APRIL HALPERT| MOONDALE
MADRUGADA
En un pequeño estudio de una de las calles más antiguas de Moondale, una chica permanecía despierta…
La telépata apagó la televisión profundamente aburrida. Eran poco más de las dos de la mañana y ya estaba cansada de ver aquellos pantalones, que en cuanto te los ponías, te hacían un trasero digno de las mejores sambas. Qué pena ser pobre y no tener una tarjeta de crédito que fundir para luego morir aplastada por las facturas, como si fueras una especie de Carrie Bradshaw de pacotilla. Suspiró hastiada y se puso en pie, esquivando a Nit, el viejo gato que llevaba con ella desde hacía tanto que temía que estuviese fosilizado, pero no, porque parpadeó y, sin cambiar de postura, siguió ronroneando en sueños.
Atravesó el diminuto salón de aquel viejo estudio del centro de Moondale, que olía a humedad y se miró en el espejo de la entrada, aunque era ser muy optimista llamarle a eso «entrada», pero si había alguien optimista, era ella. Se giró con el pijama de franela y ni siquiera pudo intuir su culo. Necesitaba trabajar para poder comprarse esos pantalones, pero seguro que era más barato ponerse seis o siete pares de bragas, porque no ganaba lo suficiente como para invertir el dinero en su trasero.
Dejó a Nit roncando en el sofá y caminó hasta su dormitorio. Quedaba poco para la reunión secreta del viernes y, definitivamente, no iba a pegar ojo hasta que llegara el día señalado, que se había encargado de marcar en todos los calendarios que tenía disponibles. Además, había creado un grupo de Whatsapp en el que, de momento, sólo estaban Ted y ella, pero que se llamaba ‘Reunión supersecreta’ y eso, aunque no lo pareciera, la hacía sentir especial. Nunca había sido nada especial. April Halpert, la rara. April Halpert, que ni se llamaba April, ni se apellidaba Halpert. Pero qué más daba, nadie se molestaba nunca en preguntarle, porque no tenía amigos.
Apartó las mantas y se metió en la cama con cuidado. Al poco, Nit subió con ella y se hizo un ovillo a sus pies. Apagó la luz y se dispuso a dormir, pero claro, pero ésta no es una tarea fácil cuando la gente no deja de pensar.
<<La Constitución de los Estados Unidos es la ley suprema de los Estados Unidos de América. Fue adoptada en su forma original el 17 de septiembre de 1787 por la Convención Constitucional de Filadelfia, Pensilvania…>>
«Me ca…chis en las personas que estudian durante la madrugada».- pensó April intentando concentrarse en su respiración, pero incluso Nit emitía ondas de pensamiento. Ininteligibles, sí, pero ahí estaban. La vecina de al lado estaba pensando en la presentación tan importante que tenía que hacer al día siguiente y un chico de dos plantas más arriba, en cómo decirle a la persona de la que estaba enamorado, lo que sentía.
Desesperada, cerró los ojos con fuerza y se concentró en atravesar los tres niveles de pensamiento de su mente: el superficial, el de la memoria a corto plazo, que era sencillo; el central, en que se encontraban la memoria a medio plazo y, finalmente, el de la memoria a largo plazo, cuyo camino para llegar era arduo, pero sabía cómo hacerlo, porque ÉL le había enseñado a hacerlo. Una vez estuvo dentro, resguardada por los recuerdos, buenos y malos que habían marcado su vida, respiró. En ese rincón de su mente, había paz. Nadie pensaba, ni siquiera ella. Su cuerpo, se quedaba en un completo estado de relajación y podía descansar.
Notó cómo, poco a poco, el sueño la iba invadiendo, alejada de los ruidos y de los pensamientos del resto de personas que habitaban Moondale, pero la tranquilidad no duró mucho, porque pronto supo que no estaba sola y nadie más que ÉL tenía la capacidad para llegar ahí.
– [b]Hola, Ariadna[/b].- resonó en su cabeza, pero no tuvo miedo.
Le había estado esperando.
***
JJ VERONICA| OBELISCO
TARDE – NOCHE
Mientras tanto, en una realidad muy diferente…
El caso ascendía a su paso y los pocos que quedaban vivos, observaban aterrorizados cómo aquel engendro era cada vez más poderoso. Los androides morían a golpes provocados por la telekinesis, quedando reducidos a lo que eran: un montón de chatarra. Veronica disfrutaba haciendo saltar por los aires todo lo que una vez fue su casa, pero no su hogar. Ella era la nueva ley y los demás tendrían que acatar lo que dijera o morir.
Miró a Xander, que flotaba a su alrededor como si fuera una marioneta y sonrió: era suyo.
No tardó mucho en encontrarse con la rata infecta que una vez se había llamado Edward Maclay. Pobrecito. Sabía que iba a morir. En su cabeza se formó la imagen de un niño pequeño corriendo junto a otros. El niño dio paso a su versión adulta, corriendo por las cloacas, sin rostro. Las emociones se agolpaban en su mente. Trataba de alcanzar al muchacho, ver su cara una última vez, pero no llegaba y la oscuridad cada vez le cubría más. A nadie le importaban sus pensamientos deprimentes.
El combate con Verbius no duró mucho, porque la desafortunada criatura era ya sólo un cascarón vacío del hombre que una vez fue: el amigo leal, el chico que había venido de otra realidad para recuperar su vida, era ahora un cuerpo sin vida en el suelo. A la abominación no le importó. Ahora podía verlo todo siempre que lo desease, porque a diferencia de su poseedor original, ella sí entendía el poder al completo.
Continuó caminando, sin molestarse en quitarse los auriculares, porque a diferencia de la ficción, la vida real no tiene banda sonora. Una pena que nadie pudiese disfrutar de lo épica que era esa escena con System of a Down resonando en sus oídos.
Gracias a Veribus, ahora sabía que las ratas venían de camino. Debía darse prisa para llegar al artefacto o quizás, lo más inteligente sería quedarse esperando entre las sombras, utilizando el poder de aquella telépata que nadie nunca había venido a buscar.
Observó aquel pasillo ahora desierto, con las luces fundidas y los androides desperdigados por el suelo y supo que lo más inteligente sería esperar.
Dejó caer a Xander a su lado y lo observó inconsciente. Parecía dormido y quiso colocar las manos a ambos lados de su cuello y estrangularle, pero todavía recordaba lo que él había sentido por ella, así que no lo hizo.
De momento, esperaría, pero antes, destrozaría los pasillos que quedaban para confundir a esas sucias ratas, que pronto estarían muertas.
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