Moondale

Categoría: Moondale

  • ‘SIEMPRE’ NO ES SUFICIENTE

    Edward MacLay | Su apartamento, Louna, Condado de Ripper

    NOCHE

    Creación y Destrucción - Kaylee

    Miré el reloj, eran casi las doce de la noche y ahí estaba, abriendo la puerta de mi apartamento, solo, como siempre, pero con una ligera sonrisa dibujada en los labios, pese a todo lo que había pasado, lo que había perdido, y había sido mucho, demasiado.

    Cerré la puerta tras de mí, eché los pestillos y murmuré un par de conjuros que me ayudarían a dormir un poco más tranquilo por la noche, eso si conseguía conciliar el sueño, aunque lo dudaba, porque las pesadillas estaban allí siempre, esperándome. ‘Siempre’ era una palabra que parecía perseguirme, pero para lo único para lo que había debido tener sentido, su significado se había desvanecido.

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  • EL IMPULSO DEFINITIVO

    Cordelia Chase | Plano Superior

    Flashforward | Noche, 30 de diciembre

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    Por todos era sabido que, cuando Cordelia Chase se aburría, se dedicaba a enviarles regalos a los Moondies. Los Oráculos no la entendían, pero a ella no le importaba, lo que pensaba, lo decía y lo que decía, lo hacía.

    A pesar de que, por su condición de Ascendida, estaba más allá del tiempo y del espacio, la Navidad era un momento especial para ella. En parte porque echaba de menos las lujosas Navidades cuando era una niña rica de Sunnydale, pero sobre todo, por las que pasó en Los Ángeles: ¿Quién iba a pensar que un vampiro y un friki iban a ser los mejores amigos que iba a tener en su vida? ¿Quién le iba a decir que su vida no iba llegar hasta los treinta? Seguramente por eso, se sentía responsable de ese grupo de chicos y chicas que ahora estaban pasando por un mal momento.

    No era Navidad, pero ¿acaso no era más divertido que fuese, por ejemplo, un 30 de diciembre cuando les enviase algo importante?

    Avanzó hasta la sala que parecía hecha del propio Vacío, sin paredes ni techos y se concentró en todos y cada uno de ellos: Daniel, Sarah, Christopher, Diana, Edward, Dominic, Rebecca, Daakka y Cara. Los Moondies.

    Una vez visualizó sus caras, se concentró para que todos cayeran plácidamente dormidos, sin pensar en que en algunos casos, podía ser peligroso. Y entonces, la magia empezó a brotar, era un sueño, el más maravilloso de todos:

     Era el cumpleaños de Daniel y todos estaban en casa de las Echolls, en la que no cabía un alfiler. Sólo faltaba una persona, pero tenía que llegar, estaban seguros. Elizabeth corría de un lado a otro llevando bandejas de comida que había preparado Mara, todo tenía que ser perfecto. Daniel sonreía avergonzado con el gorrito que le habían puesto en el que podía leerse «cumpleañero», mientras que Diana se acariciaba su abultado vientre rondando el árbol de Navidad en el que había regalos para todos, porque aunque fuera el cumpleaños de Daniel, era un día especial.

    Christopher terminaba de poner la mesa con ayuda de Dominic y Rebecca, mientras Daakka y Cara encendían las luces del árbol y del Belén, porque Moondale había sido una colonia española.

    Y entonces, como por arte de magia, alguien tocó a la puerta: Éowyn y Freya empezaron a ladrar a coro. ¡Había llegado, ya sí que iba a ser todo perfecto!

    – [Diana]¡Ya vaaa![/Diana]- exclamó Diana echando a correr en dirección a la puerta. Al abrirla, su rostro se iluminó.- [Diana]Justo a tiempo[/Diana].- comentó dándole un abrazo, pero no venía solo, una chica rubia de enorme sonrisa estaba también ahí.

    – [Edward]Familia, os presento a mi…a…Lucy[/Edward].- comentó el chico sonriente.

    – [Lucy]Encantada de conoceros, Edward me ha hablado mucho de vosotros[/Lucy].- sin saber por qué, Sarah y Diana corrieron a abrazarla. Olía a melocotones.- [Diana]¿Se puede saber por qué tienes esos dientes tan blancos?[/Diana]- comentó entre risas.

    – [Daniel]¡Venga rápido, que por aquí hay hambre![/Daniel]- recordó el pelirrojo saludando a su amigo.

    Impulsados por lo que había dicho Daniel, se fueron sentando y entre risas, lágrimas de alegría y conversaciones a media voz, sin darse cuenta, fueron poco a poco conscientes de que era Navidad. Porque en Navidad es cuando estás con tu familia.

    Y ellos eran una.

    Una vez acabó el sueño, Cordelia asintió satisfecha. Vaya, se le habían escapado unas lágrimas de emoción, pero es que esos chicos y chicas se merecían ser felices.

    ¿Sería este regalo el impulso definitivo para ellos? Sólo el tiempo lo diría.

    Feliz Cumpleaños, Dani. 

  • FÜR MEINE SCHÖNE

    Sarah Echolls | Palacio de Z

    Noche

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    En orden de aparición: Carbon Copy, Soma, Wing, Vine Cleveland, Seraph, Dwarf y Aaron (El Rey Blanco).

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  • JARRÓN ROTO

    DOMINIC WILLIAMS | LA NAVE, MOONDALE

    NOCHE

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    Bajamos para reunirnos con los demás, pero antes de nada me detuve en el que era el apartamento de Mara y deje calentando una tetera y una cafetera, la noche se presentaba larga.
    Cuando volví al amplio salón me encontré a todos desperdigados en distintos puntos del salón, Rebecca esperaba cerca de la entrada a que llegaran su tío y Elizabeth, Duke estaba con los brazos cruzados cerca de las escaleras, probablemente esperando el momento adecuado para volver a su estudio. Cara estaba sentada en el sofá tarareando una especie de nana mientras jugaba con las puntas de su pelo. Diana por su parte se encontraba sentada sola en la mesa circular central.

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  • EN LA BOCA DE LA LOBA

    Alice Byron |El Nido

    NOCHE

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    Me aburría como una ostra, ni siquiera me animaban las revistas en las que salían chicos y chicas‘mordisqueables’. Naga daba gritos en su dormitorio, golpeándose contra las paredes y lo único que me apetecía era que se estacase lo antes posible, como hizo Max. Hal, como el mueble que era, estaba sentado jugando al dominó y Mors, que tampoco es que fuera mucho más divertido, leía un libro, como si estuviéramos en 1950 (otra vez). Observé la escena atentamente y carraspeé un par de veces para ver si se daban cuenta de que éramos tres vampiros medianamente atractivos (bueno, una muy atractiva y dos feos, pero con mi belleza se compensaba el resto) y en lugar de estar desgarrando cuellos de jovencitos indefensos. Me puse en pie, observando el vestido largo de color rojo, atado cuello, que me dejaba la espalda al descubierto y me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo: Z me había dado largas, Dylan se había ido y los únicos que  me acompañaban eran dos tíos que tenían una vida social idéntica a la de un «vivo» de más de setenta años.

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  • EXPUESTO

     Duke Rivera | La Nave, Moondale

    MEDIODIA

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    El sol se filtraba a través de un minúsculo hueco entre las nubes, proyectándose hacia los ventanales del estudio y bañándolo de su clara luz pero sin ningún ápice de la radiación ultravioleta. No dejaba de ser curiosa esa elección de ventanas, esa inversión de dinero  en que todas y cada una de ellas, excepto la recepción, fuese necrotemplada. 

    Lo normal era pensar que alguno de ellos tenía una enfermedad de la piel extremadamente grave que impedía que le tocase el más mínimo rayo de sol, pero también surgían preguntas sobre sus contactos, sus fondos, porque ahora no parecía sobrarles el dinero y sin embargo esas ventanas…ni siquiera sabía que existían hasta que las vi.

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  • RADIO SOBRENATURAL FM

    Elizabeth Echolls | De camino a la Nave

    TARDE

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    Lo único que no me gustaba de conducir, era tener que usar gafas en público. Me hacían sentir vieja y fea, en parte porque en mi generación, el que llevaba gafas era un cuatro-ojos, cosa que que (por suerte), no compartían las generaciones actuales. Y claro, al decir «mi generación» estaba evidenciando que me hacía mayor a pasos agigantados y ahora, encima, iba a ser abuela. No penséis que no me alegraba la idea de tener a mi nieta entre los brazos, pero cada vez que me imaginaba la palabra «abuela», veía a una señora con moño y pelo canoso, no a una mujer que estaba a punto de casarse y que todavía tenía unas piernas lo bastante bonitas como para poder utilizar una minifalda.

    Aún así, la pena por haber perdido a mi hija había dejado una huella que jamás se me olvidaría y eso, se notaba en mi cara, en mi alma y en mi sonrisa. «Elizabeth, no eres la de antes» me decía Delly cuando, mientras estaba en Escocia, iba por las tardes a su casa a tomar café «Mira que vamos a ser abuelas y tienes que animarte» , repetía y a pesar de que sabía que lo hacía con la mejor de las intenciones, no podía evitar sentirme un poco molesta. Sí, su hijo Paul se había marchado y no llamaba nunca, pero al menos, estaba vivo. No digo que fuera fácil, pero era más sencillo. El enfado es llevadero, la pena no.

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  • SENDERO OSCURO

    Daniel Arkkan | Fundición abandonada, Skye

     MEDIODIA

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    Hacía ya un par de semanas que las noches habían enfriado demasiado, hasta el punto de poder morir helado si no hacía algo para remediarlo. Por eso me había trasladado a la sala de la fundición, y había decidido esperar y encenderla por las noches hasta el día siguiente, así alcanzaría la temperatura que necesitaba y el calor residual me mantendría a salvo, al menos de eso.

    Me quedé observando como el metal se fundía en un líquido espeso y burbujeante al echarlo en la fundición. Era hipnótico, en parte quizá porque me había llevado semanas encontrar el punto de fusión exacto de ese metal que nadie conocía, pero pronto daría sus frutos.

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  • TE QUEDAN NOVENTA Y NUEVE CAFÉS

    Lucy Tattler | Exteriores sede W&H

    TARDE

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    Estaba tan nerviosa, que el pie que tenía sobre el pedal de la máquina iba por su cuenta, incapaz de mantenerse quieto. Había pinchado en el culo a un par de clientas durante las pruebas de la ropa y mi dedo pulgar tenía ahora una tirita de ‘Hello Kitty’ por culpa de la punta de las tijeras. Sin lugar a dudas, no era mi día y todo porque tenía la cabeza puesta en otro sitio, en el café que había quedado en ir a tomar con Edward, ese chico tan mono que trabajaba en W&H al que le había hecho un traje a medida, porque estaba tan loca como para hacerle un regalo a un desconocido. Si no me iba bien como costurera, a lo mejor podía dedicarme a ser acosadora profesional.

    Si me paraba a pensarlo, ni siquiera sabía qué era lo que me había empujado a hacerlo, más allá del hecho de que me gustaba su sonrisa tímida. Oh, por favor Lucy, deja de escribir tonterías que cualquiera podría leer este diario. Jo, pero es que es tan mono… Dignidad Lucy, dignidad y deja de dirigirte a ti misma en tercera persona…desde ahora.

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