El Alquimista | La Iniciativa
NOCHE
El Alquimista no siempre había sido así, tiempo atrás no era más que un joven alegre e inocente con ganas de ayudar a los demás, un estudiante de la escuela Legado y un aliado de los ya desaparecidos Moondies. Pero como con todos, Preston se cruzo en su camino, y lo convirtió en lo que es hoy, un ser demente que disfrutaba haciendo daño a los potenciados capturados.
El general Preston era conocido por su aversión por todo lo sobrenatural, y a parte de querer la extinción de todo ser sobrenatural también poseía una amplia colección de objetos sobrenaturales, objetos guardados bajo llave a buen recaudo, y cuando se presentaba la oportunidad de que alguno en concreto pudiera beneficiarle para erradicar más rápido a esos sobrenaturales, lo usaba.
En Nicholas vio el espécimen perfecto para usar la piedra filosofal. Había rumores de la existencia de varias y Preston poseía una. La historia contaba que las piedras eran creadas por el sacrificio de miles de personas, en manuscritos antiguos se mencionaba la Atlantida o Pompeya como zonas de experimentación. Al contrario de lo que se pensaba, la piedra no hacia a su poseedor inmortal, simplemente detenía su envejecimiento y le hacia poseedor de numerosas vidas. El general torturo al chico física y psicológicamente hasta que finalmente este acepto tomar la piedra.
Tras esto las heridas inflingidas por Preston, algunas mortales, cicatrizaron ante sus ojos, pero Nicholas había acabado tan mal mentalmente que lo único que podía hacer era aceptar las órdenes que Preston le encomendaba. Su piel palideció a consecuencia de la ausencia de contacto con la luz del sol, El Alquimista se pasaba los días en su laboratorio, poniendo al limite las habilidades de los sobrenaturales, troceando extremidades para comprender el uso de otras y en definitiva disfrutando de su cometido.
Por si el daño ocasionado por Preston hubiese sido poco la piedra filosofal le hacia escuchar el lamento de las miles de almas empleadas en la creación de ella. Gritos, llantos y lamentos eran una constante en su cabeza.
El descenso del aerodeslizador acallo esas voces durante unos segundos, unos segundos de paz que saboreo. Tras el aterrizaje del deslizador El Alquimista se comenzó a frotar las manos, deseoso de ver que le había traído esos gemelos para “trabajar”.
Los gemelos fueron los primeros en bajar de la nave, traían caras de pocos amigos, pero siempre parecían enfados. Tras ellos Vajra tiraba de la cadena para que Verbius se moviera, Verbius fue duro de romper para Preston, pero finalmente lo consiguió. Tras estos aparecieron un par de soldados del escuadrón, pero no todos, los que salían llevaban las ropas bañadas en sangre y a El Alquimista le pareció ver trocitos de carne en alguno de los hombros de los soldados.
– [JJ] Aparta engendro. ¿Dónde está él? –[/JJ] Pregunto la joven visiblemente molesta, fuese lo que fuese que hubiese ocurrido debía de haber sido algo gordo al ver la ausencia de capturas. El Alquimista señalo hacia el edificio, su cara era un cambio constante entre enfado y alegría. Enfado porque se había quedado sin juguetes con los que experimentar, alegre porque Preston se enfadaría mucho con los gemelos y quien sabe si con un poco de suerte, se los mandaría a él para entretenerse.
– [Owen] ¡Eh, friki! Haz que arreglen el aerodeslizador. Volvemos a salir en unos minutos. -[/Owen] Añadió el hermano de esta pasando de largo dirigiéndose hacia el edificio tras ella. El Alquimista les lanzo una mirada de reproche y escupió al suelo, odiaba que lo menospreciaran.
Alguno de los soldados comenzaron a moverse alrededor del aerodeslizador arreglando sus problemas, El Alquimista le dio un tortazo a uno de ellos y los demás retrocedieron al verlo. Tras dar una palmada y colocarlas en el aerodeslizador en cuestión de segundos la nave volvía a estar como nueva.
El Alquimista se encamino de nuevo hacia su laboratorio farfullando palabras incomprensibles y arrastrando los pies visiblemente molesto, tendría que seguir entreteniéndose con los que ya tenía. Al entrar en una de las salas encendió la luz, en el centro de la habitación se encontraba un hombre de unos cuarenta años, bastante desmejorado, con numerosas heridas en su cuerpo, y en su antebrazo izquierdo tenía un único tatuaje.
– [Nicholas]Eres consciente de que todo este sufrimiento desaparecerá en cuanto uses ese tatuaje ¿verdad?.-[/Nicholas] Le pregunto El Alquimista en tono burlón mientras cogía un cuchillo bastante afilado.
– [Joey]Voy a matarte.-[/Joey] El Alquimista movió los labios imitándole, siempre decía lo mismo.
– [Nicholas]Muy bien, es tu día de suerte, hoy estoy bastante generoso.-[/Nicholas] Se acerco hasta el hombre que estaba retenido en la silla y nada más aflojar las ataduras de sus muñecas este se lanzo contra él. Ambos rodaron por el suelo, el hombre a pesar de su estado saco fuerzas para golpearle un par de veces y tras forcejear consiguió arrebatarle el cuchillo de las manos a El Alquimista. El hombre hundió el cuchillo en el pecho pálido de su carcelero, El Alquimista compuso una cara de terror por unos segundos y acto seguido soltó una sonora carcajada. El terror era visible en el rostro del hombre, El Alquimista saco el cuchillo de su pecho y le propino un cabezazo al hombre, el cual cayó de espaldas contra el suelo.
– [Nicholas]Has tenido tu oportunidad. Ahora me toca a mi.-[/Nicholas] Añadió echándose encima de él, la herida de su pecho había cicatrizado. El Alquimista paso la punta del cuchillo por el brazo del hombre y disfruto del grito de dolor que lanzo.
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