Dominic Williams | Alrededores del Palacio
MEDIODÍA
El grupo estaba demasiado callado y la tranquilidad del bosque me hizo sumirme en mis pensamientos, los cuales todos acababan desembocando en Rebeca y el intentar darle lo mejor.
El grupo estaba demasiado callado y la tranquilidad del bosque me hizo sumirme en mis pensamientos, los cuales todos acababan desembocando en Rebeca y el intentar darle lo mejor.
Cuando Mara fue hacia su apartamento para cambiarse, me quedé solo en la sala de reuniones. El resto del grupo se había marchado ya al Palacio para tratar la terrible noticia del asesinato de esa familia inocente que estaba en todos los medios de comunicación.
Estuve un rato allí sentado, preguntándome qué hacer respecto a todo lo que había pasado los últimos días. En el tiempo en el que habíamos estado separados me había dado cuenta de que sentía por Mara algo auténtico, algo que esperaba pudiese llegar a buen puerto. Y ahora, después de la «locura sexual», tenía miedo que esa relación se estropease y no llegara a nada.
Estaba tan agotada que Dom tuvo que tirar de mí para que entrara en la ducha, me ayudó a vestirme y me arrastró hasta el coche de Daniel, que nos había prestado para que tuviéramos más libertad de movimientos. Me dolía todo el cuerpo y estaba cubierta de moratones y chupetones. Sentarme en el asiento del copiloto fue toda una odisea, porque las agujetas me impedían moverme y lo peor, era el escozor en mis partes íntimas, que reclamaban unos días de relax después de esos tres días en los que no podíamos parar.
Una vez estuve dentro, apoyé la cabeza y cerré los ojos, intentando dormir un poco más.- [Dom]¿Te encuentras bien?[/Dom]- preguntó interrumpiéndome, mientras giraba la llave del contacto de aquella carraca a la que se referían como «clásico».
Habían pasado tres días desde que la potenciada artificial conocida como ‘Easy’, perteneciente al comando de élite de ‘La Iniciativa’, había utilizado sus habilidades sobrehumanas para imbuir el depósito de agua de la ciudad de Moondale con su poder. Sus efectos se habían ido propagando poco a poco.
El vigilante de seguridad caminaba por los pasillos de la presa siguiendo su ronda habitual. No terminaba de entender por qué tenía que hacer una vuelta completa cada hora si tenía las cámaras de seguridad y normalmente aquél era un lugar tranquilo, pero era su trabajo y lo hacía con todas las ganas que podía. Siempre pensaba que si haces algo, tienes que hacerlo con todas tus fuerzas.
Cuando giraba una esquina olió algo que le hizo ponerse alerta. Olía a humo y a ceniza…fuego. Echó a correr en la dirección de la que provenía el olor y cruzó los dedos para que no se hubiese estropeado algo de maquinaria importante, como el purificador de agua.
Me estiré y algunos de mis huesos humanos crugieron. Observé la espalda desnuda de Selardi mientras se levantaba y se estiraba como un gato. Caminó sin coger la ropa hasta el ventanal del estudio y se quedó parada frente a él. A Cara le encantaba que desde fuera no pudiesen ver lo que pasaba en el interior para poder ir «como había venido al mundo», como decía Elizabeth.
Su cuerpo, bañado por la blanquecina y pura luz del sol que dejaba pasar el cristal necrotemplado, era una maravilla. Era todavía joven cuando la llamé Selardi por primera vez, pero no me había equivocado. Era toda una diosa, una bendición de la naturaleza.
Nunca pensé que volvería a caminar por los pasillos de la Universidad, había cosas que nunca cambiarían como la aglomeración en los pasillos, o el olor corporal que desprendían algunos, pero desde que no andaba por allí era como si la mayoría fueran más jóvenes de lo que recordaba.
Hacía tiempo que no nos reuníamos en la biblioteca, aunque no era una reunión exactamente. Christopher me había llamado para hablar de algo, no me había dicho el que, pero tras lo de Lucy y Diana solo podía pensar en que quizás también tenía que disculparme con él.