[align=center][SIZE=6][font=Book Antiqua][b]Diarios de destino. Parte II[/b][/SIZE][/font][/align]
[align=center][SIZE=4][font=Book Antiqua][b]Cecil y Liad[/b][/SIZE][/font]
Tanto Liad como yo nos quedamos de pie, enfrente de ellos tres. Sonreí con amplitud, mirando al rubiales de forma un tanto maliciosa, tratándole como si fuera mi cómplice en todo aquello. Y claro que lo era, o al menos, en gran medida.
– [b]Mmm… Veamos.[/b] – dije mientras continuaba sonriendo y me frotaba las manos. – [b]¿A quién le haremos sufrir primero, pequeño rubiales? [/b]
– [b]Primero, no soy pequeño, me falta nada para alcanzarte a tú altura. [/b]. – dijo Liad, mirándome serio, gesticulando con las manos al explicar la diferencia que ambos teníamos. -[b]Y creo que es mejor que empecemos por el mini y después por el XL, ¿no? [/b]
– [b]Sí, me parece bien. [/b] – contesté mientras cogíamos un paquetito pequeño. Nos acercamos a la [i]best friend[/i] de Sarah, Jan, siendo la primera en caer en nuestras redes. Ella lo abrió con bastante felicidad, mostrando al resto un pequeño colgante plateado con una lágrima de cristal. – [b]No es un simple colgante, le he aplicado un hechizo, aunque tranquila, no es fácilmente detectable.[/b] – explicación, pausa para respirar también.- [b]Espero que ese regalo te sirva de guía y apoyo cuando tengas miedo o no sepas qué hacer.[/b] – sonreí levemente, un tanto azorado por aquella frase tan poética de libro fantástico. Ella lo contempló una vez más, sonriendo. Después se acercó a abrazarnos con fuerza.
– [i]Gracias, es precioso.[/i]
– [b]De nada enana. [/b] – abrazándola, sonreí. Miré al lugar donde estaba Sarah, para luego decirla. -[b]Sarah, ven aquí, que sé que lo estás deseando. Aunque no nos mates, ¿eh?[/b] – ella contestó moviendo la mano, como si aquello que acababa de decir no fuera cierto. Aunque después, sonriendo cual niña pequeña (en serio, que no se ponga nunca dos coletas, que le faltará solo la faldita) y se acercó hacia nosotros para abrazarnos también.
– [i]Me encantan los abrazos.[/i] – admitió ella, todavía sin soltarnos.
– [b]Lo sabemos, lo sabemos…[/b] – contesté, sin poder evitar reírme en aquel momento.
Una vez que nos separamos, regresamos a nuestro sitio inicial, preparando la siguiente ronda. De forma automática, sin tener que decir mucho, Liad y yo miramos a la “big sister” de Sarah.
– [b]Esperemos que te guste. Lo hemos hecho con todo nuestro amor y maldad. [/b] – le dije mientras sonreía y le entregaba una gran caja envuelta por papel de regalo morado.
– [b]Sobretodo maldad, te morirás por encontrar lo que realmente te interesa. [/b] – añadió Liad sin dejar de sonreír, cual niño pequeño en su salsa.
Diana sonrió, después de agradecernos nuestra pequeña… ¿maldición?, comenzó a rebuscar, una vez que quitó el papel, dentro de la caja como si realmente la vida le fuera en ello. Estaba bastante emocionada, sobre todo cuando encontraba algo, por pequeño que fuese. Dentro, tanto Liad como yo, habíamos metido bastantes golosinas, ya que suponíamos que podrían gustarla. Además de eso, le regalamos una bota con la punta reforzada (le pega lanzar patadas, al menos eso piensa Liad) y la alfombrilla de un juego de baile. Claro, también escondimos de forma disimulada una felicitación. Y como toque extra, todo eso se encontraba mezclado dentro de la caja, oculto por papeles de periódico roto, para complicarle la existencia más. Una vez que terminó, al igual que con todo aquel proceso de búsqueda, captura y exterminio de regalos, nos miró:
– [i]Muchas gracias chicos, es… vaya… no sé qué decir.[/i]- dijo bastante emocionada. Nos abrazó a ambos con fuerza. Noté cómo Liad le decía algo, aunque entre todo aquello pude percibir, aunque seguramente sería alguno de sus comentarios que consiguen llegar a las personas. Como respuesta, ella le cogió el moflete en plan cariñoso. Después de eso, carraspeé para terminar nuestra ronda.
– [b]Y finalmente, el último pero no menos importante.[/b] – miré a Daniel, sonriendo levemente, con el paquete en las manos. –[b]Se lo damos los dos, ¿eh? Que esto te fue más sencillo de elegir.[/b]- Liad asintió, sonriendo, bastante emocionado por aquel momento.
Entregamos, esta vez, un regalo bastante más grande que los anteriores… y más pesado también. El envoltorio, azul y blanco, pronto desapareció, dejando ver en su interior una [URL=http://deviceace.com/wp-content/uploads/2009/03/black-xbox-360-special-edition.jpg]Xbox 360 negra[/URL], bastante bonita de hecho. Junto a ella, había algunos juegos, pero la atención primordial estaba en “lo grande”. Daniel, sonriendo, se la había colocado debajo del brazo, en plan “esto de aquí no se mueve”.
– [i]Muchas gracias. Me había quedado en la play2.[/i]
– [b]No te preocupes, pero que conste que esta tenemos que estrenarla, ¿eh? Así que me llamas, quedamos y jugamos. [/b]
– [b]Sí, pero ni se os ocurra olvidaros de mí, ¿eh? Que yo también tengo ganas de jugar con vosotros. [/b] – arqueó la ceja, consiguiendo que me riese. Parecía nuestro hermano pequeño, para qué negarlo.
– [i]Claro, estoy seguro de que Sarah también se apuntará, y Diana en realidad también.[/i] –se ríe.
– [i]Conmigo también vais a tener que contar.[/i] – Jan se había acercado más y miraba con ojos de admiración la consola de Daniel.-[i]Os pienso machacar a todos… Porfii[/i]
– [i]No lo dudes, tengo que devolverte lo de antes. [/i]- Daniel, para mi asombro, sonrió de forma maliciosa.
– [b]Yo tampoco pienso poneros las cosas fáciles, ¿eh?[/b] – Liad les miró a ambos de hito en hito, a un Daniel de su misma altura y a una Jan un tanto más enana que él, aunque fuese mayor.
Le agarré del cuello, tal y cómo había hecho en las últimas semanas. La verdad es que eso se había convertido en una costumbre, pero no una mala costumbre. Dejamos pasos a los siguientes en la ronda, como si fuésemos los reyes magos, esperando, por supuesto, que la celebración continuase.
[align=center][SIZE=4][font=Book Antiqua][b]McLeod[/b][/SIZE][/font]
La fiesta de Sarah estaba resultando ser una auténtica maravilla, y un increíble lazo de unión entre todos. Había llegado mi momento para entregar los regalos, me había costado decidirme, en especial el de January con el que tuve que pedir ayuda, pero me encontraba satisfecho con el resultado, la mayoría tenían mayor valor sentimental que otra cosa, que cómo había dicho Fenris, era lo que más importaba. Sólo esperaba que les gustasen, al menos sabía que ninguno les habría regalado lo mismo.
Así, fui hasta el montón de bolsas y cogí las mías, la de Daniel abultaba bastante, y las otras dos las cogí con cuidado. Me acerqué primero hacia January.
– [b]Pensé regalarte una matrícula de honor pero al final me decidí por esto… [/b]- bromeé mientras le tendía una bolsa de tela con un paquete rectangular dentro. En realidad, la matrícula seguro que se la ganaba ella misma, aunque no estaba seguro de si estaba en mi asignatura. De todas formas, con el “reseteo” de la Universidad, mi asignatura se había reseteado completamente porque había tenido el mayor número de “bajas” durante estos meses pasados, una parte cautivos de la Iniciativa, otros cuantos habían sufrido peor suerte. Al menos no la habían cancelado indefinidamente, aunque eso todavía dependía del número de matriculados.
Cuando fijé de nuevo la vista en January, estaba terminando de abrir el paquete. Al ver lo que había en el interior, una [URL=http://i55.tinypic.com/5znyio.jpg]edición antigua de Hamlet[/URL]. January tenía los ojos brillantes mientras observaba el libro: – [b][i]Gracias. No te conozco apenas, pero… gracias.[/b][/i] – musitó para al instante darle un abrazo. Con lo simpática y maja que era esta chica, más bien parecía un peluche de un lobo que un licántropo. Me alegraba tenerla entre nosotros, porque me daba la impresión de que ese peluche de lobo tenía unas garras ocultas que podía sacar si hacían daño a sus amigos.
– [b]Con lo bien que hablan Daniel y Sarah de ti ya es casi como si nos conociésemos.[/b] – la verdad es que en las veces que habíamos hablado después de salir de la Iniciativa, en especial con Daniel, January había surgido como tema de conversación, así como los demás que habíamos conocido allí. Daniel había llegado pronto a la conclusión de que Jan, como él la llamaba, era una persona de confianza y una muy buena amiga para Sarah y para todos, pero que necesitaría también nuestra ayuda para afrontar aquello en lo que se estaba convirtiendo su vida, aunque no sería fácil nos permitiese hacerlo.
Vi como a January le había emocionado mi respuesta, Daniel era muy observador y se le daba especialmente bien calar a las personas. Ésa era una de las facultades que compartíamos, al menos por lo que mi padre decía, siempre intentaba fomentar ese rasgo en nosotros, igual que en Zack. La verdad es que había resultado muy útil, no sé cuanto para Daniel, pero desde luego para mí bastante.
Después de January fui hacia Daniel, que estaba bastante cerca. Ambos nos miramos y sin necesidad de palabras supe lo que significaba para él esta fiesta. Le tendí la bolsa grande y le dije: – [b] Sé que no eres muy consumista, por eso pensé que esto te gustaría. [/b] – siempre le preguntábamos que quería para Navidades y nunca conseguías sacarle más de una cosa o dos.
Daniel me dirigió una de sus sonrisas y cogió la bolsa. Sacó de ella un [URL=http://i56.tinypic.com/dw3sjo.gif]estuche de guitarra[/URL]. Me miró intrigado, parte de él quizá se imaginaba que era lo que contenía, aparte de lo obvio, pero hasta que no lo abrió y vio que dentro había una [URL=http://i56.tinypic.com/30w1g1j.jpg]guitarra[/URL]. Concretamente la guitarra de su padre, que siempre llevaba a todas partes. Todavía recuerdo alguna de las canciones de Alex y como conmovían a todo el mundo. Mi padre y yo la encontramos y nos llevó mucho tiempo arreglarla por completo. – [b][i]La encontramos…y la arreglé. Te la he estado guardando.[/b][/i] – le sonreí abiertamente, llevaba bastante tiempo queriendo darle ese regalo. De hecho, esa guitarra iba a ser su regalo en su dieciocho cumpleaños, pero unos meses antes de eso se fue, en busca de…venganza. Ahora era sin duda el momento propicio, gracias a Sarah y a los demás, ahora podría disfrutar de ese recuerdo de su pasado sin amargarse buscando una venganza que probablemente le conduciría a la muerte. Daniel me sonrió e hizo un gesto con la cabeza, parecía no saber muy bien qué decir, y sentía que estaba conteniendo sus emociones.
Dejé a Daniel hablándole a Sarah de la guitarra mientras continuaba aguantando sus emociones y fui hacia Diana. Le sonreí en una de esas sonrisas que sólo podía dirigirle a ella y le tendí una bolsa de tela con dos paquetes de forma rectangular dentro, uno envuelto en papel azul y otro en papel plateado. – [b]Abre primero el azul.[/b] – le dije. Sabía que el primero le gustaría, pero el segundo era más…personal.
Diana lo abrió, dentro había un[URL=http://i55.tinypic.com/2s7uyhv.jpg]libro de conjuros de protección[/URL] que miró con ilusión. – [b][i]Gracias…[/b][/i]- respondió mirándolo desde todos los ángulos. Diana era una entusiasta de la magia, y le vendría bien dominar varios conjuros de apoyo y de protección.
– [b]El segundo es más personal.[/b] – admití. Diana cogió el segundo paquete, el plateado, y lo abrió. Dentro había un [URL=http://i55.tinypic.com/2s7uyhv.jpg]diario[/URL], mi diario, el que me compré hace ya mucho tiempo, cuando tenía veintidós años y me iba de viaje para ver el mundo sobrenatural del que tanto había leído. Hace ya tanto…dejé de escribir en ese diario poco tiempo después de recibir un recuerdo de por vida de parte de aquél infernal licántropo.
Diana se quedó unos segundos en silencio. – [b][i]Es…¿un diario?[/b][/i] – preguntó al final. – [b][i]Gracias.[/b][/i] – añadió.
– [b]Antes de que me nombrasen vigilante, después de estudiar a fondo y formarme, decidí ir a ver mundo: aplicar mis conocimientos, ayudar a los demás…. [/b]– expliqué. – [b]Fui anotando todo lo que me pasaba hasta poco después de que me viese «forzado»[/b] – dije enfatizando el “forzado”. Mis heridas físicas me habían forzado a tomarme un descanso, pero fueron otro tipo de heridas las que me siguen atormentando. – [b]a volver y convertirme en Vigilante.[/b]. – nunca olvidaría lo que sentí. No olvidaría lo que es mirar a la muerte cara a cara, saber que ha llegado tu final, el que debía haber sido mi final si ella no hubiese aparecido, sólo intercambió una vida por otra. Tampoco olvidaría el dolor cuando Katya…murió, la impotencia al no poder hacer nada para defenderla, no olvidaría la cara de esa chica joven cuando volvió a su forma humana después de matarla con mis propias manos. Si hubiera hecho las cosas de otra forma, Katya seguiría viva, esa pobre chica seguiría viva…y mis manos no estarían manchadas de sangre.
Despejé un poco mis pensamientos y cerré el grifo de los recuerdos, eso sólo haría que mi cara se ensombreciera y yo ya estaba acostumbrado a verme así, pero a los demás les preocupaba.
Miré a Diana, que estaba mirando el diario de arriba abajo con media sonrisa. Levantó la vista para mirarme y dijo: – [b][i]No es tu cumpleaños pero yo también tengo un regalo para ti.[/b][/i]- inesperadamente, aunque ese concepto debería ser readaptado para Diana, se puso de puntillas y me dio un pequeño beso en los labios. Después se separó un poco sonrojada.- [b][i]Y ahora, volvemos a ser amigos.[/b][/i]- me tendió la mano en un gesto de formalidad.- [b][i]Muchas gracias, Christopher.[/b][/i]- añadió con voz grave imitando a un ejecutivo en plena reunión. Le tendí la mano para continuar con la broma y luego me dejé llevar, tiré de ella y le di un abrazo.
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