Moondale

HABIA ACABADO SIENDO ALGO DESPRECIABLE

[align=center][SIZE=3][b][color=black]Cecil Anwalt | ¿Calles de Moondale?[/SIZE][/b][/color]

razor

[SIZE=2]Tenía que continuar caminando y no decaer. Tenía que hacerlo, no había otra opción. Había cosas que no entendía, cosas con las que había tenido la sensación de que todo iba demasiado mal como para ser real. Mantener ese pensamiento en mi mente era algo agotador, porque algo tiraba de mí para pensar todo lo contrario. Pero continuaba aguantando, no sabía cómo, pero seguía hacia adelante.

Y todo era por eso. Aceptar la cruda realidad, olvidar todo lo que había vivido, lo que había pasado y las personas que había conocido, era algo que no podía dejar que mi mente viese como que ESO era la realidad. Prefería negarlo, prefería gritar a los cuatro vientos que no me lo creía, que debía de existir una explicación razonable para todo esto. Prefería agarrarme a un clavo ardiendo, a este clavo ardiendo, antes que rendirme. Era mucho sencillo hacer eso, taparse con el edredón de la cama, procurando no escuchar ni ver nada, esperando a que los problemas se esfumasen, que todo aquello que nos atormentaba dejase de existir. Prefería pensar que, quizás de forma egoísta, esto no era lo que conocía. Que yo no había destruido mi vida junto a todos aquellos a los que quería. Era mucho más sencillo pensar que yo no tenía la culpa de que mi padre ya no estuviese aquí, que mi madre se había vuelto loca por mi culpa. Porque hacerlo, porque admitir que todo esto era real, sería mucho más duro que cualquier otra cosa. ¿Qué por qué? Pues porque no entiendo como las personas pueden llegar a estos límites tan insostenibles.

Me encontraba consternado sin saber qué podía decir o hacer. La ciudad estaba irreconocible, pudiendo reconocer algunas calles y lugares, pero sin ser el lugar en el que una vez había vivido. Nora continuaba a mi lado, no muy lejos de mi posición, caminando en silencio, mirando a su alrededor. No había dicho mucho desde que entramos en la ciudad, pero la verdad es que yo tampoco. Viendo el panorama en el que nos encontrábamos, lo que menos debía de apetecernos era meternos en una cháchara con la que atraer a cotillas no deseados.

Su rostro se encontraba nervioso, asustado. Agarraba con fuerza su colgante mientras que estaba alerta, quizás rezando para que Liad continuase con vida y encontrarlo en alguna calle. Y así esperaba, aunque mientras más avanzábamos, más dudas tenía. No estaba seguro de lo que ocurriría si llegásemos a encontrarlo, pero pensando en lo que se había convertido Sarah, en la clase de persona que era… No quiero ni pensarlo, la verdad.

Una vez que el sol ya nos había abandonado, la búsqueda de un refugio o de un lugar que nos sirviese para pasar algo desapercibidos era de vital importancia. Ninguno de los dos habíamos comenzado esta travesía en las mejores condiciones, por lo que algo deberíamos de parar. También, por muy mal que estuviéramos, tendríamos que vencer al cansancio, porque tarde o temprano tendríamos que correr. Y por desgracia, algo de mi interior me decía que ese momento estaba demasiado cerca.

Nora se sobresaltó cuando un potente ruido rompió el silencio. A continuación, escuchamos risas, alboroto, como si alguien hubiera montado una fiesta en plena calle de Moondale. De buenas a primeras, una moto salió de una de las calles a toda velocidad, seguido, más adelante, por otras dos. Parecían moteros, [i]parecían[/i], pero no lo eran. La presencia de esos demonios quizás había sido uno de los motivos por los que la ciudad se encontrase en tan mal estado. O quizás no. De todas formas, no tuvimos tiempo suficiente para escondernos. En cuanto uno de ellos percibió nuestra presencia, avisó sin vacilar al resto de sus compañeros. En pocos segundos, todos los moteros montaron sus vehículos con fuerza, teniendo sólo un único propósito.

Conseguir los nuevos juguetes.

– [b][i]¡Vamos![/i][/b] – le insté a Nora, empujándola un poco para que no se quedara atrás.

Intentando huir de aquel grupito nos pusimos a correr, aunque poco pudimos hacer. El agotamiento físico y mental que llevábamos los dos encima había dado sus frutos, consiguiendo que la resistencia para llegar hasta aquí, las ganas de vivir y de correr no nos aportasen la energía necesaria. Pronto, nos vimos rodeados. Los más bravucones y estúpidos fueron los que alcanzaron antes nuestra posición. No hicieron nada, o bueno, más bien sí, porque nos vacilaron. Girando a nuestro alrededor con las motos, gritaban de júbilo, agitando sus cadenas en el aire mientras nos presionaban para arrinconarnos más en el centro, mientras que el resto de sus compañeros miraron divertidos durante unos segundos la escena.

– [b][i]Tranquila, saldremos de esta, ya verás.[/i][/b] – dije mientras levantaba los brazos, preparándome para luchar de la mejor manera que podía. Miré a nuestro alrededor, intentando intuir cuándo atacarían esos dos fantasmas.

– [b]Si no salgo de ésta, por favor encuentra a mi hijo.[/b]. –dijo Nora mientras me cogía de una mano y me miraba a los ojos. Nada de ser negativa señora, que siempre hay una solución para todo.

Cuando volví a mirar con todos los sentidos (o todo lo bien que podían estar) los demonios ya habían dejado de jugar, al menos por el momento. Estábamos rodeados por la mayoría de ellos, evitando que intentásemos escapar de cualquier manera. Miré al frente al notar que uno de ellos, el más grande, se acercaba a nosotros. Debía de ser su líder.

– [b]Vaya vaya, que tenemos aquí.[/b]- el grandote comenzó a decir mientras se acercaba a Nora y la examinaba con la mirada. – [b]Parece que estos dos polluelos se han perdido, tendremos que hacerles un tour por la ciudad ¿eh? [/b]

No entendía qué era lo gracioso de aquellas palabras, porque justo después todos los demonios se rieron con fuerza, golpeándose los unos a los otros, como si fueran niños esperando a que comenzasen el juego que tanto había tardado en comenzar.

– [b][i]Me la conozco mejor que tú y que cualquiera de tus demonios.[/i][/b] – le miré, desafiante. No pensaba dejar que disfrutasen con nuestro miedo. – [b][i]Largaos, tenemos cosas más importantes que jugar con unos niños demasiado grandes.[/i][/b]

– [b]Vaya, el pajarito tiene boca.[/b] – dijo uno de los demonios mientras soltaba una horrenda carcajada. – [b]Nadie ha dicho que seáis vosotros los que vayan a jugar.[/b]

[i]Gilipollas[/i]. No hay que ser un pequeño Einstein para darse cuenta de eso, desde luego. Nora comenzó a acercarse al líder de ellos y aunque intente agarrarla del brazo para que no lo hiciera, poco conseguí. Quizás, al igual que esperaba que su hijo continuase vivo, esperaba encontrar una mínima parte de compasión o cualquier otro sentimiento [i]humano[/i] que pudiera servirnos de algo. Esperaba equivocarme, de verdad que sí, pero personas como ella, personas de buen corazón, solían ser las víctimas preferidas de este oscuro mundo. Y eso era algo que, fuera ella o cualquier otro, no podía soportar.

– [b]Ca-caballeros…señores…lo que sea…[/b]- Titubeó, mirándolos de arriba a abajo sin saber qué decir.- [b]He venido hasta Moondale para buscar a mi hijo, por favor…[/b]- imploró.

– [b]¿Tu hijo?[/b] – preguntó su líder con curiosidad. –[b]¿Cómo es?[/b]

– [b]Es… rubio… tiene unos catorce o quince años…[/b]- explicó mientras ponía una mano en el pecho, cerca de donde debería de estar su colgante.

– [b]Carl… ¿te suena no?[/b] – le preguntó a uno delgadillo con barba, que asiente de forma exagerada, como si no supiera nada del asunto. – [b]Ya decía yo, creo que fue nuestra cena de anoche.[/b]

Arqueé una ceja, bastante enfadado, cuando volvieron a reírse de forma conjunta. Sabía que harían algo de ese estilo, sabía que se aprovecharían de la situación para mofarse de nosotros, o más concretamente, de ella. Nora se derrumbó, cayendo de rodillas al suelo y clavando los ojos al asfalto, siendo incapaz de hacer o decir nada.

– [b][i]Cabrón hijo de puta.[/i][/b] –le espeté mientras caminaba con firmeza hacia él, dejando caer la mochila sin ningún esfuerzo. Continuaba riéndose, aunque con sus ojos me miraba, pero quizás no se esperó lo siguiente. Le di una patada en la entrepierna, buscando golpear en una zona que consideraba vulnerable. Después, le encaje un puñetazo en la cabeza de la mejor manera que pude, aunque lo más seguro es que no sirviera para nada.

– [b]Cecil, no…[/b]- escuché como Nora pedía en un débil lamento.

– [b][i]¿Es que no te das cuenta?[/i][/b] – grité, bastante molesto, esperando a que cualquiera de ellos reaccionase ante el golpe que le había mandado a su jefe. – [b][i]Aquí no hay diálogo, no hay negociación. Es luchar o morir.[/i][/b]

Y seguramente sería lo segundo, viendo en dónde nos encontrábamos. El jefe se rió, lanzando una larga carcajada, mostrando que mi pequeña intervención no había servido para nada. No le había dañado, ni siquiera molestado. Lo único que había ganado era darles otra razón para divertirse más conmigo.

– [b]Nails, ya sabes.[/b] – ordenó sin que aquella sonrisa desapareciese de su horrendo rostro. Segundos después, uno de sus esbirros debió de golpearme con su cadena, ya que acto seguido, cuando me encontraba arrodillado en el suelo, me rodeó con esta el cuello, presionándome con fuerza, dejándome apenas un poco margen para respirar.

– [b][i]Cobarde.[/i][/b] – le grité, o mejor dicho, intenté hacerlo, aunque estaba seguro de que me había escuchado. [b][i]¡No eres NADA sin tus peones![/i][/b]- intenté liberarme, pero me apretaron con más fuerza, consiguiendo que me quedase en el sitio sin poder hacer mucho. Luego, el grandullón me lanzó un puñetazo en la cara, pudiendo saborear rápidamente la sangre en mis labios.

Como mejor pude, le escupí directamente a la cara, consiguiendo, seguramente, enfadarle más que otra cosa. Este se alejó, mi llavero particular me ejerció más presión, pero pronto todo cambió. Al parecer, la mujer que antes se había encontrado abatida y totalmente rendida, había encontrado el valor en alguna parte.

– [b]Suéltale. [/b]- le dijo completamente seria al que me tenía bien agarrado.- [b]Matadme a mí, divertíos conmigo, pero dejadle en paz.[/b]

– [b][i]Ni se te ocurra.[/i][/b] – alcancé a decir. – [b][i]¡Sal de aquí mientras puedas![/i][/b]

– [b]Eso ya lo veremos.[/b]- contestó ella.

Aquella mujer se había caído, y no sólo en esta situación. Había perdido, por lo que sabía, lo que más quería en su vida. Todo se había vuelto en contra de ella pero se continuaba levantando, porque todavía tenía cosas por las que vivir, por las que luchar. Y no era la única persona que había visto así. Había visto en Ed, en Diana, Sarah, Daniel e incluso Mcleod esos mismos rasgos. Yo también podría meterme en ese saco. Pero, al fin y al cabo, todos habían conseguido seguir hacia adelante, aunque sólo existía una manera que pudiese considerar como válida.

– [b]Nails creo que esta se ha confundido con tu nombre, pero ahora serás Scar 2. [/b]- el que debía de llamarse Scar se rió. Le arrebató a Nora el arma que portaba (una navaja) para luego lanzarla no muy lejos de nuestra actual posición. Al mismo tiempo, uno de los demonios la agarró del cuello.

– [b][i]De…dejadla…[/i][/b] – abusones, ¡alguien os dará vuestro merecido!

– [b]No… No puedo…respirar…[/b] – dijo ella con un hilillo de voz. Intente liberarme, moviéndome para ayudarla, pero no lo conseguí.

– [b]Parece que quieres mucho a tu hijo.[/b] – Scar se sentó en su moto, todavía mirándonos bastante tranquilo y divertido. Le hizo una seña al que tenía agarrada a Nora para que la liberase.–[b]Mátame y sálvalo, porque te juro que lo encontraré.[/b] – atrévete y te destrozare con mis propias manos, ni se te ocurra ponerle un dedo encima, ¿te enteras?

– [b][i]Cobarde. [/i][/b] – grité, para luego toser con fuerza. – [b][i]Sabes que ella no podrá vencerte de ninguna manera.[/i][/b]

– [b]No sería divertido si yo muriese.[/b] – rió de nuevo. – [b]Vamos, ahí tienes tu navaja.[/b]

Observé la situación impotente, sin hacer nada, pero lamentándome justamente por eso. Aunque me había encontrado en peores situaciones, siempre encontraba una salida. Pero ahora mismo ignoraba cuál era o donde estaba. En otras circunstancias, quizás, habría podido usar mi magia, algún hechizo que nos sacase de estos problemas sanos y salvos, pero no podía. Todo lo que había hecho me quitó una parte de mí que, hasta hace poco, ignoraba cual importante era. Y no, no me estoy refiriendo a mis poderes.

La mujer, ahora sin la presión que antes había experimentado, se llevó la mano al cuello, seguramente adolorida. Asintió con la cabeza, aceptando aquel duelo y fue a recoger su arma. Pero en cambio, en vez de dirigirse hacia Scar, se acercó hasta el que me tenía agarrado, le clavó con todas sus fuerzas la navaja en la espalda y se subió encima, metiéndole el dedo en los ojos. El grandullón se tambaleó, consiguiendo tirarla al suelo. Una vez que pude liberarme, me puse en pie para intervenir, aunque Scar se adelantó, tirándome de un empujón al suelo. En cuanto pude incorporarme, al menos un poco, vi como se acercaba con el arma a la mujer y cómo se la clavaba en el estómago sin ninguna vacilación. Pude escuchar como lanzaba una exclamación al aire cuando notó el acero dentro de su cuerpo. Su rostro, bastante sorprendido, había perdido algo de color, tosiendo sangre por la boca. De forma instintiva, se llevó las manos a la herida, manchándoselas de color rojo.

– [b][i]Maldito.[/i][/b] – grité, avanzando con rapidez, tirándole de la misma manera que él había hecho antes conmigo.– [b][i]Ya estarías muerto si tuviera todo mi poder.[/i][/b] – me había acercado lo suficiente, viendo la enorme herida con un poco de pánico, sin poder recordar exactamente lo que tenía que hacer en estos casos.

– [b]Mejor preocúpate de tu amiga, aún le queda un buen rato de dolor antes de morir desangrada.[/b]- rió de nuevo.

Le miré con todo el odio que tenía en mi interior, harto de ver cómo lo que veía delante de mí desaparecía, moría y perdía su significado. Pero pronto algo cambió. Alguien más bajo que el demonio le agarró del cuello y con un rápido movimiento, se escuchó un crujido. Después el cuerpo cayera al suelo, pude ver una pequeña figura que conocía, aunque no estaba seguro de si era la verdadera y no la que vendían en los chinos por cinco euros. La cabellera rubia de Sarah, al igual que su figura en sí, se encontraba enmarcada con fuerza por un brillo blanquecino que sólo había visto antes una vez.

– [b]Parece que el club de los feos ha organizado una reunión esta noche.[/b]- dijo ella mientras se cruzaba de brazos y sonreía.

– [b]Una Cazadora, acabad con ella.[/b] – gritó uno de los demonios mientras que el resto comenzaban a movilizarse.

– [b]Qué bonito que lo intentéis: Me enternece.[/b]- sin dejar de sonreír, se secó una lágrima invisible del rostro.

Se lanzó hacia ellos al trote, mientras uno de esos cobardes huía sin ni siquiera pararse a mirar lo que les ocurriría a sus compañeros. La batalla había comenzado, al igual que había visto en el salón de mi casa. Nora me agarró con fuerza la mano, poniéndome algo en ella. Su colgante y con ello, algo más que esperanza.

Aunque continuaba intentando que no se desangrase, no pude evitar mirar la batalla que acababa de empezar. Era “más de lo mismo”, si podía compararla con cómo la vi en mi casa. No estábamos en un espacio cerrado donde pudiera aprovechar los muebles o las paredes para saltar o ayudarse. Golpeaba a sus enemigos con fiereza, utilizando lo poco que podía aportar el entorno, pero por supuesto, convirtiendo en papilla demoníaca a todos ellos.

– [b]¿Qué tal está tu amiga, drogata?[/b] – me preguntó mientras le lanzaba una patada en todo el culo a un demonio.

– [b][i]¿El ego se te ha subido tanto a la cabeza que ya no ves que SE MUERE?[/i][/b] – dije con claridad, apretando en la herida, haciendo presión para que no se desangre. – [b][i]¿Y tú qué haces aquí?[/i][/b]

– [b]Encima de drogata, desagradecido.[/b]- Bufó. Sarah se acercó hasta Nora, sacudiéndose las manos después de despachar a unos cuantos y la cogió en brazos para llevarla a otro lugar.- [b]¿Me acompañas o te tengo que enseñar tu dosis para que me sigas como un chucho?[/b]

– [b][i]Ya sabes la respuesta, acosadora.[/i][/b]

– [b]Y luego soy yo la que tiene ego…[/b]- murmuró para que yo la escuchase.

Llevando a la herida en volandas, pudiendo llegar a ser una imagen un tanto cómica al ver a alguien de su tamaño llevase a otro sin apenas esfuerzo, nos marchamos de allí. La seguí, dudando bastante de encontrar algún lugar que pudiera considerarse seguro, pero no tuvimos que esperar mucho para saberlo. Demasiado pronto desde que Sarah se había encargado de los demonios, alguien comenzó a aplaudir. Primero debían de ser un par de manos, pero luego comenzaron a añadirse otras, llegando a considerar que habría una multitud de personas escondidas a nuestro alrededor, viendo todo lo que había ocurrido, como si se tratase de un programa de televisión.

Pero no era así. No era un programa de televisión, tampoco había cámaras ocultas, y mucho menos eran personas. Los rostros de muchos vampiros nos rodeaban, demasiados para combatirlos sólo una persona.

– [b][i]Hablando de chuchos, huelen a comida y sale todo el comité de bienvenida de Moondale, genial.[/i][/b] – pausa. – [b][i]Odio las fiestas en las que se supone que soy uno de los platos principales.[/i][/b]

– [b]Dejadme aquí.[/b]- nos pidió Nora.- [b]Voy a morir de todas formas.[/b]

– [b][i]Veo que no somos los únicos que tenemos sentido del humor. No digas tonterías.[/i][/b] –añadí, intentando que la situación no se viese tan grave.

– [b]Por una vez estoy de acuerdo con éste.[/b]- Sarah me señaló con la cabeza.- [b]No te dejaremos aquí porque de todas formas nos van a matar a todos.[/b]- Alentadoras tus palabras, desde luego. Me tendió a la mujer sin dejarme apenas segundos para cogerla, pero tampoco los necesitó. Era obvio lo que ella podía hacer y yo no.

Los vampiros se mostraban alterados, como si fueran animales o mejor aún, alcohólicos en busca de su priva. Nos miraban con deseo, hambrientos, esperando degustar hasta la última gota de sangre que hubiera en nuestro cuerpo. Sabían que tenían las de ganar, no había ninguna manera de salir de aquí de una manera ilesa. Un grupo pequeño se acercó, numeroso tenía que decir, pero ni punto de comparación con los que tenían detrás. La vista me era insuficiente para ver cuántos de ellos podían ser, pero la multitud de gruñidos y risas se escuchaban con tanta fuerza que parecía, ojalá me equivocase, parecían un ejército.

Al igual que antes había ocurrido, la Cazadora comenzó a pelear, a luchar. Todavía se encontraba iluminada por aquella aura blanca, pero en contraste con la asolada ciudad y los vampiros que teníamos delante, la oscuridad cobraba terreno por segundos. Despachó rápidamente a la primera oleada, aunque no como había ocurrido antes. Ellos eran tantos que habían conseguido dañarla, golpearla en alguna ocasión o realizarla alguna herida. Y por muy superchica que fuese, tendría un límite.

Mientras más miraba la escena, mientras más la miraba a ella, más confuso me encontraba. Cada vez había menos luz, cada vez todo estaba oscuro y más nervioso me encontraba. ¿Por qué? ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué ella está aquí cuando ni siquiera me conoce?

Los vampiros comenzaron a rodearla, siéndole cada vez más difícil luchar como hacía antes. Pero pronto, algo ocurrió. Una luz cegadora impactó en uno de los vampiros, reduciéndole a cenizas casi al instante y consiguiendo que los demás retrocediesen. Pero por poco tiempo. La intervención de otra persona no les había hecho cambiar de parecer, más bien se habían vuelto más violentos. Una figura alta y robusta comenzó a luchar junto a Sarah, ayudándola, pero también protegiéndonos a nosotros, a mí.

Era Daniel.[/SIZE]

[QUOTE][SIZE=2][color=black]
[u][i]Flashback: Días antes del comienzo de las clases. Casa de las Echolls.[/i][/u]

Moví la puerta sin ningún esfuerzo, dejándola abierta completamente para poder pasar. La habitación se encontraba iluminada por el sol del invierno. Allí dentro, sentado en el suelo, como en otras muchas ocasiones le había visto, estaba apoyado en un cojín, jugando a la psp pero rodeado, también, por algunos libros.

– [b]Hola.[/b] – Liad alzó la vista momentáneamente para sonreír.

– [b][i]Hola.[/i][/b] – me senté también en el suelo, a su lado. – [b][i]¿A qué juegas?[/i][/b]

– [b]El Final Fantasy Dissidia.[/b] – respondió mientras se reía.- [b]El Impulso Sombrío.[/b]

– [b][i]¿Con qué personaje?[/i][/b]

– [b]¿Con quién va a ser?[/b] – me miró sonriendo, divertido. – [b]Contigo, por supuesto. ¿Quién no es más apto que Cecil, el guerrero de la luz y oscuridad?[/b] – Sonreí un tanto azorado ante aquel comentario. La verdad es que pensé que usaría a otro, como Squall o similares. Aquello me sorprendió. – [b]Aunque creo que él tendría que ser el que mejor entendiera el conflicto del juego, sobretodo de esta parte. [/b] – dijo con seguridad, sin apenas apartar los ojos de la pantalla.

– [b][i]¿En qué sentido?[/i][/b]

– [b]Pues… para que una persona sea fuerte y consiga sus propósitos, necesita conocerlo todo, ¿no? Necesita conocer el caos, la destrucción, la verdadera oscuridad… para levantarse con más fuerzas y comprender las cosas.[/b] – dijo, frunciendo las cejas en una mueca un tanto curiosa. Después me miró. – [b]Además, todo lo que ocurre les ayuda a darse cuenta de que se necesitan, que están más unidos de lo que se imaginan y están ahí cuando se les necesita. ¿Crees que me equivoco?[/b]

Le miré durante unos segundos, sin saber qué responderle.
[/SIZE][/color][/QUOTE]

[SIZE=2]
Entonces, ¿Era por eso? ¿Había caído en la oscuridad, como él dijo, simplemente para levantarme y ver las cosas con otra perspectiva? ¿Esa era la razón por la que habían venido a por mí? ¿Era eso? ¿Después de todo lo que había hecho? ¿Después de destrozar mi vida de la peor manera y las de los que tenía a mi alrededor también? ¿Acaso era eso? Como si de un interruptor se tratase, pude ver algo distinto. Ellos estaban aquí. Aunque no les conocía, aunque había acabado siendo algo despreciable, ellos estaban aquí.

Y fue en ese preciso momento cuando, después de todo lo que había visto, después de todo lo que había dicho, quise derrumbarme. Quise caerme al suelo, quise gritar, quise llorar. Había pasado tanto tiempo… lo había intentado, de verdad que sí. Como otras personas que conocía, también había perdido cosas que habían sido muy importantes para mí. Después de escuchar silencioso, de asentir con la cabeza, de preocuparme [i]yo[/i] por otras personas que realmente, no hacían conmigo eso, tenía ahora eso delante. Mis amigos, daba igual si eran o no los que tenía en mi cabeza. Ellos están aquí, luchando por salvarme la vida, preocupándose por mí, cuidándome sin recibir nada a cambio, ignorando lo que había hecho o dejado de hacer. Porque eso es lo que hacen los [i]verdaderos[/i] amigos. Estar ahí sin que uno tenga que pedirlo, sin tener que ir persiguiéndolos para que me hagan caso. Estar ahí para ayudarte sin tener que llamarles.

El choque de ambas fuerzas se mostraba muy parejo, ganando terreno la una contra otra a cada paso. Pero esta vez, y con sólo mirarles brillar tenía suficiente. Quise que [i]eso[/i], que ese brillo y ese calor nunca se marchase, nunca me abandonase.

No, no es que quisiese ser una bombilla ambulante. Simplemente, había tomado una decisión.

Y era brillar como lo hacían ellos.[/SIZE]

Comentarios

Deja una respuesta