Diana – Hospital St. Anne
Tarde – 20 DE ABRIL
Nunca me ha atropellado un camión, pero creo que puedo decir sin miedo a equivocarme, que parir es lo más parecido a que me atropelle uno que experimentaré en esta vida (si tengo suerte y no me pasa de verdad, vamos). Tuve la «maravillosa suerte» de llegar a tiempo y que todavía me quedaran unos centímetros por dilatar para que pudieran ponerme la epidural. Después de pasar por todo el protocolo y firmar el consentimiento, me la pusieron, pero debe ser que hasta la puta epidural me odia, porque solo me durmió un lado del cuerpo. Las siguientes horas, no pude comer, ni beber y me cagué hasta en los muertos de la matrona, porque el lado izquierdo de mi cuerpo decidió no dormirse y tuve que pasar medio cuerpo con dolores y el otro, atontado.
Como aquello parecía que iba a durar horas, envié a Sarah, Daniel, Jaime y mi madre al hotel a descansar con la promesa de avisarles cuando todo acabara. Christopher, por su parte, me acompañó en todo momento, seguramente más asustado que yo y cuando llegó el momento de entrar en el paritorio, estuvo a mi lado. Reconozco que me lo había imaginado peor de lo que fue, porque cuando estás allí, lo único que haces es obedecer a tu cuerpo y al personal del hospital que está ahí para cuidarte.
Empujé con ganas, porque Amy parecía estar empeñada en destrozar el lado de mi cuerpo que no estaba sedado y cuando estuvo fuera, empezamos a llorar al unísono. Sin lavarla, sin envolverla, tal y como llegó al mundo (literalmente) la pusieron sobre mi pecho y noté que era incapaz de dejar de llorar.- [b]Enhorabuena a los dos[/b].- dijo la matrona con una sonrisa mientras me observaba.
– [Diana]Gracias[/Diana].- no podía contener las lágrimas que surcaban mi rostro. Amy había dejado de llorar y permanecía hecha una bolita sobre mi pecho desnudo.- [Diana]Es preciosa y está sana. No sé por qué lloro. No puedo parar[/Diana].- me quejé.
– [MacLeod]Porque todo ha ido bien, nuestra pequeña está bien y tú también.[/MacLeod] – respondió con los ojos vidriosos.
– [b]Tenemos que cogerla para limpiarla y mirar que todo esté bien. En un minuto volverá a estar contigo[/b].- explicó una voz que escuché como amortiguada y noté cómo me arrebataban a mi pequeña, mientras alguien me daban puntos ahí abajo, en la zona catastrófica.
– [Diana]Se llevan a mi bebé[/Diana].- miré a Christopher haciendo un puchero y me sentí vacía. Amy volvió a llorar, esta vez con desconsuelo, mientras la lavaban y le hacían todas las pruebas y mediciones pertinentes. Sabía que era un proceso de lo más normal, pero sentía como si me estuvieran robando a mi hija. No me hagáis caso, porque la culpa era de las hormonas. – [Diana]Está llorando. Me necesita. Necesita a su madre[/Diana].
– [MacLeod]Tranquila, cariño, estará bien. Si hay alguien en este mundo que pudiera encontrarla estuviese donde estuviese, eres tú.[/MacLeod] – me tranquilizó y asentí con la cabeza.
– [b]¿Cómo se llama?[/b]- quiso saber la matrona.- [MacLeod]Amy…Amy MacLeod.[/MacLeod] – sonrió Christopher mirando primero a la niña y después a mí.
– [b]Pues Amy pesa 3, 100 kg y mide 50 cm[/b].- expuso finalmente.
Debieron pasar unos minutos hasta que Amy volvió a estar sobre mi pecho.- [i]Vamos a llevaros a la habitación para que estéis más tranquilas y si le apetece comer, intenta darle el pecho. Es una buena forma de comenzar[/i].- explicó una enfermera de pelo rubio y sonrisa amable.- [i]Si necesitas cualquier cosa, nos avisas[/i].
Volvieron a arrebatarme a mi bebé para envolverlo en una mantita y colocarla en el nido. Después, nos llevaron a la habitación, descansamos, lloriqueé, comí, bebí e intenté darle el pecho cuando creí que lo necesitaba. Es curioso, pero siempre había escuchado que cuando nace un niño/a, nace una madre y con Amy pude comprobar que era verdad, al menos en parte. No siempre sabía lo que necesitaba, ni conocía todos sus llantos, ni sus gestos, pero poco a poco, haciéndole caso a mi instinto y al de Christopher, que resultó ser el mejor padre del mundo, lo fuimos consiguiendo.
Cuando llegó la tarde, estaba mucho más calmada. El sol entraba por la ventana e iluminaba aquella habitación cubierta de blanco del suelo al techo que invitaba a relajarte. Todavía tenía momentos de pánico, que irían y vendrían durante los primeros meses (el llamado baby blues), pero cada vez que veía a Amy con aquel chupete gigantesco con su nombre y el trajecito de color amarillo con gorrito que le había hecho la tía Charisma, pensaba que mi corazón iba a explotar por exceso de amor.
Tuve la suerte de estar en una habitación sin compañera. Supongo que se debía a las bajas tasas de natalidad, pero por una vez, me alegraba que la gente no quisiera tener hijos/as, porque la tropa Moondie entró como un batallón y no pude evitar sonreír, aunque estaba hecha polvo.
Al principio, todo fueron ramos de flores, bombones, besos, abrazos y «enhorabuenas». Daakka, en su forma humana, fue el primero en acercarse a Amy, que dormitaba.- [Duke]Es menos peluda de lo que imaginaba.[/Duke] – bromeó. Si no fuera porque solo tenía un año, le habría explicado que no tenía ni idea sobre cómo bromear.
– [Daniel]Una mezcla de las dos.[/Daniel] – sonrió con los ojos vidriosos y Dom le arreó un manotazo en el hombro. Sarah, al ver que él merodeaba por allí, le tendió a la niña.- [Dom]Hola pequeña creadora de caca y caos[/Dom].- me sorprendió que la niña se acomodara en uno de sus brazos y no se cayera. Si era verdad lo que habíamos visto, tendría que practicar eso de llevar un bebé en cada brazo.
– [Diana]Seguro que tu futuro hijo quiere consumar con ella[/Diana].- sonreí y me puse en pie con dificultad. Todavía me dolía todo, pero tenía que moverme.
– [MacLeod]Si no quiere que lo persiga por todo el condado, mejor que no.[/MacLeod] – explicó Christopher encogiéndose de hombros al ver que rechazaba su mano para levantarme.
Rebecca se acercó a Dom con timidez. Era un día caluroso y los guantes negros la acompañaban, como siempre.- [Rebecca]Pareces un convicto que acaba de recibir la visita de su tercera hija[/Rebecca].- le pinchó mirándole directamente a los ojos.- [Dom]Pero soy tu convicto favorito[/Dom].- le guiñó un ojo.
– [Ed]¿Puedo…?[/Ed]- le preguntó Ed, que de momento, se había mantenido un poco apartado. Dom se la tendió y observé cómo mi mejor amigo intentaba defenderse con un bebé en brazos. Si digo la verdad, me había imaginado un montón de escenarios, pero ninguno como el que vi. Ed sujetó con mañana a la niña y sonrió. Al parecer, se le daban bien.
– [Diana]Cuando nazcan tus gemelos vas a oler a mierda por duplicado, bastardo[/Diana].- le saqué la lengua.
– [Dom]Para cuando ocurra eso, ya estaré inmunizado[/Dom].- me recordó.
Al poco, empezaron a despedirse y se fueron yendo. Mi madre se quedó una hora más para que Christopher pudiera ir al hotel a ducharse, pero cuando volvió, decidió irse para dejarnos descansar.
Cuando estuvimos en silencio en la habitación, miré a Christopher.- [Diana]¿Cuando me viste por primera vez en clase de ‘Demonología’ pensaste que llegarías a tener una hija conmigo?[/Diana]
– [MacLeod]Ni siquiera pensaba que podrías fijarte en mí.[/MacLeod] – se acercó a la cama y me besó en los labios.
– [Diana]Así que ya te gustaba. Estabas hecho un viejo verde…[/Diana]- dejé escapar una carcajada leve para no despertar a Amy.
– [MacLeod]Sabes que moviste ese trasero a posta para llamar mi atención.[/MacLeod] – me devolvió la sonrisa.
– [Diana]Lo tengo gordo y se mueve solo[/Diana].- me defendí. Si era culona, tenía que llevarlo con la mayor dignidad posible.
– [MacLeod]Ya,claro.[/MacLeod] – me apretó la mano con cariño.
Cerré los ojos para descansar hasta que llegase la cena, pero una ráfaga de aire cargado de música y magia me despertó.- [Diana]¿Esto no debería haberse acabado?[/Diana]- me quejé escuchando una guitarra que sonaba a lo lejos, pero que se iba acercando.
– [MacLeod]Me había olvidado de ello.[/MacLeod] – confesó.
Amy se despertó porque tenía hambre y mientras le daba el pecho, empecé a cantar una especie de nana.- [Diana]Que tu ferocidad me deje huella,
Que ahuyente mi maldad
Y aleje bestias.
Que ponga en su lugar pura inocencia,
La que hoy cubre tu cuerpo,
Sin darte cuenta.
Que hable sin pensar las consecuencias,
Que digas tu verdad,
aunque lluevan piedras.[/Diana]
Christopher se unió acariciando la pierna de su hija.- [Christopher]Que no pierdas esa fe
Que hoy es eterna,
Esa forma de no ser consciente de ella.
Que tu curiosidad no desaparezca
Y crezca como lo hacen ahora tus piernas,
Las que te llevarán tan lejos como quieras,
Comiéndote la vida a manos llenas.[/Christopher]
– [b]Bienvenida a casa,
Pequeña gran revolución,
Que con tus pasos marcas un nuevo rumbo
en dirección a nuevas montañas que parecen menos altas
Con cada palabra que nace en tu garganta,
pequeña gran revolución.[/b]- cantamos a la vez. Observando cómo algo tan bonito había nacido gracias a nosotros.
– [Diana]Que nadie ose jamás fijar tus metas,
Que sepas observar y no ver a quien no debas,
Que aunque me encuentre lejos,
Me sientas cerca.
Que la distancia que hay entre nuestras fuerzas,
Se hará siempre tan ridícula
Y tan pequeña,
Mientras los dos sigamos las mismas estrellas.
Y aunque vueles lejos,
Tan alto que no puedas vernos, te esperamos dentro,
Siempre habrá un techo.[/Diana]- le di un besó en la frente con cuidado.
– [b]Bienvenida a casa,
Pequeña gran revolución,
Que con tus pasos marcas un nuevo rumbo
en dirección a nuevas montañas que parecen menos altas
Con cada palabra que nace en tu garganta,
pequeña gran revolución.[/b]- la canción terminó. Amy había comido y se había quedado esbozando una especie de media sonrisa de satisfacción.
Ese día habíamos empezado una nueva etapa y el mejor papel que desempeñaríamos en nuestras vidas: ser padres.
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