
RESIDENCIA DE LA UCM, MOONDALE
MAÑANA
[dropcap]L[/dropcap]os pasillos de la universidad no terminaban de verse muy diferentes a los del instituto en el que estaba hacía apenas unos meses.
Sí, las instalaciones estaban cuidadas, los pasillos tenían amplios ventanales desde los que se veían los jardines del campus, el suelo estaba limpio y abrillantado y las paredes no eran de azulejos desconchados. Pero por mucho que cambiase el lugar, la gente era la misma que ya conocía. La que no dudaría en burlarse de un chico que está tirado en el suelo, retorciéndose y gritando mientras ve…cosas extrañas.
Por eso seguía llevando los auriculares. Porque la música me hacía desconectar, pasar desapercibido. Pero también impedía que escuchase a alguien que me llamaba, alguien con quien sí me apetecía hablar.
– ¡Ed! – la escuché decir finalmente cuando ya estaba a mi altura. Me giré hacia ella y sonreí mientras me quitaba los auriculares y el bullicio volvía a ser la banda sonora.
– Sarah, te estaba buscando. – le aseguré, aunque no lo pareciese teniendo en cuenta el despiste que tenía.
– Y yo a ti. – respondió ella sonriendo. Hubo algo, no sé si la sonrisa, las palabras o la forma de decirlo, pero sentí que me emocionaba.
Me resultaba extraño caminar por esos pasillos tan llenos de gente sin música que me hiciese alejarme del ruido del mundo. Pero Sarah estaba allí y prefería caminar mientras hablaba con ella. Era un cambio extraño, pero agradable, poder volver a tratar día a día con alguien en quien confiases. Alguien que conocía tus problemas y no se burlaba de ti.
– Tenemos que diseccionar el último capítulo de «Doctor Who». – añadió con ánimo mientras me clavaba el dedo índice en el pecho. Noté su nueva fuerza, que todavía trataba de controlar, pero no dije nada, no quería parecer un debilucho. Ella se quedó mirándome con esos ojos azules como el mar de Merelia. – ¿Tú para qué me buscabas? – preguntó a continuación.
– E-el primer día pone un poco nervioso. – respondí siendo consciente de nuevo de que tenía por delante todo un curso yendo a clase con completos desconocidos. – Desde que ése dirige la serie siempre es lo mismo. – admití agradeciendo hablar de otro tema aunque fuera por un momento.
– ¿Qué clase tienes ahora? Podemos ir juntos. – propuso ella caminando a mi lado con facilidad pese a tener las piernas más cortas. De nuevo sentí esa presión en el estómago al pensar en esa situación desconocida, pero al menos entre clases las tenía a ellas.
– Barroco. Creo que no vamos a coincidir. – dije esbozando una sonrisa que apenas era alegre. Sarah me devolvió una sonrisa auténtica, de esas de las que las dos hermanas parecían tener una fuente inagotable, pese a todo lo que les había pasado. Entonces recordé algo. – Luego tengo una optativa, D-dem…demonología. – inmediatamente después de decirlo me di cuenta de que la mención de los demonios podía afectar a Sarah. Tragué saliva y la miré, pero ella estaba tan sonriente como antes.
– Ésa también la tengo yo. – respondió ella. Me sorprendí, pero solo durante un instante. Conocía lo suficientemente bien a Sarah como para saber que aunque ella no hubiese decidido ser lo que era, pondría todo su empeño en comprenderlo, aunque intentase huir de ello. – Tenía buen horario y parecía fácil. – añadió encogiéndose de hombros para quitarle importancia. También conocía lo suficiente a Diana y a Sarah como para saber que sus preocupaciones estarían ocultas tras la superficie.
– Bien. – respondí con un alivio que no necesitaba disimular con ella. – Diana creo que también está. – comenté al recordar que me había comentado algo.
– Entonces nos sentaremos los tres en la fila de atrás y le tiraremos bolas de papel al profesor. – propuso entrecerrando los ojos con una malicia fingida. Entonces se acercó y se agarró a mi brazo.
Durante un instante me sonrojé pensando que las miradas se centraban en el chico con aspecto de friki que llevaba a la chica guapa colgada del brazo. Controlé el color de mis mejillas pero el tartamudeo afloró durante unos segundos. – E-eh…s-sí. Bueno, l-las bolas no. Tú eres la buena. – respondí con una sonrisa nerviosa. Sarah y yo éramos los buenos, Diana era la que ponía el toque de malicia.
– Shh, no lo digas muy alto. – bromeó ella mirándome. Me alegraba que Sarah pudiese volver a intentar llevar una vida normal después de todo. El mundo sobrenatural era peligroso y a las Cazadoras las perseguía incansablemente. Aun así, a mi prima se la había llevado una bala, no algo sobrenatural. Nunca se sabe dónde está el verdadero peligro
– Será nuestro secreto. – aseguré pensativo. – L-la v-verdad es que tengo ganas. Es c-como si tuviéramos una asignatura de…comer. – traté de explicar. El mundo sobrenatural había sido parte de mi vida y de las suyas desde que podíamos recordarlo.
– Deja los símiles, porque no son lo tuyo. – replicó ella negando con la cabeza. Entonces se detuvo y su fuerza hizo que yo también. – Hemos llegado. – me recordó Sarah. Estábamos frente a la puerta del aula 283 donde tenía mi primera clase
– ¿Nos…vemos ahí para ir a…D-Demonología? – pregunté señalando un mural de corcho donde había carteles de todo tipo. Sarah se ubicaba mejor que yo así que sabría llegar.
Sarah asintió y le soltó el brazo antes de empezar a alejarse entre la multitud. Suspiré y abrí la puerta de la clase, de donde empezó a surgir el bullicio de la gente que empezaba a conocerse. Volví a colocarme los auriculares y entré.