Alice Byron |El Nido
NOCHE
Me aburría como una ostra, ni siquiera me animaban las revistas en las que salían chicos y chicas‘mordisqueables’. Naga daba gritos en su dormitorio, golpeándose contra las paredes y lo único que me apetecía era que se estacase lo antes posible, como hizo Max. Hal, como el mueble que era, estaba sentado jugando al dominó y Mors, que tampoco es que fuera mucho más divertido, leía un libro, como si estuviéramos en 1950 (otra vez). Observé la escena atentamente y carraspeé un par de veces para ver si se daban cuenta de que éramos tres vampiros medianamente atractivos (bueno, una muy atractiva y dos feos, pero con mi belleza se compensaba el resto) y en lugar de estar desgarrando cuellos de jovencitos indefensos. Me puse en pie, observando el vestido largo de color rojo, atado cuello, que me dejaba la espalda al descubierto y me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo: Z me había dado largas, Dylan se había ido y los únicos que me acompañaban eran dos tíos que tenían una vida social idéntica a la de un «vivo» de más de setenta años.
No tuve tiempo de insultarles, porque sonó el timbre. No solíamos tener visitas y menos, de las que llamaban a la puerta, pero lo que vi hizo que estuviese a punto de echarme a reír: el chico de la Cazadora esperaba al otro lado.
– [Alice]Apestas a humano: ¡Largo![/Alice]- le amenacé. Vi que Mors levantaba la vista del libro, pero le hice una seña para que siguiera a lo suyo. Hal ni siquiera se había inmutado, empezaba a sospechar que no tenía todo puesto en su sitio en el cerebro.
– [Daniel]Tenía entendido que de eso os alimentábais.[/Daniel] – respondió con seriedad y dejé escapar un improperio.- [Alice]Siempre me han gustado los pelirrojos. Ah no, eran las pelirrojas[/Alice].- le miré de arriba a abajo con su pelo rojizo despeinado y una cantidad de mugre considerable encima. La verdad, es que no estaba mal, de hecho, estaba bastante bien: ¿Cuándo había pasado?
– [Daniel]Alice.[/Daniel] – me sacó de mis pensamientos en los que incluían quitarle toda la ropa que llevaba encima. – [Daniel]Me llamo Daniel Arkkan.[/Daniel]- sabía cómo se llamaba, pero me interesaba más su anatomía.
– [Mors]El noviete de la Cazadora.[/Mors] – Mors se acercó y asomó la cabeza para observar al invitado, que continuaba en el umbral de la puerta.
– [Alice]¿Qué quieres de mí, Romeo?[/Alice]- le miré a los ojos, que eran más bonitos de lo que recordaba.
– [Daniel]Un favor mutuo.[/Daniel] – se explicó escuetamente. – [Daniel]Tienes algo que necesito y yo algo que tú necesitas.[/Daniel]- se me ocurrían unas cuantas cosas que necesitaba en ese preciso instante, que incluían quitarle la camiseta gris, el pantalón vaquero y la chaqueta de cuero.
– [Alice]Definitivamente[/Alice].- me mordí el labio imaginando que era su cuello.
– [Daniel]Soy aesir, tengo entendido que mi sangre os gusta bastante, menos que la de una Cazadora, pero estoy seguro que un banquete comparada con la de animales.[/Daniel]- le pedí que bajara la voz. Vivíamos en un bloque de pisos en el que había familias e incluso, teníamos una vecina cotilla, que era la que vivía justo al lado. No íbamos a las reuniones de la comunidad de vecinos, ni solíamos hablar con nadie, pero no quería que nuestra tapadera se fuera a tomar por saco.
– [Alice]Dale tus armas a Hal y pasa[/Alice].- Hal y Daniel se miraron fijamente. Lo que me faltaba, una guerra de testosterona. – [Hal]¿Tengo monos en la cara?[/Hal] – el novio de la Cazadora no respondió, simplemente le tendió un cuchillo y una hoja corta, nada del otro mundo para venir a ver a una Reina. Una vez hubo entrado, cerré la puerta, siendo consciente de que la vecina estaría a punto de salir a limpiar la puerta.- [Alice]Supongo que no te importará que me asegure[/Alice].- el pelirrojo dejó escapar un suspiro y levantó los brazos. Le quité la chaqueta en un movimiento rápido y pasé las manos por su cuerpo, disfrutando. Hal y Mors habían vuelto a sus puestos para dejarme libertad, así toqué todo lo que pude.
– [Daniel]Parece que lo estás disfrutando. Pero ya te lo he dicho, tenéis algo que quiero, a cambio del aperitivo.[/Daniel]- parecía tenso, necesitaba relajarse.
– [Alice]Shhh….[/Alice]- le tapé la boca con la mano y le olí el cuello. Su corazón parecía acelerado, pero seguramente fuera así.
– [Mors]Alice, creo que ya vas por la tercera pasada.[/Mors]- me reprendió el vejestorio. Seguramente, le habría gustado ser él al que tocase, pero lo tenía muy visto.
– [Hal]Lo vas a desgastar antes de comer.[/Hal]- no me extrañaba que el otro se uniera a las críticas. Eran tal para cual.
– [Alice]A veces, os estacaría yo misma[/Alice].- puse los ojos en blanco y me alejé del pelirrojo, colocándome bien un mechón de pelo que se había salido de su sitio.
– [Daniel]¿No vas a preguntarme a cambio de qué?[/Daniel] – sus ojos azules se cruzaron con los míos.
– [Alice]Me lo vas a decir igualmente[/Alice].-jugueteé con el nudo de mi vestido, deseando aflojarlo.
– [Daniel]Simplemente quiero que me transformes.[/Daniel] – me crucé de brazos imaginándome cómo mi nuevo juguete y yo echábamos a Mors y a Hal de casa para poder disfrutar de todas las habitaciones. A Naga no me hacía falta echarla, al menos ella era guapa. – [Daniel]Pero tengo condiciones, solo tú pruebas mi sangre, y tú me transformas.[/Daniel]- me parecía razonable, a mí tampoco me gustaría que estos dos tristes se acercaran a mí más de lo estrictamente necesario.
– [Hal]La comida no decide quién se la va a comer[/Hal].- dejó del dominó y se puso en pie. Entendía que quisiese probar a Daniel, pero era mío. Él que se buscase a uno de su estilo.
– [Alice]¿Tienes algo que contarme, Hal? Eso explicaría muchas cosas[/Alice].- me giré para mirarle, pestañeando exageradamente.
– [Hal]Sí, que tengo hambre. Y lo de Z ha sido una pérdida de tiempo[/Hal].- a lo mejor había llegado el momento de que lo echase a patadas de mi casa, pero me hacía gracia. A ratos.
– [Daniel]No me sobra el tiempo. Esas son mis condiciones: o tú, o nadie.[/Daniel] – Daniel sólo me miraba a mí y eso me hacía sentir importante. Por fin alguien que sabía cómo tratarme.
Me giré sobre mí misma y les hice una seña a las dos ratas para que desaparecieran de mi vista. Si se quejaron, tuvieron la dignidad de hacerlo en silencio y se metieron en sus respectivas habitaciones. Eran tan tristes que todavía no habían aprendido, que para los vampiros, lo que estaba mal visto era ser monógamo y/o heterosexual.
Cuando se fueron, nos quedamos mirándonos y lo atraje hasta mí para posar mis labios sobre los suyos. Él no se resistió, parecía tenso, pero no decía nada, simplemente me miraba.- [Alice]Dulces sueños, Romeo[/Alice].- susurré antes de besarle, a escasos centímetros de su boca y le di un golpe seco en la tráquea con la mano derecha, lo bastante como para que se llevara las manos al cuello y al poco, cayera inconsciente.
Me decepcionó un poco que no se resistiese, pero no me paré a pensarlo, simplemente lo llevé a rastras hasta la que había sido la habitación de Dylan y, tras sentarlo en una silla, le até las manos. Al poco, se despertó y me cortó el rollo, porque había tenido una idea.- [Daniel]Pensé que teníamos un trato.[/Daniel] – su voz sonaba ronca, como si le doliera la garganta. Bueno, debía dolerle, pero eso le pasaba por meterse en la boca de la loba.
– [Alice]Nunca te fíes de alguien que se llama a sí misma «La Reina de los Vampiros de Moondale»[/Alice].- me agaché para acercar mi cara a la suya, pero no parecía muy receptivo. Me estaba enfadando.
– [Daniel]Por eso quise que me transformases tú. De hacerlo, hacerlo bien.[/Daniel] – se acercó para susurrarme al oído todo lo que podía, porque estaba maniatado.
– [Alice]Con calma, cariño. Cuéntame qué te ha llevado a la boca de la loba[/Alice].- acerqué mi taburete y me senté frente a él, observando los pósters de «La Sirenita», «The Rocky Horror Picture Show» y «Glee» que decoraban la habitación. Tenía que arrancarlos de cuajo y tirarlos por la ventana.
– [Daniel]Necesito poder. De la clase que tú tienes.[/Daniel] – me aseguró y puse los ojos en blanco: todo el mundo quería ser guapo, inmortal y poderoso para siempre, pero las cosas no eran tan sencillas. Lo primero, era sobrevivir a la transformación y a los primeros años en los que eras poco más que un perro rabioso, salvo en el caso de la tal Illya, que parecía controlarse.
– [Alice]Y yo quiero un palacio y no vivir con estos dos, pero es lo que hay[/Alice].- crucé las piernas. Esto cada vez me gustaba menos.
– [Daniel]¿Entonces qué? ¿Vas a morderme y dejar que me desangre?[/Daniel]- inquirió. Era una idea, pero no quería meterme en líos.
– [Alice]Hay una nueva Cazadora y no quiero tocarle las narices hasta que sepa cómo es, aunque un mordisquito…[/Alice]-me puse en pie y, alisándome el vestido, dejé paso libre a mi ceño vampírico, que por suerte no dejaba arrugas en mi precioso rostro. Una vez lo tuve, escuché los latidos de su corazón y me senté a horcajadas sobe él. En cualquier otro habría esperado una erección considerable, pero este tío o estaba muerto o era impotente.
Acerqué mi nariz a su cuello y disfruté de lo suave que lo tenía, a pesar de la barba. Después, posé mis labios para besarle. La actitud imperturbable, dio paso a una de nerviosismo, lo notaba en su corazón y en el olor ácido de su transpiración.- [Alice]¿Tienes miedo?[/Alice]- le di un beso en la oreja.
– [Daniel]N-no.[/Daniel] – su aliento rozó mi cuello e inspiré profundamente, excitada. El noviete de la Cazadora me ponía más de lo que nunca habría imaginado.
– [Alice]Umm…me encantas[/Alice].- volví a posar mis labios en su cuello, tracé un círculo con la lengua y entonces, le mordí, justo en el instante en el que su corazón impulsaba la sangre.
Dejó escapar un gruñido y me miró a los ojos, estaba disfrutando. Sabía que quería irse, pero no era el momento. Acerqué mi muñeca para que la mordiera, pero la rechazó, me dio un empujón y quemó las cuerdas son su poder, una maldita luz que me podía haber reducido a cenizas.- [Alice]¡Hal, Mors, maldita sea venid![/Alice]- grité echándome hacia atrás, pero no pude. Daniel, en un movimiento rápido colocó su silla para impedir el paso y como mis ratas estaban amaestradas, sabían que no podían romper el mobiliario de la casa por la cuenta que les traía.
Tras eso, me sujetó por el cuello y me empotró contra la pared, pero no de la manera que habría querido.- [Alice]Oh, mierda[/Alice].- me revolví.
– [Daniel]No te muevas mucho, se me puede disparar el poder y las cenizas no dan mucha conversación.[/Daniel] – me enseñó su mano izquierda, que refulgía en un tono blanquecino que me dañaba la vista.
– [Alice]Estoy condenada[/Alice].- gimoteé.- [Alice]Para un tío bueno que viene a verme y resulta ser un psicópata[/Alice].- si lo que me quedaba de vida iba a pasarlo con Mors y Hal jugando al dominó, prefería que me estacase en ese preciso instante.
– [Daniel]Ya, vivimos en un mundo de locos.[/Daniel] – en su mirada vi fiereza, nada comparado a lo que parecía cuando iba acompañado de la Cazadora. – [Daniel]Antes no mentí, tienes algo que necesito, información sobre Z.[/Daniel]- apretó mi cuello con fuerza.
– [Alice]Sabes tan bien como yo que Z me ha dado una patada en mi precioso culo[/Alice].- admití hablando sin dificultad, porque de todas formas, no respiraba. A pesar de todo, el cuello sí me dolía.
– [Daniel]Entonces no te importará decirme todo lo que sabes de él, del Palacio, de su gente.[/Daniel] – acercó la puñetera luz a mi cara y la aparté como pude. Lo que me faltaba, además de no tener sexo ni vida social, era estar desfigurada.
– [Alice]¿Y qué gano yo además de un calentón que ni Mors ni Hal remediarán?[/Alice]- miré a mi vestido, a mi precioso y sensual vestido que nadie me ayudaría a quitarme. Y sí, la liberación de la mujer, disfrutar del sexo tú sola y todo lo que quieras, pero a nadie le desagradaba pasar un rato en compañía (masculina o femenina).
– [Daniel]¿Demostrarle que nadie juega con la ‘Reina de los Vampiros de Moondale’?[/Daniel] – estaba empezando a ponerme el rollo sado, para qué nos vamos a engañar.
– [Alice]Eso ya me gusta más[/Alice].- admití respirando profundamente, a pesar de no necesitarlo.
– [Daniel]Creo que tenemos un trato. Si te portas bien, te soltaré.[/Daniel]- la camiseta marcaba sus abdominales y encima ahora, que era peligroso, estaba más bueno. Ni siquiera le estaba escuchando, sólo quería darle un mordisco.
– [Alice]Me apetece portarme mal[/Alice].- me mordí el labio y él me soltó. Tosí instintivamente y me llevé las manos a mi dolorido cuello.
– [Daniel]Puedes sentarte, creo que vamos a estar aquí un rato.[/Daniel]- señaló el taburete.
– [Alice]Tengo todo el tiempo del mundo[/Alice].- sonreí y fui caminando hasta el mismo de forma sensual. Daniel se quitó la chaqueta y la tiró sobre la cama.
Podía haberme abalanzado sobre él, pero en el fondo era una antigua y prefería que fuera al revés.
Como le había dicho, teníamos todo el tiempo del mundo. Al menos, yo.
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