[align=center][i]“Siempre que me siento pesimista por como está el mundo, pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así, a mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos…
Cuando los aviones se estrellaron contra las torres gemelas, que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza, todas fueron mensajes de amor.
Porque si lo buscáis, tengo la extraña sensación de que descubriréis, que en realidad, el amor está en todas partes.”[/i]
[b]Love Actually, 2003[/b][/align]
[align=center][font=Calibri][SIZE=7]January[/SIZE][/font]
El problema conmigo y las sorpresas era que me gustaban demasiado y la ilusión de saber que estaba entreteniendo a alguien que en un rato tendría una sonrisa de oreja a oreja (y en el caso de Daniel probablemente un tono Coca-Cola estupendo) hacía que se me notara demasiado. Aquel día, sin embargo, había sido capaz de aguantarme. Era la fiesta de Sarah, y la había montado con demasiada ilusión para que mi incontinencia verbal lo estropeara. Tal vez por eso para cuando la puerta aún se estaba abriendo yo ya tenía un tic en la cara de tanto aguantarme la sonrisa (y esperaba que nadie lo notara).
En el momento en el que se abrió del todo y las luces se encendieron, sin embargo, pude dar rienda suelta a mi alegría, aplaudiendo con los demás mientras una canción vagamente conocida sonaba de fondo. No me paré a mirar la pancarta; en su lugar fijé mi vista en Daniel, que aplaudía en dirección a Diana, como si aquello no fuera con él. Sacudiendo levemente la cabeza, di unos golpecitos en su hombro y le señalé la pancarta con una sonrisa; estaba deseando ver su reacción.
Claro que no contaba con que, acto seguido, fuera Diana la que me señalase la pancarta a mí. Girándome antes de pensar en ello, vi que Daniel y Diana no eran los únicos que la pancarta mencionaba. En mi cabeza, incluso reproduje el sonido de mi mandíbula cayéndose al suelo. En la realidad, probablemente mi boca estaba lo suficientemente abierta para convertirse en un agujero negro en cualquier momento. [i]Eso[/i] no me lo había esperado. Ni siquiera pensaba que Sarah supiese cuando era mi cumpleaños y, por circunstancias que ya todos conocíamos, ni yo me había acordado de que me había hecho un año más vieja.
Tragué saliva, intentando evitar que se me escapase una lagrimita. Puede que yo no fuera mucho de llorar en público, pero no todos los días a una le hacen una fiesta sorpresa –compartida o no-. Y que fuera Sarah la que había pensado en celebrar mi cumpleaños junto al de [i]su hermana y su novio[/i], ni más ni menos, significaba más todavía. Bajé la mirada para fijarla en Sarah, que se acercaba hacia nosotros con una sonrisa, y sin pensarlo –no que mi cerebro hubiera pensado de otra forma-, eché a correr hacia ella, dándole el achuchón del siglo con toda la fuerza que tenía y un poco más.
Y así, abrazada a ella y con la voz un poco rota, murmuré: -[b]¡Sepa usted que la odio, señorita Echolls![/b]
-[b][i]Y yo a ti, ya lo sabes[/b][/i] –contestó ella, riéndose también.
[align=center][font=Calibri][SIZE=7]Diana[/SIZE][/font]
Después de todo lo que había pasado lo que menos me esperaba era que aquel día (trece de diciembre, es decir, mi cumpleaños), alguien fuera a celebrarme una fiesta sorpresa. Y mucho menos, si la anfitriona era Sarah. Porque sí, en ésta, en la otra y en todas las realidades, Sarah era lo que más quería y daría cualquier cosa por ella, pero al parecer no era mutuo y me veía como un ser horrible con bastantes problemas para controlar su narcisismo.
Supongo que por eso mi sorpresa fue mayúscula e incluso me tapé la cara para evitar que la mandíbula se me cayera al suelo, al ver a todos allí – y cuando digo todos me refiero a todo el mundo literalmente, desde Silver y Ann hasta Ben pasando por Edward y Dominic- gritando sorpresa, con enormes sonrisas, Nickelback de fondo y ni rastro de las secuelas de la Iniciativa. Sarah estaba en el centro, preciosa y sonriente. Sentí una punzada de envidia en mi corazón porque ella siempre sería la mejor persona de las dos. Era un poco como Dumbledore, veía el lado bueno y se le olvidaba todo lo demás, por muy desagradable que fuera.
Aún con las manos tapándome la boca y con el nudo más grande que había tenido nunca en la garganta, eché un vistazo rápido a la habitación y vi a McLeod tan…tan como era él provocando que ese corazón que antes había sentido una punzada de envidia quisiera salirse de mi pecho. Durante un segundo deseé estar en una comedia romántica de las de Julia Roberts en las que de pronto la música se para y él va hasta la chica, se dan un beso y todos aplauden – también pueden bailar y cantar, pero esto es opcional y sólo ocurre en los musicales-. Pero esto era la vida real y él se quedó donde estaba porque era mi profesor, además del vigilante de mi hermana y no quería estar conmigo para no hacerme daño. Barajé la posibilidad de enviarle mi corazón por fascículos para que viera cuán hecho polvo estaba, pero deseché la idea porque seguramente a Los Grandes Poderes no les haría mucha gracia que destrozase este cuerpo serrano que me habían regalado sólo por no ser la Bruja Mala del Oeste.
Me obligué a sonreír y a quitarme la mano de la cara para que no confirmasen que era lerda y no pude reprimir una sonora carcajada al ver la cara de Daniel a unos pasos de mí después de descubrir que la fiesta también era para él. Al ver a Jan riéndose tuve que decirle que se girase para darse cuenta de que éramos tres los homenajeados.
Jan miró el cartel como si no terminase de creérselo y fue a por Sarah con la que se fundió en un abrazo al que me uní a los pocos segundos. Me aferré a la espalda de mi hermana con fuerza y noté cómo unas lágrimas rebeldes se saltaron el control que tenía en mis ojos en dirección a mi mejilla. Pero por una vez y sin que sirviera de precedente, eran de felicidad.
[align=center][font=Calibri][SIZE=7]Daniel[/SIZE][/font]
Cuando la puerta empezó a abrirse, me preparé para colocarme frente a January y Diana y gritar sorpresa como los demás. Hasta este punto la sorpresa estaba yendo tal y como lo habíamos planeado y deseaba ver las caras que pondrían Diana y Jan.
Así que justo cuando la puerta se había abierto del todo, adelanté a Diana y me coloqué frente a ella sin taparle la vista del interior de la casa, mientras la luz dentro se encendía y todos coreamos un ¡Sorpresa! Aunque fue una sorpresa en más de un sentido. January, sin saber que la sorpresa también era para ella, se había colocado también delante de Diana aplaudiendo como los demás.
Al menos así lo pensé en ese momento, hasta que Jan me hizo una seña para que mirase una pancarta que Sarah había hecho. Cuando vi mi nombre en ella, además del de Diana y Jan no supe ni siquiera como actuar. No me esperaba que me celebrasen una fiesta por mi cumpleaños, es más, no me lo habría imaginado de ninguna forma.
Hacía ya algunos años en los que mi cumpleaños consistía en llamadas de McLeod, sus padres y sus hermanos felicitándome y diciéndome que volviese para celebrarlo juntos, ya casi había olvidado lo que era celebrarlo con más gente, en familia. Y con esto…la verdad es que me habían sorprendido. Desde Sarah, que estaba frente a todos los demás, que lo había tramado todo para que no me enterase, que se había esforzado sola para que los tres tuviésemos una fiesta de cumpleaños que disfrutar, pasando por todos los demás que pude alcanzar a distinguir dentro.
La madre de Sarah con un vestido de fiesta y taconazos; igual que Ann, la chica que escapó con nosotros de la Iniciativa; y Jamie; Dominic también estaba; y Edward estaba de pie sonriendo; y Silver, mi vecina de celda, también vestida de fiesta; en un lado me pareció distinguir a Benjamin, pero seguro que había sido mi imaginación; y Alexander Fenris estaba allí también con una sonrisa de oreja a oreja. Después vi a Cecil y a Liad y me alegré enormemente de que hubiesen podido venir al final, había conseguido reunirlos a todos. Y por supuesto, delante de ellos estaba Sarah vestida de fiesta, estaba preciosa. Entre eso y la ilusión que tenía, no supe que hacer.
Durante ese rato debieron pensar que me había dado algo, pero es que ni siquiera sabía cómo reaccionar, por un lado estaba la parte de mi personalidad que no llevaba bien el centro de atención, pero por encima de eso, estaba creciendo una alegría que no pude contener, esbozando una enorme sonrisa.
Miré a Diana y a Jan, que gracias a Diana ya se había enterado de que la fiesta también era para ella. Las dos parecían muy emocionadas, y Jan en un arranque de emoción corrió a abrazar a Sarah, que venía hacia nosotros
-[i]¡Sepa usted que la odio, señorita Echolls![/i] – dijo Jan.
– [b][i] Y yo a ti, ya lo sabes[/i][/b] – respondió Sarah riendo. Sin dejarle tiempo de decir mucho más, Diana se unió al abrazo. No pude evitar volver a sonreír ampliamente, Diana lo había pasado muy mal, y ver la ilusión que le estaba haciendo, que les estaba haciendo a las tres en realidad, me emocionó.
Diana y Jan se apartaron ligeramente de Sarah y me dirigieron una mirada, con la que comprendí perfectamente que me estaban dejando “el camino libre”, para acercarme a Sarah. Así que así lo hice, me acerqué a ella, le coloqué la mano derecha suavemente detrás de la cabeza y la besé de una forma que parecía que todas mis emociones estaban pasando de mí hasta ella. Después me aparté un poco y le dije: – [b]Eres increíble.[/b] – y la abracé. Luego miré a Diana y a Jan y les hice un gesto para que se unieran. Así que los cuatro nos dimos un abrazo grupal con Sarah en el centro rodeada completamente.
Al cabo de un par de minutos nos separamos para evitar que la pobre Sarah se nos asfixiase y entramos a la fiesta, saludando y siendo saludados por todos.
La fiesta acababa de empezar y aún nos quedaba un día muy emocionante por delante. Ese día quedaría en nuestra memoria para siempre, al igual que muchos otros que estaban por venir.
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