Moondale

EN LA PIEL DE MIS PADRES

[align=center][SIZE=3][b][font=Book Antiqua][color=black]Daniel Arkkan | Moondale. Desfiladero[/SIZE][/b][/color][/font]

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Me di la vuelta sabiendo perfectamente lo que me encontraría, siendo consciente de que el momento que había esperado durante tanto tiempo había llegado. Nunca le había visto y lo único que había alcanzado a escuchar de él era su carcajada mientras me alejaba de una casa y una familia que no volvería a ver. Esa risa marcó la muerte de mis padres y el inicio de unos años cargados de odio y vacío.

No tardé mucho en comprobar la figura que había habitado en mis pesadillas durante mucho tiempo: era enorme, tanto de altura como de músculo, parecía un auténtico coloso. Pero su cara era lo que de verdad impresionaba, el extraño brillo de sus ojos del color de la sangre y esa perenne sonrisa que dejaba ver sus extra largos colmillos, tanto los de arriba como los de abajo. Cuando vi esa sonrisa en su cara, todo el odio volvió. Deseaba sujetar entre mis manos su cuello y apretar hasta que sintiese en mis propias manos que su vida se iba apagando poco a poco y cómo con ella desaparecía su sonrisa. Esa sensación, ese odio, me embargaba y me dominaba.

Intenté pensar en Sarah, en mi verdadera misión, traerla de vuelta, pero todo lo que conseguí fue convencerme de que aunque la salvase, no estaría a salvo con ese demonio suelto, nunca podríamos descansar en paz. Me justifiqué de muchas formas, quizá demasiadas, acabar con su vida. Pero en el fondo, sabía que toda mi ira, todo mi odio, no se iría con su muerte, solo me quedaría con ansias de venganza y sin nada que vengar. Aún así, el odio me dominaba y me lancé contra él con la única imagen en mi cabeza de hacerle sufrir.

– [b]¡Tú![/b] – grité con toda la rabia que contenía mi corazón. Deseaba que pagase por todo lo que había hecho y hasta ahí era justicia, pero también deseaba hacerlo con mis propias manos y eso era venganza.

Cuando estaba cerca, con un pie en posición de abalanzarme sobre él, se movió con una rapidez que nunca habría esperado para alguien de su tamaño y descargó un fuerte golpe contra mi estómago, haciendo que me doblase. Después me golpeó en la espalda y caí al suelo. Inhalé para recuperar el aliento y escupí un poco de sangre. Era más fuerte de lo que había esperado, más rápido, más listo. Había confiado ciegamente en que si lo tenía frente a mí podría acabar con él y vengar a mis padres, pero lo único que podía hacer era morir como ellos. Se habían sacrificado por mí, para que tuviese una vida, y lo único que había buscado durante años era enfrentarme a su verdugo en vez de vivir.

Volví a escuchar su risotada y me puse en pie.

– [b][i]El cachorro tiene garras.[/b][/i] – bramó aún riendo. – [b][i]Acabarás igual de muerto que tus padres.[/b][/i] – añadió, haciendo que la sangre me hirviese de la misma ira.

– [b]Si muero, será llevándote a ti por delante.[/b] – respondí. Pero, ¿qué conseguiría ahora con eso? ¿Ayudaría en algo que muriese para arrastrarlo conmigo? Lo único que conseguiría es sentenciar mi única esperanza de volver con Sarah. Llevaba tanto tiempo deseando este momento que ahora que había llegado me había dado cuenta de hasta qué punto estaba equivocado. La ira y el dolor me habían cegado durante mucho tiempo, y perderles a todos ahora solo había hecho crecer aún más ese abismo dentro de mí. Estaba tan ciego que no me había percatado de cuanto podía perder.

Esa niña me había dado un regalo precioso, la esperanza de salvar a Sarah y volver a verlos a todos y ahora estaba a punto de echarlo por la borda por…esto. Ya no eran mis pensamientos de juventud donde me enfrentaba a él y me importaba poco no regresar siempre y cuando me lo llevase conmigo. Ahora tenía que seguir vivo por Sarah y por todos los demás, tenía que luchar contra todo el odio que llevaba dentro por su antítesis, el amor, y era muy difícil, más de lo que pudiese haber imaginado. Tenía todo eso dentro de mí, sentía como me recorría toda esa impotencia, esa ira, esa tristeza y ese odio, nublaba mi mente mientras buscaba cualquier forma de poder hacer algo, algo que le diese su merecido, pero no podía, por ella, por seguir siendo mejor que ese monstruo mezquino y abominable.

– [b][i]¿El pequeño aesir tiene miedo?[/b][/i] – preguntó socarronamente para después soltar una carcajada. – [b][i]¿Huirás como tu padre o gritarás como tu madre?[/b][/i] – sentí como me enfadaba aún más, deseando que de su boca no volviese a salir nada en la eternidad, pero no me afectó más que eso, porque lo que un ser con el corazón tan negro dijese de alguien que quiero con desprecio no podía afectarme, que los odiase era incluso un cumplido que demostraba que no eran tan despreciables como él. Además, de alguien así de malvado y corrupto sólo se pueden esperar cosas a su altura, y yo tenía bien claro que mis padres habían dado su vida por protegerme.

– [b]Lucharon por protegerme, algo que una escoria como tú nunca entendería.[/b] – repliqué. Alguien así no podía sentir nada puro y bueno por nadie, como mucho viciosos sucedáneos autodestructivos que al final caerían por sí mismos. La realidad era que estaría siempre sólo, vacío, y yo sin embargo había tenido la suerte de encontrar a Sarah y darme cuenta de lo que de verdad era importante antes de que fuese tarde.

– [b][i]A cualquier cosa le llaman luchar.[/b][/i] – respondió. –[b][i]Más bien acudieron al matadero…[/b][/i] – cerró los ojos y sonrió de nuevo. – [b][i]Aún escucho los gritos…[/b][/i] – añadió haciendo que todas mis articulaciones se tensasen, dispuestas a matarlo, o simplemente intentarlo. No podía huir, porque iría tras de mí hasta el fin del mundo, y así no podría salvar a nadie. Tenía que luchar, pero esta vez por diferentes motivos, con mucho que perder. Relajé la mente y me concentré en mi poder, cuando abrió los ojos, emití el destello más fuerte que me permitieron mis fuerzas en ese momento y conseguí cegarlo el tiempo suficiente para acercarme a él y golpearle con todas mis fuerzas una y otra y otra vez, pero, aunque sentía los golpes, parecía tan carente de sentimientos que ni el dolor le afectaba. Aún así continué intentando hacerle retroceder hasta el acantilado, lanzando golpes y esquivando los suyos. Cuando nos acercamos lo suficiente al barranco, le golpeé en las piernas e hice que cayese de rodillas, pero antes de poder hacer otro movimiento, alargó su brazo derecho con rapidez y me sujetó por el cuello con fuerza.

Aún con los ojos cerrados, se puso en pie sin soltarme, mientras notaba la tremenda presión en el cuello. Después rió de nuevo, más alto que antes. Comenzó a girar y después a caminar, y pronto comprendí que me llevaba hacia el acantilado, pero ya era tarde y colgaba sólo sujeto por su brazo.

Me recorrió un escalofrío cuando pensé en lo que había debajo de mí, o más bien en lo que no había. Nunca había sido un fan acérrimo de las alturas y aunque podía soportarlas en condiciones normales, como una vez que tuve que trepar por un andamio de cinco metros de altura para perseguir a un vampiro, en este caso, la ausencia de contacto de mis pies con tierra firme y sentir como el viento me mecía a su antojo, me aterraba. Quizá tenía algo que ver con la sensación de depender de algo que escapaba totalmente a mi control, de sentirme desprotegido totalmente, pero fuese lo que fuese, sencillamente me daba miedo.

Y así me habría quedado, pendiente de que me soltase en cualquier momento, para caer y que todo acabase ahí, pero había una parte de mí, algo que se había originado en el mismo trauma que el monstruo que tenía delante había causado, que me dio determinación para recomponerme. Desde ese momento, reforzado también por otras circunstancias de la vida más “comunes”, me prometí que nunca me rendiría cuando se tratase de ayudar a alguien. No recordaba si siempre había sido protector con las personas a las que aprecio, pero si no lo era antes, en ese momento comencé a serlo y ahora, después de pasar aquellos años oscuros y ver las cosas de otra forma y de valorar aún más a las personas queridas, quizá lo era un poco más. Ese sentimiento fue el que pudo con el miedo, porque no iba a rendirme ahí y perderlo todo, era su única esperanza y los salvaría, así que pensé sus nombres. [i]Sarah…[/i] – pensé primero, sintiendo como me reconfortaba pensar en ella. [i]McLeod, Diana, Cecil, Ed, Liad, January, Delly, Arthur, Zack, Stephanie, Elizabeth…[/i]

– [b]No os fallaré.[/b] – dije en voz alta. El Kurgan me miró con los ojos aún entrecerrados y pude ver la sorpresa en su rostro cuando golpeé con fuerza ambos lados del brazo con el que me tenía sujeto con mis propios brazos. Di en el sitio adecuado y abrió la férrea mano con la que me tenía sujeto. Y entonces caí, temí no ser capaz de agarrarme a tiempo, de caer por el despeñadero, pero me agarré al borde con dificultad y me impulsé hacia arriba para sujetarme mejor.

Sentir la tierra en las manos me reconfortaba pero todavía no había salido del apuro. Lo siguiente que sentí fue el dolor en uno de mis brazos cuando el Kurgan lo pisó con fuerza. No pude evitar echarlo hacia atrás y quedé sujeto solo del brazo derecho, escuchando su carcajada una vez más.

– [b][i]Parece que pronto vas a echar a volar.[/i][/b] – dijo entre risas. Mi mano derecha se crispó, aferrando con fuerza mi punto de sujeción. La estridente risa del demonio seguía evocándome amargos recuerdos, pero entonces vi una pequeña luz frente a mí. Reconocí a la pequeña niña rubia, sonriéndome. Parecía brillar con un aura blanquecina, pura. El Kurgan miró hacia ella y su rostro se crispó, comenzó a caminar hacia ella y a su alrededor vi un aura negra como el carbón.

Sin esperar más me sujeté también con el brazo izquierdo, aún dolorido, y subí. La niña continuaba sonriente, lejos del demonio, mientras él seguía caminando hacia ella. Corrí hacia la niña y me puse frente a ella, sintiendo la calidez de su resplandeciente aura.

– [b]No te dejaré.[/b] – grité al demonio. Protegería a esa niña con mi vida, vencería y les salvaría. Costase lo que costase.
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Dedicado a Lara por demostrar que también hay demonios en la vida real. En el fondo das más pena que el demonio de este post, porque al menos él sabe que es malvado.
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