Moondale

ME VA A BAJAR LA REGLA DEL DISGUSTO

[align=center][b]Silver Wolfe | Moondale[/b]

zombie

Aquel gemido seguía retumbando en mi cabeza, como una ametralladora que perforaba cada neurona que me quedaba, que no son muchas no. Pero yo seguía corriendo. Ni siquiera me habia parado a pensarlo, es decir, no existió ese momento instantáneo en el que decides si correr o esperar alguna nueva respuesta. No, algo dentro de mi me dijo: [i]“Corre Sylver, corre, o no volverás a tomarte un frappuccino en el Starbucks”[/i]. Y así mismo hice, sin pensarlo, con fuerzas que aun no entiendo de dónde salieron (supongo que del miedo), y con aquella ropa a punto de deshilarse.

El siguiente sonido se unió al de los gemidos: unos pasos, atropellados, pesados, extraños. Era cómo si se estuviesen arrastrando, como si cojearan de uno de ellos, o cómo si hubiesen aprendido a caminar pocas horas antes. Y aquello me asustó aún más. [i]“Me va a bajar la regla del disgusto”[/i], dijo una pequeña voz dentro de mí.

Crucé aquella calle y tomé la siguiente esquina con la que me topé, buscando algún lugar en el que esconderme, pero antes de poder siquiera buscar alguno me topé con aquella…cosa. Aquel ser que emitía los sonidos, aquella mujer deformada con trozos de carne cayendo a ambos lados de la cara y con peores trapos que los míos, que se acercaba a mí en un intento fallido de pisar correctamente con las dos piernas, pues de una de ellas cojeaba. Soltaba aquel extraño sonido, entre una queja y una advertencia. Pero no llevaba a mano mi diccionario para lenguajes poco comunes en la Tierra como para pararme e intentar entenderla.

La cosa esa se acercaba a mí, y aunque suene estúpido e inmaduro pensar algo similar, la voz sonó de nuevo en mi cabeza: [i]“Bueno Sylver, al menos te queda la esperanza de ganar el concurso de belleza”[/i]. Pero me pegué un bofetón en la mejilla para quitar aquellos pensamientos inadecuados en una situación tan delicada. ¿Qué coño hago parada? ¡Muévete!

Corrí en dirección contraria, no sin antes hacerle un corte de manga al ser aquel, que reaccionó como si de un bofetón se tratase y puso su mayor fuerza en perseguirme peligrosamente. [i]“Bravo Sylver, bravo. Dedícate a hacerte la manicura, y deja de hacerle cortes de mangas a personas no-muertas, gracias”[/i]. Rehíce el camino por el que había llegado; sin embargo la sonrisa se me desdibujó rápidamente del rostro: frente a mí, una docena de personas como aquellas me miraban con…¿hambre? ¿rabia? ¿curiosidad?

Joder, ¿qué coño está pasando? No podía moverme, el miedo me había paralizado. Aquellas personas se acercaban lentamente a mi, como si supiesen de antemano que yo no movería ni un pelo, y quizás tuviesen razón. Pero la loca de antes corría hacia mi, y no debería quedarme para averiguar si lo que quería era comerme o preguntarme la hora. Me volví sobre mi misma y la enfrenté.

-[b]Eh tú, bicho raro: quieta ahí[/b]- puse mis manos entre las dos- [b]Hagamos un trato, tú no me comes y yo te regalo unos tacones o unas joyas de Tiffany’s[/b]- dije en un intento extraño por mantener una conversación que atrasase mi devoración, enseñándole a la vez los tacones que llevaba en las manos como prueba de mi oferta- [b]Venga va, que el McDonald’s tiene ofertas muy buenas ahora, quizás te guste más la carne de vaca.[/b]

Lo único que recibí a cambio fue un gruñido seguido de un intento por arañarme con sus uñas podridas. Me enseñó los dientes y supe que quería guerra:

-[b]Oh no, esto sí que no lo permito: si quieres que te arranque el pelo o te arañe la cara, que será difícil cariño, siento decírtelo, sólo tienes que decírmelo. Nada de gruñidos[/b]- negué con la cabeza- [b]Que no estamos en la Prehistoria.[/b]

Me devolvió aquel gruñido y acto seguido se abalanzó sobre mi. Yo, como pude, le di un bofetón con el tacón, arrancándole más carne, si es posible. Con el otro le golpeé la cabeza y se lo clavé en el cuero cabelludo. La loca soltó un grito que casi me rompe los tímpanos, e intentó atraparme con sus brazos huesudos. El otro tacón se lo clavé en el ojo, y aproveché el momento sorpresa para hacerme con los dos tacones clavados en su ser. Podría perder un brazo, algún dedo o el pie, pero no podía irme sin mis tacones. Acto seguido, como comprenderéis, huí.

La docena de seres huesudos y de ojos desorbitados se pusieron en marcha, y yo me había convertido en la presa de una manada de hienas hambrientas. Lo que me recordó lo mucho que odié las hienas del “Rey León” y sus ojos amarillos. Una mirada atrás me sirvió para darme cuenta de que ellos tenían mucha más fuerza que la loca, por lo que no tardarían demasiado en atraparme (a este detalle añadir el daño que me hacía el asfalto en la planta de los pies, el miedo, y la inseguridad de si volvería a tomarme un frappuccino en mi vida)

Entonces fue cuando lo escuché, y sin duda supe que me había vuelto loca, mucho más que LA loca. Aquella [URL=http://www.youtube.com/watch?v=bUwLlwO-ZR8]melodia[/URL], tan familiar desde que mi abuela me la ponía en ocasiones especiales, como cuando perdí el campeonato de animadoras en el instituto o cuando murió Fisherman, el pez payaso que teniamos en el salón, se adentró por mis venas como el suero de un enfermo, o la droga al adicto. Aquellas notas a piano, que una vez aprendí durante el curso intensivo en verano, me llenaron los ojos de lágrimas. Pero, ¿de dónde salía? ¿Era aquello un chiste, alguien quería verme sufrir mientras corría y recordaba viejos tiempos?

Por un momento pensé que salía de mi propia imaginación, pero acorde avanzaba más me daba cuenta, aunque suene extraño decirlo, que procedía de aquel escenario, de aquel Moondale abandonado, vacío; y supe que había llegado mi hora.

Porque igual que mi abuela lo había puesto para la muerte de Fisherman, yo también la toqué con mis propios dedos en el piano de cola de la familia el día del funeral de mi abuela, como último regalo.

[spoiler]Gracias, Dave[/spoiler]

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