Diarios de Destino | Aleion

INDETERMINADO

Mientras sus amigos libraban una batalla contra las fuerzas de la Iniciativa que por el momento parecía decantarse a su favor, los Moondies que habían entrado al subconsciente de Sarah descansaban en una sala, inmóviles y atendidos por los médicos de los O.W.L.S. Los mismos médicos que cerca de allí mantenían estable a una Mara cuyo cuerpo transformaba contra una metamórfica infección que cada vez se extendía más.

Los Moondies eran conscientes de que el tiempo corría en su contra, y pese a las adversidades, se adentraban en el subconsciente de Mara para encontrar la respuesta que sería clave en la vida de su amiga.

EDWARD MACLAY  Y DANIEL ARKKAN

Finalmente reunidos en la enorme estación que formaba el subconsciente de Sarah, Edward y Daniel localizaron el tren con destino al subconsciente de Vincent, caracterizado por sus extrañas formas y decoraciones, propias de la corriente steampunk que era lo normal en el lugar del que procedía.

Aprovecharon el viaje para ponerse al día con los demás y asegurarse de que todo iba bien, dentro de lo que era posible, hasta que los imposibles giros en la trayectoria del tren les dejaron incapaces de concentrarse.

Llegaron a un lugar extraño, de vivos colores y amplios espacios naturales, con ciudades que se alzaban, impolutas y desarmadas, allá donde alcanzase la vista. En las alturas surcaban los cielos imponentes navíos armados de motores, cuyas velas surcaban el aire. En el mar, sus homónimos cruzaban la marea con la misma facilidad que los otros atravesaban las corrientes de aire.

Caminaron hacia una de las ciudades más grandes, una que parecía construida de marfil, tomando prestado por el camino un vehículo que parecía una mezcla entre un coche de mafioso y un carruaje, salvo que más rápido. En ella se cruzaron con algunos rostros conocidos y muchos otros que no tanto. Todos ellos compartían algo, ninguno mentía, todos decían la verdad, o al menos, la que Vincent consideraba la verdad.

Allí, consiguieron descubrir cómo viajar al subconsciente de Mara, aprovechando el complejo entramado que la mente de la Cazadora había tejido en ellos, uniéndolos a todos. Tomaron uno de los barcos voladores y cruzaron el cielo hasta que este empezó a descender y hundirse en las aguas, casi al mismo ritmo que el sol se ocultaba, dejando ver una noche despejada.

Cuando se bajaron el barco, Edward reconoció el puerto de la ciudad de Louna. La noche era agradable, ni demasiado fría ni demasiado calurosa. Al preguntarle, Christopher lo llamó ‘momentum’ de la relación entre Vincent y Mara, un recuerdo importante, un ancla.

CARA ELLE ARKKAN Y DIANA ECHOLLS

Atrás quedó la ciudad sumida en sombras, solo para dejar más sombras en el horizonte, tomando forma para alzarse como un oscuro castillo en el que cada piedra parecía llevar impregnada la palabra «Peligro«.

Con cuidado, Cara y Diana atravesaron la negra tierra, siempre atentas a los seres que se ocultaban en cada esquina, atentos con oscuros ojos y más oscuros corazones. Era una tierra de pesadilla, los terrores de Mara personificados en un lugar corrupto y mezquino.

Pero allí no abundaban solo los seres de pesadilla de Mara. Por la conexión que habían utilizado los Moondies para llegar a ese lugar, algunos seres de pesadilla de Sarah también vagaban por allí, acechando.

Finalmente consiguieron llegar, no sin problemas, a la puerta del oscuro castillo. El lugar parecía abandonado, pero algo les instaba a continuar adelante. Demostraron no equivocarse, porque un vampiro les reveló que en lo más profundo del lugar se encontraba apresada la vampiresa Illya, bajo el yugo de la dueña y señora del castillo, Lilith.

SARAH ECHOLLS

Sarah caminó tras Beatrix, siguiendo con cautela el camino que ésta marcaba, por si aún estaba cerca de sucumbir al arrebato de poseer su cuerpo y la estaba conduciendo a una trampa.

Recorrieron el nuboso reino hasta llegar a la frontera de un denso bosque. Por el camino conversó con Beatrix, intentando conocerla más y llegar a componerse una idea sobre ella, porque temía equivocarse como había hecho con otros antes, y esta vez lo que estaba en juego era su cuerpo.

Por suerte o por desgracia, Beatrix parecía una buena persona con la que a Sarah no le costó empatizar. Ambas habían sufrido el destino y el peso de ser Cazadoras en un mundo que no lo aceptaba, ni siquiera con los años que habían pasado de una a otra.

Conversó también mentalmente con el resto, haciéndoles partícipes de lo que había pasado y asegurándose de que todos estaban a salvo, porque no se habría perdonado si algo les hubiese ocurrido dentro de su propio subconsciente.

Atravesaron el bosque, con sus pieles bañadas por la cálida y apacible luz del sol. El único sonido era el de las hojas de los árboles, mecidas por la brisa. Al menos hasta que escucharon el aullido y vieron a la loba de pelaje negro subida en un promontorio cercano.

Pese a la distancia, depositó en Sarah sus penetrantes ojos, el celeste y el ambarino, como si la conociera.