Moondale

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  • MAGIA DE MUCHOS TIPOS

    JAMES BARNES

    HACIENDA BARNES – ARTISAN, TARDE

    Aquella mañana fría parecía un día común y corriente en mi vida. Me aseé a primera hora de la mañana, después de dar de comer a los animales y revisar el estado general de la finca.

    Luego le siguieron un par de horas de clases particulares con mi tutora, la Señorita Adelaide. Después de eso, era el momento de preparar el almuerzo de padre y hacérselo llevar. Disfrutaba aquellos viajes en tren porque se podía otear aquellas inmensas praderas en el horizonte, llenas de vida y misterios que por descubrir.

    Por el contrario, cuando el tren se detenía, terminaba en aquella fortaleza de cemento frío y gente perversas, corruptas quizá por el humo empozoñado de las fábricas que iban a traer riquezas a todo el mundo, cuando en realidad no había más que pobreza, prostitución y drogas en gran parte de la ciudad. Excepto en la fábrica de mi padre. Sin ella, aquellos trenes que se movían de manera continua entre la ciudad y hacia las afueras, llevarían esas oscuras nubes con ellas, en lugar de moverse gracias un motor de agua, que ningún mal hacía.

    No era la primera vez que me atacaban. Muchos decían que la fábrica de padre estaba quitando trabajo a otras, haciéndolas cerrar. No eran más que mentiras pues las que lo hacían, ya iban en picado y se sostenían tan solo en tener esclavos y esclavas más que trabajadores. Pero eso no lo entendían y me buscaban a mí, que con mi pelo era tan fácil encontrarme como a un faro en la niebla.

    Y ahí es donde ese día fue diferente. Cuando conocí a aquella chica pelirroja sentí curiosidad, más aún al ver que iba con una dama más, con cabellos parecidos o más rojos si cabe, además de una, que pese a llevar un traje masculino, también era hermana aunque su cabello estuviese más apagado, como unas brasas en lugar de un fuego vivo.

    En cuanto me preguntó por padre, sentí recelo. Ya había recibido demasiados golpes, de hombres sobre todo, pero también de mujeres, así que no podía hacer otra cosa que alejarme. Pasé el resto del tiempo con miedo, mientras me comía mi almuerzo dentro de la fábrica, viendo cómo trabajaban.

    Llegó la hora de irme y el asalto que recibí ya no me resultaba extraño, pero sí lo fue encontrarme de nuevo a aquella joven y sus acompañantes. No, extraño no es la palabra. Eso fue algo más, algo mucho más emocionante. Aquellas gentes se transformaron en animales delante de mí, monstruos enormes con pelo y garras como en la leyenda del hombre lobo. Pero lo que más me impresionó fue que la dama más adulta, la del pelo rojo intenso, obró magia.

    Así pues, además de por el agradecimiento de salvarme, les invité a la casa para saber más que aquello con lo que había fantaseado toda mi vida, pero nunca creí que fuera real.

    Había asistido a trucos callejeros desde que era pequeño, siempre me había encantado y padre solía llevarme porque decía que a madre también le gustaba. El problema era que siempre terminaba desenmascarando los trucos, cada vez con más facilidad. Y eso hacía que me sintiera vacío, observando a la gente disfrutar, riendo a carcajadas mientras el mago hacía sus trucos de manos.

    Esa magia no me interesaba. La que lo hacía era la de mis libros, la magia capaz de conjurar los elementos, de mover cosas con la mente, de crear pócimas y elixires, la magia que te sumerge en una vida llena de aventuras donde tu ingenio es tu mejor arma en lugar de una espada y unos músculos fuertes.

    Con el tiempo, padre dejó de llevarme a los espectáculos. Ya no los disfrutaba, así que no los eché de menos, pero sí que él compartiese mi pasión. Desde que empecé a coleccionar libros y sumergirme en sus historias, embelesado por aquellos poderes y aquella fantasía maravillosa, padre pasó a recordarme a diario que la magia no existía y que el uso que podíamos darle a nuestro ingenio era con ciencia, no con cuentos de hadas.

    En ese momento, con el tomo de  ‘La Bruja de Edmonton‘ en la mano mientras se lo enseñaba con pasión a aquella joven llamada Vera, me asaltó un miedo. Si padre sabía que esa gente sabía hacer magia y por eso les había llevado a casa, me esperaban problemas.

    – [Vera]¿Qué te pasa?[/Vera]- me preguntó aquella joven. Vera se llamaba, un nombre que me inspiraba confianza.

    – [James]Padre no puede saber que hacéis magia ni os…transformáis.[/James] – le expliqué, cohibido. Estaba frente a frente con seres que parecían salidos de cualquiera de mis libros y sin embargo tenía que decirles que «disimulasen» su condición. Era como pedirme a mí que dejase de ser pelirrojo.

    – [Vera]Tranquilo, no es algo que vayamos diciendo por ahí[/Vera].- comentó ella restándole importancia.

    – [James]Es que…no le gustaría que os hubiera traído sabiendo eso. Cree que me afecta, que me aleja del mundo real.[/James] – aseguré. Sentía que a ella podía contárselo. Por lo que sabía, ella era la única que no podía hacer lo que el resto. Era como yo, mientras que los otros tres eran para mí como hadas salidas del mundo faë.

    Vera frunció el ceño pero no dijo nada. Pensé que quizá le había molestado, pero continuó mirando el libro en lugar de irse. La observé mientras lo hacía, parecía una dama muy culta y con un gran control de sus emociones. Tanto, que me costaba leerla, pese a que madre siempre decía que era bueno en eso.

    – [James]Todavía no soy capaz de creerme lo que puede hacer su hermana.[/James] – me miré las manos, recordando lo que había visto hacer a la señorita Kaylee.

    – [Vera]Por el módicoprecio de un mordisco, podrías hacer lo mismo que ella[/Vera].- respondió. En ese momento sentí que el estómago me daba vueltas. Jamás había leído que la magia se transmitiera por un mordisco pero….si eso era cierto. Estaba dispuesto, más que dispuesto.

    – [James]¿La…magia se transmite con un mordisco?[/James] – pregunté, fascinado con la idea de hacer mi propia magia.

    – [Vera]¿De qué hermana hablas?[/Vera]

    – [James]La que es pelirroja.[/James]

    – [Vera]Mis dos hermanas son pelirrojas[/Vera]

    – [James]P-pero la que vestía como un…caballero tiene el cabello más oscuro.[/James] – me había resultado confuso ver que los dos hombres lobo no eran hombres los dos. Uno de ellos era una mujer de complexión delgada, algo que pude comprobar cuando se deshizo de la parte superior del traje para convertirse. En aquél momento estaba en shock y había mirado sin darme cuenta hacia él, solo para ver que tenía dos….dos pechos. No me había fijado en su pelo porque lo llevaba recogido.

    Le di vueltas a la imagen de aquella joven más tarde, cuando entramos en la casa. Era cierto que era pelirroja, pero su color era oscuro, como la ceniza. Mi cara se sonrojó y me quedé sin saber qué decir, me pasaba a menudo cuando cometía un error así.

    – [Vera]Te refieres a Kaylee[/Vera].- respondió con paciencia.

    Asentí y memoricé el nombre. – [James]Lo siento, no recordaba el nombre.[/James]

    – [Vera]La magia se aprende, pero tienes que tener cierta afinidad con ella[/Vera].- aclaró, tomando asiento en mi sillón de lectura. Se colocó, incomoda, el vestido. Quizá en el lugar del que venía se vestía diferente. Se levantó el vestido con rapidez y juraría haberle visto el tobillo desnudo. Tragué saliva. Nunca había estado hablando tanto tiempo con una dama de mi edad, y desde luego no tan inteligente y bella.

    – [James]Quiere decir que…¿podría aprender a usarla?[/James] – pregunté, tratando de concentrarme en la magia. Si algo podía distraerme, era eso.

    – [Vera]Podrías, pero si no tienes talento serías como…[/Vera]- se quedó pensativa un instante.- [Vera]Piensa en que la magia es como la música: cualquiera puede coger una guitarra y rasgar las cuerdas, pero que de ahí salga una melodía agradable es algo que requiere cierta afinidad[/Vera].- notaba la cautela en sus palabras. No quería darme falsas esperanzas, pero yo me conocía bien. Si mi amor por la magia hubiera sido vocación musical, habría tocado cada hora, minuto y segundo de mi vida hasta dominarlo. No habría parado ni un segundo.

    – [James]Pero después de toda mi vida escuchando que era fantasía…[/James] – empecé a decir, ensoñando. Me veía estudiando, practicando magia, realizando maravillosos trucos como hacer levitar un objeto sin cables ni cuerdas, crear fuego a partir de mis propias manos…  Pensativo, mis ojos captaron un cuadro de padre que le había regalado un trabajador hacía unos años. Su rostro serio me sacó de mi ensoñación. Él nunca aprobaría que hiciera magia. Quería que en unos años me convirtiera en su aprendiz para algún día hacerme cargo de la fábrica o quizá de una nueva, expandiendo el negocio.

    – [Vera]También se puede conseguir con práctica, pero el verdadero talento, el…arte de hacer magia…eso es otra cosa[/Vera]. – tenía la sonrisa de una joven de buena familia. Aún contaba con todos sus dientes y olía a perfume.

    – [James]Siento…haber pensado que tenía malas intenciones, señorita Vera.[/James] – me disculpé.

    – [Vera]Es normal que lo pensaras si no nos conocías.[/Vera]- replicó, restándole importancia. Me dirigió una sonrisa y sentí que mi cara volvía a encenderse.

    – [James]Dijiste que erais viajeros. ¿De muy lejos? ¿De la Gran Planicie?[/James] – ella me miró, extrañada. Me acerqué al ventanal y señalé a lo lejos, a un horizonte que se perdía en la distancia, allí donde las tierras sin explorar podían esconder toda clase de secretos. Las ciudades se agolpaban en una parte de nuestro planeta. Excepto los tres océanos documentados, había una enorme zona de tierra deshabitada que aparecía marcada en los mapas simplemente como «Gran Planicie», así que siempre había guardado la esperanza de que en toda aquella extensión a la que no llegaba ningún transporte, escondería magia. Quizá una civilización perdida que controlaba la magia o un pueblo vecino de Atlantis.

    – [Vera]De otra Tierra[/Vera].- respondió con tranquilidad. La miré a los ojos, muy bonitos, por cierto. Y ella dejó salir una sonrisa al ver mi cara.- [Vera]En mi mundo estamos en el siglo XXI[/Vera]. – aquello era de locos. Por un momento pensé que quizá aquellos matones me habían golpeado con demasiada fuerza en la cabeza.

    Se hizo el silencio unos minutos. Ella jugaba con la falda del vestido, tratando de acomodarse.

     – [James]Debe haber tantas cosas diferentes. Tanto por ver.[/James] – comenté en voz alta.

    – [Vera]Vente[/Vera]. – propuso. Abrí los ojos y volví a mirarla.

    – [James]¿Lo dices en serio?[/James] – apenas me conocía, yo había desconfiado de ellos al principio y me ofrecían irme con ellos en sus aventuras. Era lo que siempre había soñado pero… – [James]Pero padre…me necesita.[/James] – padre siempre decía que había que vivir más y soñar menos.

    – [Vera]¿Es tu vida o es la suya?[/Vera] – preguntó.

    La miré a los ojos y ella mantuvo la mirada. Me estaba abriendo la puerta a lo que siempre había soñado. En toda mi vida, era la única persona que me había dicho que siguiera mis sueños. Por un momento mis ojos captaron toda su grandeza, tanto, que capté por el rabillo del ojo cómo se le deslizaba el vestido y dejaba al descubierto un perfecto hombro desnudo. – [James]P-perdona.[/James] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]¿Qué has hecho que no me he enterado?[/Vera] – preguntó, despreocupadamente.

    Le señalé su hombro, evitando mirarlo demasiado. – [James]Me he quedado mirando tus ojos y he visto tu…hombro y tu…cuello.[/James] .- confesé. Era un vergüenza haber tenido el descaro de mirar a una dama de esa forma, pero prefería admitirlo en lugar de ocultarlo.

    – [Vera]No le des vueltas[/Vera].- dijo ella sin preocuparse de colocarlo.

    Asentí y nos sonreímos en silencio, hasta que un grito llegó desde la parte de arriba, de la habitación en la que estaba la señorita Kaylee y el señor.

    – [Vera]Qué vergüenza ajena…[/Vera]- se quejó Vera, pasando una mano por la cara. No sabía qué hacer. La señorita estaba gritando, ¿le estaría haciendo daño? Quizá se había convertido en lobo y…

    – [James]¿Está bien? ¿Le está haciendo algo?[/James] – pregunté, preocupado y nervioso.

    – [Vera]James, no me hagas explicártelo[/Vera].

    – [James]¿Es por la transformación?[/James]

    – [Vera]James, es…sexo[/Vera].

    Me sonrojé tanto que no sabía dónde meterme y di un paso hacia atrás, sin mirar, así que estuve a punto de caer después de enredarme con la alfombra. – [James]P-pero…no sabía que estaban…casados.[/James]

    – [Vera]No lo están[/Vera].

    – [James]N-no serán adoradores del demonio…como en las historias.[/James] – pregunté. Quizá me había precipitado. En algunas historias tachaban a las brujas y como adoradoras del diablo que comen niños. Siempre había pensado que era absurdo pero…

    – [Vera]No. Solo…les apetece y lo hacen[/Vera]. – sentenció. Su mundo era claramente muy distinto al mío. Quizá por eso la señorita Vera no tenía reparos en decirme que siguiera mis sueños, porque en su mundo, era lo que hacía la gente. Ya fueran carnales o espirituales.

    – [James]¿T-todos lo hacéis así en vuestra Tierra?[/James]

    – [Vera]No sé si todo el mundo, pero no es algo que esté mal visto[/Vera]. – de nuevo dejó escapar una sonrisa al ver mi cara de sorpresa.- [Vera]Es mucho que procesar, James. No te agobies[/Vera].- se levantó y me puso una mano sobre el hombro. Su meñique rozó mi cuello desnudo y sentí una descarga. Creo que me sonrojé más que nunca antes. – [Vera]PERDÓN[/Vera].- se disculpó apartándose.

    – [James]No, no…es que nunca había tocado a una…mujer.[/James] – confesé. Lo más cercano que había experimentado era cruzarme con las mujeres de la zona del puerto. Bueno, y también hombres. Cuando pasaba por delante me decían toda clase de cosas y trataba de no escuchar como padre me había enseñado.

    – [Vera]Lo siento.[/Vera] – se disculpó.

    – [James]No. No. Es…agradable.[/James] – confesé. Le dirigí una sonrisa y ella me la devolvió. Me empecé a poner nervioso y mi mente buscó una forma de salir de esa intimidad. – [James]¿Tienes hambre? ¿Preparamos algo?[/James] – pregunté. No sé muy bien por qué, eso fue lo único que se me ocurrió.

    – [Vera]Me muero de hambre.[/Vera] – admitió. Me puse en pie y la acompañé a la cocina donde nos pusimos a preparar algo para nosotros y para el resto.

    Desde allí no volvimos a escuchar a los demás porque estábamos demasiado ocupados hablando por el mero hecho de hablar. No se me olvidará que en aquella cocina, nuestras pieles volvieron a cruzarse cuando fuimos a coger la misma manzana. Solo fue unos segundos, pero aquella descarga volvía a estar ahí. Quizá eso también era magia, pero de otro estilo.

     

  • SIN NECESIDAD DE MAGIA

    Kaylee – Artisan

    Mediodía

    El pelirrojo nos llevó a su casa y le pidió a su cocinera que nos hiciera algo para reponer fuerzas. Después, nos sentamos en la mesa a comer. La comida, a priori, no es que fuera muy apetecible, porque la buena señora nos había preparado una especie de guiso de col con bacon, zanahorias y patatas. Vi que James nos miraba nervioso, puesto que intentaba agradarnos a toda costa, pero es que entre que Leo era vegetariano y que los demás no queríamos llenar la casa de flatulencias, costaba animarse a meter la cuchara en aquel mejunje.

    La primera en servirse una cucharada fue Amy, que siempre ha sido capaz de comerse un puñado de tierra. Dio un trago del vino que le sirvieron y se metió la cuchara hasta el gaznate.- [Amy]Pues está muy bueno[/Amy].- apuntó llevándose otra a la boca. La cocinera sonrió complacida y Vera se sirvió un poco, evitando el bacon, porque según ella «no era comida de verdad». James estaba tan nervioso que parecía que iba a vomitar en cualquier momento.

    – [Kaylee]No sé cómo tomarme que creas que somos unos delincuentes[/Kaylee].- comencé diciendo mientras me servía un poco de caldo y unas cuantas zanahorias. Prefería empezar poco a poco para no dejarme nada en el plato.

    – [James]L-lo siento….como la señorita preguntó por Barnes…[/James] – el chico bajó la vista azorado.

    – [Vera]¿Señorita? Me llamo Vera[/Vera]- mi hermana pequeña negó con la cabeza y pidió agua en lugar de vino.

    – [b]El agua en exceso no es buena, señorita. Puede usted oxidarse[/b].- murmuró la cocinera, que después de traer la jarra con agua, se fue a otra estancia.

    – [James]P-perdón. Yo soy James. James Barnes.[/James] – se disculpó el hijo del dueño de la casa.

    – [Leo]¿Eres hijo del patrón?[/Leo] – preguntó Leo, que esquivaba el bacon como podía, mientras daba cuenta de las verduras.

    – [James]Sí, mi señor padre es el patrón.[/James] – nos explicó. – [James]Por eso me cogieron[/James].

    – [Amy]Tienes pasta, ¿no?[/Amy]- Amy le dio un mordisco a un trozo de pan. Eleganza, extravaganza. 

    James la miró confundido. – [Leo]¿Te atacaron por tu padre?[/Leo] – intervino Leo.

    – [James]Mi señor padre está cambiando las cosas y hay muchos patrones que están cerrando porque él lo hace mejor, más rápido y más barato. Y no les gusta.[/James] – el chico mostró sus brazos llenos de moratones y todos contuvimos el aliento.

    – [Kaylee]James, ¿tienes habitaciones libres?[/Kaylee]- desvié la atención.

    – [James]Ah-ah…sí, sí. Disculpad mis modales.[/James] – titubeó. – [James]Luego os muestro vuestros aposentos[/James].

    – [Kaylee]Necesitamos tu ayuda, James. Estamos buscando a un clérigo y necesitamos una casa para comer, hacer pipí y esas cosas[/Kaylee].

    Vi que se sonrojaba una vez más. – [James]C-claro.[/James]

    Me puse de pie y le di un abrazo.- [Kaylee]Gracias, bonito[/Kaylee].

    Nos quedamos en silencio mientras yo volvía a mi sitio ante la atenta mirada de Leo. – [James]¿C-cómo has hecho….?[/James]- se refería al hechizo.

    – [Kaylee]Te enseño luego[/Kaylee].- parpadeé varias veces.

    – [James]¿D-de de verdad?[/James]- James estaba muy emocionado y me alegraba ver a alguien sentir eso por la magia.

    Estuvimos callados hasta que el pelirrojo volvió a hablar.- [James]No parecéis…de aquí.[/James]

    – [Amy]Coño, eres un lince[/Amy].- el humor de Amy era imposible.

    – [James]¿Sois…todos hombres lobo?[/James]

    – [Amy]MUJER lobo. Y no, no lo somos[/Amy].- sentenció mi hermana mayor con la boca llena de pan.

    – [James]M-mujer lobo.[/James] – parecía que Amy le daba miedo – [James]Venís del…de Avalon?[/James]

    – [Vera]Venimos de la Tierra[/Vera].- intervino Vera con su dulce voz- [Vera]Leo y Kaylee son licans, Kaylee hechicera y yo soy una humana potenciada[/Vera].

    – [James]P-pero esto es la Tierra.[/James]- nos miró de hito en ito.

    – [Vera]Otra Tierra[/Vera].

    James abrió mucho los ojos.- [James]N-nunca creí que pasaría.[/James]

    – [Amy]James, ¿la cocinera y su marido son esclavos?[/Amy]- nos cortó Amy.

    El chico deseó que un agujero se lo tragase. – [James]S-si. Eran…sus padres eran esclavos de mis abuelos, junto con otros más.[/James] – intentó explicarle.- [James]Mi padre les dejó ir. Algunos trabajan con él en la fábrica, pero ellos quisieron quedarse.[/James]

    – [Amy]Si tienes a un perro atado con una correa toda la vida, el día que lo sueltes permanecerá como si siguiera atado. Tu padre no es ningún héroe.[/Amy].

    – [James]Mi…mi padre no quería que se quedaran.[/James] – vi que el hijo de Barnes bajaba la vista al suelo. – [James]Pero de pequeño estuve malo y nana quiso quedarse.[/James]

    Amy quiso decir algo, pero Vera la detuvo.- [Vera]No tienes que dar explicaciones[/Vera].

    El chico la miró agradecido.- [James]P-podéis quedaros cuanto necesitéis.. Hay habitaciones para todos.[/James]

    Dejamos la mesa como estaba y acompañamos a James a hacer un pequeño tour por la casa. «Villa Barnes» me conquistó al momento, porque era amplia, tenía jardín y todo estaba distribuido en dos plantas. Había un exceso de muebles y de colores oscuros y sobrios que yo habría modificado, pero estábamos en otra época.

    Llegamos al salón principal en el que había una biblioteca de tamaño considerable. Al ver tanta hospitalidad, tuve que darle un abrazo.- [Kaylee]Gracias, James[/Kaylee].

    El chico se puso del color de su pelo.- [James]Tengo muchos libros de magia.[/James] – me tendió un ejemplar de «El maravilloso mago de Oz» y si las cuentas no me fallaban, ese libro no debía ser de su época, pero todo parecía mezclado.- [James]Pero pensé que era todo fantasía.[/James]

    – [Kaylee]En la fantasía, a veces, hay parte de verdad[/Kaylee].- le expliqué.- [Kaylee]Pero si quieres aprender magia, puedo enseñarte. Lo que no sé es si tendrás talento para ella[/Kaylee].

    – [James]¿Lo dices de verdad? ¿P-podría aprender magia?[/James] – sonrió.

    – [Kaylee]Todo el mundo puede aprender. La magia no es elitista[/Kaylee].

    ***

    – [Leo]¿Podemos hablar un momento?[/Leo] – me preguntó Leo cuando estaba ayudándome a llevar los platos a la cocina ante la atenta mirada de la señora que se encargaba de eso.

    – [Kaylee]Lo que me tengas que decir, me lo puedes decir delante de todos[/Kaylee].-  dejé los platos en la pila de lavar y le miré.

    Leo me devolvió la mirada como si se viera acorralado. No era un tío al que se le diera bien hablar en público y estaba forzando su paciencia, que era escasa de por sí.

    La mujer que estaba fregando, dejó los platos en el balde y nos dejó espacio. Él, entonces, se lo pensó un par de veces y habló.- [Leo]Quería darte las gracias por quedarte conmigo.[/Leo] – empezó diciendo mirando al suelo y al final, me miró a os ojos. – [Leo]Y pedirte perdón. Nada más.[/Leo]

    Una vez dijo eso, se fue en dirección al dormitorio de la planta baja que James le había asignado y pasó al lado de Amy, que estaba sentada en la salita con los ojos en blanco por nuestra conversación.

    Vi que dejaba la puerta abierta, así que me lo tomé como una invitación para seguirle. Sin pedir permiso, entré. La habitación tenía una ventana pequeña que daba al jardín, una cama, un armario y un tocador. Era acogedora y sin estridencias, como el resto de la casa. La familia Barnes tenía dinero, pero no hacía alarde de ello.

    – [Kaylee]No tienes que darme las gracias[/Kaylee].- cerré tras pasar.

    Me miró desconcertado – [Leo]No tendrías que haberte quedado después de haberme comportado como…un animal.[/Leo]

    – [Kaylee]No tenía por qué, pero me apetecía verte dormir[/Kaylee].-  sonreí de medio lado y vi cómo se desarmaba.

    – [Leo]Era más fácil siendo Aslan y Freya.[/Leo] – comentó. – [Leo]Estar delante de ti físicamente me hace estar menos en control.[/Leo] – mi padre y mi hermana eran licántropos, por lo que algo sabía. No pasaba siempre, pero si la parte humana y la animal se sentían atraídas por la misma persona, el vínculo era más fuerte.

    – [Kaylee]¿Eso es un halago?[/Kaylee]-  me hice la tonta para que confesara.

    – [Leo]Y una disculpa.[/Leo] – apuntó – [Leo]Aquella noche no querías y yo…no debí intentarlo.[/Leo] – se refería al día en el que Dante nos interrumpió.

    – [Kaylee]Tú no me obligaste a nada[/Kaylee].- le recordé.- [Kaylee]Cuando quise parar, paramos[/Kaylee].

    – [Leo]Después de eso empezaste a evitarme. Asumí que no querías nada. Que lo habías pensado mejor y me había equivocado al hacer ese movimiento.[/Leo] – confesó. Parecía nervioso.

    Me quedé callada. No sabía muy bien cómo seguir con la conversación, así que él lo hizo por mí.- [Leo]Hay algo salvaje y primitivo dentro de mí. Algo que te busca tanto como lo hace mi mente humana.[/Leo] – se acercó y aguanté que el espacio entre nosotros se recortase. – [Leo]Y no debí dejar que aquél día diese un paso. Es mejor que estés lejos de mí. No soy una buena influencia para las MacLeod.[/Leo]

    – [Kaylee]Si crees que la solución a esto es que nos mantengamos alejados, no voy a ser yo la que te lleve la contraria[/Kaylee].- mis ojos se cruzaron con los suyos, que echaban chispas.

    Su mirada se relajó. – [Leo]El problema es que no quiero. Y no sé si soy solo yo o eso me influencia.[/Leo] – expresó. – [Leo]No quería estar contigo sin estar seguro de que te quería por mí mismo.[/Leo] – fruncí el ceño al escucharle.- [Leo]Tengo miedo al licántropo. Siempre lo tuve y siempre lo tendré, quizá desde que volví, más.[/Leo] – llevó una mano hacia delante y acarició la mía con timidez. – [Leo]Acercarme a ti es tener que mirarle a él frente a frente. Pero estoy dispuesto a hacerlo. No puedo…no quiero seguir corriendo.[/Leo]

    – [Kaylee]Leo, qué intenso eres, joder[/Kaylee].- me quejé.

    – [Leo]Ya.[/Leo]

    Nos quedamos callados. La conversación había llegado a un punto muerto. Él estaba siendo tan sincero y yo estaba tan asustada, que no sabíamos cómo continuar.

    Leo tomó mi mano y fuimos hasta la sala de la biblioteca en la que había un piano. Descubrió la tapa con cuidado y empezó a tocar los primeros acordes de ‘De las dudas infinitas’. Ahora sé que la canción es esa, pero en ese precios momento, nadie la había escuchado. Era para mí. Era mi canción.

    Vengo a decirte lo mismo
    Que tantas veces te he dicho
    Eso que poco me cuesta
    Y que tú nunca has oído
    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva

    – [Kaylee]¿Quieres que luego me tenga que quitar las bragas con un cincel?[/Kaylee]- le pregunté sentándome a su lado y viendo cómo sus dedos largos acariciaban las teclas. Se estaba tirando a un piano.

    Vengo a decirte que el tiempo
    Que ya llevamos perdido
    Es sólo un punto pequeño
    En el cielo del olvido
    Que todo el daño que tengo
    De lo que ya hemos sufrido
    Tiene que servir de algo
    Para que hayas aprendido

     

    – [Kaylee]Leo, joder…[/Kaylee]- me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y él siguió tocando.- [Kaylee]Estás provocando una paradoja temporal, porque esta canción no va a existir hasta dentro de doscientos años[/Kaylee].

    Que como yo a veces sueño
    Nadie ha soñado contigo
    Que como te echo de menos
    No hay en el mundo un castigo

    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva
    No dejes que todo esto quede en nada
    Porque ahora estés asustada.

    La canción terminó y yo no era capaz de articular una palabra.- – [Leo]Nunca fui muy bueno expresando lo que sentía. Hasta que tuve un instrumento entre las manos.[/Leo] – comenzó a decir.- [Leo]La Chica del Pelo Rojo siempre fuiste tú. Durante un tiempo pensé que me había equivocado, que había visto otra persona mejor de lo que eras, pero no, siempre has sido la que vi aquél entonces.[/Leo]

    – [Kaylee]La adolescencia no fue mi mejor momento[/Kaylee].- me excusé.

    – [Leo]El mío tampoco. Creo que aún no he tenido mi mejor momento.[/Leo] – se acercó hasta donde estaba.- [Leo]Porque no estaba contigo.[/Leo]

    Abrí mucho los ojos. [Kaylee]Menos mal que no sabes hablar[/Kaylee].- y tiré de él para besarle. Fue un beso ansioso y hambriento, pero también bonito, que decía más que miles de palabras.

    – [Kaylee]Me encantas[/Kaylee].- confesé cuando nos separamos.

    – [Leo]A mí me encantaste hace mucho sin necesidad de magia.[/Leo]

  • EL LOBO Y EL UNICORNIO

    EZRA WALKER RAINER

    Terra – Noche

     

    La mayoría de mis despertares solían venir acompañados por un sobresalto, el miedo y temor a seguir soñando, pero en esta ocasión fue más tranquilo y doloroso. La luz que puede ver cuando conseguí abrir los ojos no era la de un sol abrasador, pero notaba como me dañaban a la vista igual.

    Note unas punzadas en el costado, debía de tener un par de costillas rotas y la pierna entumecida, nada por lo que no hubiese pasado antes. Lo peor era la cabeza, notaba como la habitación me daba vueltas o al menos lo que alcanzaba a ver. Me guíe por mis otros sentidos, los lamentos y gemidos de las demás personas que alcance a oír o el olor a sangre en el aire. Debía de encontrarme en un hospital de campaña en el que trataban a los heridos de guerra.

    – [b]¿Ya estás despierto?.[/b]– Una mujer de mediana edad se paro junto a mi cama ataviada con un traje de enfermera, tras pasarme una luz por los ojos puede ver mejor que su uniforme era diferente, más antiguo que los de la actualidad.

    [Ezra]- ¿Qué…día es hoy?.[/Ezra]– Me encontraba confuso, no recordaba el día que era en nuestro mundo y por lo que mi respectaba esta gente podía tener otro tiempo por lo que desconocía cuanto tiempo había pasado inconsciente.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando.[/b]- la enfermera descorrió las cortinas, los tejados comenzaban a verse blancos y los copos de nieve caían con delicadeza en la ausencia de viento.

    – [Ezra]¿Mis compañeros?¿Donde están?.-[/Ezra] Recordé la bomba caer sobre nosotros. La onda expansiva me hizo soltar a Henry, tras eso nada más.

    – [b]Te encontraron medio muerto en el campo de batalla[/b].- Dando a entender que nadie más había sobrevivo a aquella explosión, pero yo era el único que se había soltado, Henry podía haber conseguido ponerse a salvo junto a Julia y Lekwaa.

    – [Ezra]Debo encontrarlos.-[/Ezra] Hice un amago de incorporarme pero la mano de la enfermera se poso en mi pecho recostándome de nuevo.

    – [b]¿Pero adónde te crees que vas? Quédate aquí que voy a traerte un zumo para ver cómo admites los líquidos[/b]- Añadió seria, pero del modo en el que una madre se preocuparía por un hijo.

    En cuanto escuche la puerta cerrarse me incorpore y arranque la aguja del brazo, no podía quedarme allí recostado sabiendo que los demás podían correr peligro, además el estar rodeado de tantos heridos empezaba a avivar viejos recuerdos de los refugiados a los que no pude proteger.

    Como el resto de mundos este era peculiar, era una mezcla entre antiguo por sus fachadas y modernos por su ligera tecnología. Las calles estaban adornadas por luces de navidad y en un escaparate de una tienda varias televisiones viejas daban reportes de la guerra.

    Sin embargo nadie a mi alrededor se veía preocupado por lo que estaba ocurriendo, paseaban tranquilos con una sonrisa en la cara y cargados con bolsas de regalos. Me percate de que nadie andaba solo, todo el mundo iba acompañado por alguien más que los hacía parecer una familia. El repicar de las campanas no pareció alertar a nadie, debía de tratarse de un mero recordatorio de que era cierta hora del día.

    Camine sin rumbo intentando percibir el olor de alguno de mis compañeros, pero estaba demasiado centrado  viendo caer la nieve del cielo, lo más parecido que había visto era la ceniza cubrirlo todo. Iba tan ensimismado que choque contra alguien. Con el impacto la capucha que cubría el rostro de la joven cayo hacia atrás.

    – [Robin]Perdón[/Robin] . Note como sus ojos me echaban un vistazo de arriba a abajo, pero yo no pude apartar los míos de los suyos, unos pequeños copos de nieve se posaron en sus pestañas. – [Robin]¿No deberías estar en la enfermería?[/Robin]

    – [Ezra]No es nada, me encuentro mejor de lo que parece.-[/Ezra] Debía de tener una pinta horrible, entre mis heridas y la ropa raída,  seguro que tenía pinta de vagabundo, pero el uniforme de Noah y Henry que llevaba debajo mantenía el calor corporal.

    Parpadeo un par de veces, la nieve comenzaba a acumularse en su pelo, pero no de una manera tan exagerada como la que debía de tener yo encima.- [Robin]Pues menos mal[/Robin].

    -[b]Majestad espere. N0 puede salir de palacio sola.-[/b] Dos personas ataviadas con ropas de soldados corrían hacia nosotros de manera teatral, casi caricaturesco.

    – [Robin]Tengo que dejarte[/Robin].- Volvió a colocarse la capucha ocultando su rostro y devolviendo me a la realidad. Escuche como silbaba con delicadeza y un caballo de un blanco como la nieve apareció trotando acercándose a ella. De manera grácil se subió al caballo y lo espoleo cabalgando adentrándose en un bosque.

    Cuando los guardias pasaron por delante de mí pude ver que llevaban bordados un unicornio en el pecho, eso y que iban corriendo con la lengua fuera faltandoles el aire. Me disponía a seguir mi camino cuando algo brillando en el suelo llamo mi atención, era un colgante con un unicornio que debió haberse caído tras el impacto.

    – [Ezra]Espera.-[/Ezra] Pero había desaparecido, parecía ridículo pero opte por hacer lo mismo que ella y silbe esperando que apareciera un caballo. En mi caso el caballo que apareció era negro como la noche. Eran dos caballos con una gran diferencia entre si pero perfectos para ocultarse en aquella noche nevada.

    Pase junto a los guardias que saltaron hacia los lados hincando el culo en la nieve. El galope del caballo me estaba matando el costado, cada galope era una punzada de dolor que combatía apretando los dientes. Conseguí llegar hasta su altura pero no se detenía.

    – [Robin]¿Por qué me persigues?[/Robin]- Pregunto espoleando al caballo para que corriera más.

    – [Ezra]Se… te… ha… caido… esto.-[/Ezra] Conseguí articular entre trote y punzada de dolor mientras le mostraba el colgante con una mano.

    Al verlo freno su caballo y bajo de él. – [Robin]Oh, muchas gracias. Tiene mucho valor sentimental para mí[/Robin].- Añadió sonriendo.

    – [Ezra]No es nada.-[/Ezra]  Su sonrisa me descoloco por completo dando un traspiés al bajar del caballo, lo que me hizo caer en sus brazos. – [Ezra]Perdona.[/Ezra]

    – [Robin]¿Estás bien?[/Robin]- Pregunto ayudándome a recomponerme. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, pero no parecía avergonzada porque casi hubiese caído sobre ella, más bien era del frío.

    – [Ezra]Si. Es la primera vez que monto a caballo y he trastabillado al bajar.-[/Ezra] Añadí por no decir que había caído cautivo de esa sonrisa.

    – [Robin]¿Nunca habías montado a caballo?.-[/Robin] Pregunto extrañada mientras le devolvía su colgante.

    – [Ezra] No. Aunque mi madre tiene uno en su establo.-[/Ezra] Era el caballo de Sarah, el descendiente de uno que le regalaron hace años.

    -[Robin] Gracias por devolvérmelo.[/Robin]- Dijo con una sonrisa mientras intentaba ponerse el colgante. Nunca había visto a una persona sonreír tanto, rezumaba felicidad y me daba una sensación de paz que nunca había sentido.
    – [Ezra]¿Te ayudo a…?.-[/Ezra] Le pregunte señalando el colgante.
    – [Robin] Sí, por favor.[/Robin]- Se quito el abrigo dejándolo sobre su caballo dejando al descubierto un vestido de princesa. Eramos dos personas de mundos completamente diferentes, no solo de manera literal, ella era una dama y yo un vagabundo.
    – [Ezra] ¿Porque huías de esos dos?.- [/Ezra] Ella aparto su pelo para que resultara más fácil colocar el colgante y me envolvió el aroma a galletas recién horneadas.
    – [Robin]No te lo voy a decir. [Robin]- Giro la cabeza dejándome ver solo su perfil mientras aun se sujetaba el pelo y sonrió. Con cada sonrisa me descolocaba más.
    – [Ezra]Puedo ayudarte también con eso.-[/Ezra] Me ofrecí como si fuera un caballero, pero en realidad era una bestia.
    – [Robin]Me lo pensaré.[/Robin]- Añadió subiendo de nuevo a su caballo – [Robin]Nos vemos.[/Robin]

    Volví a notar una nueva punzada de dolor mientras veía como se marchaba, pero no era en el costado, era en el pecho. Un dolor que me hacia preguntarme si volvería a verla de nuevo.

  • ¿ESTÁS OYENDO LO QUE PIENSO?

    Jane – Valantis (60s/70s)

    Tarde

    Cuando empezó a sonar una canción de ‘The Beatles’ no me quedó ninguna duda de que estábamos en los sesenta. Mientras aparcábamos en las afueras de un hotel, las primeras notas de ‘God Only Knows’ de ‘The Beach Boys’ hicieron que Ellie y yo intercambiáramos una mirada. Era una de las canciones de la BSO de ‘Love Actually’, el pastelazo de los primeros 00’s que era el equivalente con dinero a una película de Navidad de InfinityTV.

    – [Elle]Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo…[/Elle]- comenzó a decir mi mejor amiga.

    – [Jane]Pienso en la zona de llegadas del aeropuerto de Heatrow[/Jane].- continué y nos reímos.

    (más…)

  • LA LEYENDA VANIR

    XANDER ECHOLLS

    DAGRKNOT – MAÑANA

    Mi tío había aprendido a nadar más tarde de lo que habría deseado, porque cuando lo descubrió, se dio cuenta de que ese miedo tan arraigado solo escondía un anhelo, como muchas veces pasa. Por eso desde pequeño me llevaba con Amy a la piscina a su casa para que aprendiesemos juntos. Podría haberme pasado horas en aquella piscina, simplemente nadando con libertad, y aún hoy en día, era una de las sensaciones que más relajación podían darme.

    Después llegó mi contacto con el mar, yendo de vacaciones a Merelia con mis madres, mi padre y más tarde Elle y Dante. A veces también iban algunos de mis primos y primas y sus padres. Eran buenos tiempos, pero el mar nunca fue para mí como la piscina. De pequeño me molestaba la sal en los ojos, pero me acostumbré y empezó a gustarme la playa. La orilla no implicaba muchos peligros, las costas se vigilan y para algo existen las banderas. Y sin embargo, ahí estaba el pero, bañarme en la playa me relajaba, aunque con esos términos, esas condiciones que me daban seguridad: viendo tierra, lejos de corrientes, sin tiburones y otras criaturas cerca…

    El mar en sí, y ya ni hablemos del océano, me daban bastantes reservas. Incluso un lago grande podía dármelas si era muy profundo, porque nunca jamás podrías saber lo que se ocultaba en él. Más allá de los mil metros de profundidad, no hay luz, solo oscuridad total. De los mares apenas conocemos una décima parte de las criaturas y secretos que guarda, cosas tan antiguas como la civilización humana.

    Dejando ya a un lado los miedos comunes del océano, como tiburones, ballenas y peces y cefalópodos del tamaño de camiones, alguien versado en el mundo sobrenatural tiene muchos más motivos para temerlo. Se supone que en las profundidades del océano pueden ocultarse toda clase de demonios de los que no sabemos nada y según las teorías de demonólogos famosos o de incluso mi propio tío Toph, en las zonas abisales hay muchas posibilidades de que se oculten demonios puros de los que no tenemos conocimiento. Algunos serán carcasas muertas, como los congelados en el Ártico, pero otros podrían estar muy vivos allá abajo, capaces de devorar a un gran tiburón blanco, de hacer desaparecer un submarino o de desplegar un tsunami que sumerja en sus dominios el más grande de los barcos. El Gran Agujero Azul, la Fosa de las Marianas, el Triángulo de las Bermudas o cualquiera de los doce Vórtices Viles…la lista de cosas extrañas relacionadas con ellos sería muy fácilmente explicable por la presencia de puros.

    Con todo eso en mente os podréis imaginar que desde el momento en el que me sumergí para ayudar a Owen y vi aquella insondable oscuridad salpicada de ojos fijos en nosotros, me invadió una sensación de desasosiego respecto a aquellas aguas.

    Mientras caminábamos al fin por tierra firme en aquél poblado costero en dirección a quien gobernase aquella zona, el marinero que nos había pedido unirnos a su tripulación empezó a explicarnos un poco de lo que ocurría por allí, seguramente pensando que éramos de otra parte de aquél acuático mundo, un error del que no le sacamos.

    Al parecer los demonios eran algo habitual por aquellos lares, atacando en cada oportunidad. Owen le habló de los demonios serpiente que nos habían atacado al principio y el hombre escupió en el suelo antes de responder. Al parecer aquellas criaturas se llamaban ‘Neidr’ y eran depredadores naturales de los ‘Seidr’.

    Owen, Dante y yo nos miramos y decidimos omitir el hecho de que nosotros también éramos ‘Seidr’. Ahora empezaba a cobrar sentido por qué habían ido a por Dante primero y luego a por Owen. Me generó más preocupaciones respecto al mar si cabe saber que lo que moraba en él nos buscaba.

    Ruby era la única que parecía confiada de los cuatro cuando nos presentamos en aquella gran cabaña que olía bastante mejor que alguna de las calles de la Nueva Pompeya, al parecer los vikingos se bañaban a menudo, nada raro con tanta agua cerca, pero es curioso porque en la ficción siempre parece lo contrario.

    La Jarl Vigdis era una mujer que transmitía fuerza, no sólo físicamente. Me recordaba a mis madres o a mi tía Cara y quizá eso me hizo tener mejor predisposición hacia ella. No obstante, sabía que no podíamos fiarnos de nadie.

    Pero cuando apareció tras ella su consejero, sentí una mala sensación, como si la habitación de pronto se hubiera hecho más fría y todo se hubiese vuelto más oscuro y amenazante. No debí ser el único, porque Owen miraba de manera inquieta sus afilados ojos que parecían brillar como los de aquellos seres submarinos.

    Instintivamente, hice un gesto a Owen para que tratase de ocultar todo lo posible sobre nosotros. En aquél lugar solo estaban ‘Lugh‘, ‘Solid‘, ‘Ford‘, ‘Jade‘ y ‘Edmond‘.

    La jarl y su consejero intercambiaron unas palabras que no fui capaz de entender y después la líder se dirigió a nosotros.

    – [Owen]Están preguntando quienes somos. ¿Alguna sugerencia?[/Owen] – preguntó Owen, que aún llevaba el traductor en el oído.

    Dante se encogió de hombros y disimuló delante de la jarl, que intentaba entender parte de lo que decíamos por nuestro lenguaje verbal. – [Dante]¿Dioses? ¿Aesir?[/Dante]

    – [Xander]Cuanto menos nos comprometamos, mejor.[/Xander] – intervine, componiendo una cara de póker que hiciese pensar que no teníamos nada que ocultar. Aparentemente los Seidr no eran nada raro por aquellas tierras, de hecho, eran tan comunes que hasta tenían un depredador natural que en la tierra desconocíamos, aquellos horribles Neidr. Pese a ello, era mejor no dejar clara nuestra genética. – [Xander]Di que somos guerreros, que venimos de una isla perdida en mitad del mar y por eso no hablamos su idioma, salvo tú…porque…lo que se te ocurra.[/Xander] – le sugerí. Dependíamos de la labia de Owen, así que estaba seguro en que se le ocurriría algo y parecería creíble.

    – [Owen]Le he dicho que somos guerreros de una isla que partimos en busca de nuevas tierras.[/Owen] – explicó después de decírselo a ellos.

    – [Xander]¿Cómo se llama la isla?[/Xander] – conocía a Owen, así que me imaginaba que había algún chiste oculto.

    – [Owen]La isla del oso.[/Owen] – replicó, encogiéndose de hombros. Ruby enarcó una ceja, no parecía estar del todo de acuerdo con la elección de nombre.

    – [Dante]El de los ojos chiribitas nos está mirando.[/Dante]

    – [Owen]Es el borracho del pueblo, tranquilos.[/Owen] – comentó, dirigiendo la mirada a un nórdico que debía haberse pasado media vida sumergido en alcohol. Sí, tenía los ojos haciendo chiribitas, pero no era de ese del que debía estar hablando Dante.

    – [Xander]Creo que lo dice por el consejero que lleva todo el rato sin quitarnos el ojo de encima.[/Xander] – aclaré. Orm Nystrom nos observaba desde el principio, como si sus ojos, especialmente el que no tenía la cicatriz, tratasen de navegar por nuestra alma. – [Xander]Disimula y esquiva como puedas sin decirles nada importante.[/Xander]

    – [Owen]Siempre tiene que haber un escéptico que no se cree nada.[/Owen]

    Asentí dándole la razón y Owen siguió hablando con ellos un buen rato, parando para hacernos una breve explicación a los demás. Al final quedamos en que lo que le permitía entenderles era un pequeño demonio de la zona que se colocaba en su oreja y le susurraba, curiosamente no lo dudaron demasiado y por suerte no pidieron probarlo. Al parecer llevaban generaciones con problemas con los Neidr, desde que «despertaron» algo a lo que no dieron demasiada explicación.

    Por suerte valoraban que hubiéramos sobrevivido y ayudado a los pescadores y nos iban a dar una cabaña para guarecernos de la tormenta que se acercaba mientras emprendíamos de nuevo nuestro viaje. Orm por su parte parecía más interesado en encerrarnos y Owen lo confirmó, pero no habíamos hecho mal a ninguno y Odín nos había protegido haciendo que llegáramos a salvo, así que éramos bien recibidos.

    Íbamos a preguntar por el daë, pero el consejero nos seguía dando mala espina, así que decidimos esperar e intentar sacar información a la gente del pueblo.

    – [Xander]¿Me dejas el traductor sin que se note mucho? Quiero preguntar algo sobre los seidr.[/Xander] – pregunté cuando la visita ya estaba a punto de terminar. Unas mujeres del pueblo vinieron a nuestro encuentro para llevarnos a la cabaña. Eran fuertes, no eran parte del servicio, si no guerreras. Era un aviso para que nos comportásemos.

    – [Owen] Límpialo un poco, no vayamos a pillar una otitis[/Owen]  – dijo al dármelo, de palma a palma, sin que los demás pudieran verlo bien.

    – [Xander]No me extraña que Jane y tú seáis gemelos.[/Xander] – bromeé. Pero lo limpié y me lo coloqué. Algunos murmullos que había estado escuchando empezaron a esclarecerse en mi cabeza. La Jarl Vigdis me observaba atentamente.

    – [Xander]¿Solo sois Aesir y Kvasir?[/Xander] – pregunté. Percibí que los murmullos cesaban y se generó un incómodo silencio en toda la sala. Temí haber metido la pata.

    – [Jarl]Los Jötnar tienen tanto en común con los demonios como con nosotros. En estas tierra solo hay uno, la Völva, pero más allá, en otras tierras, son más numerosos.[/Jarl] – comentó. Tradicionalmente los Seidr eran tres: Aesir, Disir y Kvasir. Cuando nació Elle, los Moondies empezaron a investigar y encontraron referencias perdidas a la raza Vanir, descendiente de aesir y kvasir, de la que poco se sabía y por el camino, supieron de otra, los Jötnar, descendientes de cualquier raza Seidr con demonios, como en el caso de mi primo Noah. Por suerte, no había venido a este viaje, porque no parecía que hubiese sido muy bien recibido. –  [Jarl]¿Alguno de vosotros es uno?[/Jarl] – preguntó. No sé si era la intención, pero sonó amenazador. Nada que tuviera que ver con demonios parecía muy bien recibido allí.

    – [Xander]No.[/Xander] – respondí crípticamente. – [Xander]¿Y Vanir?[/Xander] – esta vez no se hizo el silencio, si no que el murmullo creció. Vi caras mirarme con ira y la propia Jarl tuvo que ordenar que se hiciera el silencio. Su consejero no apartaba la mirada de mí. Volví a ver sus ojos centellear.

    – [Jarl]No sé de qué tierra venís, pero aquí hay preguntas que es mejor no hacer.[/Jarl] – sentenció. – [Jarl]Será mejor que descanséis.[/Jarl] – espetó. Las guerreras nos escoltaron hasta nuestras cabañas y la conversación terminó así, en el aire.

    La casa a la que nos llevaron no estaba mal. Era de madera casi en su totalidad, tanto que decidimos prescindir de los leños que había en la entrada para calentar la chimenea, con miedo a que terminase ardiendo todo.

    Cada uno aprovechó para comer algo de lo que nos habían dejado allí y asearnos. Cuando la noche empezó a caer, una muchacha joven entró y encendió la chimenea antes de ponerse a limpiar el suelo de la entrada. Parecía demasiado pequeña para estar haciendo eso y su ropa desvencijada me hizo pensar que era una esclava, o como las llamaban allí, una thral.

    – [Xander]No hace falta que hagas eso. Está todo limpio.[/Xander] – dije apartándome de la conversación de los demás. No quise sospechar de la muchacha, pero era extraño que viniese a limpiar en mitad de la noche. Fuera cual fuese el motivo, no iba a estar cómodo viendo a una esclava destrozarse las rodillas delante de mí.

    – [b]Es mi trabajo[/b].- respondió.

    – [Xander]Aun así. En el lugar del que vengo no hay esclavos.[/Xander] – aclaré. – [Xander]Nosotros podemos limpiar lo que ensuciemos.[/Xander]

    – [b]No es posible[/b].- alzó la mirada y sus ojos celeste se fijaron en mí.

    Ella siguió limpiando y la observé durante unos minutos. Tenía las manos encallecidas de tanto trabajar y apenas sería mayor de edad. Cansado, cogí uno de los trapos que tenía en el cubo y me puse a fregar a su lado.

    – [b]Eso…no está bien[/b].- susurró. Miró a todas partes pero los demás no podían verla y afuera no se veía a nadie.

    – [Xander]Entiendo que tenéis vuestras costumbres, pero yo no te voy a tratar como a una esclava.[/Xander] – dije con firmeza.

    Seguimos un largo rato en silencio. Aquello era más duro de lo que parecía y la chica era concienzuda. Al cabo de un rato, me quedó claro qué la había llevado allí a aquellas horas de la noche.

    – [b]Mi bisabuelo…era Vanir[/b].

    – [Xander]¿Por eso eres esclava?[/Xander] – pregunté, con el resto de cuestiones agolpándose en mi mente.

    Ella asintió. Entendía que allí ser Vanir era más que un crimen menor, pero no podía entender los motivos.

    – [Xander]¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué no se puede ni mencionar a los Vanir?[/Xander]

    – [b]Se volvió…loco[/b].- su mirada transmitía un miedo terrible.

    – [Xander]¿Loco?[/Xander] – pregunté. Por lo que habíamos averiguado, Elle era físicamente igual o superior a las Kvasir, pero tenía una relación con la magia diferente. Diana había dicho que Elle tenía una conexión innata con ella, pero nunca habíamos llegado a ver nada, era una incógnita.

    – [b]No quiero hablar de eso[/b].

    – [Xander]Necesito saberlo. Es muy importante. Por favor.[/Xander] – le pedí. No me gustaba ponerla en esa situación, pero era de Elle de quien estábamos hablando.

    La chica se levantó e hizo como que limpiaba la puerta de la entrada para cerrarla. Entonces me miró, estaba sonrojada y por un momento me sentí incómodo con la situación. Por mi mente solo pasaba la idea de hablar con Jane.

    – [b]Pareces digno de confianza[/b].

    – [Xander]Puedes confiar en mí. Mi hermana es una Vanir.[/Xander] – ella dirigió una mirada a Ruby, que nos miraba, extrañada. – [Xander]No, no es ella, no está aquí.[/Xander] – aclaré. Era un riesgo desvelar más información sobre nosotros, todo podía ser una trampa, pero la intuición me decía que podía confiar en esa chica.

    – [b]Era un héroe. Tenía tanto poder…[/b]- dijo para sí, pensativa.

    – [Xander]¿Qué clase de poder?[/Xander] – pregunté.

    – [b]Magia[/b].- soltó ella.

    Asentí, forzándome a controlar mi preocupación. – [Xander]¿Qué pasó después?[/Xander]

    – [b]La magia hizo que se corrompiera[/b].- me miró y de nuevo el miedo se instaló en sus ojos.

    – [Xander]¿Tan grave fue? Puedes contármelo.[/Xander] – la animé. Por mi mente pasaban mis propios miedos, todos ellos relacionados con lo que podía pasar a mi pobre hermana. Ellie siempre había sido tan inocente y tan buena que no podía si no maldecir que le hubiera tocado estar pendiente de un legado así.

    – [b]Despertó a los Neidr, que llevaban miles de años durmiendo en las profundidades y…se alió con ellos…[/b]- se cubrió la cara, avergonzada y aterrada.- [b]No quiero hablar de esto, por favor…[/b] – negó con la cabeza.

    – [Xander]No pasa nada. Pero si quieres contármelo, puede que ayude a mi hermana.[/Xander]

    – [b]Pasaron los años y los Neidr…hicieron honor a su leyenda: traicionaron a mi bisabuelo y lo encadenaron de por vida bajo el océano para alimentarse de su magia[/b]. – sentenció.

    Estaba preocupado por Elle y las implicaciones que podía tener todo aquello. Hasta el momento habíamos vivido apartados de la lucha, pero ahora estábamos de lleno inmersos en una lucha por salvar el mundo y salvarnos a nosotros mismos, una lucha que podía desatar perfectamente la clase de poderes de los que hablaba esa chica. – [Xander]Gracias por contármelo. No me has dicho tu nombre.[/Xander]

    – [b]Antje[/b].- susurró.

    – [Xander]Gracias Antje. Yo soy Xander.[/Xander] – decidí no mentirle con mi nombre, porque ella había sacado la valentía de hablarme a mí de su legado oscuro. – [Xander]Una cosa más. ¿Conoces a un hombre llamado Alastair? Creo que lo apodan «El Azul» porque tiene el pelo azul oscuro.[/Xander] – pregunté, por probar suerte, quizá siendo de la clase social más baja Antje pudiese enterarse y ver cosas que otros no esperasen.

    Por desgracia negó con la cabeza, aunque no me sorprendió que no lo supiera.

    – [Xander]De todas formas, muchas gracias. Me aseguraré de que mi hermana esté a salvo.[/Xander] – le prometí, esperando que si lo decía en voz alta, yo mismo llegase a creérmelo.

    Antje sonrió y terminó de limpiar antes de irse.

    Mientras me reunía con el resto para cenar, no dejaba de pensar en ese héroe Vanir corrupto por su propia magia. No podía creer que a Elle pudiera corromperla nada, pero ahora estábamos sueltos en un mundo desconocido y agresivo. Me vino a la cabeza la historia de la tía Diana, su propia «saga del Fénix Oscuro», como la había bautizado en base a la de los cómics. La magia la había corrompido y para purgarse de ella tuvo que renacer. Pero no todo el mundo era el Fénix y podía volver a alzarse de sus cenizas.

    Aquella noche me costó conciliar el sueño. No dejaba de ver a mi hermana encadenada en las aguas más profundas, abriendo unos ojos negros como la noche cuando sentía que la observaba.

  • NUNCA SERE TAN FAMOSO EN EL MUNDO REAL

    NATE «NIALL» ALLEN RUPAUL

    KARNAK – MAÑANA

    Para que luego digan que la hospitalidad ha muerto. Si bien es cierto que casi nos ensartan, en cuanto jugamos un poco con el misticismo de aquel lugar nos trataron como dioses.

    Nos prepararon un baño con leche de cabra, podéis pensar que es una guarrada pero para el cutis va genial, o acaso pensáis que Cher llego a la edad que llego con ese aspecto solo a base de botox. Me pintaron los ojos de una forma que Lexie fliparía al ver y me engalanaron con ropas y joyas.

    Procedía de un ambiente pobre y no me iba mucho la bisutería, pero aunque sea por un breve momento disfrutaría de todos esos agasajos. Me mandaron a un gran salón con una mesa central enorme cargada de comida, en un extremo de la mesa se encontraba Mike, con una corona que le cubría la cabeza y unas ropas que dejaban parte de sus pectorales al aire. No miento si digo que fantasee con que se levantara y tirara todo lo de la mesa al suelo tomándome allí mismo.

    – [Mike]No me siento muy bien con todo esto.[/Mike] – En vista de que él no me iba a meter mano se la metí yo a mi plato de comida que tenía delante. No todos los días tenía uno la oportunidad de llenarse el estomago con unos buenos manjares.

    – [Niall]Nate y Zahra saben cuidarse solos, no te preocupes.-[/Niall] Estamos hablando de un tío que le saca medio cuerpo a todo el mundo el cual te mete un guantazo dejándote seco y una chica que probablemente se había tirado toda su vida sobreviviendo sola. Deducción sacada por su petate cargado de cosas.

    – [Mike]Pero toda esa gente a las puertas, trabajando y nosotros aquí, siendo adorados…[/Mike] – Solté la uva que estaba a punto de comer, maldito Mike y su moralidad de medico buenorro.

    – [Sophie]¿Están cómodos? Porque somos lo bastante negros como para que la esclavitud nos escueza[/Sophie].- Añadió Sophie entrando por la puerta jugando la carta de la esclavitud. También la habían arreglado un poco pero no tanto como a nosotros.

    – [Mike]En realidad Egipto tenía menos esclavos que otras civilizaciones posteriores, las Pirámides las hicieron trabajadores pagados, pero aún así, la fé de esta gente…[/Mike] – Sophie puso los ojos en blanco ante el sabelotodo de Mike y este se limito a encogerse de hombros.

    – [Niall]Nunca me dejáis tener cosas bonitas. Venga ¿Que quieres que hagamos?.-[/Niall] Pregunte dirigiéndome a los dos. Casi me comen unos dinosaurios, me matan unos caballeros y no iba a poder gozar de este mundo que me idolatra. Nunca iba a llegar a ser tan famoso en el mundo real.

    – [Mike]Hay que encontrar a la Daë.[/Mike] – No jodas Sherlock. La puerta se volvió a abrir, aquí no pillaban a nadie follando por sorpresa con semejante ruido cada vez que se abría una puerta. A la sala entro un hombre bajito, engalanado como Sophie, así que debía de ser el sacerdote de alguno de esos dioses.

    – [b]Mis señores.[/b] – Nos hizo una pequeña reverencia pasando de Sophie, lo que le molesto un poco. A mí también me molestaría. – [b]Mi nombre es Sihathor, soy el humilde representante de la divina Hathor.[/b]

    – [Mike]Mi nombre es Raphael, y estos son Rupaul y Afrodita. No hablan vuestra lengua. Solo la de los dioses.[/Mike] – En realidad no entendíamos ni papa de lo que decía y Mike tenía que hacer de traductor con el pinganillo.

    – [b]Espero que a mi señor Raphael no le moleste traducir.[/b] – Mike negó con la cabeza a algo que había dicho, lo mismo nos estaba ofreciendo gente para abanicarnos. – [b]Antes de que se reúnan con la gran Hathor, necesitamos saber qué área dominan sus divinidades. [/b]

    – [Mike]Creo que nos está preguntando de qué somos dioses.[/Mike] – Sophie me arreo un codazo para que hablara yo antes, clavándome el codo en las costillas la muy p…

    – [Niall]Lucy in the Sky.-[/Niall] Tararee para ver si Mike pillaba la referencia, no hacía falta ser un lince, o tigre, o lo que fuera Mike.

    – [Mike]¿Dios de la canción?[/Mike] – Pregunto confundido. En realidad quería que digiera de los cielos, pero no nos pondremos exquisitos, aceptaremos de la canción.

    – [Sophie]Diosa de la belleza[/Sophie].- Dio una vuelta para que se viera su figura, como si fuera obvio.- [Sophie]Y de las playas[/Sophie].

    – [Mike]Tú eras sacerdotisa.[/Mike] – Le recordó. Me imagine que la vuelta que dio antes mostrando sus encantos Sihathor lo abría visto como una danza hacia mí persona.

    – [Sophie]Deja a la gente disfrutar…-[/Sophie] Claro que si cariño.

    – [Mike]Rupaul es el dios de la canción.[/Mike] – Note como le costaba decirlo, seguro que en su cabeza estaba sonando Sissy That Walk – [Mike]Y yo soy experto en medicina.[/Mike] – Tienes la oportunidad de ser lo que quieras y Mike opta por decir lo que ya se le da bien de por sí, legal legal.

    El hombrecillo asintió y el que iba con él transcribía lo que decía – [b]Y una cosa más, mis señores. Su aspecto divino. Los hombres que les encontraron dijeron algo, pero confuso, acerca de un ave indeterminada y un gran felino.[/b]

    – [Mike]Yo soy un leopardo de las nieves y mi compañero es…[/Mike] – Vamos Mike, no es tan difícil saber qué es lo que soy. – [Mike]Niall, ¿tú en qué te transformas?[/Mike]

    – [Niall]Es bastante obvio que soy un pájaro, pero si quieres detalles. Un halcón murcielaguero.-[/Niall] Parece irónico ¿verdad?. Los vampiros transformando a las personas y a mí me transforma un pájaro que tiene murciélago por apellido.

    – [Mike]Y él un halcón murcielaguero.[/Mike]

    – [b]Gracias mis señores.[/b] – volvió a inclinar un poco la cabeza, al menos no se tiraban al suelo y te lo fregaban haciendo reverencias. – [b]Pueden explorar si quieren la ciudad mientras hablamos con la gran Hathor.[/b] – Nos propuso Sia y levanto un dedo de advertencia. – [b]Pero tengan…precaución. Hay algunos dioses que no comparten la adoración por nuestra señora y se rumorea que tienen planes oscuros.[/b]

    – [Mike]¿La Daë de este mundo no era una diosa venida a menos?[/Mike] – Pregunto en cuanto se marcharon los Minions de Hathor

    – [Sophie]Creo que sí[/Sophie].- Podría haber contactado con Lexie para que Noah nos lo confirmara, pero estaba seguro al noventa por cierto de que ambos estaban en lo correcto.

    – [Mike]Oye Niall,¿Te importaría hablar tú con la gente a ver qué sacas?[/Mike]- Añadió dejándome el pinganillo lingüístico. Mike no parecía muy cómodo en grandes concentraciones.

    Tras darme un paseíllo por aquella fauna, porque eso estaba a rebosar de animales con aspectos humanoides y de echar un vistazo a sus mercadillos en los que vendían baratijas de presuntas propiedades mágicas, regrese con Mike y Sophie que se encontraban en el marco de la puerta, no había sido capaz ni de salir.

    – [Niall]Viva el marujeo. Por lo visto nuestra Daë está reuniendo a viejos dioses para destronar a la mala pécora de Hathor. Habéis acertado amigos, estamos otra vez entre las filas enemigas.-[/Niall] Teniendo en cuenta que la Luna en la que estaba nuestra base secreta era el único lugar donde todo el mundo se llevaba bien, parecía acertado pensar que en el resto de mundos  todos iban a estar en pie de guerra, pero por una vez podríamos aparecer en el sitio correcto.

    Mike se llevo una mano a la frente. – [Mike]¿Y cómo se supone que vamos a proteger a la Daë si se mete en ese lío?[/Mike]

    – [Niall]¿Dialogando?¿Esperando que lleguen mágicamente los otros Daës para salvarnos el culo?.-[/Niall] En la prehistoria fue prácticamente así y espero que se repita. Porque puedo parecer un Dios, pero no pelear como uno.

    – [Mike]Supongo que hay que seguir adelante y confiar.[/Mike] – Se le veía un poco agobiado. – [Mike]¿Con quién tenemos que hablar?[/Mike]

    – [Niall]El que parece un hipopótamo.-[/Niall] Algunos de esos seres resultaban de lo más cómicos, como el dicho hipopótamo, o el señor cocodrilo, que tenía más cabeza que cuerpo.

    – [Mike]Mejor hablas tú entonces.[/Mike] – Propuso mientras nos adentrábamos en un zona más recóndita del mercado donde apenas atravesaba la luz del solo y el aire estaba cargado de humo con un olor extraño. Quizás deberíamos de haber escuchado mejor a Sia.

  • LA TIERRA CORRUPTA

    HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDI

    MAÑANA – TERRA, NACIÓN ARMILO

    Los párpados me pesaban como si unos dedos invisibles me obligasen a mantenerlos cerrados. Entré y salí del sueño varias veces, escuchando la voz de Henry y de Julia pero sin recordar nada de lo que decían.

    Al final conseguí abrirlos y mantenerme despierto. Parecía que mi cuerpo se había recuperado del trauma físico y espiritual, pero mi mente todavía se estaba adaptando en aquellos momentos. Me sentí desorientado y perdido. Inicialmente busqué algún punto en la orografía del terreno de los que conocía en Kouras y eso agravó la desorientación, pero al cabo de unos minutos me di cuenta de dónde estaba y de la misión que nos había llevado allí.

    Tan desorientado me había levantado que hasta ese preciso momento no me había dado cuenta de que mi cuerpo se movía, apoyado en un Henry Crowe apenas capaz de sostenerse ya a sí mismo.

    – [Lekwaa]¿Q-Qué ha pasado[/Lekwaa] – pregunté. Vi los grandes ojos de Julia centrarse en mí. En aquél momento no bromeó, debía estar cansada como para ocultar su preocupación.

    – [Henry]Una bomba casi cae encima de nosotros.-[/Henry] explicó. Su voz salía por mera fuerza de voluntad, pero se le notaba ya no cansado, si no exausto. Después del primer teletransporte fuera de la sala de los espíritus, ya se le veía afectado por cargar con todos y justo en ese momento había tenido que volver a hacerlo de emergencia. Y a eso había que sumarle que hubiese cargado conmigo quién sabe cuanto camino. Busqué a Ezra con la mirada, extrañado de que el líder del equipo no hubiera sido el que me hubiera llevado.

    – [Lekwaa]¿Dónde está Ezra?[/Lekwaa]

    – [Henry]No lo sé…-[/Henry]

    Miré a Julia, que seguía en silencio. Empezaba a temerme lo peor. – [Henry]La onda expansiva nos golpeo y Ezra se soltó. Pudo quedarse atrás… o caído en alguna parte de esta zona.[/Henry] – aclaró. No sonaba muy convencido, estaba preocupado y se dejaba ver.

    – [Lekwaa]Deja que intente caminar yo. Ya he sido bastante lastre y ahora es Ezra el que está en peligro.[/Lekwaa] – desde que había puesto un pie en ese mundo no había hecho más que ser un problema. Aquella fuerza espiritual trastocó por completo todo en lo que me había convertido. Cada espíritu dentro de mí quería seguir la espiral hacia la que conducían a los muertos, con sus almas usadas como armas.

    – [Julia]Yo creo que la coja y el inconsciente estábamos mejor en un sitio seguro en el que no fuéramos un incordio[/Julia]. – sentenció finalmente Julia. La forma de dirigirse a sí misma dejaba claro que se sentía como yo.

    – [Lekwaa]Tienes razón. No debí venir con vosotros, pero no esperaba…eso.[/Lekwaa] – expliqué. Mi experiencia con el mundo espiritual no era muy extensa. Conocía las costumbres de mi pueblo porque me había criado con ellos y mi madre era la que era, pero mi vida me había llevado por un camino distinto. Si me hubiese convertido en alguien con poder para hacer reformas, habría sabido de inmediato cómo aplicarlo. Pero esto…no.

    – [Henry]Ahora mismo estamos en una zona sin gente y espiritus, estamos a salvo.-[/Henry] Henry trataba de tranquilizarnos. Quedaba claro que sin Ezra por allí, él era el siguiente en la lista para liderar, al fin y al cabo ni Julia ni yo éramos del grupo original ni teníamos dotes de liderazgo. Miré a nuestro alrededor, parecía un páramo de tierra seca y montañas en la gran distancia. Había restos de hierba en algunos puntos, pero era como si algo se la hubiera llevado.

    Me agaché y toqué la tierra, estaba perturbada, dañada. Algo había alterado su orden natural. Julia se detuvo también, pero se sentó en un montículo de tierra con mal aspecto.

    – [Julia]Yo no he venido aquí a ver cómo se muere mi Culito Prieto[/Julia].- se quejó. Parecía desanimada y por primera vez pensé que podía hacer algo por ayudarla.

    Mientras Henry se sentaba cerca de ella, pensando qué decirle, yo me senté al otro extremo y cerré los ojos. Llegué a una zona con montañas cubiertas de nieve, con tiendas desperdigadas por la pradera virgen enmarcada en la Bahía de los Glaciares. Todo mi clan y mis antepasados salieron de sus cabañas, rodeándome. Sus miradas estaban fijas en mí, juzgándome. Me miré, ya no era Lekwaa, ni siquiera Hotah, era Hunter Travis, una deshonra. Pero aun así, tenía una pregunta para ellos.

    – [Lekwaa]Necesito saber si Ezra está vivo.[/Lekwaa] – pregunté. No necesitaba darles más detalles, sus espíritus convivían con el mío, así que conocían a Ezra, conocían mi misión.

    Sus miradas me valoraban, atravesaban mi alma a la que ya conocían bien. Pero no cedí, no podía hacerlo. Estaba a punto de volver a preguntarlo cuando una mujer de mediana edad salió de entre el grupo y se acercó a mí. Su mano, cálida tal y como había sido en vida, se apoyó en mi rostro. Mi madre siempre había tenido fé en mí.

    – [b]Tu amigo está en el mundo de los vivos.[/b] – susurró, antes depositarme un beso en la mejilla.

    Al abrir los ojos ninguno estaba ya allí, en aquél páramo desolado.

    – [Lekwaa]No sé cómo es de fiable, pero si Ezra sigue en esta esfera…no creo que esté muerto.[/Lekwaa] – les dije, entrelazando los dedos de las manos como solía hacer de pequeño.

    – [Henry]¿Como lo sabes?-[/Henry] preguntó Henry.

    – [Julia]¿Crees que puede estar vivo? Nuestro amor es tan grande que lo sobrevive todo[/Julia].- añadió Julia, visiblemente más animada.

    – [Lekwaa]Os lo enseñaré.[/Lekwaa] – dije después de pensarlo unos minutos. Poco sentido tenía ya guardar demasiados secretos sobre mi pasado. Si yo tenía que confiar en ellos, que no me habían ocultado nada y me habían acogido sin desconfiar en su refugio, para poder luchar codo con codo, ellos tenían que tener también una idea de cuáles eran mis capacidades.

    Me coloqué delante de ellos y dejé manifestarse a través de mí los espíritus de la tribu. Para ellos debió ser un espectáculo ver aquellos espiritus sobreponerse a mí. Decenas. – [Lekwaa]Los espíritus de todo mi pueblo están conmigo y eso me conecta con el más allá de alguna forma que desconozco.[/Lekwaa] – expliqué. Los espíritus sí lo sabían, yo no. – [Lekwaa]En aquél lugar había tantos espíritus que perdí el control[/Lekwaa]

    – [Henry]¿Y no sientes el espiritu de Ezra?[/Henry]

    – [Julia]Entre tanta gente como para encontrar algo[/Julia].- murmuró Julia.

    Negué con la cabeza. – [Lekwaa]Lo conozco, así que debería ser más fácil. Y no encuentro nada.[/Lekwaa] – aseguré. Confiaba en las capacidades de los espíritus para saberlo.

    – [Julia]¿Entonces dejamos a Culo Prieto por ahí y seguimos con la misión?[/Julia]- preguntó Julia. Miré a Henry. Yo no sabía cómo seguir, qué hacer.

    – [Henry]Ezra ha pasado por mucho y sabe cuidar de si mismo.-[/Henry] explicó. En mi tiempo en la nave había visto que era un tipo reservado. Tenía relación familiar con algunos de los demás, pero sin embargo estaba distante, incluso con su propia hermana. Seguramente ahí había más de lo que sabía. – [Henry]Él nos encontrara a nosostros, mientras tanto continuaremos con la mision.[/Henry]

    Asentí y nos levantamos para seguir caminando. Tras casi una hora, vimos humo en la distancia. – [Lekwaa]Hay muerte más adelante.[/Lekwaa]

    Apuramos el paso, esta vez preparados. Para encajar con esta gente, no me había traído mi arco y estaba empezando a echarlo en falta. La nave tenía mecanismos para imprimir toda clase de ropa y artículos de primera necesidad, pero en aquél momento un arma también lo habría sido, y de eso no había impresora. Henry iba desarmado, Julia también y yo solo llevaba un viejo cuchillo oculto en una bota.

    Tras otro buen rato caminando nos encontramos con cuerpos en el suelo. Tenían agujeros de disparos en la ropa y sus rostros estaban sucios por la tierra. Cerré los ojos a los que pude y me fijé en que todos sus uniformes llevaban el mismo distintivo, que no era el del «bando de los espíritus». No se veía ningún cuerpo de con quien estuviesen luchando. Quizá aquello era obra de los fantasmas.

    Allí, agachado sobre uno de los cuerpos fue cuando empecé a ver las líneas irregulares en el terreno. Eran trincheras, pero para entonces fue tarde. Un grupo de soldados vestidos con los mismos uniformes que los que yacían en el suelo nos rodearon, apuntándonos con armas de fuego.

    – [b]Identificaos de inmediato o abriremos fuego.[/b] – dijo uno de ellos. Por los distintivos, diferentes a los de mi Tierra, pensé que sería el de mayor rango. Rondaba los cuarenta años y tenía el pelo color arena salpicado de canas. La mano con la que sujetaba el arma no temblaba. Me fijé en ésta, parecía un arma común de las que se veían en ‘Comando’, pero era como más avanzada. Apenas se percibían diferencias en el metal que la componía y a juzgar por como la sujetaba, era más ligera de lo que hacía ver. No deseé comprobar cómo disparaba.

    – [Henry]Tifa, Lekwaa y Tesla.-[/Henry] nos presentó Henry. Estaba acostumbrado a mi nuevo nombre, pero sus apodos me resultaban extraños aún. No sabía qué significaba Tifa y me imaginé que Tesla sería por el inventor. – [Henry]No estamos armados ni venimos a atacaros.-[/Henry] trató de mantener la calma, pero se acercó más a nosotros en caso de que tuviera que hacer un salto de emergencia.

    – [Julia]Así, bien pegaditos…[/Julia]- susurró Julia.

    – [b]¿Sois pentrales?[/b] – preguntó sin dejar de apuntar con el arma. Julia estuvo a punto de decir algo, pero imaginándome el juego de palabras le hice un gesto para que lo evitara. Entonces un soldado se acercó a nosotros y nos pasó una especie de escáner de mano por delante.

    – [b][i]Señor, no son armilanos.[/i][/b] – respondió después de comprobar los resultados. Las armas amartillaron de una forma mecánica, automática. Me imaginé que ellos serían esos armilanos.

    – [Lekwaa]No somos enemigos.[/Lekwaa] – respondí al ver que se acercaban.

    Entonces se detuvieron. Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaban escuchando algo. Agudicé el oído y capté una especie de silbido inhumano, pero no supe lo que era hasta que los espíritus empezaron a chillar dentro de mí y me tuve que llevar una mano al rostro, sumido en un dolor profundo, inmaterial, «dolor de alma».

    – [b][i]¡Ataque pentral![/i][/b] – gritó un soldado.

    Unas manos firmes tiraron de mí y nos arrastraron a los tres mientras un torbellino de espíritus se chocaba contra la tierra que teníamos delante. Durante unos segundos hubo silencio, después los cuerpos de los soldados caídos se empezaron a levantar y buscaron armas para atacar.

    Las armas de fuego dispararon a una velocidad endiablada, atravesando los cuerpos de los muertos que avanzaban sin cesar hasta que un aluvión de balas les ponía de nuevo en la tierra.

    Eran muchos y aunque los soldados disparaban sin pausa, los cuerpos poseídos aguantaban mucho. Demasiado. Aquello era totalmente perverso. Mi unión con los espíritus de mi pueblo había sido aceptada. Sí, no sabía aquél entonces que no sería solo a mi madre a la que daría cobijo, pero aun así, lo acepté. En aquél caso, aquellos espíritus de los muertos que nosotros mismos habíamos visto suicidarse para convertirse en kamikazes, estaban tomando el control de los muertos, mancillando su recuerdo y lo que habían dejado atrás.

    Julia se agachó aprovechando que los soldados estaban defendiéndose y rebuscó al lado de un soldado que acababa de morir de un disparo de un reanimado. Se cubrió en la trinchera y empezó a disparar a los muertos. Parecía que no hacía nada, pero al final uno de ellos cayó. Así que siguió disparando.

    Henry la imitó, cogió un arma de al lado y empezó a disparar. Debió sorprenderle el uso de aquél arma porque al principio sus tiros daban al aire, hasta que alguno alcanzó a los cuerpos.

     

    Al final se hizo el silencio. El último de los reanimados cayó y los espíritus abandonaron la tierra, exhaustos, desintegrándose finalmente en el éter o quizá al néter, después de cómo había sido su muerte.

    – [Lekwaa]¿Qué ha sido eso?[/Lekwaa] – pregunté. El líder estaba ocupado ordenando quemar los cuerpos de los otros soldados junto con los que acababan de morir en aquél momento.

    – [b][i]Soldados reanimados por los pentrales. ¿De dónde venís?[/i][/b] – respondió un soldado joven, incrédulo. Por mucho que nuestras ropas intentasen encajar, estaba claro que no sabíamos nada de aquellos mundos.

    – [b]Lleváoslos de aquí.[/b] – replicó el hombre al mando. Hizo una señal y varios soldados nos aferraron con fuerza y nos llevaron andando hasta un aparato con un aspecto a medio camino entre un coche y un avión. Henry lo llamó aerodeslizador. Una vez nos subieron, aquél aparato se elevó del suelo y surcó el páramo a gran velocidad.

    Esposado, sin poder hablar con los demás, miré por la ventana cómo quedaban atrás las trincheras y en el horizonte nos acercábamos a una gran urbe. Parecía la ciudad de Nueva York de mi tiempo, antes del desastre, pero muchísimo mayor. La rodeaba un muro altísimo que se perdía en la distancia.

    Ezra podía estar en cualquier parte y ahora nosotros, sin nada que nos vinculase a ese mundo, estábamos en manos de uno de los bandos de esa temible guerra.

  • LOS PELIGROS DE LOS MUNDOS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALANTIS

    NOCHE

     

    Después de dos horas conduciendo, la radio de aquél Cadillac Sedan DeVille de 1962 color turquesa empezó a tener problemas para sintonizar con la emisora.

    Elle trató de arreglarlo, esperando que eso consiguiera mantener despiertos al resto de sus acompañantes, que intentaban sobrellevar el viaje sin destino conocido. Sin apartar los ojos de la carretera trató de mover la rueda, pero viendo que se estaba distrayendo, Idris colocó la mano sobre la suya y se encargó de hacerlo. Elle se sentía culpable, el viaje había empezado bien pero no tardaron en darse cuenta de que aquél mundo era desconocido y apenas tenían referencias de a dónde dirigirse.

    Al cabo de un rato empezó a escucharse ‘I Want to Hold Your Hand’ de los Beatles. Idris dirigió una mirada a Elle y en el asiento trasero Jane confirmó que aquella canción era de 1964, acababan de cambiar de época. Unas cuantas canciones más tarde, entretenidos adivinando de que año eran, supieron que estaban en los años 60.

    La Vanir sonrió y continuó un poco más, en dirección a un motel que se veía más adelante. Idris le devolvió la sonrisa, guardándose para sí mismo a qué altura de los 60 aparecerían. En aquella tumultuosa década se había derogado la segregación pública y las mujeres y los negros tenían algunos derechos más, pero de lo que decía la ley a lo que hiciera la gente, había un gran trecho. Ese mismo año habían muerto también Malcolm X y Martin Luther King y Estados Unidos tenía muchos frentes pendientes tanto en Vietnam, como con los misiles de Cuba. Costaba creer que la misma civilización que tardase tanto en aceptar que una persona negra era como ellos terminase en la Luna ese mismo año.

     

     

     


    KARNAK – GRUPO I

    TARDE

    Tras atravesar la brillante y ostentosa Ciudad de los Dioses, Mike, Niall y Sophie llegaron a la plaza que les había dicho el hombre. Allí había personas de todo tipo reunidas, observando frutas frescas de un poblado mercado, bebiendo cerveza y charlando entre sí.

    Quizá era aventurado decir que eran todo personas, humanoides habría sido el término correcto, pero sin duda, sobrenaturales les habría englobado. Entre gentes de aspecto normal de la época había lo que parecían todo tipo de teriántropos. Personas felinas como Mike, personas pájaro como Niall, personas lobo, personas cocodrilo, personas chacal, personas carnero, incluso personas hipopótamo. Se veían también enanos, unos espeluznantes seres escarabajo y personas con parte del cuerpo cubierto de plantas o minerales.

    Sorprendidos, trataron de mezclarse entre ellos, forzándose a no hablar solo con los de aspecto más humano. Tras un rato, los recibió una mujer vestida con lino transparente que dejaba adivinar toda su anatomía. No les extrañó demasiado, entre aquellos «dioses» teriántropos, se veían cambios de forma y al parecer habían optado por prescindir de gran parte de la ropa antes de romperla.

    – [b]Bienvenidos mis señores. [/b] – les recibió haciendo una gran reverencia. Después se giró hacia Sophie. – [b]Sacerdotisa.[/b] – saludó, dejando ver que sabían acerca de ellos. Su reverencia no la puso a menor altura que Sophie, aquella mujer debía ser también sacerdotisa de alguien.

    Después de una introducción rápida, ellos solo querían librarse y preguntar por la Daë al resto de dioses, pero la sacerdotisa les condujo a una especie de templo vacío. Allí una oleada de hombres y mujeres les engalanaron y agasajaron, dando a cada uno sus propios aposentos.


    KARNAK – GRUPO II

    TARDE

    Nate y Zahra esperaron cerca de la entrada de la Ciudad de los Dioses, confiando en que los demás no tardarían demasiado. Cansados, dieron una breve vuelta por los alrededores, sin perder de vista el arco, pero observando en busca de otro tipo de pistas que les pudieran conducir a la Daë.

    No se dieron cuenta hasta después de un poco de que les estaban siguiendo. Trataron de perder de vista a los guerreros, pero pronto vieron que no serían capaces. Un grupo de cuatro mujeres armadas con lanzas les cortó el paso. Llevaban el pelo completamente rapado y todas tenían la misma marca dorada rodeando el ojo izquierdo. Nate no necesitó darse la vuelta para saber que tenían más detrás de ellos.

    – [b]Acompañadnos. La gran diosa Hathor os busca.[/b] – Nate y Zahra se sorprendieron de que hablasen en su lengua y meditaron brevemente sus opciones, aunque por desgracia, no tenían ninguna.

    Caminaron tras ellas. Pensaban que les conducirían por el arco de entrada a la Ciudad de los Dioses, pero en su lugar se dirigieron hacia un enorme palacio de mármol que parecía una ciudad en miniatura, situado entre dos de las mayores pirámides y coronado por una enorme estatua dorada.

    Pese a que las guerreras no hablaban demasiado, consiguieron que les sacaran de su error. No iban a ver a una de las diosas, iban a ver a la diosa regente, la que ostentaba la soberanía de todas aquellas tierras y, según contaba la historia de Na’amah, una demonio pura.


    DAGRKNOT

    MAÑANA

    Tras horas remando, con los brazos entumecidos por el esfuerzo físico y el frío, llegaron a la costa. Los vikingos con los que habían viajado todo ese tiempo les pidieron que les acompañaran para presentar sus respetos a la Jarl Vigdis, dar las malas noticias de los que habían muerto y las bendiciones a los que habían matado a sus asesinos.

    Por el camino, aún muertos de frío por la humedad de sus ropas, cruzaron varias granjas llenas de trabajadores. Aquel asentamiento parecía tranquilo, los niños corrían mientras sus madres les llamaban, pero cuando se acercaron más a la ciudad empezaron a ver a hombres y mujeres adultos luchando entre si con ferocidad, armados de hachas y espadas. El marinero les explicó que los poblados rara vez crecían demasiado en aquellos tiempos, los monstruos marinos atacaban sin cesar saliendo de las profundidades de aquellos insondables océanos.

    Estaban entrenando, quien sabe si para su próximo asalto o para defenderse. Continuaron hasta la cabaña más imponente, ubicada en el centro mismo del poblado. Dentro les esperaba la Jarl Vigdis. A su lado, un hombre les observaba fijamente. Era el consejero de la Jarl, un sabio profeta conocido por sus brebajes que había llegado a ellos cuando más lo necesitaban, para protegerles de los monstruos. Por lo que dijeron, esas serpientes marinas monstruosas habían acabado ya con muchos barcos ‘Neidr’ les llamaban, los asesinos de los ‘Seidr’.

    El grupo no quiso desvelar que ellos también eran ‘Seidr’ en su mayoría. El hombre, ‘Orm Nystrom’  les observó y sus ojos emitieron un destello rojizo. Sus pupilas eran alargadas, como las de una serpiente y Owen sintió un escalofrío recordando a aquellas criaturas de debajo del agua.


    ARTISAN

    NOCHE

    El equipo de Artisan esperó, alejada de la parada de aquél extraño tren que parecía moverse más rápido de lo que se suponía para la época. El joven no salió hasta el ocaso y para entonces el grupo ya había contado todas las piedras de la fuente en la que se habían sentado y había observado todos los detalles de aquél tren adelantado a su época, por no mencionar improperios y guarrerías de todo tipo.

    Cuando le vieron salir se pusieron en pie y le siguieron desde lejos, pensando cómo acercarse a él sin asustarse. Después de un rato caminando vieron que el chico atajaba por un callejón y cinco figuras con mal aspecto le seguían.

    Apuraron el paso y no tardaron en escuchar los quejidos del chico. Vieron que estaba tirado en el suelo y uno de los hombres le golpeaba.

    Amy MacLeod dirigió una mirada a Leo Arkkan, lista para transformarse y dejar salir toda su justicia animal.

    – [Kaylee]Largo de aquí.[/Kaylee]- dijo Kaylee, revelando su presencia. El matón que estaba golpeando al muchacho se giró hacia ellos y se acercó. Ya estaban tan cerca que se podían contar los dientes podridos que tenía.

    – [b]Vaya, el viejo Barnes usó más la polla de lo que nos dijeron.[/b] – dijo aquél tipo, dirigiendo una mirada a Kaylee que le revolvió el estómago.  – [b]Con vosotras nos vamos a divertir más. Tengo ganas de ver si el pelo de abajo también es naranja.[/b]

    – [Amy]Encima de ladrón, violador.[/Amy]- espetó Amy, que no estaba dispuesta a aguantarlo más. Se quitó la chaqueta del traje y al ver su camisa holgada los matones rieron dándose cuenta de que era una mujer. Lo que no esperaban es que se transformase a una forma intermedia, mostrando unos dientes y garras afilados.-[Amy] Te voy a sacar los intestinos por la boca, escoria.[/Amy]- su voz gutural resonó en el callejón y alguno de los matones hubiera huido de haber tenido tiempo.

    Amy se balanzó como una bestia sobre ellos, rasgando carne y sembrando el pánico. No iba a matar a aquellos tipos por horribles que fueran, pero contaba a su favor con el hecho de que ellos no lo sabían.

    Leo se acercó a ella y dejó que el lobo saliese, también en una forma intermedia.  – [Leo]Me has dado ganas de hacer lo mismo.[/Leo] – sentenció. Se unió a Amy y ambos acabaron rápidamente con casi todos sin ningún esfuerzo. Resultaba extraño ver a aquellos dos licántropos enfundados en traje salvando la vida a aquél muchacho.

    – [Kaylee]Eh, no seáis avariciosos.[/Kaylee]- se quejó Kaylee. Murmuró unas palabras y a su lado unas esferas de luz pura rodearon a uno de ellos y empezaron a picarle, como avispas. Su tío Ed habría estado orgulloso.

    Finalmente los matones se levantaron como pudieron y echaron a correr, dejándose atrás unos a otros. James se incorporó usando las manos para alzarse. Su mirada se había quedado fija en Kaylee después de verla conjurar aquellos seres. Amy y Leo se acercaron a ellos, ya en su aspecto humano. Amy volvió a colocarse con cuidado la chaqueta.

    Vera se agachó al lado de James y le puso una mano en el rostro. – [Vera]¿Te han hecho daño?[/Vera] – le preguntó al joven. La muchacha se sorprendió de que sus dientes parecieran sanos y oliese a jabón.

    El joven pelirrojo tenía un corte sangrante en la mejilla y se aferraba el torso allí donde le habían pateado, pero no notaba nada grave. – [James]Me pondré bien.[/James] – dijo, colocándose a gatas para recoger un par de libros y una libreta cuyas hojas se habían esparcido por el suelo. Kaylee, esperando ayudar, pronunció unas palabras e hizo que los papeles se volviesen a colocar en la libreta, que James contempló, atónito.  – [James]Eso…¿eso que has hecho es?[/James] – preguntó.

    – [Kaylee]Magia.[/Kaylee]- respondió ella, sonriendo.

    James la observaba como si no hubiese visto nada igual en la vida. Amy carraspeó, impaciente. – [James]¿Qué…qué queréis?[/James] – añadió al cabo de un rato, preocupado. Miró a Vera, que horas antes de que le atacasen, buscando dañar a su padre, le había preguntado por él.

    – [Amy]Encontrar a Barnes.[/Amy]- confirmó la mujer loba. Se apartó un poco, valorando sus opciones. No tenía nada que hacer.

    – [James]¿Estáis con…ellos?[/James] – su boca parecía ir por delante de sí mismo, preguntando obviedades. Aquellas personas parecían de alta cuna, sus ropas, sus dientes y su aspecto no eran de trabajadores ni de gente pobre, pero tampoco parecían de por allí, hablaban inglés pero sonaba muy distinto al que él hablaba. No parecía que estuvieran con los otros por cómo les habían atacado, pero de la misma forma, buscaban a su padre.


    TERRA – GRUPO I

    MAÑANA

    El grupo de Terra salió del portal de teletransporte a gran velocidad. Se llevaron un buen golpe contra la tierra, pero todos parecían estar bien. Cuando consiguió ponerse en pie, Henry comprobó que no se hubiera hecho ningún rasguño, por lo general para él habría sido un problema, pero en aquél lugar, más. Era una suerte que los trajes les hubieran protegido.

    Ayudó a levantarse a Julia y vieron que Lekwaa estaba inconsciente pero vivo. Henry recordó lo que había pasado. La bomba había caído sobre ellos mientras se teletransportaban y parte de la energía liberada en la explosión se había colado a través del portal, golpeando a Ezra y sacándolo de la corriente espacial.

    Mientras caminaban, alejándose de aquella zona yerma, Henry sacó su InfiniBand modificada para comprobar la radiación de los tres. Le alivió ver que no tenían valores fuera de lo común, eso significaba que la bomba no era nuclear y que Ezra, por su condición de licántropo, habría sobrevivido, aunque no supiera dónde habría acabado. Si hubiera tenido tiempo habría tratado de extrapolar el tiempo de viaje para saber más o menos su posición, pero lo mejor que tenía por el momento era la idea de que tenía que estar en algún lugar entre la ciudad de antes y donde sea que estuviesen ahora.

    Continuaron caminando y llegaron a una pradera con zonas yermas donde la tierra y el barro eran prácticamente lo único visible. Había humo y restos de metal. A medida que se acercaron vieron que también había cuerpos humanos, vestidos como soldados, aún con el arma cerca.

    No habían visto las trincheras y para cuando lo hicieron, varios soldado les estaban rodeando y apuntando con sus armas. Se fijaron en sus trajes, la bandera cosida en ellos no se parecía en nada a la que habían visto en los uniformes de la ciudad anterior. Estaban en el bando opuesto de la guerra.


    TERRA – GRUPO II

    NOCHE

    A Ezra le costó abrir los ojos. Estaba cansado y dolorido. Parecía que le hubiera caído una bomba encima, pero estaba vivo.

    Cuando por fin pudo ver lo que había a su alrededor, vio una enfermería con camas de metal, sábanas blancas y aparatos médicos que le sonaron a otra época.

    – [b]¿Ya estás despierto?[/b]- la voz provenía de una mujer de mediana edad y rasgos afilados, que iba ataviada con un uniforme de enfermera que le pareció bastante antiguo.

    El chico asintió y echó un vistazo rápido para ver qué día era, pero no encontró ninguna referencia.- [Ezra]¿Qué…día es hoy?[/Ezra]- preguntó con dificultad.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando[/b].- la enfermera descorrió las cortinas y el mayor de los Maclay pudo ver cómo caían los copos de nieve en los alrededores del palacio.


    NARA

    MAÑANA

    Noah estaba inconsciente apoyado en el árbol, aún en su forma Rakkthathor. No se había dado cuenta antes de perder el conocimiento, pero su cuerpo había chocado violentamente contra varios árboles, arrancándolos de cuajo, hasta caer allí tendido.

    Cole, Lexie, Bowie y Laura se pusieron en pie, magullados pero a salvo, el velocista se había llevado toda la fuerza del golpe. No tenían forma rápida de salir de allí sin Noah y además, en esa forma, pesaba demasiado como para arrastrarlo.

    El ser que se había colocado delante de él, haciendo que chocasen miró al grupo de cuatro y sus ojos se iluminaron. Una pérfida sonrisa de dientes afilados se instaló en su boca inhumana.

    Retrocedieron hasta formar un semicírculo alrededor de Noah, sin saber qué hacer. Podían intentar luchar contra aquél ser, pero aunque la Kvasir estaba muy equipada, carecía de armamento y eso les dejaba con pocas opciones de lucha.

    De entre la niebla empezaron a surgir otros espectros, tan espeluznantes como los anteriores, con caras alargadas y bocas en las que cabía casi una persona, con brazos largos y ojos negros como el azabache, espectros y demonios salidos de la pura oscuridad.

    Lexie se preparó, pero sus visiones no conseguirían sacarlos de allí. Como tanuki podría intentar escapar, pero eso la haría dejar a los otros atrás. Laura valoró usar su poder, pero no sabía controlarlo y aunque supiera, ¿cómo haces daño a un fantasma?. Cole por su parte trató de conseguir fuerzas del sol, pero aquél bosque era demasiado frondoso y la niebla, que no parecía natural, absorbía el calor antes de que llegase a él. Ni siquiera las habilidades de Bowie estaban a punto como para enfrentarse a ellos.

    Los seres del bosque se acercaron más a ellos. Veían cada uno de sus horrendos rasgos. Uno de ellos chilló de forma inhumana, listo para atacar. Se prepararon pero entonces no pasó nada, el ser no se movió. Cayó al suelo y se desvaneció en una neblina.

    Una figura estaba de pie tras el cuerpo, enfundada en una armadura de samurai completa, incluso el rostro. Su espada cortó a través de los espectros y seres que les rodeaban, pero a ese filo se unieron ocho más.

    Los espectros caían presas de sus armas y muchos se reagrupaban, dirigiendo una mirada de odio antes de marcharse al cobijo de aquél enorme bosque. Aun así eran muchos para todos aquellos samurai. El combate era desigual, así que uno de ellos hizo sonar varias veces una campana y cuando se detuvo, ya no quedaba rastro de los seres, todos habían huido.

  • LA SECTA DE LOS ESPIRITUS

    HENRY L. CROWE TESLA

    Terra – Noche

    El contraste entre luz y oscuridad nos pillo por sorpresa, dejando claro que no solo los mundos estaban anclados en diferentes periodos de la historia, sino que el tiempo era diferente en cada uno.

    La plaza estaba concurrida de gente por lo que nadie se percato de nuestra llegada por arte de magia. Pensaba que este mundo iba a ser diferente por lo que había leído y escuchado por Noah, pero no había ni rastro de tecnología.

    El repiquetear de las sirenas me sobresalto, en cuanto la gente las escucho comenzaron a moverse todos hacia el mismo punto pasando entre nosotros, así que nos pegamos para no ser arrastrados por la marabunta de personas.

    – [Ezra]¿Te encuentras bien?.-[/Ezra] Lekwaa tenía mal aspecto, el rostro le brillaba por las perlas de sudor en su frente.

    – [Henry]Quizás deberíamos de salir de las calles.-[/Henry] Propuse. Buscar un sitio tranquilo en el que esperar a que se desarrollaran los acontecimientos y esperar a que Lekwaa se recuperara.

    – [Lekwaa]No demasiado. Ha debido ser el teletransporte.[/Lekwaa] – Era una suposición acertada. La gente solía marearse cuando las llevaba a algún sitio por primera vez con mi poder. Esperaba que fuera eso y no ninguna enfermedad por cambios de épocas, ya que él venía de un lugar diferente.

    – [Julia]¿Soy yo o esta ropa me hace tetazas?[/Julia]- Julia se llevo las manos a sus pechos y aparte la mirada.- [Julia]Qué coño, es que las tengo[/Julia].

    – [Ezra]Seguid a la gente hasta el refugio más cercano y no os separéis.-[/Ezra] Ezra se paso el brazo de Lekwaa por el cuello y lo ayudo a caminar. Julia se agarro de mi brazo para no perderse entre la gente y ayudarse a caminar. A pesar de las curas en la nave aun persistía una ligera cogerá en su pierna.

    – [Julia]¿Qué posibilidades tenemos de sobrevivir a una bomba?[/Julia]- De entre las calles aparecía cada vez más gente. La plaza en la que habíamos aparecido se encontraba intacta, pero según avanzamos comenzamos a vislumbrar los estragos de esa guerra con varias fachadas de edificios derruidas.

    – [Henry]Depende de si es solo una bomba o es química.-[/Henry] Pensaba que se trataba de lo primero al ver solo los escombros  en las calles, pero los soldados comenzaron a repartir mascaras de gas entre la gente. Si alguien tenía ocasión de hacer el mayor daño posible lo iba a hacer.

    – [Julia]En el peor de los casos, Cerebro[/Julia].- Bromeo para aliviar el momento de tensión que estábamos teniendo. Ezra caminaba con Lekwaa tras nosotros, vigilando que ninguno de los dos nos perdiéramos entre la gente.

    – [Ezra]Ponte esto.-[/Ezra] Añadió ayudando a Lekwaa colocarse su máscara. Le costaba respirar pero parecía que le ayuda un poco.

    En el cielo se escucharon los aviones sobrevolar la ciudad ocultos entre la oscuridad de la noche. La alarma había cesado, así que el bombardeo era inminente.

    – [Julia]Yo pensaba que esto iba a ser una bacanal con tres chicos atractivos, pero no, me ha tenido que tocar un mundo en guerra[/Julia].- Añadió quejándose mientras la ayudaba a bajar por las escaleras del refugio. Me dio miedo lo bien organizado que había estado la evacuación sin atropellos entre personas y grandes apelotonamientos de personas. Eso solo podía significar que ya habían pasado por esto incontables veces.

    Apenas se podía vislumbrar algo en el refugio, Ezra se coloco delante de nosotros, su vista era mejor que la nuestra, pero nos impidió avanzar más estirando los brazos. Eche un vistazo por encima de su hombro. La gente se arrodillaba formando un circulo, daba la sensación de que estaban rezando, pero había algo más, algo más que no alcanzábamos a ver y Ezra sí.

    – [Henry]¿Y si buscamos otro sitio?.-[/Henry] Pregunte recibiendo un leve asentimiento de Ezra. Retrocedimos de espaldas, pero cuando llegamos a las escaleras escuchamos la puerta del refugio cerrarse.

    – [b]¿Qué ocurre?[/b] – Nos pregunto el soldado que acababa de bajar. Llevaba una linterna antigua dejándonos ver con algo más de claridad lo que estaba sucediendo, mientras con la otra mano aferraba su arma preparado para usarla por si íbamos a ocasionar problemas.

    – [Julia]Que un soldado nos acaba de encerrar con unos de una secta[/Julia].- Resumió Julia a lo que todos estábamos pensando. El soldado entrecerró los ojos.

    – [b]Es normal que dudéis en los últimos minutos, pero ya estamos todos muertos.[/b] – Explico como si no fuéramos los primeros que dudábamos a fuera lo que fuera que iba a ocurrir allí abajo. – [b]Ahora serán nuestros espíritus los que luchen y se enfrenten a nuestros asesinos.[/b]

    Lekwaa se quito la máscara y se retorció gritando de dolor. En su cara aparecieron unas llamas fantasmales. . – [Lekwaa]Demasiada muerte….demasiada muerte…[/Lekwaa] – Murmuro con un tono de voz diferente, más grave.

    – [Ezra]Henry, ya sabes lo que tienes que hacer.-[/Ezra] Antes de partir me dejo claro que en algún punto tendríamos que hacer uso de mi poder y ese momento era ahora. A nuestras espaldas se escuchaban zumbidos. Ahora con un poco más de claridad pude ver un pentagrama en el suelo y como los cuerpos de esas personas caían fulminadas al suelo, dejando en el aire un remolino de espíritus.

    Julia se aferro a mi brazo con fuerza, mientras yo hacía lo propio con Lekwaa. En cuanto note la mano de Ezra en el hombro nos saque de allí. No fuimos a parar muy lejos, cargar con varias personas era agotador y terminamos en una de las calles bombardeadas.

    Los aviones surcaban el cielo, se escuchaban los disparos de ametralladoras contra ellos y los silbidos de las bombas cayendo.

    – [Julia]Salta otra vez Enrique, por tus muertos[/Julia].- Apremio Julia, pero estaba agotado y no sabía a dónde enviarnos. No podía regresar a la nave y no conocía ningún otro sitio de ese lugar al que llevarnos.

    Observe varios folletos en el suelo con imagenes de maquinarias en el, pensé en esa imagen, ese lugar que no debía de estar muy lejos de nuestra posición y saltamos de nuevo. Por lo general me suelo mover en una fracción de segundos, pero la bomba debía de estar tan cerca de caer sobre nosotros que la onda expansiva nos golpeo y la mano que se aferraba a mi hombro se soltó por el impacto.