January Allard | Subterraneo 3
Llevaba un rato encogida, intentando aguantar unas lágrimas que pujaban por salir y que me negaba a que aquellos bastardos viesen. Era cuestión de orgullo y cabezonería, y yo iba sobrada en ambas y el plato de papilla repugnante que permanecía ileso apenas un metro más allá lo demostraba. No sabía si me traería problemas, no sabía cuánto duraría sin comer, puesto que mi estómago, que no había probado alimento desde la noche anterior, comenzaba a gritar en pos de ayuda, pero no importaba: no quería comer y no lo haría, aunque me rugieran las tripas hasta que se convirtieran en la banda sonora de la escena de muerte de todos los allí encerrados. Y menos cuando me planteé que aquel alimento pudiera estar drogado. Tantas horas sin consumirlo habían propiciado un casi inapreciable cambio: estaba algo más despierta. Probablemente nadie lo hubiera notado, y menos viéndome encogida en aquella habitación, intentando guardarme para mí el pánico atroz que me recorría todo el cuerpo, pero yo sí notaba que mi mente iba un poco más rápido, que hilaba mejor las palabras o que a mi alrededor todo parecía más real.
Como lo que había sucedido fuera rato atrás, con los disparos y el General Preston descubriéndose. La noche anterior hubiera tardado en darme cuenta, hubiera procesado todo con pasmosa lentitud y finalmente me hubiera dado igual; casi no habría tenido fuerzas para analizarlo. Ahora, en cambio, en mi mente una voz se preguntaba continuamente qué significaba aquello y cómo me afectaría. [i]Tenía miedo[/i], un miedo mucho mayor que el de antes que me había congelado en el sitio, probablemente con cara de susto y con mi cerebro tratando de procesar aquello a toda velocidad.
También me di cuenta más rápido del movimiento que había afuera. Dos guardias delante de cada celda, armados hasta los dientes. También delante de la mía, como si yo tuviese oportunidad alguna de hacer nada, incluso sin armas. Me levanté inmediatamente, temerosa. No podía ser que yo fuera la siguiente, pues mi vista rápidamente captó cómo los otros también tenían guardias apostados ante el cristal. Me mataba la duda, pero aquello no duró mucho porque cuando el cristal comenzó a moverse, la voz del General Preston lo explicó todo:
-[i]No intentéis escapar. Vais a ser recolocados, si obedecéis será rápido, si no acabaréis muertos.[/i]
A lo mejor estar muertos era mejor que aquello. Se me pasó por la cabeza la idea de tratar de escapar, de rebelarme. Es más, cada célula de mi cuerpo pedía urgentemente que me rebelase, gritase e insultase a aquellos canallas hasta que me estallaran las cuerdas vocales. También lo pedían mi orgullo y cabezonería. Toda yo quería hacerlo, pero toda yo tenía un maldito instinto de supervivencia demasiado desarrollado que, quizás, lograría que viviese para siempre entre aquellas paredes, siendo torturada durante años. [i]Pinta divertido[/i], pensé irónicamente, para luego apartar todo aquello de mi mente y concentrarme en dos cosas: fingir estar tan atontada como horas atrás y observar con disimulo los rostros de aquellos que me acompañaban en el encierro.
Fui grabando las caras en mi memoria. Todos más o menos jóvenes, con apariencia saludable, alguna con pinta de tonta y otros… con pinta de conocidos. Se me frenó el corazón cuando vi a Sarah. A punto estuve de gritar su nombre, pero no tenía voz ni aire en los pulmones para pronunciarlo, así que murió silenciosamente en mis labios mientras apartaba la vista. No supe si me había visto cuando volví en mí, con el corazón acelerado y, probablemente, una notable palidez en mi cara. Esperé que nadie se hubiera dado cuenta, ni siquiera ella misma. Apenas la conocía, pero el simple hecho de haber hablado con ella unas cuantas veces hacía que ya odiase que estuviera allí más de lo que odiaba que estuviera allí cualquiera de los otros. [i]No se lo merece[/i], pensé, mientras ignoraba la voz en mi cabeza que me aseguraba que yo ni siquiera sabía si se lo merecía. Tampoco me planteé que ella estaba allí por la misma razón que yo cuando bajé los ojos, avergonzada por lo que mi propia presencia en aquellas celdas pudiera decir de mí.
Apenas miré a los demás, sólo para localizar al que había sido mi vecino de celda, John Doe, cuya identidad deduje rápidamente (al menos, supuse que era él), y para buscar a Daniel con la mirada. Si Sarah estaba allí, él también tenía que estarlo, y efectivamente, justo antes de que me metieran en mi celda, le vi por el rabillo del ojo. Apenas pude distinguirle, pero en mi estado de nerviosismo y pánico asumí que era él. Tampoco supe decir si me había visto o no, estaba demasiado ocupada con la desagradable sorpresa de encontrarles allí dentro. Lo último de lo que me di cuenta, antes de que el cristal se cerrase ante mis narices y uno de mis guardias me lanzase una mirada burlona, fue que el hombre al que acababan de torturar, el que me ayudó aquella noche y por el que ya había desarrollado una cierta simpatía, era colocado en la celda junto a la mía. Localicé rápidamente el agujero de la pared que permitía comunicarse con los vecinos y, con las piernas algo temblorosas, me acerqué allí y me dejé caer contra la pared.
Abrí la boca para decirle algo, pero sentía un nudo desagradable dentro de mí. Tenía miedo. La palabra licántropo resonaba en mi cabeza mientras las imágenes de la noche de mi ataque se reproducían en bucle sin que pudiese evitarlo y mis ojos se iban hacia la herida de mi brazo; estaba encerrada, quizás bajo tierra, por una panda de lunáticos que nos llamaba abominaciones mientras yo lo único que veía era cómo ellos torturaban a un hombre que seguramente no había hecho nada para merecerlo; y, por si fuera poco, Sarah y Daniel también estaban allí. Hubiera sido algo más fácil si todos hubieran sido desconocidos y a nadie le debiera nada, pero no, la suerte nunca había estado de mi parte. Me volví a encoger, como había hecho antes, como hacía de pequeña cuando estaba demasiado asustada para enfrentarme al mundo, y permanecí así un rato. Lo justo para recobrar fuerzas y el valor necesario para hablar dirigiéndome al agujero de la pared.
-[b]¿Hola?[/b]
Esperé que respondiera. [i]Necesitaba[/i] hablar con alguien o me volvería totalmente loca. Y [i]necesitaba[/i] respuestas, aunque dolieran.
[spoiler]Angst!cabezota!dramática!January patrocinada por Laeryn S.A. Espero que no salga bronto!post, porque esto es sólo la mitad de lo que iba a ser originalmente. En unas horas, el resto en otro post 😀 (Dracon, lo he hecho para luego no eternizarme con la otra parte ^^). Stefy, Dracon, he puesto que no sabe si S y D vieron a Jan para que tengáis más libertad. =D[/spoiler]
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