[align=center][SIZE=4][color=black][b]Liad | ¿Moondale? ¿Casa de las Echolls?[/b][/SIZE][/color]
[SIZE=6][b]¡Aviso a navegantes![/b][/SIZE]
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El siguiente post que váis a leer (o eso espero) es bastante largo y se puede leer de dos maneras (sí, os estoy dando instrucciones. Ya me lo agradeceréis más adelante) Cada flashback tiene su propia música incorporada, pero al margen de eso, el post en sí también. Podéis leer el post de un tirón, escuchando la melodía de cada momento y leer después los flashback o hacerlo del tirón, como gustéis ^^.
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[i][Canción 1: [URL=http://www.youtube.com/watch?v=czbreOH94_w]»On»[/URL][/i]]
[SIZE=2]El último tramo fue el más duro. El ser conocedor de que algo raro estaba ocurriendo no eran muy buenas noticias. El hecho de tener que abandonar estos túneles, intuyendo que lo que me encontraría fuera no sería nada malo, sino lo siguiente, era un pensamiento terriblemente desolador.
Una vez que había salido, me había tenido que adaptar a un nuevo ambiente. La luz impidió que mis ojos viesen de igual manera que había podido ver antes, pero pronto conseguí acostumbrarme. Al principio, me había esperado que una vez que me encontrase con la libertad, olería de igual manera que en el pasado. A naturaleza, a humedad… Pero no fue así. No pude llegar a decepcionarme ya que en mi interior lo sabía. Mientras más andaba, más me daba cuenta de lo mal que estaban las cosas. No percibía que hubiese nada vivo a mí alrededor, cerca de mí. La naturaleza se había marchitado, como si realmente, lo que movía su crecimiento, su desarrollo, hubiese desaparecido de la misma manera en que lo había hecho todo. El murmullo del bosque había sido sustituido por un silencio estremecedor, inquietante. La [i]nada[/i] inundaba el lugar.
Caminaba con un rumbo fijo, sabía dónde quería ir, pero apenas sentía reconocer el lugar en el que me encontraba. Oscuridad, eso era lo único que alcanzaba a ver. Miraba a mi alrededor, aferrándome a lo único que tenía en el instante junto a mí, y era, por triste que pudiese sonar, yo mismo. Agarré la sucia bata para taparme mejor, procurando negar el aire del atardecer que soplaba en la ciudad. Había tenido en mi corta vida muchos momentos en que me sentía indefenso, pequeño, pero nunca de esta manera. Había locales destrozados, completamente destruidos. También las fachadas de algunos edificios se encontraban sucias, negras como la pez, quizás por algún incendio que se habría provocado. También pude apreciar, en mi leve travesía, cómo algunos coches se encontraban estampados contra farolas u otros vehículos, aunque otros, de forma más simple, se encontraban abiertos, abandonados en medio de la calle, como si hubieran salido a todo correr, huyendo de algo muy grande o muy peligroso.
Continué caminando, llegando esta vez al Parque Bellamy. El aspecto tan desastroso y sin una pizca de la esperanza o el esplendor que una vez había tenido me incitó a que caminase más rápido. Tenía miedo, claro que lo tenía, pero algo me decía que era muchísimo peor que me quedase quieto, rezagado, esperando a que algo o alguien viniese a por mí (otra vez).
Pero, al fin y al cabo, debía de acostumbrarme, porque todo sería así. Luz y oscuridad, la eterna batalla, los eternos opuestos. Con una línea extremadamente fina entre ambos, habiendo muchos que no podían diferenciar qué estaba a un lado y qué estaba en el otro, este mundo había perdido algo muy importante, algo que no todas las personas continuaban conservando en su interior. La luz. Todo había perdido ese fulgor que cada uno poseía en su interior, incluso el sol dejaba de tener aquel particular brillo que, tiempo atrás, había podido ver. La oscuridad, como si fuera un veneno, había infectado todos los lugares de esta ciudad, convirtiendo su infección en algo tan mortal que ni permitía que existiese vida. ¿Es que acaso habían perdido? ¿Habían muerto todos? ¿Ese vampiro tan grande y tan malo, Mason, les había ganado? ¿O es que habían vencido y con el tiempo, habían perdido contra alguien más poderoso que ellos? Y por qué estaba aquí yo, ¿eh? En medio de este caos, de esta muerte, ¡de este sin vivir! ¿Qué es lo que hice tan malo para merecerme esto, para volver allí abajo y ver que lo poco que he tenido que realmente me importaba ya no estaba aquí?
No me permití parar, tampoco llorar, aunque en este preciso momento, eran dos cosas que necesitaba hacer con locura. Pero también quería salir de allí, dejar atrás la hierba muerta y los arbustos marchitos para ver qué era lo que me esperaba después de esto.
Ya quedaba poco para que el día se acabase, pero ya estaba cerca, demasiado cerca de la casa para rendirme tan fácilmente. Pero, de una forma u otra, mi negatividad subía por momentos. Después de salir de la madriguera en que había estado y ver cómo estaba todo, había perdido la esperanza de que alguien quedara vivo dentro de la casa, principalmente porque, si la ciudad se encontraba en es este estado, debía de ser por una razón de peso. Y así era. Con un mal cuidado y ennegrecido césped, tenía delante de mí lo que quedaba de la mansión de las Echolls.
O lo que quedaba de ella.
Las paredes se encontraban manchadas, al igual que había visto antes tantas veces, con un negro indiscutible. Parecía que el fuego también había llegado allí. Subí las escaleras sin estar demasiado seguro de si era buena idea entrar o no, ya que quizás dentro de la casa tendría una compañía poco recomendada y ahora, a punto de que la luz natural se esfumase, estaría metido en un gran lío. Pero una vez que atravesé la puerta (o mejor dicho, el marco de esta), pude comprobar que el interior de la casa también se encontraba en muy mal estado. Quizás era el posible incendio la razón de por qué tenía la casa ese extraño olor, pero era algo de lo que no podía hacerme cargo.
Mis ojos podían percibir como la luz me abandonaba, siendo cada vez más complicado ver dentro, por lo que era momento de continuar moviéndose. Arrastrando los pies, no muy lejos de la posición en la que segundos antes había estado, noté que había algo en el suelo, algo que recogí con cuidado de no hacer ruido. Era una fotografía, quemada, pero aun así se podían apreciar las personas que estaban allí. Eran Sarah y Daniel, mostrando una sonrisa de felicidad estando el uno junto al otro bastante envidiable. Al ver, aunque fuese en un papel, las caras de dos personas conocidas y queridas, sonreí levemente, más apenado que feliz.
– [b][i]Nosotros también teníamos fotos así.[/i][/b] – dije, acariciando por un momento sus rostros.
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[i][Canción 1: «Off»][/i]
[QUOTE][SIZE=2][color=black]
La navidad había pasado. Las vacaciones y todo lo que se me ocurría pensar que tenía relación se habían terminado: ya no había fiestas, ni detallitos; tampoco nos quedábamos hasta altas horas de la madrugada jugando a la consola o viendo alguna peli. Todo eso se había quedado atrás, dejando que las responsabilidades habituales, la “rutina”, se impusiesen ante el resto de las cosas y volviesen poco a poco a la vida de cada uno. Estudiar, entrenar, trabajar… Todo el mundo tenía tarea, una obligación.
Pero, ¿cuál era la mía?
Aunque era invierno y hacía frío, el patio de la casa se encontraba bastante soleado en este instante. Sarah y Mcleod se encontraban allí fuera con su habitual sesión de entrenamiento. La radio se encontraba enchufada y a pleno volumen, apoyada en la ventana para que les acompañase mientras trabajaban. En teoría, era una hora al día en la que solo tenían que estar los dos plenamente concentrados, o al menos, eso pensaban ellos.
Hacía tiempo, concretamente, unas cuantas sesiones desde que había empezado el año, les había pillado practicando un día. Para mi sorpresa, lo que había visto me gustó, dejándome intrigado de lo que podría llegar a hacer yo. Después de aquella clase, vino la siguiente, y la siguiente, convirtiéndome en un espectador silencioso. Aunque la verdad… ignoraba lo que dirían si se dieran cuenta de eso. ¿Y sí se enfadaban? ¿Quizás tenía que decírselo? Era una opción, la verdad. Quizás a Sarah no le importaría, de la misma manera que a Daniel tampoco. Sería otra persona más con quien entrenar, alguien al que enseñar… Pero no estaba seguro de si Mcleod aceptaría algo así. No estaba muy seguro y tampoco sabía todos los detalles, pero durante un tiempo, había visto en él una tristeza muy grande, algo que le debió de ocurrir en el pasado. Quizás alguien había muerto y si así era, esa podía ser la razón primordial de por qué no tenía tan seguro de que aceptaría a que aprendiese. Quizás, como si mirase al resto con ojos de padre, deseaba lo mejor para ellos, y no una vida llena de peleas y de lucha.
Como consecuencia, procurando hacer el menor ruido posible, atendía como si yo mismo fuese también el alumno. Escuchaba lo que podía, apuntaba lo que necesitaba revisar más adelante, y en un momento en que ninguno estaba cerca, el ordenador era de gran ayuda para estos casos.
– [b]Me aburro.[/b] – escuché cómo decía Sarah.- [b]¿Por qué no me dejas que te enseñe una nueva técnica?[/b]- añadió bastante entusiasmada, seguramente poniendo una de sus habituales posturas “de batalla”.
– [b]¿Nueva técnica? [/b] – ¿Qué haría Mcleod? ¿Arquearía las cejas o algo similar ante lo que le dice su protegida? – [b]Miedo me das. [/b] – rió. – [b]Venga, de todas formas ya tocaba un descanso. [/b] – Suspiró algo aliviado. Creo que lo dijo más por él que por ella, la verdad. Y después, como caído del cielo o de algo así, empezó a sonar [URL=http://www.youtube.com/watch?v=gJLIiF15wjQ]una[/URL] canción.
– [b]Mmm…[/b] – Seguramente, esta Sarah pensativa arquearía una ceja al escuchar esta canción. Me agaché un poco, esperando que no se percatase de mi presencia. – [b]Está bien[/b] – me levanté rápidamente para ver qué ocurría, pero sólo alcancé a verla no muy lejos de Mcleod, quedándose quieta en el suelo para que, justo después, comenzase a bailar y a luchar a la vez, riéndose, haciendo el tonto, y consiguiendo que, aparte de sacarle alguna que otra risa a Mcleod, yo no pudiese evitar sonreír ante aquel espectáculo.
– [b]Cuando se corra la voz serás el terror de todos los vampiros y demonios de Moondale.[/b] – escuché como Mcleod, entre risas, decía.
– [b]Lo sé.[/b]- contestó Sarah mientras continuaba con su nuevo estilo de batalla, sonriendo ampliamente, haciendo alguna que otra mueca, dándole más gracia al asunto.
– [b]Vas a tener que enseñarme ese ataque.[/b] – ¡Oye! ¿Y yo? ¡Que también quiero aprender, joder!
– [b]Ahora mismo.[/b] – contestó ella mientras tiraba de él para empezar sus clases de profesora particular.
Volví a acercarme a la ventana, aunque esta vez quizás fue demasiado, por lo que volví a retroceder rápidamente. Había visto poco, pero lo suficiente como para tener algo más que una sonrisa en el rostro. Aquella escena era digna de ser vista, grabada. Los movimientos que antes había realizado Sarah, mezcla de lucha, mezcla de baile, fueron más o menos al compás que los del vigilante. Agitaban la cabeza a lo loco, al igual que los brazos y realizaban extraños puñetazos y patadas. Y mientras más lo hacía, más reía y más, consiguiendo que su acompañante, contagiado por aquella vitalidad, también lo hiciese.
Retrocedí un poco, alejándome tanto de la puerta como de la ventana del patio, procurando que no me viesen, pero esta vez dejándome llevar, por una vez, por algo que tanto mi cuerpo como mi mente y corazón querían hacer. Aunque aquella canción me resultase lo más ridícula del mundo, bailé. O bueno, lo intenté, ya que no tenía mucha idea de cómo hacerlo la verdad. Había dejado todo, desde mi pequeña libreta con apuntes hasta la sensatez, simplemente por tener unos simples segundos dedicados a vivir, a disfrutar y a un no pensar en cosas que no podría solucionar ahora. Me di la vuelta a modo de giro, todavía sonriendo, cuando me percaté de que había alguien cerca de mí, muy cerca, consiguiendo que reaccionase saltando, entre sorprendido y asustado.
Allí estaba Daniel con su habitual porte protector. Aunque en este caso no podía decir que estuviese serio o tranquilo, sino más bien divertido, feliz, y seguramente (espero que no) planeando algo en su cabecita.
– [b][i]Me has asustado.[/i][/b]– le dije, mirándole con cara de pocos amigos. Joder, ¡ni que fuera un gato! (Aunque teniendo a Sarah cerca, a veces lo parezca) ¿Es que hay que ponerle a este paso un cascabel en el cuello?- [b][i]¿Cuánto tiempo has estado ahí parado?[/i][/b]
– [b]Un ratillo.[/b] – se rió. – [b]¿Estás bien?[/b]
– [b][i]Sí. Pero no te sigas riendo, ¿eh?[/i][/b] – le dije mientras le golpeaba en el hombro, más como reacción cariñosa que enfadada, la verdad. – [b][i]Es que parecía divertido.[/i][/b]
– [b]Prometido.[/b] – dijo, aunque sin dejar de sonreír. – [b]Pero vas a tener que enseñarle a Sarah tu baile.[/b] – me dio una palmadita suave en la espalda, animándome para salir fuera y unirme al espectáculo.
– [b][i]Anda que no tienes fe.[/i][/b] – contesté, sin ponerle mucho teatro a las palabras y riéndome. – [b][i]Tú también lo has visto, sólo lo haré si lo haces tú conmigo.[/i][/b]
Me acerqué aún más, intentando emular la misma sonrisa que había visto en él cuando me había asustado. No iba a salirse con la suya, me lo llevaría conmigo aunque tuviese que… llamar pidiendo auxilio a más personas para poder llevarle a hacer el baile de Sarah y Mcleod. ¿O sería el baile de Daniel y Liad? No estoy muy seguro de cómo debería de expresarlo, pero bueno.
– [b]¿Creíais que la cazadora no os escucharía? [/b]
Y al parecer, no tendría que buscar a nadie para que me ayudase. Sarah debía de estar detrás de mí, ya que escuchaba su voz bastante cerca. Asomó la cabeza entre los dos, sonriendo ampliamente y seguramente, con alguna idea entre manos, como había ocurrido con su novio.
– [b]No puedes mencionar bailar y yo porque aparece de la nada. [/b] – bromeó Daniel, aunque asustado al ver con la rapidez que la chica había aparecido en la cocina.
– [b][i]Ya tengo el cupo de sustos del día cubiertos. [/i][/b] – arqueé una ceja al mirarla, intentando quitarle importancia al tema, salir de él más bien. No, no y no. Aquí no me pondría a bailar y menos yo sólo.
– [b]Pero el de baile está vacío, ¿verdad? [/b] – parpadeó muy rápido, más que el propio Cecil, consiguiendo ponerme nervioso.- [b]Y el de Daniel seguuuuro que lo está. [/b]- extiende tanto las palabras como los brazos para que nos uniésemos a su… llamémosle causa. No, si la final lógico que Daniel se asuste. ¿Pasará lo mismo si la llamo en el baño a oscuras, rodeado de velas y diciendo Sarah Echolls en vez de Bloody Mary? No, claro que no…
– [b][i]No hagas eso, que luego decís que Cecil es una mala influencia conmigo, pero mírate. [/i][/b] – contesté después de ella, mirándola con un supuesto reproche, aunque más bien no podía evitar que mis palabras estuviesen cargadas de… bueno, digamos que cosas buenas.
– [b]Ya no te libras. [/b] – dijo Daniel, fingiendo disimular, al oído. Ghhhhh, ¿por qué es tan rápido? ¡No vale!
– [b][i]Tú tampoco.[/i][/b] – contesté mientras giraba la cabeza para poder mirarle mejor. – [b][i]Que aquí si caigo yo en su tortura, tú también, ¿eh?[/i][/b] – añadí mientras le fulminaba con la mirada.
– [b]Yo…es que…creo que me llama tu madre… [/b]- comenzó a balbucear, retrocediendo hacia atrás, dando pasitos pequeños. ¡Ah no! ¡Ni se te ocurra intentar librarte Dani!
Miré hacia Sarah, la cual estaba contemplando a Daniel con el ceño fruncido. Uy… No soy Cecil, pero sé que eso no es buena señal. Desde luego, algo trama, pero aun así…
– [b]Si a ti te llama, a mí también. [/b] – sonreí ampliamente, deseoso de conseguir mi objetivo.
– [b]No es justo, os aliáis.[/b] –Nos miró medio enfadado medio sonriendo. Espera un segundo. ¿Nos aliamos? ¡Pero si solo quiero irme de aquí y no bailar! Cómo te consigas marchar, te seguiré en plan llavero, ya verás.
Usando nuestra fuerza (o mejor dicho, Sarah usando su no-fuerza) intentamos conseguir que saliera también al patio, que abandonase la supuesta seguridad que le ofrecía la cocina, ya que seguramente, la rubia peleona continuaría insistiendo hasta conseguir su propósito. Al ver que no íbamos a obtener nada, Sarah me miró, moviendo muy levemente las cejas, dejando ver en su rostro una sonrisa pícara, divertida. Al comprender cuales eran las intenciones de ella, no pude evitar sonreír de la misma manera. Una vez que ella asintió a modo de señal, ambos nos enfrentamos al joven aesir, comenzando a hacerle cosquillas por debajo de las axilas sin dejarle un momento de tranquilidad. El chico, en cuanto empezamos a investigar sus puntos débiles, comenzó a reírse a carcajada limpia, incapaz de zafarse de nuestra tortura personal, y cada vez que lo intentaba, mientras le conducíamos hacia a fuera, buscábamos otro sitio donde incordiarle, terminando Daniel por estar bailando un extraño baile, pero desde luego igual de divertido que el que ya habíamos visto todos antes. Dios… seguro que ya no nos salva la próxima vez, cuando tengamos a un tipo grande con muy malas pulgas intentando zurrarnos.
– [b]Vale, os habéis quedado sin más patatas al horno.[/b] – alcanzó a decir él entre carcajadas, tirado en el césped no muy lejos en la puerta.
– [b][i]¡No nos digas esos![/i][/b] – paré durante unos segundos de hacerle cosquillas, agarrándole del cuello de la camiseta para añadirle un supuesto dramatismo a aquella frase, aunque continué riéndome de forma contagiosa. – [b][i]¿Quieres que me disguste y que Sarah llore?[/i][/b]- terminé de añadir, continuando “torturándole” para ver si cambiaba de opinión. ¡Con la comida no se juega! ¿eh?
Mcleod se reía con fuerza y pude notar por qué no había intervenido en este pequeño asunto hasta ahora. ¡El tío se encontraba entretenido haciéndonos fotos! No, si estamos para una foto, desde luego. Podría ser la postal de navidad del año que viene, amenazando a la gente para que, si no vienen, tendrán que sufrir la tortura china de esta casa. Al final seguro que se convierte en una tradición, veréis.
– [b]¡Se lo voy a decir al consejo![/b] – sentenció Sarah a su vigilante como si de una niña pequeña se tratase y fuese a su madre a quejarse.
– [b]Adelante, te duplicaré los deberes. [/b] – bromeó. – [b]A Diana no le gustará habérselo perdido.[/b] – alcancé a escucharle, principalmente porque sus palabras se estaban viendo ahogadas por la sonora y continua risa que tenía Daniel en este instante.
Sin parar de hacerle cosquillas, habíamos bajado la guardia para atender a las palabras de Mcleod. Un gran error debía de añadir. Aún sin poder parar de reírse, Daniel consiguió tumbarnos a mí y a Sarah, terminando los dos tirados boca arriba en el suelo y siendo ahora nosotros las presas y Daniel el cazador.
– [b]Suéltameeeeeee.[/b]- escuché cómo decía Sarah, moviendo las piernas como loca, intentando que Mcleod no alcanzase al que supondría, era uno de sus talones de Aquiles.
Pero no, ella no era la única que había caído. Ambos se habían confabulado (¡malvadosos! Se aprovechan de nuestros puntos débiles, ya se enterarán, ya. ¡Seguro!) para hacerle cosquillas a Sarah y por supuesto, a mí. Con ella lo tenían más fácil ya que la conocían más, o al menos, eso creía. No tardaron en indagar donde podía tenerlas yo, hasta que finalmente ambos encontraron algunos lugares adecuados para torturarme a dos manos. Prácticamente en cuanto vieron donde centrarse, pegué una carcajada al cielo, lo suficientemente fuerte como para que cualquiera me escuchase bastante lejos. Reía, no podía dejar de hacerlo y continuaba haciéndolo con más fuerza, estando indefenso como un leoncillo. En uno de los momentos en que tenía los ojos abiertos, Sarah le mandó, de forma accidental, una patada a Mcleod, consiguiendo que retrocediese, liberándonos de un par de manos hábiles, pero también dejándole doblado en el suelo un tanto adolorido.
Todos continuábamos en el suelo con la excepción de Daniel, el cual nos tenía indefensos mientras no paraba, al igual que nosotros habíamos hecho con él, de hacernos cosquillas. Escuché unos pocos ladridos y no tuve que moverme mucho (aunque la verdad, es que no podía gracias al Señorito Arkkan) para ver como el chico giraba la cabeza y se reía. Seguramente Freya estaría por aquí pululando, ladrando para llamar nuestra atención, queriendo participar ella en este “juego tan divertido”.
Cerca de Daniel pude ver cómo aparecían las figuras de Diana y Cecil, los cuales debían de a ver llegado de hacer la compra. Ambos estaban mirando con expresión divertida la escena que estábamos protagonizando. Diana, con una sonrisa en el rostro y sin dudarlo ni un instante, se lanzó contra un indefenso Mcleod.
– [b]Mucho tardabas en llegar.[/b]- dijo McLeod riendo al recibir el placaje.
– [b]Mejor llegar tarde que nunca, ¿no?[/b] – dijo Cecil mientras se quitaba las gafas de sol con su habitual sonrisa genialosa. – [b]Por cierto Daniel, Liad tiene más cosquillas en el cuello que ahí, tu prueba, verás verás.[/b] – ¡Será malo! ¡No nos ayudes, no! Otro que tendrá que sufrir más adelante, si a este paso mi lista azul (no negra, la negra es de los malos, la azul es para las venganzas no malvadosas)
De la misma manera que antes Mcleod lo había hecho, Cecil se unió junto a Daniel para torturarnos a Sarah y a mí, aunque mejor dicho a ella, ya que yo ya tenía bastante con que uno estuviese haciéndome la tortura del cuello que pocos podrían parar. Tosí algunas veces, incapaz de poder reírme más y con un dolor de garganta y de estómago que nadie me quitaría durante un buen rato.
– [b]Tengo una idea mejor.[/b] – escuché decir Cecil mientras se alejaba de nosotros, dejando a Sarah algo más tranquila. –[b] Venga, ¡aprovechad que está indefenso![/b]
¡Hostia! ¿Que a qué teníamos que aprovechar? Pues es que, al parecer, Ed había estado tan tranquilo aquí fuera, tirado en una tumbona mientras leía un libro a la luz del sol. Y por supuesto, como no había dicho nada y continuaba tan tranquilito, ¡se había librado de que le hiciéramos cosquillas también! Pero Cecil le había visto, y si aquí todos estábamos muriéndonos de risa, él no sería menos.
Por fin (porque ya era hora, que nosotros no le habíamos estado haciendo cosquillas tantísimo tiempo) nos liberamos de Daniel. Sarah salió corriendo para entrar dentro de la casa, bastante roja y seguramente, no haciendo una parada en la cocina y sí en el baño. ¿Tendría el muelle flojo como un niño pequeño, o sería más como una señora mayor? En cualquier caso, debía de ser por sus superpoderes de cazadora o algo así, ya que regresó bastante rápido. Lo suficiente para encontrarnos a todos alrededor de Ed, en plan tribu salvaje preparada para comerse a su presa. Aunque en este caso, no había canibalismo, no nos comeríamos a nadie y sí le haríamos cosquillas para que nuestro brujito no volviera a marginarse.
Después de escucharle reírse, de tenerle preso entre todos aunque sin hacerle daño en ningún momento, vimos a la mami Echolls también fuera, con la cámara de fotos preparada en sus manos y con una sonrisa amplia de felicidad en la cara.
– [b]Sonreíd.[/b] – gritó mientras apretaba el botón, para que, momentos después, el flash nos dejase ciegos, creando, seguramente, una foto que siempre recordaríamos todos.
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Las cosas se habían torcido de una manera que no alcanzaba a comprender. Quizás había ocurrido algo que había cambiado todos los acontecimientos, como que yo no consiguiese salir de la iniciativa. ¿Acaso me encontraba en la realidad de Ed? Allí donde todos habían muerto, siendo él el único superviviente y yo el desconocido que no había tenido contacto con ellos. Podría ser una posibilidad, siempre había otra opción mejor y peor a la que me encontraba. O quizás se habían marchado de la ciudad, a modo de retirada, para salvar la vida y hacer lo que pudieran. Se habría ido Elizabeth también, ¿no? ¿Y Freya? Espero que sí, de verdad, ya que simplemente pensar que ellas dos también podían de estar muertas conseguía que, de forma aguda, me doliese el pecho.
Dejé caer la foto al suelo cuando escuché algo que consiguió llamar mi atención, lo suficiente para alarmarme y ponerme en una situación muy, muy mala. Una radio, en alguna parte de la casa se había encendido. La [URL=http://www.youtube.com/watch?v=xcmmgqm1KHw]canción[/URL] que estaba puesta parecía bastante antigua y no muy de estilo, la verdad. Entré en el salón de forma muy lenta y cautelosa, mirando a mí alrededor, intentando eliminar el sonido de esa melodía que podía llegar a ser tan molesta para escuchar si había alguien detrás de mí. Al ver que nada ocurría, sino que simplemente, continuaba esa melodía una y otra vez, decidí subir a la planta de arriba. Quizás podría encontrar, si tenía suerte, ropa de Daniel que pudiera usar. O cualquier cosa, la verdad, porque ir con una bata llena de sangre no era algo que disfrutase teniendo encima.
Tal y como había estado haciendo antes, subí las escaleras con todo el sigilo del que fui capaz, aunque en más de un escalón pude escuchar el crujir de la madera adolorida. Sólo esperaba que lo que quedaba de la casa no se desplomase conmigo dentro, de verdad que no. Tuve la tentación de explorarla, de ir al que había sido mi dormitorio durante unas semanas, pero algo me dijo que no era buena idea. Debía de remitirme a lo que ahora era más importancia. No tuve que abrir la puerta del dormitorio, ya que, afortunadamente, ya lo estaba. Mejor era eso, tenerla abierta y no ver nada peligroso dentro que todo lo contrario. No muy convencido de mi suerte, una vez que pude comprobar que estaba más o menos seguro, me puse a mirar algo más tranquilo de que, por el momento, no me aparecería algo de la nada para saltarme a la espalda sin previo aviso.
Aunque aun así, debía de ser rápido. El dormitorio se encontraba en el mismo mal estado que el resto de la casa, por lo que decidí que no valía mucho la pena pararme otra vez. Me dirigí al armario directamente, rezando para que todavía hubiese ropa que pudiese utilizar, cualquier prenda. Mire alrededor, aunque preferí remitirme al rincón que era sólo para Daniel. Aunque no había gran cosa que pudiese rescatar, al menos a simple vista. A los pocos minutos, tenía a un lado del armario unas cuantas prendas acumuladas. No estaban en muy buen estado y olían a barbacoa, pero era mejor que ir en pelotas por la calle, la verdad. Mientras me cambiaba de ropa, pude ver algo que había preferido ignorar, aunque sabía que continuaban allí. Las numerosas heridas y cortes ya no sangraban, pero continuaban molestándome como había ocurrido al principio. Me negué a continuar mirándolas como si fuera algo que debía de admirar o recordad, por lo que terminé lo más rápido que pude de vestirme, agradeciendo no estar como un cubito de hielo andante.
Suspiré al mirarme en el pequeño espejo. Pensaba que teniendo algo de alguno, algo que me dijese que existían y que no estaba solo, me habría tranquilizado, pero no fue así. Con una sonrisa de medio lado, miré una vez más en el armario, buscando quizás una cazadora o algo que pudiese ejercer de esa función. Pero no encontré nada, por lo que decidí que ya no conseguía nada permaneciendo aquí durante mucho rato más. Con cierta lentitud, me dispuse a abandonar el dormitorio, aunque antes de salir, algo consiguió pararme. No sé exactamente qué fue, pero algo me incitó a que volviera atrás. El sol ya casi se había puesto, apenas había luz que pudiera servirme de guía, pero así lo hice. Seguí esa corazonada, ese sentimiento y volví atrás. Me apoyé en el suelo, palpando con las manos hasta que encontré algo. Lo agarré de la mejor forma que pude, aunque cuando lo arrastré, pude notar que no era únicamente una cosa. Sacudí con fuerza lo que tenía entre las manos, quitándole la gruesa capa de polvo que había acumulado.
– [b][i]¿Cómo pudiste dejarte esto aquí Daniel?[/i][/b] – susurré al aire, siendo conocedor de que no obtendría respuesta alguna. [/SIZE]
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Todavía era Diciembre, faltaba poco tiempo para que terminase el mes y con ello, el año. La casa se encontraba en silencio, pero no un silencio cualquiera, sino uno tranquilo, adormilado y hasta cierto punto, lleno de paz. El sol comenzaba a despertarse. Con su clara y potente luz, dejaba atrás las sombras, lo sueños y por ende, la noche.
Cuando me había despertado todavía era de noche. Había intentado tranquilizarme, volver a dormirme mientras miraba el techo, pero no pude conseguirlo. Por eso, inicialmente, comencé a realizar cualquier tipo de actividad que pudiera entretenerme. Una vez que encendí la luz, pasé de dibujar a leer, y de leer a escuchar música mientras usaba el ordenador. Con el tiempo, al ver que todo esto perdía la efectividad que en el pasado sí tenía, al ver que continuaba pensando demasiado, decidí hacer algún cambio. Esperaba que nadie en la casa, por el movimiento que pudiera haber causado dentro de mi dormitorio, se hubiese despertado. De hecho, esperaba que nadie se diera cuenta porque eso era lo que menos quería encontrar, no quería que ninguno se preocupase por algo que por el momento, no podía solucionarse.
Desde que había salido de aquellos túneles las cosas habían mejorado, desde luego. Y eso no podía negarlo de ninguna manera. Tenía gente que me cuidaba y se preocupaba por mí, que me daba lo que necesitaba y cosas que ni siquiera pedía. No es que no les estuviera agradecido, pero siempre había campos donde las personas no éramos capaces de “llegar” para poder arreglar lo que fuera. En este caso, todo ocurría mientras dormía. Aunque eran una parte de mí, los sueños que tenía no podía controlarlos, de tal manera que me despertaba aterrado y mucho más cansado que cuando me había ido a dormir. Por eso, aunque no fuese una medida muy buena a largo plazo, prefería dormir lo menos posible. Los humanos necesitan una serie de horas mínimas para descansar, pudiendo estar varios días consecutivos sin dormir, aunque viendo mermadas las capacidades de las que eran poseedores. Yo, en cambio, tal y como le podía ocurrir a Cecil, Daniel o Sarah, cuando no dormía y cuando no tenía esas pesadillas, todo parecía ir mejor.
O al menos, eso pensaba hasta que volvía al principio.
Abrí despacito la puerta del dormitorio, mirando a mí alrededor, comprobando si podía percibir la luz de alguno de los dormitorios cercanos. Al ver que la casa se encontraba a oscuras, decidí a aventurarme, saltando con un par de zapatillas calentitas y una chaqueta oscura, a juego con el pijama. Era sencillo no hacer ruido con esa ropa y al ver que parecía no molestar a nadie, me sentí cómodo. Únicamente esperaba que las dos personas con superoído que había en esta casa no me percibiesen. Por eso bajé con cautela las escaleras. Y por eso, cuando llegué al salón, me senté con cuidado, me acomodé con una manta a modo de capa improvisada y, después de ponerme mis cascos tamaño XXL (tampoco tanto, pero sí grandes, negros y molones) encendí el televisor, decidido a entretenerme durante un rato sin molestar a nadie. Ponerme a jugar a lo que fuera, como al Resident Evil 5, me entretenía bastante. No pensaba, simplemente actuaba. No me dejaba llevar por la insensatez de salir corriendo, llamando la atención de los grupos de bichos feos (zombis, para ser exactos) y me llegaba a concentrar tanto que, durante el tiempo que me encontraba haciendo esto, me sentía como si esa fuera mi misión y por el momento, hasta “la siguiente pantalla”, no tenía que preocuparme por lo que ocurriría más adelante. Por otro lado, extrañaba tener a alguien cerca jugando también, pero era obvio que nadie estaría aquí conmigo mientras jugase. Y por supuesto, tampoco quería que ninguno se enterase.
[i][Canción 2: [URL=http://www.youtube.com/watch?v=k2Xb_Nea2RI]»On»[/URL][/i]]
Aunque claro, siempre nos equivocamos, siempre tenemos unas expectativas o unos planes que luego, al final, por la razón que fuese, no llegaban a cumplirse de la manera esperada. Había alguien delante, no muy lejos de mi posición, saludando con la mano, intentando llamar mi atención.
– [b]Hola.[/b]- alcancé a decirle mientras le sonreía levemente. Me había quitado los cascos para poder atenderle mejor, aunque todavía una parte de mi mente estaba matando zombis.
– [b]¿No podías dormir?[/b] – preguntó Daniel mientras se sentaba en el suelo, a mi lado.
Negué con la cabeza levemente, sin apartar la vista de la pantalla y sin mirarle a él a la cara. No es que le estuviese ignorando, ni mucho menos. Normalmente, era una persona a la que le gustaba hacer varias actividades a la vez, seguramente porque prefería no quedarme quieto durante mucho tiempo. Por otro lado, era consciente de lo perspicaz y observador que podía llegar a ser Daniel, por lo que tenía que ocultar, a toda costa, la “gran noche” que había pasado yo.
– [b]Si necesitas contarnos algo, ya sabes que tanto Sarah como yo estamos ahí. [/b]- dijo con sinceridad.
– [b][i]Ya tenéis bastante con lo vuestro como para tener que estar con lo mío también.[/i][/b] – contesté, para después mirarle y sonreírle, agradecido. – [b][i]Pero lo sé y gracias, de verdad.[/i][/b]
– [b]No te preocupes, somos gente dura.[/b] – sonrió al decir eso. – [b]Además, eres de la familia. Y Sarah está preocupada porque duermas un poco.[/b] – ¡Rayos! Malditos sentidos de súper chica…
– [b][i]No todos los humanos necesitamos dormir mucho.[/i][/b] – me encogí de hombros, dejando de jugar en este momento. – [b][i]Además, prefiero estar haciendo… cualquier cosa, la verdad.[/i][/b] – Menos dormir, claro.
– [b]Créeme, te entendemos perfectamente.[/b] – explicó. – [b]Últimamente me han vuelto algunas pesadillas y ya no puedo volver a dormirme.[/b] – dijo para luego sonreír, mirando al suelo, como si se avergonzase de admitirlo delante de mí. – [b]Y Sarah, bueno tiene los sueños típicos de una Cazadora, pero aun así no hay quien la despierte.[/b] – Vamos, que es una dormilona de cuidado, ¿no?
Me reí ante ese último comentario, pero sin ni siquiera tener la necesidad de forzarme a reír o a sonreír. Lo hacía de verdad, sintiéndolo dentro de mí como si del mismísimo corazón se tratara. Sus palabras no caían en saco roto, teniendo tanto efecto como si fueran dichas por Cecil o por Diana (siempre y cuando esta última no me cogiese del moflete). Pero igualmente, si ellos podían preocuparse por mi seguridad o por lo que pudiera ocurrirme a mí, yo también podía encontrarme en esa situación. Cada vez que salían a cazar algo o simplemente, pensar que quedaba menos tiempo para que se fueran todos a la universidad, donde yo no podría acercarme ni por asomo, me angustiaba mucho, deseoso de que no les ocurriese nada malo.
– [b][i]Pero… vosotros podéis entender por qué soñáis lo que soñáis.[/i][/b] – hablé con tranquilidad, pero al igual que había hecho él antes, de forma inconsciente miré al suelo. Ellos podían entender por qué soñaban lo que soñaban. Mientras que yo, normalmente, soñaba sobre una cosa. Y cada noche, de forma muy real, lo repetía. Y todavía no comprendía por qué ocurría. – [b][i]Sarah, como tú has dicho, es la Cazadora y tendrá sus sueños premonitorios, de avisos o como quieras llamarlos. [/i][/b] -paré un momento para tragar con fuerza. – [b][i]Y tú sueñas con tu pasado, supongo que con tu familia. Yo, por muchas veces que lo intente, siempre sueño lo mismo. Y ya me lo sé, lo he vivido demasiadas veces y me cansa ver siempre lo mismo. /i][/b] – terminé de añadir, un tanto incómodo.
– [b]Quizá entre todos podamos ayudarte a entenderlo.[/b] – dijo. – [b]O simplemente, a distraerte y no pensar en ello.[/b] – Difícil.
– [b][i]No, no podéis.[/i][/b] – afirmé, bastante seguro de mis palabras. – [b][i]Tenéis vuestras vidas, tenéis preocupaciones. Grandes malos contra los que luchar y colmillitos que cazar. No podéis perder tiempo escuchándome cuando puede ser utilizado en salvarle a alguien la vida.[/i][/b]
Y tarde o temprano, todos os marcharéis. Puede que yo sea el más joven, y sé que también ellos lo son, pero por eso, por esa razón tan importante, tarde o temprano cada uno decidiría hacer su vida. Algunos, como Daniel y Sarah, estaban juntos, y como pasaba con todas aquellas parejas que se enamoraban, tarde o temprano querrían tener una vida en común más plena. Otros, con el tiempo, encontrarían las personas adecuadas con las que pasar el restos de sus días. Todos ellos tenían que seguir hacia adelante, y yo no podía ser alguien que se pusiese en medio de todo eso.
– [b]Eres de la familia, sino pregúntale a Sarah, que quiere bautizarte como Echolls.[/b] – rió. ¿Qué sonaría mejor? ¿Liad Echolls? ¿Liad Arkkan? – [b]Si no tenemos una vida a la que volver cuando ganemos una batalla, ¿para qué luchamos?[/b]
Le miré a los ojos cuando escuché esas palabras y me quedé así, sin saber realmente qué decir. Necesitaba algo, un razonamiento, una frase, algo que consiguiese, no quitarle la razón a él, pero sí quitarme importancia a mí. Podía parecer un razonamiento un tanto estúpido, pero era así. Ya me sentía bastante culpable porque estuviesen ahí siempre y eso era algo que no podía evitar pensar. ¿Y sí les ocurría algo por mi culpa? ¿Y sí, en un descuido por protegerme, son ellos los que mueren en vez de yo? Les quería demasiado como para verlos en esa situación.
– [b]Venga, ven a ayudarme con el desayuno.[/b] – dijo, dándome un leve toquecito para que fuera con él, para después levantarme. – [b]Así nos distraemos.[/b] – añadió con una sonrisa en el rostro. – [b]Ya te convencerá Sarah de que puedes contarnos lo que te preocupe sin problemas.[/b]
– [b][i]Pero es que no puedo. [/i][/b] – contesté mucho más serio que antes. -[b][i]¿Y sí os pasa algo por mi culpa? ¿Y sí estáis preocupados y os distraéis? ¿Creéis que no me sentiría culpable si veo algo así? [/i][/b] – paré de hablar para incorporarme también.– [b][i]Soy el eslabón débil aquí Dani, cualquiera que tenga ojos en la cara sabrá que puede ser un buen sitio donde atacaros. No quiero que os pase nada o muráis por mi culpa, joder. [/i][/b] – Sólo os tengo a vosotros, que os entre en la cabeza.
– [b]Confía en nosotros, no nos pasará nada.[/b] – explicó, bastante seguro. – [b]Y nos preocuparemos más si no nos cuentas lo que te pasa, es peor sacar nuestras propias conclusiones.[/b] – sonrió.
– [b][i]Pero es que ya te lo he dicho. No tengo mucho más para hacer. Mi cuerpo y mi corazón están aquí, preocupándose cada vez que os marcháis de cacería, pero mi mente sigue allí metida. E intento salir, intentando luchar por dejar de ser el maldito juguete de esos científicos[/i][/b].- respiré hondo, intentando tranquilizarme. – [b][i]Aquí no hay nada más, yo no soy mucho más de lo que tienes aquí delante. Y como tú has dicho antes, sólo os tengo a vosotros, y si no estáis, yo no sé qué haría, no sé cómo terminaría.[/i][/b]
Había hablado desde dentro, dejando que mi corazón, esa arma de doble filo que todo el mundo (o casi todos) poseían, escogiese las palabras para expresar todo aquello. Y era todo tal y como lo sentía. Me agarraba a lo que tenía, a lo que más significado podía tener para mí. Y sí un buen día (o noche, lo que más rabia de) me veo sin eso… ¿qué hago? ¿Dónde termino?
– [b]Siempre vamos a volver, pero supongo que podemos hacer algo para arreglarlo.[/b] – sonrió de forma pícara. – [b]Sarah estará encantada de tener un compañero de entrenamiento.[/b]
– [b][i]Puede que no sepa más de cuatro cosas, pero tengo seguro de que Mcleod no apoyaría algo así. [/b][/i]– arqué una ceja, intentando pensar la posible reacción que tendría el vigilante.
– [b]Lo entenderá, créeme.[/b] – asintió. – [b]Hasta entonces, nada de preocupaciones y vamos a cocinar, que es mi mesiversario con Sarah. [/b]- sonrió.
– [b][i]¡Pero…![/i][/b] – empecé a decir, para verme interrumpido.
– [b]Venga, vamos.[/b] – dijo él mientras, una vez que esperó a que fuese yo delante, pusiese sus manos en mis hombros para guiarme a la cocina sin que intentase escapar.
Suspiré, resignado, aunque no podía negar que él tenía razón. Tenía que hacer otra cosa distinta, en este caso, aprender algo que no solía hacer yo. Una vez que llegamos a la cocina, me “soltó bajo su custodia”, teniendo más libertad para poder ayudarle a preparar su… ¿podría llamarse [i]mesidesayuno[/i]? Eso sí, ¡le convencí para que yo también pudiese desayunar tortitas! Pero con nata de la rica rica, de esa que él prepara en casa y sale para chuparse (literalmente) los dedos.
Estuvimos así durante un rato, sacando ingredientes, mezclándolos, preparando cosas… También hablábamos de varios temas, seguramente Daniel lo haría para mantenernos ocupados. En cierto modo, me recordaba a Cecil. Ambos chicos eran distintos, no estaba seguro de si era mi mente o mi corazón el que les veía nivel a ambos, al igual que podía ocurrir con personas como Sarah, Ed, Diana o Mcleod. Aunque cada uno de una manera personal, por supuesto.
– [b][i]¿Puedo preguntarte algo?[/b][/i] – dije, todavía dudoso de si le importaría que le preguntase algo así.
– [b]Claro, dime.[/b] – contestó mientras cogía unas cuantas cosas del estante. Me quedé observándole mientras se movía, todavía indeciso. Aunque cuando se dio la vuelta y me miró con su habitual tono amigable, las dudas comenzaron a disiparse.
– [b][i]¿Por qué eres cómo eres?[/i][/b] – le pregunté, sabiendo que aquella pregunta tenía un significado mucho más importante de lo que parecía, pero viéndolo yo con normalidad, con curiosidad sobretodo. -[b][i]Quiero decir, hablando de ti, he estado con vosotros mucho menos tiempo que Cecil y… no todo el mundo aguantaría las dudas, preguntas y preocupaciones de un supuesto adolescente. No todos tendrían esa paciencia.[/i][/b]
– [b]Me gusta ayudar a los demás. [/b]- sonrió mientras trasteaba, divertido, en la cocina, continuando haciendo sus quehaceres culinarios. – [b]Somos una familia y quiero veros a todos bien. [/b]
– [b][i]Me cuesta creerme parte de todo esto.[/i][/b]– me encogí de hombros mientras continuaba ayudándole.
– [b][i]¿Qué parte?[/i][/b] – preguntó intrigado. Bueno, al menos no soy el único curioso de esta familia, ¿no?
– [b][i]Pues… todo.[/i][/b]– contesté, quizás de forma enigmática, pero era como lo veía.
Todo lo que estaba viendo, haciendo o sintiendo desde las últimas semanas era nuevo. Me sentía como si fuera un bebé grande que había estado desde siempre en aquel lugar, sin apenas, por no decir nada, contacto con el exterior. Pero al saber una cosa, sólo una y esa era mi nombre, me hacía pensar que no era así. Que yo, como todo el mundo, había tenido una familia. Y que esa familia, quienes quieran que fuesen en realidad, me había metido en esto de la forma que fuera. O al menos, eso pensaba. Había visto cosas, películas, series… Pero también a las personas. Me gustaba observarlas, principalmente porque era lo que tenía. Podía comprender o intuir las cosas, sacar mis propios conclusiones, por lo que tener gente a la que observar, a la que tener como modelo para poder aprender, como eran todos ellos, se había convertido en algo que solía hacer.
Pero, por otro lado, tenía el duro sentimiento de que tenía que portarme bien, de hacer caso y no decir nada que pudiera enfadarlos. ¿Y sí dejaba de gustarles? ¿Y si hacía algo, se enfadaban? ¿Dónde podría ir?
– [b]Pues no sé cómo explicártelo, pero las cosas por las que hemos pasado y por las que aún estamos pasando…el tipo de vida que llevamos, nos une más.[/b] – explicó. Después me miró. – [b]Por eso somos una familia, cuidaremos siempre unos de los otros.[/b]
– [b][i]Eso lo entiendo.[/i][/b] – asentí con la cabeza, sonriendo como él lo hacía. – [b][i]Aunque me pasa como a ti, no sé cómo explicarlo. Pero… es como si esto fuese un sueño, una serie o algo así y fuera yo el que no tiene que ver nada con este mundo… salvo por lo obvio, claro. [/i][/b]
– [b]Supongo que es difícil aceptarlo, «entrar» en este mundo. Yo crecí así, pero la mayoría no y se han tenido que encontrar de golpe con todo esto. [/b]- explicó. – [b]Es normal que te sientas fuera de lugar, pero eres uno más. [b] – afirmó con seguridad.
¿Y sí no era así? ¿Y sí, realmente, estaba aquí porque tenía que estar aquí? Al fin y al cabo, yo también había estado en la Iniciativa. Por alguna razón sería, ¿no? Porque dudaba que me tuvieran allí encerrado, jugando conmigo, simplemente porque les encantaba mi pelo rubio y mis ojos azul grisáceos. Quizás estaba allí porque yo [b]también[/b] pertenezco a todo esto, solo que simplemente, no lo recuerdo. O que me equivoco, claro.
– [b]O no hay tortitas. [/b] – me amenazó para que dejara de darle vueltas a la cabeza, consiguiendo sacarme de la tormenta de pensamientos que tenía otra vez.
– [b][i]Me las darás igualmente, lo sé.[/i][/b]– le miré, haciendo una mueca con la cara para hacerle de rabiar. Sabía que lo haría, seguro.
– [b]Pero te daré la más pequeña…y sin nata. [/b] – regresó con una amenaza no muy efectiva, desde luego, ya que su risa le quitó todo el efecto que hubiera podido tener.
– [b][i]¿A qué te hago cosquillas?[/i][/b] – le amenacé mientras me reía.- [b][i]O mejor aún, la supertortura secreta mía.[/i][/b] – ¡Seguro que no se llegará a imaginar cuál será!
– [b]Tengo una varilla, no me obligues a usarla.[/b] – paró un segundo de remover, todavía sonriendo, para levantar su nueva “arma”.
– [b][i]Mmm…[/i][/b] – le ignoré. – [b][i]La próxima vez que hagas esto te ayudo, ¿eh? Que aunque sea la cosa más sencilla del mundo, me tienes que enseñar a prepararlas. ¡Nata incluida![/i][/b] – exclamé usando también con los brazos, contento.
– [b]Todavía tenemos tiempo. [/b] – sonrió. – [b]Y nada mejor que hacer. [/b]
Sonreí, otra vez más, algo más tranquilo ahora que tal y como había estado antes. Quizás era eso, quizás tenía que ver las cosas de otra manera y no pensar demasiado. De todas formas, tenía una cosa bastante clara en este instante.
Disfrutar de este momento y no dejar que nada ni nadie, ni siquiera yo, lo arruine.
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[i][Canción 2: «Off»][/i][/QUOTE]
De verdad, después de todo lo que había podido pasar por esta casa, no entendía como precisamente esto, con la importancia que había tenido para él, continuaba aquí. En ese rinconcito, casi podría decir que camuflado de los visitantes no esperados, había encontrado varias cosas. La cazadora de Daniel, la que tantas veces se la había visto puesta había permanecido allí como si esperase a algo. Pero no, no era lo único que había encontrado.
[QUOTE][SIZE=2][color=black]
– [b]Eran de mi padre, las encontramos después del incendio cubiertas de polvo, pero intactas.[/b] – recuerdo que Daniel me dijo esto tiempo atrás, mirándome y sonriéndome con expresión triste. – Igual que la estaca de Sarah.
[/SIZE][/color][/QUOTE]
[SIZE=2]Parecía que toda esta amenaza no había conseguido destruir esto. Recordaba, las veces que había podido escuchar a Sarah, Daniel, o incluso Cecil, comentar las cualidades especiales de esos tres objetos. No entendía muy bien qué era lo que tenían, pero al ver la estaca y ambas katanas intactas, esa parte alcancé a comprender mejor. Había visto a Sarah en el pasado usar la Lágrima de Freya pocas veces, principalmente porque la cuidaba como si fuese uno de sus mayores tesoros. Algo así ocurría con Daniel, aunque de forma distinta. Siendo de sus posesiones más preciadas, no había entrado en detalles de lo que las armas podían llegar a hacer, pero sí recordaba una cosa que esperaba que a mí, aunque fuese un simple humano, también me funcionase.
– [i]El destino es esperanza y la esperanza es amor.[/i]
Los recuerdos fluían con enorme rapidez mientras más las miraba. ¿Había sido esa la razón para encontrarme con esto? ¿Tenía que encontrarme yo a Albor para que, como él había dicho, tuviese un brillo de esperanza y dejara que la oscuridad y todo lo que tenía que ver con ella consiguiese que olvidase todo lo que había vivido?
– [i]La fuerza emana del alma del guerrero.[/i]
Yo no tenía el entrenamiento y la experiencia que el tiempo les había otorgado a ellos. Sólo era un chico que había visto como otros luchaban, como encajaban patadas, puñetazos o realizaban movimientos con ambas armas a la vez. Aunque pudiese luchar, aunque recordase todo lo que les había visto hacer, no iba a ser igual, yo nunca podría emularles.
Pero no es la herramienta, sino la persona. Quizás conmigo podía tener un papel distinto al habitual. Quizás era yo quien podría usarlo de otra manera nunca vista. Por muy poco que pudiese hacer, por mucho miedo que pudiera tener, esto era lo que había. Nadie vendría a rescatarme como había ocurrido antes. Nadie me cogería de la mano para indicarme cómo tendría que utilizarlas. Estaba sólo y lo único que podía hacer era luchar y sobrevivir. Me puse la cazadora, rezando porque algo de los aesir pudiera ayudarme, para después, ajustarme las katanas como mejor pude, ya que no veía ni un pijo, en la espalda. Lo hacía con cuidado, aunque hubo algo que me “animó” a que lo hiciera más rápido. La radio, aunque me encontraba arriba, continuaba sonando y podía escucharla perfectamente. Parecía, porque era la sensación que me estaba trasmitiendo, que lo que decía la canción había esperado el momento justo a que terminase de atardecer.
– [b][i]Soy el Boogie Man. El terrible y el horrible Boogie Man. Vengo en medio de la noche a por niños como tú. Ten cuidado, porque te seguiré a cualquier sitio que vayas.[/i][/b]
Comencé a salir, desvainé ambas armas y bajé las escaleras, continuando a escuchar de forma perpetua aquella interminable melodía. Una vez que estuve en la planta baja, miré a mi alrededor. Aquello no debía de ser casualidad. Algo debía de estar cerca. No estaba seguro de si en la casa o fuera, o si estaba en camino. Pero no sería como el demonio del que antes había huido.
Sería peor, mucho peor. Aunque ahora, la única diferencia es que lucharía. Sacaría fuerzas de donde fuera necesario y pelearía. Porque en eso consiste en vivir.
Luchar por lo que crees y sobretodo, por lo que quieres.[/SIZE]
[spoiler]Ahora sí, muchas gracias por leer esto ya que es LARGO de cojones y he tenido que pasar cosas de este post al siguiente. Cada personaje ha sido movido por su legítimo dueño. Espero que os guste, de verdad, que no veáis lo que me ha costado escribir todo esto ._.[/spoiler]
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