolso al hombro y enfilando escaleras arriba.
Si la casa ya es preciosa por fuera, por dentro lo es aún más. En las escaleras hay montones de fotos de las [b]Echolls[/b], todas ellas preciosas y sonrientes, y los muebles y decorados tienen ese aire de ser eternos, como antiguos y modernos a la vez. La habitación de [b]Sarah[/b] me recuerda increíblemente a la de mi hermana: llena de peluches y con esa marca imborrable de que en ella habita una chica adorable. Dejo el bolso en un ladito, intentando no romper la harmonía que allí se respira, y volviendo sobre mis pasos, regreso al piso de abajo, junto a [b]Sarah[/b].
—[b][i]Esto… ehm…[/i][/b]—me coloco el pelo tras las orejas; me lo he alisado antes de salir de la Residencia, pero seguro que luego tendré que darle un repaso—[b][i]¿Te ayudo con la pancarta o prefieres que ayude a tu madre?[/i][/b]
—[i]Tengo un pincel para ti[/i]—me dice, moviéndolo como si fuera una espada—[i]¡[/i]En garde, [i]señorita Ann![/i]—añade, riendo.
Me arrodillo a su lado, con una sonrisa de niña pequeña. Me enrollo cuidadosamente las mangas de la sudadera de [b]Francis [/b]hasta encima de los codos, y agarro el pincel, empezando a rellenar las letras que hay dibujadas sobre el papel.
—[b][i]¿Y cómo se te ha ocurrido organizar todo esto tú solita?[/i][/b]—pregunto, rellenando la ene de [b]Diana[/b]—[b][i]Sé que no nos conocemos de nada, prácticamente, pero si me hubieses pedido ayuda al principio, podría haberte ayudado a reclutar a más gente para las labores de montaje[/i][/b]—añado con mi mejor tono de jefa de animadoras. Vamos, si era capaz de organizar a un equipo de treinta y cuatro chicas para que montasen la fiesta de fin de curso, suplicarles a [b]Sylver[/b], [b]Jamie[/b] y [b]Dom[/b] habría resultado pan comido.
—[i]Se me ocurrió hace un par de días y me daba vergüenza pedir ayuda…[/i]—se queda momentáneamente en silencio—[i]N-no se me da bien…[/i]—añade, mientras rellena la J de [b]January[/b]; después se levanta y se acerca a una minicadena y la enciende—[i]con música será más divertido.[/i]
—[i][b]Entiendo…[/b][/i]—murmuro, con una sonrisa comprensiva—[b][i]Bueno, pues… por mi parte no tienes por qué tener vergüenza[/i][/b]—le digo, mojando el pincel en más pintura—[b][i]diga lo que diga mi carné de identidad sobrenatural, no muerdo[/i][/b]—añado en un susurro, con una risita sorda. He llegado a la conclusión de que reírme de mí misma y de mi condición hará que sea más fácil sobrellevarlo—[b][i]Siempre es un placer ayudar[/i][/b]—añado, empezando a colorear la última a de [b]Diana[/b].
[b]Sarah [/b]vuelve a mi lado, mientras en la emisora local empieza a sonar [i]Womanizer[/i], de [b]Britney Spears[/b]. La verdad, si me lo pregunta alguien, considero que esta señora se ha degradado demasiado. Además, ha contribuido a fomentar el mito de que las rubias somos tontas.
—[i]Puedo patear culos de vampiros, pero las relaciones sociales no son lo mío[/i]—Coge el pincel y sigue rellenando letras—[i]Eso es cosa de [b]Diana[/b][/i]—Sonríe algo apesadumbrada y después, cambia de tema—[i]¿Sois amigas desde hace tiempo? Perdona si te pregunto mucho, es que no estoy acostumbrada a que sus amigas quieran ayudarme a…nada.[/i]
—[b][i]La verdad… no hace mucho que somos amigas[/i][/b]—me aparto un mechón de pelo de la frente con un soplido, y me rasco la nariz con el dorso de la—[b][i]pero, no sé… siento como si la conociera de toda la vida[/i][/b]—reconozco. Miro a [b]Sarah[/b] con una sonrisa, intentando ignorar las ganas de achucharla que me recorren; porque no sería muy normal que ahora le soltase un abrazo—[b][i]No te preocupes por preguntar[/i][/b]—me medio encojo de hombros—[b][i]pareces de fiar[/i][/b]—añado, en tono de broma, soltando una risita. Por supuesto que es de fiar, jo—[b][i]Y, aunque las otras amigas de Diana no te ayuden a nada[/i][/b]—esbozo la sonrisa de hada para las ocasiones especiales—[b][i]cuenta conmigo siempre que necesites ayuda…[/i][/b]—respiro hondo. Estoy sufriendo incontinencia verbal—[b][i]… sé que suena raro que sea así, pero a mí me gusta ayudar a la gente[/i][/b]—sacudo la cabeza—[b][i]otros prefieren hacer surf… todos tenemos nuestros hobbies raros[/i][/b]—añado, con una pequeña carcajada.
—[i]Eres genial[/i]—comenta [b]Sarah[/b] con una sonrisa como si fuera lo más obvio del mundo y sigue pintando.
Vale. Lo admito. Ahora me he ruborizado.
De pronto vemos salir de la cocina a la que supongo que es la madre de [b]Sarah[/b]. Una mujer rubia e increíblemente hermosa, que transmitía esa misma aura de fortaleza que sus hijas. Traía en las manos una pequeña bandeja con dos vasos con batido de chocolate que me hizo la boca agua.
—[b]Tú eres Ann, ¿verdad?[/b] —dice sonriendo mientras posa la bandeja en la mesa del salón—[b]Encantada de conocerte[/b]—sonríe mientras Sarah la mira un poco enfurruñada.—[b]Sí, ya sé que eres muy mayor y ya no tomas batidos si no cerveza, pero no sería buena madre si no procurase que siguieras siendo mi pequeña[/b]—está con los brazos cruzados, pero mantiene una expresión amable—[b]Merendad y yo me encargo de acabar el cartel. Los aperitivos están ya hechos, sólo falta mover los muebles y decorar un poco esto[/b]—Se sienta nuestro lado, y nos mira, como instándonos a levantarnos
—[b][i]El gusto es mío, señora Echolls[/i][/b]—respondo, con una leve sonrisa, mientras remato la letra que estaba haciendo, antes de dejar el pincel en el bote y levantarme, alisándome los vaqueros. Me acerco a la mesa y bebo un sorbo de mi batido, paladeándolo. Adoro el sabor del chocolate—[b][i]Sarah[/i][/b]—la miro con una sonrisa—[b][i]quítate esa carita mustia, que si viene el frío viento del norte y te congela los músculos, te quedarás con esa expresión para siempre[/i][/b]—digo, con cierto punto de nostalgia, pues eso es lo que le digo a mi hermanita cuando se pone de morros o triste.
—[b]No me llames señora, me haces parecer muy vieja[/b]— Se levanta y me da dos besos—[b]Soy Elizabeth[/b]—después, se sienta y empieza a pintar—[b]Podéis hablar de vuestras cosas, sólo escucharé cuando habléis de chicos.
[/b]
—[i]¡Mamá![/i]—protesta Sarah ya de pie—[i]Espero que te gusten los batidos y las galletas, porque mi madre no es de las que preguntan[/i]—después, se mira la sudadera que tiene alguna mancha de pintura y me mira con el ceño fruncido y una sonrisa divertida—[i]Tú estás muy limpia[/i]—coge un pincel y lo acerca a mí—[i]Eso voy a tener que arreglarlo yo[/i]—dice, haciéndome un manchón de pintura a lo largo de la nariz. Hasta que me defiendo, interponiendo la manga de la sudadera de [b]Francis[/b] entre el pincel y yo, riendo.
—[b][i]Deberíamos hacer esto de forma ‘profesional’[/i][/b]—digo, entre risas—¿[b][i]Alguna vez has jugado al paint-ball? ¡Es lo mejor del mundo![/i][/b]—respiro hondo, bajándole revoluciones a mi entusiasmo—[b][i]¿Movemos los sofás?[/i][/b]—propongo.
—[i]¡Me encantaría jugar al paint-ball![/i]—dice con emoción, después suelta el pincel y asiente a cuando le pregunto si movemos los muebles—[i]Espero que todo salga bien[/i]—suspira.
—[b][i]No te preocupes[/i][/b]—le dedico una sonrisa tranquilizadora—[b][i]Todo va a salir bien[/i][/b]—digo, en tono de promesa.
Porque es una oportunidad para todos para que volvamos a sentirnos normales otra vez.
[spoiler]Las Echolls han sido controladas por Stefy.
Os pido un millón y medio de disculpas por la tardanza, en serio ;_; se me cae la cara de vergüenza. Espero que os guste :3[/spoiler]
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