April | Bosque de los Lobos
TARDE
A April le gustaba notar el sonido de las hojas secas que se partían bajo sus pies y ver cómo sus zapatillas Converse de color fucsia se ensuciaban. La hacían sentir parte de algo importante. Por primera vez en su vida era algo más que «la tarada que oía voces», aunque no tenía ni idea de lucha, ni de expediciones y mucho menos, de incursiones secretas, pero eso no iba a suponer un problema, porque su misión, como bien había recalcado Ted, era la encargada de leer mentes y eso, lo dominaba a la perfección.
Era una tarde fría de cielo plomizo que amenazaba lluvia, pero sonrisa de April podía verse a kilómetros de distancia, mientras se aferraba con fuerza al asa derecha de su mochila. A su lado, caminaba Ted, con sus pintas de jardinero de incógnito, que estaba muy concentrado en no morirse de miedo involuntariamente y que todo el plan se fuera al garete <<Si me muero, el bibliotecario me matará>>. No muy lejos, estaba la chica embarazada, Diana, cuyo cabello rojizo y ojos de color miel hacían que la telépata pensara en lo mucho que le recordaba a una elfa del bosque, además, ese día llevaba un peto vaquero que evidenciaba todavía más que se encontraba al final del segundo trimestre de embarazo. Sus pensamientos eran mucho más divertidos, porque se estaba entreteniendo en imaginarse quién se comería a quién en caso de quedar atrapados en la Iniciativa.
También estaba el bibliotecario, que llevaba una camisa de cuadros en tonos beige, un maletín en la mano y tenía tantas preocupaciones en la cabeza que April prefería tener su “canal” en silencio, pero el problema no era sólo ése, sino que ahora que se habían reunido con los demás: un tal Logan, que estaba convencido de que el mundo le odiaba y algunos pensamientos del resto confirmaban su teoría; Cara Elle, la hermana del aesir pelirrojo, que pensaba en sus dos novios; Hiroshi, un tipo asiático y tranquilo que no dejaba de pensar en una chica de pelo castaño y aspecto delicado a la que había dejado para embarcarse en esta aventura sin saber si ella le estaría esperando, aunque deseaba que sí; Magnolia, una mujer joven, de raza negra y aspecto frágil que escondía un gran poder y una preocupación enorme por no estar a la altura, por poder demostrar lo que realmente sabía hacer; un tal Joey, cuyo cuerpo estaba surcado por los tatuajes y su mente, plagada por los traumáticos recuerdos de un accidente; Dom, el inglés con pintas de asesino en serie y/o portero de discoteca, que no paraba de pensar en dos anillos: los dos eran dorados, clásicos y con brillantes. Los dos estaban (quizás) un poco alejados de su presupuesto; Oliver, el granjero, que estaba preocupado por ayudar a sus padres; Daniel, el pelirrojo, que se contenía para no echar a correr y acabar con el General Preston; Bill, el hombre hosco y de pocas palabras que venía de Louna y en cuya cabeza sólo había hueco para una vocecita chillona y para su familia, a la que había abandonado sin saber si era lo correcto; Karen, la morena de amplia sonrisa, que pensaba exactamente cada cosa que decía, como si en su cerebro no hubiera filtros y Vincent, el otro policía de Louna, que daba vueltas y más vueltas sobre una cita que estaba por ocurrir.
Con aquel grupo tan extenso, era imposible concentrarse.- [April]Cuando me pongo nerviosa, me da por leer las mentes y por hablar mucho más. No puedo callarme, en serio. Es literalmente imposible…[/April]- les avisó sin perder su permanente sonrisa. «Tarada pero feliz», se decía.
– [Logan]Tenéis suerte de que sea la rubita la que está ahí dentro.[/Logan] – en la mente de Logan se perfiló una chica rubia y bajita, bastante guapa, que no le veía como a un monstruo durante el enfrentamiento a una enorme armadura. Para April, todo eso carecía de sentido, pero a Logan le había calado hondo.
– [MacLeod]Logan espera, tenemos otra forma de entrar, es mejor que conserves las fuerzas.[/MacLeod] – explicó Christopher intentando que Logan se calmara. Hiroshi, al ver que su amigo estaba nervioso, le dedicó una mirada.
– [Diana]¿Qué llevas ahí dentro, cocaína?[/Diana]- preguntó la elfa pelirroja con interés.
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