Moondale

ENTERRADA VIVA

[b]Sarah Echolls | Ataud [/b]

sarahcarachunga

 

Oscuridad.

– ¿Tantas ganas tienes por vivir? – retumbó la voz de la muerte. – Así sea entonces. – tronó de nuevo. No tuve tiempo de responder ni de defenderme. Ni siquiera de decir perdón o de que de mi boca salieran unas últimas palabras inspiradoras o quizás, graciosas.

Me abracé a mí misma y permanecí quieta mientras la oscuridad me engullía. Me sentía como en el centro de un tornado. No podía ver más allá de la punta de mi nariz y el miedo me paralizaba, pero no sabía qué hacer. La impotencia me consumía por momentos. Recordé la noche en la que Seamus Ferguson, mi primer vigilante, me dejó sola en un bar lleno de demonios. Sola e indefensa. Salí corriendo como pude, me deshice de unos cuantos demonios a la salida y fui hasta casa. Cuando llegué a la habitación me escondí debajo de la cama, temblando de miedo como hacía cuando era pequeña. Lo que yo no sabía es que había llegado sana y salva gracias a Daniel.

Pero Daniel no estaba conmigo y tampoco podía correr a esconderme debajo de la cama. Esperé asustada hasta que por fin, mis dedos tocaron una superficie blanda. Suspiré aliviada cuando me posé encima. Cerré los ojos para disfrutar de la sensación. Me tumbé con delicadeza y noté una superficie suave, como de raso o un tejido similar, mullida y calentita. Esbocé una sonrisa de oreja a oreja y me dispuse a levantarme. Estaba segura de que estaba en mi cama. Dejé escapar una carcajada de felicidad: Había vencido a la Muerte. Volvería a besar a Daniel, abrazar a Diana, reírme con Jan, sonreír al escuchar las historias de Ed y recibir consejos (y reprimendas) de McLeod. Apoyé mis manos temblorosas en el suave raso y todavía sin abrir los ojos, para evitar que el momento dejase de ser perfecto, me impulsé para levantarme, pero no pude porque me di contra algo duro.

El corazón se me aceleró, me llevé la mano a la cabeza y abrí los ojos, pero no vi nada. Nerviosa, comencé a palpar para encontrar un interruptor, un encendedor o una vela, pero no había nada. Notaba el sudor frío cayéndome por la frente. Me arrastré y toqué con los pies una pared, fui hasta arriba y con la cabeza, toqué la otra. No me hizo falta seguir inspeccionando porque no me quedaban dudas de que estaba dentro de un ataúd.

La Muerte me había devuelto a mi cuerpo, me había dado la vida de nuevo, pero como castigo, quizás como jugarreta, me había dejado dentro del ataúd en el que me enterraron.
Notaba que la respiración empezaba a faltarme, posiblemente porque dentro de un ataúd el oxígeno es limitado, pero también por la sensación de claustrofobia. Respiraba dando grandes bocanadas, aferrándome a la poca vida que me quedaba, agotando el poco oxígeno que había, siendo consciente de que moriría de un momento a otro.

Iba a dejarme llevar, a morir sin luchar porque ya estaba cansada de los jueguecitos sádicos de la Muerte, cuando escuché chillidos, pero no eran humanos, de eso estaba segura. Esos chillidos provenían de la parte superior del ataúd, del exterior y estaban acompañados por el sonido de la madera que está siendo mordisqueada.

– [b]Ratas[/b].- Murmuré temblando de miedo. Detestaba las ratas. Me daban un miedo y un asco irracional que se mezclaba ahora con el hecho de saber que estaban rompiendo el ataúd para comerme. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No iba a dejar que me comieran las ratas, así que con rabia golpeé justo al lugar que ellas estaban rompiendo. La primera vez me hice daño porque mi cuerpo estaba debilitado, pero el dolor no era nada comparado con la idea de que me comieran esos asquerosos bichos. Golpeé un par de veces con toda la fuerza que generaciones de cazadoras me habían proporcionado y dos ratas cayeron encima de mi pecho. Grité con todas mis fuerzas y me moví para que cayeran al suelo. Las ratas se pusieron sobre dos patas, dispuestas a atacar, así que empecé a romper el ataúd a toda velocidad.

La tierra caía sobre mí, haciendo que tuviera más dificultades para respirar, también me ardía la garganta por culpa de la falta de oxígeno, pero no me rendí. Notaba cómo las ratas mordisqueaban mi camiseta en un intento de comerme, pero no podía intentar matarlas en un espacio tan pequeño, así que me concentré en seguir rompiendo la madera, tirando de ella, con la tierra cubriéndome y las astillas clavándose en mis dedos.

Para evitar concentrarme en eso, decidí pensar en Daniel. Él me daría fuerzas para conseguirlo, estaba segura.

[QUOTE][align=center][b]FLASHBACK – UNOS DÍAS ANTES [/b][/align]

Diana y mi madre se habían marchado a hacer la compra, por lo que Daniel y yo aprovechamos uno de nuestros escasos ratos de soledad para ver el último especial de David Tennant como el décimo Doctor de Doctor Who,  ya que con todo el lío de la Navidad nos había sido imposible.

– [b][i]Creo que no superaré la marcha de Ten[/b][/i]. – Comentó Daniel sin soltarme. Estábamos en el sofá, abrazados y tapados con una manta de color morado.

– [b]S-e…está…despidiendo de Rose…[/b]- Casi no me salía la voz.- [b]No se quiere ir, ¿por qué se va?[/b] – Me quejé.

– [b][i]Podía regenerarse en el mismo, o al menos con el mismo carácter.[/b][/i]- Me acarició la cara con cariño.

– [b]N-no quiero mirar…[/b]- Me tapé la cara con la manta y contuve las lágrimas.- [b]Soy patética[/b].- Suspiré destapándome.-  [b]¡¡¡NO TE VAYAS, TEN!!![/b] – Le pedí a la televisión en un acto un tanto patético.- [b]¡Noooo![/b] –Las lágrimas me caían sin que pudiera controlarlas, por lo que Daniel me abrazó con fuerza. Ten desapareció y dio paso a…otra persona.

– [b][i]Nos cambian a Ten por…¿éste?[/b][/i] – Preguntó con indignación acariciándome el pelo.

– [b]Le odio[/b].- Apagué la televisión con rabia y me sequé las lágrimas con la manga de la sudadera.- [b]Cabezón.[/b]

– [b][i]Y tanto[/i][/b]. – Admitió Daniel. – [b][i]Ven aquí anda[/i][/b]. – Posé el mando de la televisión en la mesa y fui a sus brazos.

– [b]Iré a por Charmed a ver si me animo[/b].- Me levante algo más sonriente. La perspectiva de ver Charmed  siempre me animaba.- [b]Ese en el que son superheroínas es lo bastante tonto como para que se me pase el disgusto[/b].- Sonreí mirando a Daniel que continuaba en el sofá.

– [b][i]Mmm…¿eso me incluye?[/b][/i] – Me preguntó con miedo. Daniel detestaba Charmed casi tanto como Diana.

– [b]Mmm…depende de si quieres una recompensa[/b].- Le dije sonriendo de forma coqueta y me senté sobre él que tiró la manta a la parte de atrás del sofá.

– [b][i]Me quedo[/b][/i]. – Respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

Le besé la oreja derecha  y jugueteé con su pelo, poniéndole nervioso. Daniel respiraba entrecortadamente con excitación, mientras buscaba mi cuello.  Me acerqué a su boca, le di un mordisco en el labio y susurré.- [b]Te haré pastelitos[/b].

Daniel me miró con tristeza.- [b][i]Será mejor que…te bajes…[/b][/i]- Me pidió con expresión de dolor.
– [b]¿Por?[/b]

– [b][i]Eh…cosas… [/b][/i]- Se llevó la mano a la nuca y evitó mirarme porque estaba sonrojado. Eso  que notaba bajo mis piernas no era el mando del DVD.

– [b]¡Oh! [/b]-  Me tapé la boca y empecé a reírme a carcajadas con tantas ganas que me caí de lado sobre el sofá.

Se puso un cojín encima del…bulto haciendo que me riese aún más de él, por lo que como venganza, soltó el cojín y cogió mi pie con la intención de hacerme cosquillas.

-[b] No, por favor…cosquillas no, Señor Calenturiento…[/b]- Le dije entre carcajadas moviendo los pies como una loca.

– [b][i]Oh sí, es mi venganza personal[/b][/i]. – Empezó a hacerme cosquillas y mis pies se movían como locos, con tan mala suerte de que uno de ellos se escapó en dirección al…bulto. Daniel dejó escapar un grito de dolor y se dobló sobre sí mismo.

– [b]Perdón, perdón…[/b]- Me acerqué hasta él y le di un abrazo por la espalda.- [b]Lo…lo siento…[/b]

– [b][i]No…pasa….nada….[/i][/b]-  Permanecía en la misma postura casi sin moverse.

– [b]¿Puedo hacer algo para compensarte?[/b] – Le toqué el pelo con cariño.

– [b][i]Bueno….[/b][/i] – Sonrió de medio lado con picardía.

– [b]¿El qué? [/b]- Me hice la loca.

– [b][i]Pues…no sé… [/b][/i]

– [b]No sé a qué te refieres[/b].- Jugueteé con mi pelo.

– [b][i]Te encanta hacerme rabiar…[/b][/i] – Alzó las cejas y yo asentí.

– [b]Ven aquí[/b]. – Me echó con delicadeza contra el sofá y comenzó a besarme en el cuello con pasión.

No nos dio tiempo a mucho más porque la puerta de la calle se abrió, dando paso a Diana y a mi madre cargadas de bolsas de la compra. Diana, que iba delante, encendió la luz, dejó las bolsas en el suelo y le tapó los ojos a mi madre diciendo.- [font=Cambria]Te alegrará saber, aunque no lo veas, que dentro de nueve meses serás abuela.[/font][/QUOTE]

El hueco ya era lo bastante grande, pero casi no podía respirar. Me moví, dejando a las ratas a mi espalda, tomé todo el aire que pude, como si fuera a sumergirme en el aula y me metí en el hueco que había hecho. Me rocé la cara y el cuerpo mientras salía, pero no me importó. No podía pararme para quejarme o me quedaría sin aire.

Prácticamente no podía moverme, estaba aprisionada contra kilos y kilos de tierra, pero pensar en Daniel y en mi familia me había dado fuerza. Clavé los brazos en la tierra, como si estuviera nadando y fui abriéndome paso. Me dolían los pulmones de la falta de oxígeno, pero no podía arriesgarme a intentar respirar y a ahogarme con la tierra y los gusanos que pasaban por allí.

Seguí dando brazadas, con los pulmones gritando por la falta del aire, la garganta dolorida y la cabeza en otro mundo. Me moría. Los dos metros de tierra bajo los que estaba parecían dos mil. No llegaría. Moriría atrapada entre la tierra, asfixiada, comida por los gusanos y las ratas. La Cazadora cazada.
Estiré la mano todo lo que pude y seguí quitando tierra. Me pareció ver la luz, pero no estaba segura. La estiré una vez más, ya casi estaba allí.

No podía aguantar más sin respirar, iba a dejarme ir, pero de pronto, me pareció ver la sonrisa de Daniel y tiró de mí hasta que mi mano estuvo fuera de la tierra. Después, desapareció.

Me impulsé un poco más y salí del agujero. Después, sólo recuerdo caer al suelo y ver, por fin…

Luz.

[spoiler]Daniel controlado por Dracon. El ambiente también. Lo que Sarah ve, es posiblemente, un delirio de los de estar a punto de morir, pero que el lector lo interprete como quiera.
Ojalá os guste.[/spoiler]

Comentarios

Deja una respuesta