JJ VERONICA| OBELISCO
TARDE
Cuando se llevaron al chico y el General se fue dándome la espalda, me quedé sola en la celda. El imbécil de mi hermano había sido de los primeros en irse, incapaz de reprimir las carcajadas. Estaba disfrutando de su segundo de gloria, porque yo se lo permitía. Lo que no sabía es que pronto borraría cualquier expresión de su asquerosa cara.
No había conseguido nada de mi acercamiento al sujeto, salvo comprobar, una vez más, que era inmune a mis habilidades de una manera bastante placentera. Aún así, era un estorbo y debía acabar con él en cuanto tuviese la menor oportunidad.
Salí de la celda, ignorando las miradas de los androides de vigilancia, pasando las puntas de mis dedos por las paredes de hormigón de aquella zona del Obelisco. El chico había dicho que había una forma de volver al pasado, una máquina para conseguirlo. Necesitaba hacerme con ella, volver al pasado. Parecía fácil. Estaba tan cerca que podía rozarlo con las yemas de mis dedos, como el hormigón.
Volví a mi dormitorio, que era como cualquier otro barracón militar, en el que me cambié con prisas. Tenía que quitarme de encima cualquier rastro de JJ, así que me quité las ropas de rata y me puse una cazadora de cuero azul sobre mi ropa habitual, además de llevar los auriculares de mi reproductor de música portátil.
Después, salí en dirección a las salas de experimentación. Conocía a Preston lo suficiente como para saber que estaría allí con el sujeto, disfrutando como un niño con zapatos nuevos. Casi tanto como yo con las deportivas de la pelirroja muerta número uno.
Bajé hasta el segundo sótano, que en lugar de parecer una cárcel, parecía un hospital y vi que las puertas del quirófano tres estaban custodiadas por dos androides de vigilancia, que se hicieron a un lado con una sola mirada. Si mis privilegios habían cambiado, los sintéticos todavía no lo sabían.
Cuando entré en aquella habitación que constituía el segundo piso del quirófano, del que le separaba una cristalera para verlo todo, además del General, estaban Zoë Cooper, una doctora rubia y sádica que rondaba los sesenta años, dos altos cargos militares, un tipo calvo y gordo que formaba parte del Gobierno y Anita Lambkin, una mujer afroamericana, que tras su sonrisa cortés y su ropa de firma escondía a la presidenta de la corporación Infinity. Todos permanecían sentados en sus asientos, mientras observaban atentamente lo que acontecía en la planta de abajo.
Al ver que nadie me prestaba atención, decidí hablar.-[Veronica]Preston[/Veronica].- pronuncié su nombre con asco.
El General se giró con parsimonia y me dedicó una mirada acerada.- [Preston]Verónica. ¿Qué haces aquí?[/Preston] – preguntó con la vena del cuello a punto de reventarle.
– [Veronica]Recordarte quién manda aquí[/Veronica].- añadí esbozando una sonrisa. Los que acompañaban al General se detuvieron a mirarme como si me vieran por primera vez.
– [b]General, creo que debería frenar esta disputa familiar por el bien de esta reunión[/b].- apuntó Anita Lambkin enarcando una ceja. Estaba deseando cerrarle la boca.
– [Preston]No necesito que una vendedora de Avon venida a más me diga cómo debo llevar a mis hombres.[/Preston] – replicó poniéndose frente a mí.- [Preston]Creo que eres tú la que necesita un recordatorio.[/Preston] – sacó un dispositivo móvil de su bolsillo y apretó unas cuántas teclas sonriendo con sadismo.
– [Veronica]Llegas tarde[/Veronica].- me aparté el pelo, recogido en una cola de caballo y le enseñé la nuca. No había ido a mi dormitorio únicamente a cambiarme de ropa, sino a quitarme el dispositivo que anulaba mis poderes si el General así lo quería.
En ese preciso instante, Victor entró en la estancia esbozando una sonrisa idiota.- [Preston]Llama a Adams-Zero.[/Preston] – le ordenó a mi hermano, que antes de que pudiera reaccionar se vio lanzado al otro extremo de la habitación con mi recién adquirida telekinesis, cortesía de mi presunto padre. Gracias papi, por permitirme que Victor acabase estampado contra la pared e inconsciente.
Al ver que los militares se ponían en posición de defensa y los otros tres nos miraban con horror, especialmente la Doctora Cooper, creé un escudo telekinético a nuestro alrededor.- [Veronica]Esto es algo entre tú y yo, vejestorio[/Veronica].- sonreí al ver cómo las balas de los militares, que habían empezado a atacar, rebotaban contra el escudo e impactaban en sus pechos, provocándoles la muerte. En la vida real, los chalecos antibalas se guardan para las películas.
– [Preston]No eres más que un monstruo.[/Preston] – sacó del bolsillo de su pantalón una pistola de borrado a distancia, pero no le permití usarla.
– [Veronica]El que tú has creado[/Veronica].- recubrí mi brazo de metal y empecé a golpearle en la cara, con todo el dolor que ni siquiera sabía que había acumulado dentro de mí misma.
Sus ojos se cruzaron con los míos. – [Preston]Pero siempre serás un monstruo.[/Preston] – me recordó.
– [Veronica]Y tú estarás muerto[/Veronica].- sonreí apretando un poco más, hasta que dejó de luchar y cayó inerte en el suelo.
Me aseguré de rematar a Preston con un tiro en la cabeza de su propia pistola y miré a mi alrededor: Anita, Zoë y el tipejo calvo estaban tan asustados que no se atrevían a moverse.- [Veronica]¿Qué debería hacer con vosotros?[/Veronica]- expandí el escudo telekinético para que no pudieran escapar.
– [b] [i]No sabes lo que has hecho. Van a ir a por ti y a por todos los de tu clase. [/i] [/b] – me reí de la amenaza del calvo. Pobre desgraciado.
– [Zoe]Experimentarán contigo, inhumana[/Zoe].- me recordó la Doctora Cooper disfrutando.
– [Veronica]Shhh, ahora a callar. Definitivamente, os habéis ganado morir de la peor forma posible[/Veronica].- dejé que el escudo fuera hasta ellos, reduciendo el espacio.- [Veronica]¿Estáis cómodos?[/Veronica]- me gustaba verles golpear el escudo invisible.
Fui reduciendo el espacio, hasta que empezaron a asfixiarse, pero no quería que se asfixiaran, quería que reventaran en mil pedazos. Saqué los auriculares del bolsillo de la chaqueta azul y me los puse.
Aumenté la presión hasta que, estaban a punto de reventar y justo antes de que lo hicieran, amplié el escudo para cubrirme con sus vísceras una vez explotaron.
Sólo quedaba Victor, pero cuando dormía parecía inofensivo, así que lo dejé estar. Los androides eran tan tontos que no se habían enterado de que algo pasaba en la sala, pero aún así, atasqué la puerta como pude y miré abajo. Los activos estaban muy ocupados esperando una señal del General que ya no llegaría, pero el chico pero era mío, sólo mío.
Me recubrí de metal y atravesé el cristal, cayendo sobre el suelo del quirófano entre una nube de cristales.
Los activos me miraron sorprendidos, pero no hicieron nada por defenderse cuando acabé uno a uno con ellos. En el centro del mismo, Alexander me esperaba inconsciente tumbado en la camilla, rodeado de vías y aparatos médicos cuyas funciones desconocía.
Si encontraba esa máquina podía volver atrás y crear un mundo a mi medida. Quizá un mundo en el que pudiésemos estar juntos.
Would you mind if I hurt you?
Understand that I need to
Wish that I had other choices
Than to harm the one I love
What have you done now?
I know I’d better stop trying
You know that there’s no denying
I won’t show mercy on you now
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.