Moondale

PERDIDO EN MI PROPIA MENTE

[align=center][b][font=Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Daniel Arkkan | Institución Mental Thornhill[/SIZE][/color][/b][/font]

manicomio

– [b][i]Venía a preguntarte si estabas mejor, pero parece ser que no.[/b][/i] – dijo el hombre con gafas. – [b][i]Sólo queremos ayudarte, ella no querría verte así. No puedes culparte por lo que le pasó.[/b][/i] – aquellas palabras me golpearon con más fuerza de la que podía resistir. Si el guardia no me hubiese estado sujetando, me habría caído al suelo. No podía ser Sarah, no podía haberla perdido a ella también, algo estaba mal. Esto no podía ser real.

Tuve que recurrir a las fuerzas que me quedaban para atreverme a preguntar, aunque parte de mí deseaba no saber la respuesta. – [b]¿De qué estás hablando? ¿Por qué estoy aquí?[/b] – él se acercó con un aparato con luz y me levantó ambos párpados. Yo intenté sacudirme para librarme de él pero el guardia me tenía inmovilizado. Debían estar drogándome con algo para que ese guardia pudiese conmigo.

– [b][i]Parece que vuelves a estar algo lúcido.[/b][/i] – explicó. – [b][i]No sé si revivirlo cada vez que te mejores será una buena forma de curarte.[/b][/i] – continuó el hombre con gafas. – [b][i]Pero supongo que podemos intentarlo una vez más.[/b][/i] – añadió. Yo traté de mantenerme calmado para que terminase de hablar, después tendría que pensar cómo salir de aquí y arreglar todo esto. Mi apariencia calmada debió funcionar porque le hizo una seña al guardia para que me desabrochase la camisa. No sabría como describir la capacidad para volver a controlar tus brazos. – [b][i]Verás Daniel, esto es la Institución Mental Thornhill, llevas con nosotros algo más de tres meses.[/b][/i] – noté como una mano me temblaba y tenía un leve tic en un ojo, pero le dejé continuar. – [b][i]Te trajeron aquí cuando tu novia…sufrió un desafortunado accidente.[/b][/i] – sentí algo en mi garganta que apenas dejaba pasar el aire. Intenté hablar, pero no conseguía emitir ningún sonido, ésa presión continuaba ahí, asfixiándome. Sentí como la respiración se me aceleraba, me llevé las manos a la frente y cerré los ojos esperando que al abrirlos todo volviese a ser como antes, pero no fue así. Entonces las lágrimas empezaron a caer, intenté controlarme, intenté parar, pero no lo conseguía, era cómo si algo dentro de mí se hubiese roto y nada pudiese consolarme. – [b][i]Tranquilo Daniel, te ayudaremos a superarlo.[/b][/i] – escuché la voz del hombre con gafas cerca. Levanté un poco la mirada y le vi meter la mano en su bolsillo y sacar una pequeña cajita. La abrió y me llegó el insoportable (para mí) olor del queso, casi tuve que taparme la nariz. El hombre sacó lo que parecía un pequeño trozo de ese oloroso y fuerte queso de la cajita. – [b][i]Ten, debes tomarte las pastillas. Te harán sentirte mejor.[/b][/i] – explicó acercándome una. No pude evitar apartar la cara.

– [b]Si me las tomo, ¿podré salir de aquí?[/b] – pregunté. No iba a darme por vencido con Sarah, recorrería todo el mundo y haría lo que fuese necesario para traerla de vuelta. Además, aún quedaba la opción de que todo esto fuese una elaborada trampa.

– [b][i]¿Salir? No, lo siento, nunca podrás salir de aquí.[/b][/i] – explicó. Me pareció distinguir una leve sonrisa en sus labios. – [b][i]Ahora tómate la pastilla.[/b][/i] – me puse en pie lentamente, con la cabeza gacha. Simulé que me costaba levantarme y el truco pareció surtir efecto porque al guardia no le dio tiempo a reaccionar cuando le di una patada en el lateral de la rodilla y luego un codazo en la lado izquierdo del cuello, haciendo que cayese al suelo sujetándose la rodilla. Después cogí al hombrecillo de las gafas por el cuello contra la pared.

– [b]¿Dónde está Sarah? ¿Dónde están los demás?[/b] – pregunté. Si era una trampa iba a desenmascararla, sino, haría lo que fuese necesario y la traería de vuelta.

– [b][i]Es…tá muerta. Lo…lo siento.[/b][/i] – habló entrecortadamente. Le apreté más el cuello. – [b][i]No sé…quien…son los…demás. S-solo…tengo la l-lista…de…tus visitantes.[/b][/i] – respondió señalando una carpeta en el suelo. Lo solté y le di un golpe en la base del cuello para dejarlo inconsciente. Justo en ese momento el enfermero de fuera vio lo que había pasado y entró. Se lanzó contra mí con una porra de mano, pero lo esquivé y le hice caer, una vez que estuvo en el suelo le golpeé con fuerza para noquearlo. Recogí la libreta del suelo y vi mi nombre y algunos datos referentes a mi “condición” y mi tratamiento.

Pasé la página y llegué a la de visitantes. En ella había una lista de las personas que me habían visitado alguna vez, y en algunas había observaciones anotadas. McLeod era una de las primeras, pero la fecha no era de las más recientes, en sus observaciones estaba escrito a mano “Trastorno por consumo de alcohol”. No podía creer que McLeod hubiera caído en eso, pero si lo había hecho de verdad, eso sólo complicaba más las cosas y hacía que el nudo en mi garganta creciese aún más, si era verdad lo de Sarah…si McLeod había caído en la bebida por lo que le pasó. Sin ni siquiera darme cuenta me encontré de rodillas sobre el suelo de la celda, llorando de nuevo sin poder controlarlo. Me levanté de nuevo y busqué una pequeña esperanza para salvarla, desde luego esa esperanza no estaba aquí dentro, así que tenía que salir. Eché un breve vistazo más a la lista: Ed no aparecía por ninguna parte; Diana era una de las primeras, pero después no volvía a aparecer en la lista; vi el nombre de Cecil, con la nota al lado de que dejaba Moondale; también aparecía varias veces el nombre de la madre de Sarah y el de algunos otros conocidos. Hacía un mes que las visitas se habían detenido.

Cogí las porras de los dos guardias y me cambié la ropa con el guardia, no serviría para mucho porque algunos me reconocerían, pero quizá me resultase útil.
Salí de la celda y vi un largo pasillo vacío, silencioso excepto por los ocasionales ruidos de todo tipo que salían de las celdas, algunos helaban la sangre. Mientras caminaba por el pasillo, vi a algunos de los que estaban dentro, con muecas extrañas, lanzándose contra la puerta o gritando que eran aesir. Continué caminando y llegué a una pequeña puerta tras la que había una especie de sala común, había un par de guardias y estaba lleno de personas en camisones blancos, algunos con camisas de fuerza. Giré el pomo y entré.

Caminé unos pasos intentando que no se fijase en mí, pero un chico joven y escuálido que estaba pintando se fijó en mí y comenzó a chillar con todas sus fuerzas, al chillido se le unieron otros y mientras un enfermero iba a calmarlos, un guardia se fijó en mí, y al no reconocerme se acercó con cautela, con la porra bien sujeta en una mano. Cuando estuvo lo suficientemente cerca saqué las dos que había robado y le golpeé en la cara y en las rodillas, asegurándome de que no se levantase en un rato. Los chillidos fueron a más, eran desgarradores, pero con la confusión conseguí salir de la sala corriendo.

Después de un rato corriendo me detuve de golpe al ver que estaba al lado de la oficina de vigilancia de los guardias. Me agaché y traté de pasar por debajo del mostrador sin que me viese.

Me detuve un par de veces, temiendo hacer ruido, hasta que el guardia que había allí bostezo y escuché como pulsaba un botón y la radio se encendía. Entonces reconocí la [URL=http://www.youtube.com/watch?v=bUwLlwO-ZR8&feature=related]música[/URL]. Esa canción me había puesto los pelos de punta desde pequeño, había algo sumamente triste y desgarrador en ella, parecía sacada del mismo purgatorio. En ese momento me recordó que podía haber perdido a Sarah para siempre, que sin ella estaría solo y triste, lo mismo que la canción me evocaba y aunque resulte extraño, eso me dio fuerzas para seguir adelante, para salir de ahí y buscar la forma de volver con ella, incluso si eso requería perderme en el camino.

Avancé sin que el guardia se diese cuenta, salí por la puerta y eché a correr por la senda que conducía a la ciudad.

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Espero que os guste, todos controlados por mí y la música, bueno la música tiene “algo”[/spoiler]

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