Jess Veronica | Galería subterránea
NOCHE
Me aburrían tanto las cacerías rutinarias que llevaba los auriculares puestos. Así no escuchaba los gritos, ni las quejas, ni el parloteo incesante de mi querido hermanito. Cuando quería algo, lo cogía y el resto eran trámites innecesarios. Me habían enseñado que tenía el mundo al alcance de mis dedos y nada iba a pararme.
A ritmo de una canción melódica, observé cómo Vajra tiraba de Verbius como el animal que era mientras avanzábamos por aquella cloaca inmunda, cuyas paredes y suelo estaban recubiertos de la mierda de media humanidad. Era asqueroso, pero no tanto como los que corrían por su vida, pensando que tenían alguna oportunidad. Cuando el fango me llegaba por los tobillos, me arrepentí de haberme puesto aquellos zapatos de tacón tan monos, unos peep-toe negros que me había regalado el General Preston por mi cumpleaños, que contrastaban con el resto de ropa que parecía sacada del cubo de la basura -como la cazadora de cuero azul que debía ser de tío y que me quedaba como una patada en los ovarios-, pero no podía quejarme, porque acabaría con un tiro entre ceja y ceja. La «democracia» del General Preston que le llamaban.
Las ratas corrían por aquellos túneles que apestaban al pegote que debían llevar en los pantalones, pero me gustaba tomarme con calma y avanzar despacio, como si tuvieran alguna posibilidad de escapar. La esperanza es lo último que se pierde o eso dicen, porque sabíamos que tenían, al menos, a un licántropo entre sus filas. Un subterrestre de lo más básico, si me permitís decirlo y bastante aburrido.
Le dediqué una mirada a Victor, mi gemelo, que era tan feo que provocaba dolores de estómago y que juraría que no compartía genes conmigo, porque debía tener media neurona dedicada exclusivamente al género femenino y a utilizar su poder para calcinar seres humanos. Esbozó una sonrisa que evidenciaba que estaba a medio cocer y al doblar una esquina nos encontramos contra un grupo pequeño de ratas: había una pelirroja delgaducha, un rubio que tenía un buen polvo, un viejo que apestaba a alcohol y un hombre acompañado de una niña pequeña. Patéticos.
– [JJ]¿Adónde vais con tanta prisa?[/JJ]- les pregunté cruzándome de brazos, mientras guardaba los auriculares en el bolsillo de la cazadora, que tendría que tirar a la basura lo antes posible. Verbius se revolvía inquieto, así que Vajra le dio una patada en la parte trasera de las rodillas para que se estuviera quieto.
– [Amy]A ponerte la correa, que veo que te has escapado de tu dueño y eso no se hace[/Amy].- dijo la pelirroja. La niña temblaba de miedo mientras su padre la abrazaba, pero la pelirroja y el rubio no parecían tenerme miedo y eso no me gustaba.- [Amy]Perra mala, sit[/Amy].- esbozó una sonrisita que me dio ganas de borrársela a hostias.
– [JJ]No eres graciosa, paliducha, así que déjalo estar porque me estás enfadando[/JJ].- comenté clavando el tacón en el suelo farragoso ante la atenta mirada de Victor, que estaba deseando lanzarse a su cuello, aunque dudaba de sus propósitos . Observé su pelo castaño rojizo que le caía por la espalda formando unas ondas naturales, los ojos verdes y la ropa raída, con aquella camiseta de cuadros que parecía un trapo de limpiar y esas deportivas del año del Paleolítico. No era nada a mi lado. Menos que una mota de polvo.
– [Amy]¿Y qué pasa cuándo te enfadas?[/Amy]- dio un paso al frente metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón vaquero con despreocupación. Como si yo no fuera más que un mero trámite. El rubio permanecía a la espera, seguramente porque cualquiera que fuera su abominable habilidad estaría anulada por el Obelisco.
– [JJ]Que tú y tus amigos os vais al otro barrio[/JJ].- señalé al viejo, al tipo con la hija y al macizo. Estaba deseando saber qué escondían detrás de aquellas pintas de muertos de hambre.
– [Amy]Si está lejos de ti, me voy encantada[/Amy]- la pelirroja sonrió y se colocó el pelo detrás de la oreja, mientras movía los pies como si estuviera bailando alguna canción que sólo ella escuchaba. Si quería ponerme nerviosa, no lo iba a conseguir, pero me había cabreado.
Dejé escapar un bufido y puse la mano contra la pared rocosa, tras quitarme el guante negro, sintiendo su composición que poco a poco la fui haciendo mía. Los huesos, los músculos y la piel dieron paso a la roca. Mi brazo no tardó en recubrirse de piedra. Moví los dedos y fui hasta ella sin mediar palabra para cruzarle la cara. La pelirroja cayó al suelo de golpe y se llevó la mano a la cara. No la vi quejarse, pero le había reventado el labio y juraría que le había quitado un par de dientes. Así seguro que se le quitaban las ganas de sonreír.
El rubio intentó ir a por nosotros, por Vajra soltó a Verbius que fue a por el viejo y el primero se concentró en parar los intentos desesperados del macizo, que aunque manejaba las katanas decentemente, no era lo bastante bueno. El hombre y la niña ni siquiera se movieron. No sabía decir si eran las ratas más listas o más tontas que había visto.
– [JJ]Victor, enséñale a hablarle bien a sus superiores[/JJ].- bramé volviendo sobre mis pasos para poner la mano en la pared y recuperar su estado habitual, que consistía en que un guante negro la cubriera, igual que la otra. Mi hermano empezó a lanzar llamaradas de fuego alrededor de la chica, que se encogía evitando el contacto con el fuego, pero que no decía ni media palabra.- [JJ]¿Te diviertes, hermanito?[/JJ]- al verla asustada no pude evitar reírme. Era incluso enternecedor, así que le hice un gesto para no se olvidara de aquel padre que tanto abrazaba a su hija.
– [Owen]Sabes que si[/Owen].- en su rostro de ojos blancos, cegado por el poder, se dibujaba una sonrisa de satisfacción. No era mucho mejor que los subterrestres, pero era lo único que tenía, a pesar de que no sabía si preferí estar sola.
Caminé observando cómo Vajra esquivaba con facilidad los tajos de las katanas del tío bueno. El fango dificultaba sus movimientos, pero no los del soldado del General Preston.- [JJ]¿No deberías estar ya en la cama?[/JJ]- pregunté sin poder evitar echarle un vistazo a su cuerpo. No estaba nada mal, pero era una rata más que debíamos borrar del mapa.
– [Xander]Te juro que te mataré…[/Xander] – me amenazó intentando darme con una de las katanas, pero Vajra le detuvo.
– [JJ]Claro que sí, cariño. Sigue esforzándote[/JJ].- le lancé un beso con las manos y fui hasta Verbius, con aquel nanotraje que impedía ver la abominación que había debajo y que en ese momento se enfrentaba sin éxito al viejo, que a juzgar por los golpes invisibles que asestaba le asestaba al otro sin dejarle casi moverse, debía ser un telekinético.- [JJ]¿Qué tienes ahí, escoria?[/JJ]- me refería a mi subordinado, pero valía para los dos.
El Obelisco debía volver a estar activo, porque Verbius pudo alejarse agachando la cabeza.-[JJ]Así me gusta[/JJ].- di unos pasos y el viejo retrocedió como si tuviera miedo. Apestaba a alcohol y a suciedad. Daba asco.- [JJ]¿Qué tenemos aquí?[/JJ]- sus ojos se cruzaron con los míos y noté una sacudida en mi interior, que atribuí a la mezcla de olores nauseabundos.
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