[align=center][b][font=Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Daniel Arkkan | ¿Moondale?[/SIZE][/color][/b][/font]
En cuanto vi la ciudad supe que todo había ido peor aún de lo que esperaba. Seguí caminando poco a poco, observando lo que había quedado de Moondale, la que ciudad que se había convertido en mi verdadero hogar, sentí como se me formaba un nudo en la garganta. Lo que vi no mejoró nada mi impresión inicial.
Las calles estaban vacías y las casas probablemente también, por el aspecto de los edificios, algunos en ruinas, otros llenos de grietas por todas partes. Los coches estaban sembrados por las calles, destrozados y vacíos. La única vida que había en la ciudad era la de los ácaros del polvo que la cubría.
Continué caminando, esta vez apurando el paso. Sabía perfectamente que sería mejor no detenerme, porque si lo hacía me pararía a pensar, y en estos momentos mi propia mente era mi peor enemigo.
Tenía que evitarlo a toda costa y seguir adelante con las fuerzas que me quedaban, todavía quedaba alguna esperanza. No había muertos, así que podrían haber escapado, McLeod, Diana, Ed, Cecil…no se habrían rendido y habrían intentado sacarlos a todos a salvo si esa era la única opción. Pero si lo habían hecho, ¿por qué me habían dejado allí?
Así sin darme cuenta, empecé a caer presa de mi enemigo y comencé a pensar inevitablemente. Se me pasó por la cabeza que quizá viesen que mi situación no tenía arreglo, pero pronto lo deseché, porque si pensaba eso no podía confiar en mi propia percepción de la realidad, y si asumía que había caído en la locura, habría poca diferencia de haber caído de verdad y eso no podía soportarlo. Todavía escuchaba los quejidos y los gritos que había escuchado al escapar y ahora pensándolo en frío, me aterraba. Eran víctimas de sus propias mentes, y ese era un enemigo difícil de vencer.
Me detuve por un momento y cerré los ojos, intentando desviar de mi mente esa sensación de miedo, esos escalofríos, dejar de escuchar esos horribles sonidos. No sabía la razón por la que me provocaba ese miedo irracional, quizá fuese su mirada perdida, quizá que eran totalmente impredecibles y no sabía cómo actuarían en ningún momento, y siempre confiaba en la razón para solucionar cualquier situación, pero es difícil aplicarla contra alguien que por momentos carece de ella. Quizá también fuese porque algunos eran cómo cascarones vacíos, drogados continuamente para no hacerse daño a sí mismos o a otros, pero eso me infundía más pena que miedo. Quizá era por todo eso o por otras razones que no entendía, pero si no hubiese escapado en ese momento, sin detenerme, no sé si habría podido salir.
Sentí los latidos de mi corazón rápidos, más de lo habitual. Decidí continuar adelante, pero mis pensamientos seguían ahí, bullendo por salir y que les diese una explicación, pero no podía, ni quería. No quería pensar en la idea que se me había pasado por la cabeza, y es que tenía la terrible certeza de que sólo renunciarían a llevarme con ellos si no estuviesen ahí para hacerlo, y si eso es lo que hubiese pasado de verdad, no sólo los habría perdido a todos, sino que también habría perdido la forma de traer a Sarah de vuelta.
Llegué al parque Bellamy, aunque ahora era más bien un páramo. Todas las plantas se habían marchitado, había árboles partidos decorando el suelo y una resquebrajada estatua me devolvía la mirada con su ahora único ojo. Y después…me atreví a mirar hacia la casa de Sarah, y lo que vi me hizo perder un poco más de la diminuta luz de esperanza que me quedaba. La casa estaba irreconocible, destrozada, lo poco que aún crecía en el yermo jardín lo hacía descontroladamente, y eran malas hierbas. Parecía que todo lo bueno se había ido de esta ciudad.
Me senté en un trozo del bajo muro del parque y me decidí rendirme a mis pensamientos, porque ahora mismo era la única forma de tenerlos conmigo, y los necesitaba, en especial a ella, pero los necesitaba a todos.
Vi sus caras, sonriendo, tal y cómo mi mente quería recordarlos: vi a Jan, bromeando con Diana y poniéndonos a Sarah y a mí rojos; vi a Dominic ofreciéndome su apoyo; a Silver sonriendo feliz con su gato en brazos; vi a Diana junto a Sarah, divirtiéndose juntas, siempre cuidando de ella; vi a Ed sonriendo de verdad, que después de todo lo que le había pasado tenía la oportunidad de volver a vivir; vi a McLeod, con Diana embarazada, tal como había dicho ella, juntos serían padres de un niño o una niña afortunados, felices y mayores, vivos. Pensar en todos ellos, en todo lo que han perdido hizo que las lágrimas brotasen por si solas, mezclándose con el polvo que cubría el suelo.
Por último, pensé en Sarah, la vi vulnerable, como hace unos años, cuando acababa de conocer su destino y la vi ahora, mucho más fuerte y decidida para enfrentarse a sus enemigos, pero en el fondo igual de vulnerable, igual de buena. Nos vi juntos, con todos los demás, todos mayores, Sarah jugando con la hija o el hijo de McLeod y Diana, con nuestros propios hijos.
Sentí una punzada de dolor en el corazón, no sólo había perdido a la persona que había hecho que mi vida tuviese sentido de nuevo, a todas las personas que se habían convertido en mi familia y a mi futura familia. Había perdido mi pasado, mi presente y mi futuro. Vi frente a mí la imagen de Sarah, con algunos años más y una niña rubia, con el pelo rubio y la melena cayéndole sobre los hombros descontrolada, las dos sonreían. Me quité las lágrimas que me empañaban los ojos y vi claramente a la niña, con unos ojos cómo los míos y toda la belleza de su madre. El nudo en mi garganta había ido creciendo durante todo este rato, y cuando intenté hablar, me vi incapaz. En lugar de hablar, me levanté y alcé la mano e intenté tocarlas, comprobar que estaban ahí, pero en cuanto mi mano se acercó, su imagen comenzó a desvanecerse en el aire, junto a los últimos retazos de resistencia que me quedaban.
Las piernas no me respondían y caí de rodillas en el suelo. Sentía el cuerpo adormecido, cansado, casi rogando que me dejase ir, que me abandonase y dejase de sufrir. Empezó a resultarme difícil respirar y las lágrimas eran cada vez más abundantes. Me eché hacia delante y apoyé las manos en el suelo, respirando entrecortadamente mientras veía como mis lágrimas caían al agrietado suelo. Estaba destinado a perder a las personas que más me importaban una y otra vez, siempre llevando la ruina a mí alrededor pero sobreviviendo para ver los estragos de lo que había ocurrido. Deseé por un momento no haber aparecido nunca en sus vidas y así quizá todos seguirían bien sin amenazas cerniéndose en torno a ellos. Me estaba rindiendo a todo lo que había ocurrido, porque sin ellos no podía seguir adelante, sin Sarah no era capaz de seguir viviendo. Toda mi vida se había ido con ella y ahora sólo me quedaba una cosa dentro, desesperación, ira y ansias de venganza.
Mis lágrimas de tristeza se habían vuelto ahora lágrimas de rabia por quien me los hubiese arrebatado. Me prometí esta vez, que aunque fuese lo último que hiciese no descansaría hasta hacerles pagar por lo que habían hecho.
Fue entonces cuando comprendí cuanto me había cambiado la vida con Sarah. Supe que ella no desearía verme así, malgastando mi último aliento para buscar a quien hubiese hecho esto y acabar con él. Si lo hiciese, si consiguiese sobrevivir dónde ellos no pudieron, algo bastante difícil, ¿qué me quedaría después? Nada, estaría más vacío incluso que ahora.
Me incorporé y me apoyé en el trozo de muro. Había llegado a comprenderlo, a darme cuenta de que si me rendía al mismo camino que había tomado la otra vez, lo único que conseguiría es manchar su recuerdo, y no lo permitiría. Sacaría fuerzas de mis recuerdos, de cada momento con ellos, cada risa de Sarah, cada beso, cada segundo abrazado con ella, la niña…
Con esas fuerzas viajaría hasta el mismísimo fin del mundo para encontrar la forma de traerlos de vuelta. Ed dejó un mundo atrás por estar con nosotros, no podía deshonrar ese sacrificio rindiéndome ahora. Un mundo sin Sarah no tenía sentido, ¿de qué serviría vengarla? Eso no me la devolvería.
Había mirado en el fondo de mi corazón y lo había encontrado reflejado en esta ciudad, destrozada, vacía, gris, sin vida…Compartía mi corazón y mi alma con Sarah, y esos lazos, ese amor que sentía por ella, igual que los lazos que había forjado con los demás, desafiarían a la mismísima muerte aunque tuviese que descender a los infiernos como Orfeo. Y volvería victorioso.
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Y ése ha sido Daniel ^^
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