Noah Rivera | Alcantarillas, Moondale
noche
Caminamos en silencio durante lo que pareció una eternidad. Una vez más habíamos perdido a un ser querido delante de nuestras propias narices y lo único que habíamos podido hacer era correr y escondernos.
Por mi mente pasaban toda clase de argumentaciones al hecho de haberme quedado paralizado sin hacer nada. Que no sabría si mis poderes fallarían por culpa del Obelisco y quedaría también a merced de ellos, que no podía arriesgarme a perder también a Kaylee, que ya era demasiado tarde… Pero ninguna servía para nada, sabía que debía haberlo intentado, porque al menos así habría muerto haciendo lo que debía en lugar de vivir escondido como una rata.
Aunque había parte de razón. En el instante en el que vi a ese monstruo con cuerpo de mujer dirigirse hacia Amy, mi cuerpo se preparó para ponerse en marcha, pero vi frente a mí, completamente pegada a la pared, observando y temblando, a una Kaylee que solo contaría con Ezra si yo también me perdía por el camino. Debatí en mi propia mente qué era mejor, busqué entre los recuerdos de mi padre para obtener una respuesta, pero llegué demasiado tarde. Amy ya había muerto.
Ahora tenía su sangre en mis manos, al igual que la de los rezagados que hubieran quedado atrás. Por muy rápido que fuese, nunca llegaba a tiempo para salvar a los que me importaban, a los inocentes. No era lo suficientemente rápido.
Me pregunté si en otro lugar y en otro momento mi vida habría diferente, si podría existir un mundo en el que pudiera seguir lo que dictaban mi moral y mi corazón en lugar de lo que debía hacer para que tanto los demás como yo sobreviviésemos.
Quizá todo empezó con mis padres, que dieron su vida para tratar de evitar un mundo como éste, para que al final ocurriese de todas formas. Durante mucho tiempo deseé que se hubiesen ocultado con los demás, que hubiésemos sobrevivido todos juntos. Pero ellos no eran supervivientes, ellos eran Moondies, eran héroes de los que ya no quedaban. Y los perdí, igual que al resto de mis tíos, tías y sus amigos, salvo Lucy, aunque el tiempo y la enfermedad de un mundo sin medicamentos terminaron por llevársela.
El tiempo hizo mella también en nosotros, crecimos, nos adaptamos a ese mundo, y como ilusos tratamos de seguir los pasos de nuestros padres. Pero eso sólo consiguió que acabásemos como ellos.
La última vez habíamos perdido a Leo y a Elle. Habíamos ido a por suministros para el resto de refugiados de la Nave, pero nos topamos con un enjambre de drones de patrulla. No tardamos en quedar rodeados por dos escuadrones, uno de ellos el de esos gemelos. Escapamos, pero Leo, Elle y algunos de los otros quedaron atrás. En aquél entonces el Obelisco solo había fallado de manera intermitente algunas veces, pero ese día no, ese día no teníamos con qué defendernos. No pudimos salvarles.
Quizá a eso se debía mi parálisis, a que yo mismo había estado en la posición de Kaylee, viendo a Leo sujeto por el cuello por esa asesina mientras se llevaba su vida y su poder, como si ni siquiera después de muerto pudiese descansar. Pero no había excusa, nada la devolvería a la vida.
Pero todavía podía hacer algo, impedir que muriese. El mundo estaba consumido, incluso aunque el Obelisco fallase, habría que enfrentarse a todos los escuadrones para acabar con todo eso, entre ellos la asesina de Leo, Amy y Elle que ya debía tener decenas de poderes diferentes.
Miré a Kaylee, que caminaba a mi lado por la interminable alcantarilla, tiritando de frío y descalza, y le sonreí. Ezra encabezaba la comitiva en silencio. Mi corazón no albergaba esperanza de ninguna forma, pero esa era una carga que soportaría solo. Para los demás siempre intentaría estar ahí, resistir, seguir adelante. Al menos hasta encontrar la oportunidad adecuada.
Llevaba recolectando información de aquí y allá desde que había pasado lo de Leo, casi de una forma obsesiva, tratando de cambiar las cosas, de evitar lo que le había pasado y quizá de evitar por completo este mundo que nos había tocado vivir.
De todo lo que había recopilado, llegué a la conclusión de que esos monstruos de la Iniciativa habían averiguado cómo conectar a seres con poderes a máquinas que aprovechasen esos mismos poderes.
La pista definitiva fue el nombre de uno de esos potenciados, que aparecía en una de las pantallas de control de estado del suministro de agua de la parte de la ciudad habitada por humanos, Edward Teach. Mi padre lo había conocido cuando entró en el Palacio de Z haciéndose pasar por Duke Rivera, para ayudar a la tía Sarah. En cuanto asocié el nombre y el poder con la máquina empecé a trazar mi teoría.
Claramente, eso significaba que el Obelisco estaba alimentado por el poder de un meta y por desgracia creía conocer su identidad, aunque esperaba equivocarme, porque eso significaría que, en caso de llegar allí, tendría que acabar con su sufrimiento, pero no me veía capaz de hacerle eso.
Después de varias pistas sin salida y de localizar el nombre de varios potenciados enlazados a las principales máquinas de la ciudad, la pista empezó a enfriarse. Pensé que mi teoría no tendría nunca sentido, que las máquinas serían simplemente para necesidades básicas, que no les interesaba viajar atrás en el tiempo.
Entonces, tan solo dos días atrás, Kaylee me entregó la respuesta. Me habló de un sueño que había tenido, uno en el que no supo diferenciar si estaba dormida o despierta. No era capaz de describirlo del todo, pero recordaba la sensación del tiempo plegándose, retrocediendo. Eso no daba demasiadas pistas, pero también recordaba otro detalle que sí, una sala con cámaras de estasis como en la que habían tenido a mi padre durante su primer año de vida, y conectada a ellas, una enorme máquina a la que parecía estar unido un potenciado al que no conocía, hecho una maraña de carne y cables.
En los sueños somos incapaces de leer, y aun así, Kaylee volvió con un nombre, ‘Proyecto Wells‘, como el escritor de la ‘Máquina del Tiempo‘, no podía ser una coincidencia, al igual que no podía ser un sueño cualquiera, quizá ni siquiera un sueño. Al fin y al cabo, la tía Diana tenía capacidades precognitivas que Kaylee podía haber heredado.
Llevaba dudando unos días sobre si sería mi mente jugándome una mala pasada. Que podía estar tratando de encontrar una esperanza donde no la había. Demasiadas conjeturas, demasiados riesgos. Confiaba en los fallos del Obelisco, y cuando llegase allí ni siquiera estaba seguro de saber utilizar la máquina.
Pero ahora no quedaba lugar a ninguna otra opción, con la muerte de Amy, era nuestra necesidad, tenía que encontrar esa máquina y tratar de utilizarla para cambiar todo esto, para darnos un mundo mejor, uno en el que Kaylee no caminase descalza y semidesnuda entre el fango de las alcantarillas de una ciudad condenada, después de ver morir a su hermana.
Tenía que conseguirlo, tenía que ser lo suficientemente rápido.
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