Moondale

CAPÍTULO VIII: CHRISTOPHER MACLEOD

vigilante

DESPACHO, BIBLIOTECA DE LA UCM, MOONDALE

MAÑANA

 

[dropcap]C[/dropcap]olgué el teléfono con una frustración poco disimulada. El Consejo no tenía más información que darme sobre la Cazadora salvo su descripción, que ya conocía de sobra. Bajita, menuda, de piel clara, pelo rubio y ojos azul grisáceo. Eso en Escocia podía haberme sido de mayor utilidad, pero en el Condado de Ripper no.

Al menos tenía su nombre, Sarah Echolls, y con el inicio efectivo de las clases confiaba en que no tardaría en localizarla. Habría sido más rápido si hubiese acudido a la Rectora, vinculada también con el Consejo, pero prefería no relacionarme demasiado con esa mujer, había algo en ella que me daba mala espina.

Di un último sorbo al café que tenía sobre la mesa y compuse una mueca. Se había enfriado. Salí de mi despacho y atravesé el diminuto pasillo que solo servía para que mi despacho no estuviese directamente pared con pared con la biblioteca, pasando a estar a medio metro de distancia en su lugar. Cerré también la puerta del pasillo y me coloqué detrás del mostrador, donde desembocaba.

Seguía teniendo una enorme pila de libros que etiquetar y dar de alta, pero no podía terminar de concentrarme en ello hasta que no encontrase a Sarah Echolls. Además, no solo tenía que atender mis obligaciones como Vigilante y como bibliotecario, en un par de horas tendría mi primera clase oficial en la Universidad.

Me había sorprendido gratamente que hubiesen aceptado mi propuesta de docencia para una asignatura optativa con una temática tan poco valorada. A fin de cuentas, la asignatura se llamaba «Demonología 101«. Pero el hecho de que estuviese aceptada por la junta académica significaba que Moondale era tan especial como parecía.

Con esa asignatura pretendía aleccionar un poco a los jóvenes estudiantes para intentar que no cometiesen imprudencias o juzgasen lo sobrenatural por lo que falsamente les había enseñado la cultura pop. Vampiros románticos que brillaban a la luz del sol, licántropos salvajes solamente en la cama…la literatura y el cine del siglo XXI habían hecho mucho daño.

También era un intento de llamar la atención de la Cazadora, ningún método estaba de más. Si era ella la que acudía a él, eso eliminaría cualquier paralelismo con gentuza como Lester Abbott. Cada vez que recordaba lo que había estado a punto de pasarle a esa pobre muchacha por su culpa, sentía cómo se encendía. Al menos, Lester había sido juzgado y expulsado del Consejo, al igual que la segunda Vigilante con la que se había encontrado Sarah.

Dos errores seguidos. Me lamenté. Sin duda, no había buenos antecedentes. Si hubiera sabido que iban a ser dos semillas podridas quienes le cubriesen mientras preparaba el viaje, habría viajado con lo puesto con tal de no dejar a esa chica desamparada en un momento tan confuso como podía resultar la Llamada.

Mientras repasaba con el ceño fruncido el mellado lomo de uno de los libros, seguramente resultado de un mal transporte, me llevé una mano a las sienes donde un dolor punzante se había instalado desde primera hora de la mañana y había ido aumentando de intensidad.

La culpa la tenía el estrés, demasiadas preocupaciones en la cabeza. El mundo dependía de que encontrase a una joven muchacha inocente y la enseñase a defenderse para arriesgar la vida cada día con tal de que el mundo sobreviviese un día más.

No me sentía bien exponiendo a nadie al peligro, por eso mismo en su día había preferido salir a enfrentarme a él yo mismo cuando era joven en lugar de tomar la vía más tradicional de los Vigilantes, pero eso había sido un error. La cicatriz siempre estaría ahí para demostrarlo.

Seguía adelante porque sabía que por mucho que hubiese intentado proteger a esa muchacha, apartarla de su destino, la oscuridad la perseguiría. El peligro había empezado desde el mismo momento en el que el Legado había pasado a ella. Ahora solo quedaba entrenarla y no se atrevía a dejarlo en manos de nadie más, mucho menos viendo los antecedentes.

Quizá el dolor de cabeza tenía también algo que ver con la botella de whisky con la que había acompañado mi infructuosa noche de búsqueda de un ser que encajase en el patrón del ‘Hada de los Dientes‘. Si mataba a humanos y sobrenaturales por igual, debía ser algún tipo de criatura sobrenatural con la fuerza suficiente como para acabar con un vampiro. La desesperación resecaba la garganta y después de algunos vasos el cansancio hizo estragos y me quedé dormido. Así que esa mañana me había levantado con una contractura en el cuello y ese dolor de cabeza asentado profundamente.

Volvía estar enfrascado en mis pensamientos, tratando de analizar y organizar en mi cabeza todo lo que estaba pasando. Quizá por eso no vi a una muchacha acercarse hasta el mostrador con un par de libros.

Parecía una estudiante de primer año. Era de estatura media y tenía una melena de color castaño oscuro, que caía formando ondas sobre su espalda. Vestía como si quisiera pasar desapercibida, quizá porque tenía bastante pecho y un cuerpo bastante curvilíneo y las personas tienden a ser crueles y salvajes. Me quedé unos segundos observando sus ojos claros. Conocía a esa chica pero tardé unos segundos en darme cuenta de quién era, más o menos el tiempo que tardó ella en apartar la mirada, incómoda.

¿Becky? —pregunté con ese miedo a haberte confundido y que la gente te tome por un adulto senil. Lamentaba haberme quedado mirándola, pero había cambiado mucho desde la última vez. O quizá era yo quien había cambiado.

Buenos días, me gustaría llevarme este libro. —respondió la joven con gesto serio. Esperaba que fuese la pequeña Becky y no se hubiese dado cuenta de quién era yo, o al menos, que no me tomase por un triste intento de ligue con una estudiante.

Claro, deja que los pase. —dije cogiéndolos de sus manos. Dos dramas ingleses al más puro estilo de Jane Eyre. — Creo que te he confundido con alguien. La pequeña vecina de la casa de al lado de la de mis padres. — sonreí intentando explicarme para que no me tomase por cualquier cosa.

Ella abrió los ojos y pareció verme por primera vez. Entonces sonrió. Llegué a percibir un deje de alivio en su mirada. — ¿Toph? —preguntó mirándome, intentando encontrar a ese joven que se había marchado a ver mundo cuando ella era una adolescente, siempre pendiente de mi hermano adoptivo, de su misma edad. No me había visto cuando regresé malherido, estuve encerrado durante meses y después me fui para continuar mis estudios y terminar de convertirme en Vigilante. Verla aquí se antojaba extraño, especialmente sin Daniel.

Me ha costado reconocerte. Pensé que me ibas a tomar por un acosador. —admití con sinceridad. Me sorprendí sonriendo. Era agradable volver a encontrarse con alguien cercano, a fin de cuentas la pequeña Rebecca había pasado muchas tardes con nosotros.

Ha pasado mucho tiempo. —respondió fríamente. Cualquiera podría haber pensado que Rebecca estaba molesta, excepto alguien que la conociese lo suficiente como para saber que ella simplemente era así. Seria, incluso cuando era pequeña. — ¿Ahora trabajas aquí? —preguntó. Asentí con la cabeza.

Soy el bibliotecario. Bueno, también doy una optativa, si quieres apuntarte. —sugerí. La Rectora no me había remitido todavía la lista de alumnos, pero temía que no fuesen muchos y terminasen por cancelarla. Todo parecía indicar que no la recibiría hasta estar dando la primera clase, en poco más de hora y media. Eso tiraba por la borda mi esperanza de leer la lista y encontrar en ella el nombre Sarah Echolls, eliminando así una de mis preocupaciones. — Me alegra mucho verte, aunque no esperaba hacerlo. Estamos muy lejos de Perth. —confesé. Rebecca vivía en la casa más cercana a la de mis padres, que pertenecía a su tío, un escritor de novela negra de poca trascendencia. No tenía a nadie más porque su madre y su padrastro habían muerto en un accidente de coche. La pobre había tenido una vida dura. Por eso me costaba más verla lejos de la única familia que le quedaba.

Era la Universidad más barata. —admitió con pesar. Lo peor de todo es que lo era porque el índice de desapariciones en extrañas circunstancias era elevado y las matrículas habían disminuido, desventajas de que una ciudad esté construida sobre una Boca del Infierno, un punto de confluencia místico al que los seres sobrenaturales se veían atraídos.

Incluso así, probablemente su tío debía haber hecho un sacrificio. Le tendí los libros y ella los cogió contra su regazo. — Gracias y espero que nos veamos pronto. —extendió su mano derecha de manera formal y no pude evitar sonreír. Le cogí la mano pero me acerqué hacia ella incorporándome sobre el mostrador para darle dos besos. Esa chica era casi como una hermana más. No es que tuviese precisamente pocos hermanos, entre los que habían tenido mis padres y los que habían acogido, pero me habían enseñado a ser cercano con todo el que lo merecía, sin importar la sangre. Cuatro hermanos en total: dos biológicos, mayores que yo, Paul y Zack; y dos adoptivos, más pequeños que yo, Daniel y la pequeña Stephanie, que todavía era una niña.

Tranquila mujer, no me van a acusar de favoritismos con una vieja amiga. —añadí rápidamente para que no se tensase. Era formal en exceso. — Siempre que necesites algo, aquí me tienes. Como si fuera familia. —aclaré. Le dirigí una sonrisa cariñosa. Creí volver a percibir ese deje de alivio oculto bajo su formalidad. Probablemente se sentía insegura en un lugar tan desconocido, pero Rebecca nunca lo admitiría.

Se despidió tímidamente con la mano y salió de la biblioteca. Me había alegrado verla, aunque seguía sintiendo pena por lo que había tenido que pasar en más de una ocasión. Todavía recordaba la última vez que habíamos hablado. Había sido después de que Daniel se fuese sin decir adiós. Yo estaba viajando por el mundo, antes del accidente, recuerdo que en aquél momento estaba en Brasil. Me venía a la mente la voz quebrada de Rebecca preguntando si Daniel volvería. Habían vuelto a dejarla sola y esta vez la explicación era mucho más compleja, especialmente para alguien que no sabía nada de los demonios que atormentaban a mi hermano adoptivo.

Eso me hizo pensar que hacía tiempo que no hablaba con Daniel. Nuestras comunicaciones amenazaban con distanciarse de nuevo desde que me habían asignado venir aquí y ser el Vigilante de la nueva Elegida. Se había desplazado a Merelia para ver a la Cazadora por hacerme un favor. Quizá todavía seguía cerca, si mi plan había salido bien. Si le veía cara a cara quizá podría convencerle para recuperar el tiempo perdido. Pero para eso necesitaba empezar a despejar preocupaciones de mi cabeza.

Aprovechando que la biblioteca estaba vacía, salí, cerré la puerta y envié un mensaje a Mark, un profesor de ciencias, para que me cubriese mientras estaba en clase. Iba a necesitar un ayudante, pero llevaba poco tiempo allí como para empezar a hacer peticiones. A esa hora los estudiantes estarían recorriendo los pasillos en busca de sus clases. Una de esas alumnas era mi Cazadora. Ya era hora de que nos encontrásemos.