Moondale

UN INTENTO DE MIRADA DEL TIGRE QUE TERMINA EN UNA SONRISA Y ENCOGIMIENTO DE HOMBROS

[b]Cecil Anwalt | Residencia Hexe | Dormitorio de Daniel y Ed (Con ambos)[/b][/align]

cecilanwalt

¿Año nuevo vida nueva? ¿Personas nuevas? ¿Cosas nuevas? Si siguiéramos eso al pie de la letra, cada año que iniciásemos sería completamente distinto al anterior, sin los mismos hábitos o las mismas personas. Siendo, literalmente, un año nuevo, cuando no siempre pudiésemos considerarlo así.

Las navidades habían pasado con una rapidez un tanto anormal. Creo que el tiempo que habíamos permanecido desaparecidos lo recuperamos durante el mes de Diciembre y parte de Enero. Habíamos regresado con la familia, independientemente fuese más tiempo o menos. Habíamos estado junto, descansado y tenido momentos felices en los que reíamos. Por supuesto, también habíamos tenido momentos malos, preocupaciones, ganas de llorar y escondernos a que el mal desapareciese. Aunque claro, eso último no lo habíamos hecho.

Las cosas no iban bien, nada bien, pero eso no quería decir que no pudiésemos continuar con nuestras vidas. El osito con colmillos que casi nos [i]abraza[/i] cuando nos escapábamos se estaba volviendo cada vez más poderoso. Y nos gustase o no, no teníamos poder ni capacidad suficiente para hacerle frente a él o a la Iniciativa. Al menos por el momento.

– [b][i]Sí, lo sé. Sé que no te entusiasma mucho hacer ese cambio de residencia. Sí, ya sé que cuando empiezas a desenvolverte en un sitio te movemos a otros. Pero ya te lo he dicho, por el momento, es mejor que estés allí. Mami Echolls te cuidará y estarás tranquilo y a salvo, que ahora mismo es lo que más necesitas. [/i] [/b]

Yo, de forma temporal, o al menos, eso quería pensar, había decidido vivir en la residencia de la universidad. Aunque continuaba teniendo mi casa, todos estaríamos más cerca de todos, por lo que solos no estábamos. Al igual que nosotros, Liad también tuvo que hacerse a esos cambios, aunque no le hiciese mucha gracia. Había estado hablando con McLeod, con las Echolls e incluso con Daniel, llegando todos a la conclusión de que él estaría más seguro con Elizabeth, lejos de todo esto, a salvo y tranquilo.

– [b][i]Sí, tranquilo, si tenemos un momento de… claridad en el que veamos que nadie nos va a seguir con un hacha o algo así, iremos, de verdad. [/i][/b] – puse los ojos en blanco momentáneamente ante aquella conversación. Le entendía, yo tampoco estaba muy contento, pero uff… – [b][i]Sí, le tengo aquí al lado, ¿quieres decirle algo? Ok…[/i][/b] – le tendí el teléfono a Daniel. – [b][i]Tu turno tío. No sé qué tienes con las rubias y los rubios, pero madre mía. Les tienes loquitos perdidos. [/i][/b]

– [b]Hola Liad, ¿qué tal?[/b] – preguntó Daniel, después de tardar un poco en coger el teléfono. El poco tiempo que había conseguido tener contacto con él, me había dado cuenta de que los teléfonos no eran sus grandes amigos. No sé exactamente lo que Liad le estaba diciendo, porque consiguió sacarle alguna que otra sonrisa o risa en poco tiempo.

Quizás esa era la razón, ¿no? Por lo que sabía de Liad, por las cosas que conocía de él, era mucho más corazón de lo que aparentaba. Habíamos hablado de cosas, pero con el tiempo, el pasado había quedado atrás, aunque no nos olvidásemos de ello e intentaba, por todos los medios, tener una vida. O algo que se asemeje. Y el trato cálido y agradable que le daba Daniel o Sarah eran una de las pocas razones para que se arrimase a ellos.

– [b]Lo tendré en cuenta.[/b] – le contestó mientras me miraba a mí, se reía y alzaba las cejas. Ay dios, ¿Qué le estará diciendo este crío? – [b]Cuídate Liad y cuida de la señora Echolls por mí. [/b] – parpadeó, continuó con el teléfono colgado de la oreja. Me quedé un poco mirándole, porque vaya tela. Daniel sonrió para después reírse una vez más. – [b]Sarah y yo iremos a veros siempre que podamos. Y seguro que Diana y McLeod también.[/b] – se quedó callado otra vez, escuchando lo que le decía. Después miró a Ed, asintiendo levemente en la cabeza, aunque ni Liad le veía ni Edward se daba cuenta. –[b]Sí, te lo paso.[/b] – su rostro aliviado por deshacerse de un teléfono consiguió fuera yo quien se riese ahora.

Edward o Ed (como muchas veces le llamábamos) era el compañero de dormitorio de Daniel [i]estrella de rock y levantador de pasiones[/i] Arkkan. Cuando le dieron el móvil nos miró extrañados, dejando claramente que no se había enterado de lo que estábamos diciendo.

– [b]¿Quién es?[/b] – pausa. –[b]¿Quién?[/b] – otra pausa. –[b]Ahm, Liad. ¿Qué tal? Sí, ya veo. [/b] – Edward asentía, aunque en realidad, Liad no pudiera verle. – [b]¿Qué tal todo? ¿Entonces estás en casa de las Echolls? ¿Dónde duermes? ¿En el cuarto de Diana o de Sarah?[/b] – Uff, ya empezamos… Pobre Elizabeth, seguramente le escuchará diciendo esto. – [b]Vale, vale… Duermes en el sofá.[/b] – No, no, me parece que te equivocas Eddie.- [b]Dale recuerdos a la Sra. Echolls. Pero no la llames señora, ¿eh? Te paso a Cecil de nuevo.[/b]

Suspiré levemente cuando recogí el teléfono.

– [b][i]Encima que se te preocupa por ti grandullón.[/i][/b] – miré a otro lado, intentando darle un pelín de dramatismo a mi comentario. –[b][i]En fin, no te preocupes, le daré una colleja o varias de tu parte por meterse contigo. Y sí, tranquilo, sé que no duermes en el sofá. Sé que Elizabeth no te dejaría. Sí, ahora le doy, no, no te presentes aquí. Siempre puedes venirte cuando duerma y hacerle alguna novatada, seguro que a Eddie le encanta.[/b][/i] – dije esto último mirándole y riéndome. –[b][i]Sí, luego hablamos. Venga, corta ya. Adiós…[/i][/b]

Arqueando las cejas levemente, guardé el móvil en el bolsillo. Estaba cansado, desde luego, ya que eran bastantes cosas de las que debía de estar pendiente. Aquí todos sabíamos cuidarnos perfectamente, aunque en sí ese no era el asunto. Todos estábamos juntos, cada uno tenemos un “papel” que desempeñar. Pero si uno comete un error o hace algo arriesgado, puede que al principio no ocurra nada, pero al final, todos nos veremos afectados por ese peligro.

– [b]¿Quién te ha tocado de compañero, Cecil?[/b] – me preguntó Ed mientras ordenaba sus cosas.

– [b][i]Buena pregunta. Si recuerdo bien, creo que era alguien grandote con el que uno debería pensarse las cosas dos veces si quiere molestarle.[/i][/b]- me tumbé en una de las camas, en la que creía que era de Ed, para después sonreír. – [b][i]¿Qué? Hay que ayudar a la juventud, ¿no? Y mejor que te moleste yo un rato a que lo haga Liad. Ni te imaginas el carácter que tiene.[/i][/b]

– [b]Esa no es mi cama, es la de Daniel.[/b] – Ed, al decirme eso, se rió. Daniel lo hizo también, mientras observaba el dormitorio. Sin poder evitarlo, yo también reí.

– [b][i]De todas formas.[/i][/b] – comencé a decir mientras me incorporaba y sonreía ampliamente. -[b][i]No creo que Daniel la utilice mucho. Ni tú tampoco, grandullón[/i][/b] – dije esto último con cierto retintín al compañero de Daniel. No añadí nada más… Pero lo gracioso del asunto es que ellos dos, cortados, tampoco dijeron nada. – [b][i]¡Qué mono! Si llega a estar aquí Diana, seguro que te coge del moflete.[/i][/b] – le dije a Ed, para luego mirar a Daniel y añadir. –[b][i]Tú hoy te libras de que te incordie un rato. Por cierto, ¿qué es lo que te estaba diciendo Liad para que me mirases a mí?[/i][/b]

– [b]Te lo diría, pero me guardo la información por si tengo que chantajearte.[/b] – río de forma pícara, teniendo como respuesta un intento de la mirada del tigre que termino por una sonrisa y un encogimiento de hombros.

Chico listo, desde luego. ¿Cuándo lo usaría? ¿En una partida de cartas en luna llena, mientras vigilamos a la camada de que no se coman a nadie de aperitivo? Bleh, tampoco será nada extremadamente importante, seguro.

– [b][i]Y bueno, ¿qué me contáis vecinitos?[/i][/b] – mejor cambiar de tema, desde luego. – [b][i]¿Qué os parece la rectora? Potente, ¿eh?[/i][/b]

Uff. Desde luego que sí. Uno no puede olvidarse de una tía así, desde luego.

– [b][i]Ok, vale, lo olvidaba.[/b][/i] – al ver que ninguno de los dos contestaba, les miré, arqueando una ceja aunque sonriendo –[b][i]No todos estamos solteros. Eso de que la mayoría tengáis pareja es un aburrimiento, ¿sabéis? [/i][/b]

– [b]Parece demasiado joven.[/b] – me contestó Ed, mirándome, dándome a entender que sí me escuchaban. Después se quedó callado, no sabría decir si un tanto cortado o si estaba sonrojado. –[b]Yo no tengo pareja.[/b]

– [b][i]Ya me cantaras una canción distinta más adelante, seguro.[/i][/b] – le guiñe un ojo. Miré a Daniel, que al parecer, había preferido mantenerse al margen de aquella conversación. De tal manera que, buscando cambiar de tema (¡sí, una vez más! Es lo malo de llevar por el momento el peso de la conversación, ¡seguro!), añadí después: – [b][i]¿Nos vamos a comer?[/i][/b]

Sí, por favor. Mi imagen mental ahora mismo, por el hambre que tengo, sería la de Homer Simpson, con la boca abierta y babeando, estaría diciendo: “Comida, ¡rarw!”

– [b]No es mala idea.[/b]- Daniel se giró al decir esto, ya que estaba observando su nueva habitación. – [b]Sarah me llamó hace un rato y me dijo que iba a comer con Jan y Ann y que nos veríamos en el bar a las ocho. [/b]- pausa breve. – [b]Podemos hacer lo mismo. Además, es mejor no ir solos.[/b]

– [b][i]Desde luego. No debemos de ir provocando por las segurísimas calles de Moondale como si fuéramos deliciosas hamburguesas.[/b][/i] – Y la sangre es el kétchup, ¡puaj! Hoy no quiero comer eso, ¡ni de coña!

– [b]El conjuro que nos conseguí termina hoy.[/b] – Daniel y yo nos miramos, ambos sin saber nada.

¿Se me ha metido agua en los oídos al ducharme? No, creo que no.

– [b]¿Conjuro?[/b] – preguntó Daniel.

– [b][i]¡Eso! ¿Hiciste tú vudú mágico sin avisarnos? [/i][/b] – exclamé, acompañando a Daniel con una mueca en el rostro, bromeando.

– [b]Cuando salimos de la Iniciativa fui a visitar a mi padre a Nueva York. Trabaja en bufete de abogados Wolfram & Hart. Sé que no es muy seguro confiar en ellos pero nos conseguí un hechizo de ocultación por un tiempo.[/b] – explicó Ed mientras nos miraba. Miré a Daniel, esperando a escuchar su respuesta ya que yo en aquel instante prefería no añadir ninguna palabra.

– [b]Lo que he oído de Wolfram & Hart no es demasiado bueno.[/b]- empezó a hablar. Creo que [i]no demasiado bueno[/i] es quedarse [i]corto[/i].– [b]Te arriesgaste demasiado. Otra vez no vayas solo, nos tienes aquí si nos necesitas.[/b]- luego añadió. – [b]Pero gracias.[/b] – Daniel sonrió. Yo también lo hice, aunque de forma más leve.

– [b]Lo sé. Estaba nervioso y no quería que volviese a ocurrir lo mismo.[/b] – nos miró a los dos. – [b]La próxima vez que vaya a hacer algo impulsivo os lo avisare antes.[/b]

– [b]No dejaremos que pase lo mismo, puedes contar con nosotros.[/b]

Daniel le cogió el hombro con fuerza al terminar de decirle aquellas palabras. Les miré sin decir nada, aunque luego, cuando el aesir se llevó la mano al estómago, decidí intervenir, antes de que se dieran cuenta de que mi momento [i]poco hablador[/i] había sido en un momento un tanto puntilloso.

– [b][i]Bueno, será mejor que nos vayamos a comer ya, ¿no?[/i][/b]

Sonreí un poco, señalando la puerta e imitando a Daniel (mano en el estómago, hambre y todo eso). Esperaba salir de allí y bueno, cambiar a otro tema que no fuera ese.

Entendía perfectamente por qué lo había hecho, por qué se había arriesgado de esa manera. Estaba aquí para evitar lo mismo que le había pasado en su realidad, pero no se había arriesgado… ¿demasiado? No me gustaban los abogados, pero mucho menos aquel bufete en concreto. Había escuchado suficientes cosas como para saber, perfectamente, que no eran personas a las que se pudiese acudir. Quizás por eso siempre he intentado convertirme en un buen brujo, uno que no dependa de otras personas, o no al menos de esa manera. Si tenía que hacer un hechizo, lo hacía yo, independientemente de que me saliese mejor o no.

Y si venía el lobo para comerme, que viniera. Prefiero enfrentarme al lobo antes que pagar el precio por recibir ayuda del mismísimo diablo.

[spoiler]Cada uno manejado por sus respectivos dueños. Si hay algo que deba cambiar, decidme! Espero que os gustase ><[/spoiler]

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