Moondale

DECEPCION

Christopher McLeod | Cafeteria de la Universidad

mcderrotado
Apuré el último sorbo de café, era el séptimo del día, y no hacía mucho que habían pasado de las seis. Aún así, ya era de noche completamente, gracias al maravilloso y atrasado horario de invierno, que nos permitía disfrutar de unas cuantas horas más de amenazas sobrenaturales para ahorrar un poco de dinero a las empresas, [i]un gran acierto[/i] pensé.

Me levanté de la silla para despejarme un poco, desde que Edward se había ido, había vuelto a la investigación sobre Mason. El panel que tenía en mi despacho estaba lleno de pequeñas anotaciones que creía importantes, aunque no estaba seguro de si acabarían sirviendo para algo. Mi mesa estaba llena de libros que había sacado de la biblioteca con la esperanza de que contuviesen la más leve información sobre enfrentamientos contra Mason. Sabía que era una pérdida de tiempo, porque todos los que se habían enfrentado a él habían caído en el intento, pero albergaba la pequeña esperanza de que alguien hubiese estado cerca de acabar con él, de que alguien le hubiese repelido de alguna forma, de encontrar el más leve detalle que pudiera servir, pero de momento, no había nada.

Al menos podía consolarme pensando que una mente ocupada evitaría que me parase a pensar y a preocuparme por Diana. Cada vez que me paraba a pensar en que la había dejado, una conocida sensación me asaltaba, era difícil de describir, pero sabía que significaba, era la típica sensación que siempre aparecía cuando tenía la más mínima sospecha de que había defraudado a alguien, de que había hecho algo mal. Evidentemente, a quien más había decepcionado era a Diana, pero también me había decepcionado a mí mismo, y aunque eso llevaba haciéndolo mucho tiempo, ahora todo parecía escaparse a mi control, todo salía mal y no conseguía hacer nada para evitarlo.

En los cortos ratos en los que me levantaba de la silla y dejaba la investigación no hacía más que pensar en todo eso.

Me estiré y escuché crujir alguna articulación de la espalda, entre los ratos de estudio en mi despacho y lo poco que dormía últimamente por las noches estaba hecho polvo.

Me acerqué al dispensador de agua, llené un vaso y me lo bebí mientras caminaba alrededor de la habitación tratando de concentrarme en Mason. Por lo que sabía hasta ahora, era conocido especialmente por su falta de humanidad. Es curioso hablar de humanidad en un vampiro, pero casi todos se aferraban a emociones de su antigua vida, potenciadas en la nueva, pero Mason era distinto. En un libro del Consejo mencionaban que había matado a su creador al poco de ser convertido, arrancándole el colmillo derecho. Desde entonces siempre aparecía de vez en cuando un cadáver con un colmillo arrancado, pero de Mason poco se sabía, lo comenzaron a llamar “La Muerte a Medianoche”, porque aparecía a medianoche y caía invisible, letal y sin piedad sin importar sobre quién. También se mentaba en el libro lo ocurrido en la batalla de [URL=http://z3.invisionfree.com/Whedonverso/index.php?showtopic=306&st=0&#entry2460035]Amiens[/URL], en la que Mason había obrado una carnicería. Y luego estaba el detalle del antepasado de Daniel: antaño un aesir y una bruja habían obtenido la Piedra de Deorc, un artefacto capaz de absorber la oscuridad y manipularla, obteniendo un poder enorme. Para que no cayese en malas manos la dividieron en dos partes, la bruja se llevó consigo toda la oscuridad que había absorbido y el aesir, un Arkkan, custodió el amuleto. De él pasó a su descendiente, y así hasta que Mason dio con uno de ellos y lo mató para obtener lo. Después, siguió su camino en busca de la bruja. Tragué saliva y seguí recordando. Ese no fue el único Arkkan que cayó a manos de Mason, varios intentaron recuperar el amuleto de las manos de ese monstruo y acabaron muertos, después de ver como mataban a sus hijos y a sus mujeres.

Daniel sabía todo eso de sobra, porque de aquella época sólo sobrevivió un Arkkan, antepasado directo de Daniel. Por eso me preocupaba que siguiese investigando sobre Mason, la venganza es peligrosa, y Daniel parecía que por fin estaba dejando atrás el odio y comenzando a vivir, no era el mejor momento para añadirle otro enemigo jurado de los aesir en su punto de mira, bastantes problemas tenía ya con el Kurgan.

Por si Mason no fuera lo suficientemente poderoso como vampiro común, con la Piedra de Deorc alcanzó muchísimo más poder, y se convirtió en otro tipo de vampiro, un vampiro que se alimentaba de oscuridad, había dejado de beber sangre, ya que ahora la oscuridad sustentaba todo su ser. Pero por las leves reseñas que hay en la historia desde entonces, parece ser que siempre ansió toda esa oscuridad que el amuleto había cosechado desde su creación. No había duda de que Mason planeaba algo en Moondale, porque no era común que se mostrase tanto, fuese lo que fuese, no parecía estar muy lejos de conseguirlo.
Según una llamada del Consejo unos días atrás, el verano pasado detectaron un foco de energía extinguirse en alguna parte de Inglaterra y enviaron un equipo a la zona para buscar el punto concreto. Hace un poco más de una semana encontraron el lugar, y dieron con un sótano en el que la bruja había vivido durante siglos. Con la información que pudieron rescatar supieron quién era, por la devastación que había sufrido la casa que estaba colocada encima, y la erradicación total de todos los que vivían en ella, solo podía ser Mason. Eso podía significar que ya tenía todo el poder ancestral del amuleto en sus manos, poniendo las cosas más difíciles.

Tiré el vaso de plástico a la papelera y, cuando me disponía a volver a la silla e investigar, alguien llamó a la puerta.

– [b]Pasa[/b]. – dije. La puerta se abrió y pude ver a Daniel apareciendo por ella.

– [b][i]Sabía que estarías aquí.[/b][/i] – señaló. – [b][i]Deberías descansar un poco, cansado no conseguirás pensar con claridad.[/b][/i] – ya era el tercero, junto a Diana y Edward que se preocupaba por mí estos días, y eso que Sarah todavía no me había visto. Debía tener muy mal aspecto.

– [b]Creo recordar que antes éramos como hermanos, pero el pequeño eras tú.[/b] – respondí.

– [b][i]Las cosas cambian, salvo la comida de los domingos de tu madre.[/b][/i] – ambos nos reímos. Mi madre era famosa por su lasaña de los domingos, lloviese o nevase, incluso si íbamos de visita a algún sitio, la lasaña de los domingos era sagrada. – [b][i]¿Aún la sigue haciendo?[/b][/i] – añadió Daniel

– [b]No lo dudes, siempre que la llamo me pregunta si me envía un tupper. Aún no sé como tendría pensado hacérmelo llegar.[/b] – respondí y ambos sonreímos. Mi madre era la típica madre en muchos sentidos: siempre me decía que me pusiese un jersey cuando hacia algo de frío para que no me resfriase, que no saliese de casa sin dinero por si me pasaba algo, que había comido poco o que si me preparaba algo más por si me había quedado con hambre. Aunque a estas alturas ya estaba entrenándose para abuela, la última vez que fui a visitarla me echó tres cucharadas más de comida después de decir que ya no me echase más y me había preguntado que cuando le daría un nieto. – [b]Siempre me pregunta por ti, deberías llamarla.[/b] – añadí.

– [b][i]Ya…es sólo que…[/b][/i] – respondió Daniel. Ya conocía de sobra las frases sin terminar de Daniel, esta significaba que no se atrevía.

– [b]Tampoco pasó nada del otro mundo, eras joven y, aunque no te movía nada bueno, entendemos que te fueses. Pero deberías haberla llamado. Sabes que eres como un hijo para ella.[/b] – los padres de Daniel murieron protegiéndole, ganándole tiempo a mi padre para que se llevase a Daniel a salvo. Desde esa noche vivió con nosotros, pero siempre tuvo la venganza bien arraigada, y cuando un miembro del Consejo vino a avisar a mi padre respecto a un ataque del Kurgan en Los Ángeles, Daniel no pudo resistirlo y vino a Norteamérica en su busca. Desde entonces no supimos nada de él, hasta que me lo encontré en Nueva York por pura suerte y desde entonces procuré no perder el contacto y así al menos evitar que se cegase con la venganza.

– [b][i]Lo sé, lo sé, pero…no estoy demasiado orgulloso de esa época, tenía tanta…ira, tanto odio que no me paré a pensar en el daño que podía estar haciendo a los demás. Siento las preocupaciones que os di todo ese tiempo.[/b][/i] – pese a que hacía mucho que lo conocía, Daniel nunca había sido precisamente transparente, pero desde hacía un tiempo, concretamente al poco de conocer a Sarah, había cambiado, parecía haber encontrado algo por lo que vivir. Incluso se estaba volviendo más abierto.

– [b]Hazme caso, llámala.[/b] – me mantuve firme en mi postura.

– [b][i]Está bien, está bien. Mañana la llamaré, ahora tengo cosas que hacer. Me he pasado a saludarte y hacer tiempo.[/b][/i] – respondió.

– [b]¿Hacer tiempo para qué?[/b] – pregunté ligeramente intrigado. Tenía que aprovechar ahora que Daniel parecía estar perdiendo un poco la vergüenza.

– [b][i]Tengo una…ehm cita, con Sarah.[/b][/i] – admitió. Pude ver como se sonrojaba ligeramente. No pude evitar sonreír.

– [b]Vaya, si que han cambiado las cosas.[/b] – respondí. La verdad es que me alegraba ver a Daniel así, al menos tenía una alegría en este día horrible. – [b]No perviertas a mi Cazadora.[/b] – bromeé.

– [b][i]Sí, señor McLeod, la traeré a casa a las diez, iremos al cine y compraré seis asientos para dejar cuatro de hueco entre nosotros.[/b][/i] – bromeó Daniel haciendo el saludo del ejército. – [b][i]Volviendo a lo de antes, ve a casa y descansa Mac.[/b][/i] – aconsejó Daniel ya un poco más serio.

– [b]Estoy bien, de verdad, no te preocupes por mí y ve a pasarlo bien.[/b] – hice una pausa y añadí. – [b]Sólo estoy investigando un poco.[/b]

– [b][i]Obsesionándote más bien.[/b][/i] – respondió. – [b][i]Encontraremos una forma de acabar con Mason, pero para eso te necesitamos al cien por cien.[/b][/i]

– [b]Está bien, está bien. Si no te importa acercarme a casa me iré contigo cuando te vayas, me dejé el coche en casa y he venido caminando.[/b] – tenía que admitir que necesitaba descansar. Aunque mi casa estaría tan vacía como siempre.

– [b][i]¿Tú caminando hasta aquí? Si tu padre siempre decía que el día más feliz de tu vida siempre sería en el que te sacaste el carnet. Aquí hay algo raro.[/b][/i] – parecía que Daniel me conocía tan bien como yo a él. Mi padre siempre solía bromear con lo mismo, porque me encantaba conducir ya desde pequeño. Solía ir seguido de la historia de cómo con quince años me escapé una noche para salir con las llaves de su viejo Chevrolet. Fue una gran noche, pero me quedé un mes sin salir. No era de extrañar que Daniel viese algo raro en que viniese caminando, pero es que ni siquiera me apetecía conducir, tan sólo no quedarme quieto, ni pensar.

– [b]Necesitaba despejarme, eso es todo.[/b] – respondí sin dar más detalles.

– [b][i]Te conozco Mac, te pasa algo.[/b][/i] – preguntó. No sabía cómo esquivar el tema.

– [b]No es nada, no te preocupes. Será mejor que nos vayamos ya para que no llegues tarde.[/b] – dije cogiendo mis cosas y forzándolo a salir.

Conseguí llegar hasta el coche evitando más preguntas y nos subimos, pero a Daniel pareció extrañarle que no presionase para conducir su coche, Daniel sabía que teníamos el mismo gusto en coches, y ese era una maravilla. Después de un rato sin hablar, Daniel rompió el silencio, una situación bastante inusual.

– [b][i]Tengo que hablar con Sarah acerca de Diana, lo está pasando mal.[/b][/i] – dijo con la vista fija en la carretera.

– [b]¿Mal en qué sentido? ¿Cuándo has hablado con ella?[/b] – no pude evitar preguntar en un tono bastante preocupado, pero me di cuenta enseguida de que había mordido el anzuelo de Daniel, que había esbozado una sonrisa.

– [b][i]Vamos, suéltalo, ¿qué ha pasado con Diana? – preguntó.

– [b]Tuvimos algo…esta mañana.[/b] – admití, ya era inútil prolongarlo más. – [b]Pero no podía seguir adelante.[/b]

Daniel suspiró. – [b][i]Mac, tienes que superarlo, tú no llevaste a esa chica a rastras, ella te siguió porque quiso, no eres culpable de nada.[/b][/i]

– [b]No puedo verlo como tú. [/b] – argumenté. – [b]Pero no es sólo eso, ya sabes lo que opino respecto a Sarah. No voy a arriesgarme a perder a Diana.[/b]

– [b][i]Irían a por Sarah por mucho que se escondiese. Lo mejor que podía hacer es aprender a defenderse por sí misma.[/b][/i] – respondió. – [b][i]Además, no la infravalores, está destinada a salvar al mundo, y la veo perfectamente capaz de ello.[/b][/i]

– [b]Sabes de sobra que no la infravaloro, pero merece una buena vida, no una llena de peligros.[/b] – hice una pausa y añadí. – [b]¿Y qué me dices de Diana? Si estuviese conmigo no podría convencerla de que no me acompañase cuando hubiese algún peligro, y sabes cómo podría acabar.[/b]

– [b][i]Diana puede defenderse perfectamente, además, no está sola. Si hubiese algún peligro estaríamos juntos. [/b][/i] hizo una pausa y añadió. – [b][i]Lo que tienes es miedo de perderla, pero ¿crees que yo no tengo miedo de perder a Sarah?[/b][/i] – dijo girando la cabeza un momento para mirarme. – [b][i]Nunca he tenido un miedo así, y en la Iniciativa pensé que se haría realidad, pero no puedes rendirte a él, no puedes vivir con miedo.[/b][/i] – Daniel había dado en el clavo, el miedo se estaba apoderando de mí, y no sabía qué hacer contra él.

Me quedé en silencio, reflexionando, hasta que un par de minutos después llegamos a mi casa y Daniel detuvo el coche. Me bajé, cogí mis cosas y miré a Daniel.

– [b]Tienes razón en muchas cosas, pero…con todo lo que está pasando, será mejor que primero afrontemos eso y después afrontaré lo demás.[/b] – cerré la puerta y di la vuelta al coche, me acerqué a la ventanilla de Daniel y añadí. – [b]Pero lo pensaré.[/b]

– [b][i]Eso espero. Cuídate Mac.[/b][/i] – dijo como despedida. Asentí con la cabeza y me di la vuelta en dirección a mi casa. Cuando cerré la puerta escuché el coche de Daniel irse. Dejé mis cosas encima de la mesa del comedor y me senté en el sofá, abatido. Por mucho que hablase del tema, por mucho que me dijesen, tenía demasiados frentes abiertos en mi cabeza y no conseguía cerrar ninguno. Pero por si lo de Diana, lo de Sarah y lo de la Iniciativa fuese poco, lo de Mason era una cuenta atrás. Casi podía escuchar el tic tac del reloj.

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Brontopost en el que no sé cómo no me volví loco manejando a los dos con puntos de vista distintos y además los recuerdos de McLeod y la info de Mason.
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